El final de la reclusión de Gabriel y su casi total recuperación me pilló por sorpresa. Había preparado como de costumbre desayuno para dos, pero esa mañana aparecieron por la puerta de la cocina Arisa y Gabriel, cogidos de la cintura y esbozando una enorme sonrisa. Gabriel parecía haber adelgazado algunos kilos, tenía las ojeras muy marcadas y estaba sin afeitar, aunque su barba de tres o cuatro días casi no se notaba, pues su vello facial era de un rubio tan claro como el de sus cabellos. Gabriel se separó de Arisa y vino hacia mí para darme un fuerte abrazo. Sentí algo muy extraño, como si se hubiese muerto alguien pero al revés. No como si hubiese nacido alguien o como si alguien hubiese resucitado, sino como si la pena que sientes cuando se muere una persona que aprecias se pudiera transformar en todo lo contrario.
Nos sentamos los tres a la mesa para desayunar un desayuno para dos, y antes de que mis amigos se sirvieran el café se besaron en los labios. ¡Vaya, hombre! El beso sonó y todo de lo profundo que era, y supongo que también por el sentimiento con que se lo dieron. No me dijeron nada, pero entendí a la primera que la cama de Arisa iba a llamarse a partir de ahora la cama de Abel. Por supuesto, yo tampoco les pregunté nada, esas cosas no se preguntan. Los únicos que pueden preguntar sobre temas sentimentales de personas ajenas a uno mismo son los curas católicos en el confesionario, los periodistas rosa-amarillentos y las peluqueras descaradas.
—Abel, Gabriel y yo queremos dormir juntos —me dijo Arisa, algo que, como ya he dicho, estaba más que claro—. No te importa, ¿verdad?
—No, claro que no, me parece genial —dije yo, pero no sé si mentí o no al decirlo.
—He de decirte que estoy muy contento de que seas mi amigo, Abel —dijo Gabriel—. Y también de que tú estés a mi lado, cariño.
«Cariño» no era yo, era Arisa, a la que dio el segundo beso de la mañana. Dos es aceptable, tres empieza a ser molesto porque por mucho que el padre de Gabriel diera el seminario, yo vi a Arisa primero. Da igual que no la viese de la misma manera que él; soy un hombre y, aunque no quieras, siempre sientes algún tipo de atracción por cualquier miembro del sexo opuesto que te parezca algo atractiva. Por esa razón, un hombre no tiene una «mejor amiga», sino un «proyecto de ligue muy cercano». Los únicos hombres que tienen mejores amigas son los gays, el resto no es capaz de tratar con una mujer temas íntimos sin que el sexo aparezca en escena en forma de uno de esos diablillos de los dibujos animados portando un cartel con el lema: «Tírale los tejos. ¿A qué esperas, capullo?». La mejor amiga de un hombre solo puede ser la mujer de su mejor amigo o la Virgen María. Al final no hubo tercer beso matinal —habría carraspeado de haberlo habido—, pero sí hubo un amago, ocasionado por la propuesta que me hizo Gabriel, y terminé aceptando.
—Ya se lo he dicho a Arisa, pero quiero que sepas cómo me he recuperado —empezó diciendo Gabriel—. Porque te juro que me he recuperado, no solo de lo que ha pasado estos días, sino de todo lo que ha pasado en mi vida desde que tengo uso de razón.
—Vale, dime, ¿cómo te has recuperado? —pregunté yo, ya que Gabriel hizo una pausa tan larga que me hizo entender que quería que se lo preguntase.
—Esta noche no he dormido muy bien. Me he despertado varias veces, y en una de estas veces, me he ido a dar una vuelta alrededor de la casa. Entonces he tenido una especie de revelación. He pensado en esos vampiros y me he dado cuenta de que son escoria, que son mierda, que son pura maldad. Han matado a mis padres y casi matan a mis mejores amigos. ¿Qué se supone que he de hacer yo, hundirme por ello? No, esa gentuza no me llega a la suela de los zapatos, ni a mí ni a vosotros. Dime, Abel, ¿qué se ha de hacer con las cosas malas?
—¿Destruirlas? —contesté preguntando.
—Exacto. El mal ha de ser erradicado. Hemos de cargarnos a esos hijos de puta.
—¿Nosotros? —pregunté.
—Claro, no hay nadie mejor que nosotros para hacerlo. Somos buenas personas, y las buenas personas han de acabar con el mal.
—Sí, pero ¿nosotros? —volví a preguntar.
—Gabriel opina que si matamos a los tres de esa lista, puede que les descabecemos —intervino Arisa—. Esos tres y Helmut quizá sean los únicos que nos pueden hacer algo, que saben que existimos. Si nos los cargamos a todos, seremos libres.
—Puede ser peligroso —dije yo.
—Sí, claro, pero menos peligroso que no hacer nada —dijo Gabriel—. Arisa y yo no nos vamos a quedar de brazos cruzados esperando a que vengan a por nosotros. ¿Y tú? ¿Volverás a tu pueblo a esperar al lado de tu padre a que vayan a mataros?
—Entiendo lo que quieres decir —contesté yo—. Esto es una guerra, en la que o ganan ellos o ganamos nosotros.
—Exacto, Abel —dijo Gabriel—, esto es una guerra entre nosotros y ellos. Una guerra total.
Ahí llegó el amago del tercer beso, pero al final la parejita se contuvo. La verdad es que no me habría importado que se lo hubiesen dado, no habría carraspeado. Más aún, creo que deberían habérselo dado porque la ocasión lo merecía.
Lo que sabemos de los vampiros
G
uerra total. Gabriel utilizó esa expresión porque era evidente que o ganábamos o moríamos. No iban a haber prisioneros ni tratados de paz ni nada de eso. Guerra total. La verdad era que al principio no daba un centavo por nosotros, pero parecía ser que la única vía posible para salvar la cabeza consistía en cortársela tú a aquellos que te la querían cortar a ti. Guerra total. Una guerra está divida en batallas y nosotros teníamos cuatro por delante: Samuel Elide, Gregor Strasser, Donald Troughton y Helmut Martin. Una guerra total con cuatro batallas por lo menos. Sabíamos a quién teníamos que eliminar, pero lo que no teníamos nada claro era cómo hacerlo. Éramos tres soldados que no habían recibido instrucción y la pega es que no había ninguna academia de cazavampiros. Teníamos que aprender la manera de matar vampiros y practicar antes de enfrentarnos a ellos. Y eso hicimos, aprendimos cómo matarlos y practicamos lo aprendido.
El señor Shine y Tom dedicaron un año de su vida a estudiar todo lo que se sabía sobre los vampiros. Nosotros no teníamos tanto tiempo, así que yo propuse que la manera más rápida de aprender algo sobre ellos sería a través de las películas. Gabriel viajó una mañana a Nueva York y regresó por la tarde con una serie de películas y otras historias que encontró sobre vampiros.
Nosferatu
de R W. Murnau (1922).Drácula
de Tod Browning (1931).Drácula
de Terence Fisher (1958).Blácula
de William Crain (1972).El baile de los vampiros
de Román Polanski (1967).Kung-Fu contra los siete vampiros de oro
de Roy Ward Baker (1974).Amor al primer mordisco
de Stan Dragoti (1979).Memorias de África
de Sydney Pollack (1985).Jóvenes ocultos
de Joel Schumacher (1987).Drácula de Bram Stoker
de R. R Coppola (1992).Entrevista con el vampiro
de Neil Jordán (1994).Un vampiro suelto en Brooklyn
de Wes Craven (1995).Abierto hasta el amanecer
de Robert Rodríguez (1996).Buffy, cazavampiros
(1.a temporada) (1997).Blade
de Stephen Norrington (1998).Vampiros
de John Carpenter (1998).Las sexy novias de Dráculax
de Roy Memen (2002).Underworld
de Len Wiseman (2003).Emmanuelle contra Drácula
de KXS (2004).Van Helsing
de Stephen Sommers (2004).Batman contra Drácula: la película animada
de Michel Goguen (2005).
Gabriel trajo bastante material, pero hicimos una selección para no perder tiempo en cosas que, aparentemente, no parecían muy útiles. Este proceso de selección nos enfrentó de alguna manera a Arisa y a mí, pues no teníamos los mismos gustos cinematográficos y, al parecer, tampoco coincidíamos en cuál era el fin último del visionado de ese material. Desde mi punto de vista, teníamos que ver ese material para aprender todo lo posible sobre el mundo de los vampiros y cómo acabar con esa gentuza, pero Arisa también puso sobre la mesa cuestiones artísticas que podían perjudicar nuestra preparación prebélica. Gabriel no dio su opinión en ningún momento sobre qué películas debíamos ver y cuáles no porque él las había traído todas y porque Arisa le dejó fuera de juego en su primera intervención:
—¿
Emmanuelle contra Drácula
y
Las sexy novias de Dráculax
? No me lo esperaba de ti, Gabriel, pensaba que eras otro tipo de persona, pero veo que no, que me has tenido engañada.
Ya no había la menor duda, Gabriel y Arisa eran novios.
—Pues a mí me parecen, por las carátulas, dos películas interesantes —dije yo, aprovechando que Gabriel no me podía llevar la contraria pues se echaría piedras sobre su propio tejado—.
Las sexy novias de Dráculax
son mujeres vampiro y creo que si vemos la película podremos saber cómo enfrentarnos a Julia Hertz.
—Ya, Abel, y yo soy idiota —dijo Arisa—. Esto es una película porno en toda regla y de aquí poco vamos a sacar. Yo me niego a verla y Gabriel, por la cuenta que le trae, tampoco la verá.
Segunda bofetada y Gabriel besó la lona. Pobre chaval, un día después de su recuperación se acababa de dar cuenta de que estaba bajo el poder de la hermana borde de la teniente O'Neal. Fue a partir de esta segunda bofetada cuando Gabriel agachó la cabeza y despareció de escena.
—¿Y qué tienes en contra de
Emmanuelle
? —le pregunté a Arisa.
—Pues que también es porno —contestó ella.
—Yo creo que no, creo que debe de ser una cazavampiros, como Buffy.
—¡No me vengas con esas, Abel, Buffy es una persona decente!
—Pues yo veto el visionado de
Buffy
.
—¿Por qué?
—Pues porque es ridículo, no vamos a aprender nada de esa cazavampiros.
—¿Por qué? ¿Por qué es mujer? ¿Es por eso?
—No, porque tú también eres mujer, que yo sepa, y te vas a enfrentar a unos cuantos vampiros. No, no es por eso. Es por la serie en sí, yo he visto un par de capítulos y no tiene ni pies ni cabeza. No es porque sea una serie de miedo, protagonizada por una mujer, pese a que todos sabemos que a las mujeres os da miedo todo, no es por eso. Por ejemplo, Jennifer Love Hewitt hace
Entre fantasmas
y es creíble. A parte de que la chica es una preciosidad.
—¿Una preciosidad? Tiene las caderas muy anchas, ya verás como a la que se descuide se va a poner como una vaca.
—Eso es que tienes envidia.
—¿De la Love Hewitt? Tú estás tonto.
—Pues, mira, si en vez de vampiros tuviéramos que matar fantasmas votaría a favor de Jennifer Love Llewitt, pero no voy a votar a favor de algo increíble como Buffy. Además, Arisa, ¿qué nombre es Buffy? Eso es nombre de mascota, no de persona. ¿Verías algo que se llamara
Pluto, cazavampiros
o
Whiskas, cazavampiros
?
—Vale, quedan fuera de la lista
Emmanuelle
y
Buffy
. ¿Estás contento?
—No, pero bueno, da igual.
La siguiente película que cayó de la lista fue
Un vampiro suelto en Brooklyn
porque el vampiro de la cinta era Eddie Murphy y no estábamos para comedias. Me di cuenta entonces de que
Blade
no era de él, sino de Wesley Snipes, cuando yo siempre había creído que Murphy había hecho esta película. Creo que el bigotillo ridículo que lleva Snipes en
Blade
me confundió. Aun así, he de señalar en mi favor que sin haber visto
Un vampiro suelto en Brooklyn
mi instinto cinematográfico sabía que Eddie Murphy había hecho una película de vampiros, aunque supongo que era de cachondeo. También cayó
Batman contra Drácula
. No sé por qué Gabriel trajo eso, aunque menos aún cómo se le puede ocurrir a alguien gastar tiempo y dinero en hacer algo así. La última película que descartamos fue
Entrevista con el vampiro
.
—¿Por qué quieres cargarte
Entrevista con el vampiro
? —me preguntó Arisa.
—Pues porque ya la he visto y no nos sirve. Es una película muy ñoña.
—Yo la vi y está muy bien, y Brad Pitt está monísimo. Bueno, como siempre.
—¿Brad Pitt es monísimo? Pero si tiene cara de alucinado…
—No tiene cara de alucinado.
—Anda que no, en todas las pelis que he visto de él parece que se ha perdido y que está buscando la salida del plato en el que ruedan la película. Siempre abre mucho los ojos y mira hacia ninguna parte. Es un modo de actuación un poco raro, pero se ve que le funciona porque le consideráis monísimo.
—Bueno, Abel, no cambies de tema, veremos
Entrevista con el vampiro
.
—No, no la veremos, Arisa. Si quieres te la cuento y nos ahorramos esa memez. Esto es un vampiro que no quiere ser vampiro y que se pasa toda la película quejándose y fin. Además nadie mata a los vampiros de esa película y… Que no, que no la vemos.
—Pues entonces tampoco vemos
Las sexy novias de Dráculax
.
—Pero ¿esa no la habías vetado antes?
—No, no la veté, solamente dije que no la vería.
—¡Mierda!
Una vez descartadas esas películas, nos pusimos a ver el resto de las que había traído Gabriel. La mayoría de ellas no las vimos enteras porque enseguida se mostraron inútiles para nuestros propósitos, pero intentamos verlas todas.
Empezamos con
Nosferatu
. Arisa casi nos la hace ver entera porque decía que era una joya del expresionismo alemán, como si eso tuviera importancia. Aquí tuvo que ponerse serio Gabriel porque si no, nos tragamos ese bodrio. Era muda, en serio, una película muda que no era de Charlot, algo impensable. Eso sí, el vampiro que salía era ridículo. Era enclenque, calvo y solo tenía dos colmillos. Lógico, ¿verdad? Pues no, porque el pollo solamente tenía esos dos dientes, dos colmillos juntos en mitad de la boca. Para mearse de la risa. Ah, y salía un tía en la película que parecía un travesti. ¡Madre de Dios, qué horror de película! A los quince minutos la quitamos.
Drácula
de Tod Browning era una película lamentable. Todos los personajes eran idiotas, las mujeres sobre todo, y Drácula era una especie de extranjero ligón con el pelo engominado y pinta de no haber dado un palo al agua en su vida. El castillo lo tenía hecho un asco y cuando se convertía en murciélago se notaba a la legua que era una especie de marioneta. La vimos entera porque queríamos ver, al menos, cómo se lo cargaban, pero no salió ese momento en la película, según la lista de Arisa por motivos de censura. No sé, podrían haber censurado toda la película y nos habríamos ahorrado una hora y media de un tostón infumable.