La voz de Horace Bury temblaba de extenuación, aunque en ella tambíén había triunfo.
—¡Misericordia de Alá! Kevin, le hemos enviado nuestro mensaje al Imperio, y el Kanato ha dado la vuelta. Hemos cumplido nuestra misión, sin importar lo que pase. Ahora sobreviviremos si Alá lo desea.
—Puede que havamos cumplido la misión —indicó Kevin—. Todo depende de esa flota de Guerreros del Kanato. No sabemos qué van a hacer, y mientras permanezcan en este sistema, son peligrosos. Aún podrían abrirse paso a la fuerza más allá de Balasingham. —Renner volvió a estudiar la pantalla—. Bueno, mientras nos persigan a nosotros, no harán lo otro. Si regresan al sistema de la Paja, seguro que no atacarán a Balasingham. Tal vez podamos conducirlos hasta allí.
—Bien —comentó Bury.
Kevin pensó: «¿Podrás soportar otro Salto?»; pero no dijo nada. ¿Y si Bury hubiera respondido que no?
—Se lo informaré a Rawlins.
—Mis espectadores quizá no lo entiendan —explicó Joyce—. Ni estoy segura de entenderlo yo. Primero, nosotros pasamos al sistema de la enana roja. Luego, luchamos. Ganamos. Ahora, durante las últimas cuatro horas, hemos estado desacelerando, y nos dirigimos de vuelta al sitio del que vinimos. —Miró las pantallas, notó el resplandor amarillo del Campo.
Simbad
se hallaba bajo continuo ataque.
—Todo es parte de la misma batalla —informó Freddy Townsend.
—Lo importante es que la flota del Kanato se dirige hacia la Hermana, no va tras el
Agamenón
—dijo Glenda Ruth—. Hemos de mantenerla avanzando hacia nosotros.
—Pero ¿van tras nosotros o, de cualquier modo, regresarían al sistema de la Paja?
—No importa, Joyce —repuso Victoria—. Cualquier cosa que los devuelva al sistema de la Paja.
—Así que somos un cebo —afirmó Joyce—. Supongo que eso no sería tan malo… aunque, ¡ser un cebo cuando ni siquiera sabes si te persiguen a ti…
—Nos persiguen a nosotros —dijo Freddy.
—¿Cómo puedes estar seguro? —demandó Joyce.
—Si no es así, sí que están desperdiciando un montón de energía —contestó Freddy—. No pueden prescindir del combustible. Creo que no cabe duda. Si consiguen matarnos, no cruzarán; sin embargo, si cruzamos nosotros, nos seguirán. ¿Glenda Ruth?
—Es la mejor apuesta —aseveró Glenda Ruth.
—Y ahí lo tenéis —comentó Joyce.
—La misma situación, comodoro —informó Rawlins—. No han intentado interceptar las naves aliadas que enviamos para reforzar a Balasingham. Es a nosotros a quienes quieren, y son demasiados para combatirlos. Nuestra única posibilidad es huir. Sugiero que aumentemos la aceleración. Cuanto menos recibamos este fuego, mejor será nuestra posibilidad una vez que hayamos cruzado.
—De acuerdo. Súbala a uno punto cinco g.
—Uno punto cinco, sí, sí —la imagen de Rawlins se volvió a un costado durante un momento.
—Una vez que nos estabilicemos en el sistema de la Paja, avance por este vector —dijo Renner. Transmisión de datos—. Haré que los pajeños graben algunas órdenes. Ustedes se recuperarán antes que nosotros. Envíe esos mensajes a Base Seis tan pronto como pueda.
—Mensajes de Base Seis. Sí, sí.
—Mantenga la comunicación —pidió Renner. Suspiró y apretó los botones del intercom—. Preparados para aumento de gravedad. Uno punto cinco g. —Tocó otro botón—. Horace…
—Sobreviviré.
—Sí. Si mantienen ese rayo sobre nosotros demasiado…
—Kevin, harás lo que debas hacer.
Renner había estado trabajando. Jefe de Navegación a bordo de la
MacArthur
, piloto de Bury treinta años: lo podría haber hecho dormido.
—Horace, ¿puedes soportar uno punto siete g durante once minutos?
—Sí, por supuesto, Kevin.
Por supuesto. El peligro para Bury no procedía de otro aumento de propulsión, sino de la conmoción del Salto.
—Townsend, ejecútelo.
Los ocho kilos de Alí Babá le golpearon en el pecho. El cachorro gritó:
—¡No, Kevin! ¡Otra vez no!
—Ven aquí, Alí Babá —dijo Bury, y el Mediador fue, con miedo.
—Sí, sí —indicó Freddy—. Hecho. ¿Disponemos de algún margen de error?
—Estaremos violeta cuando crucemos por el Ojo.
Freddy tuvo un escalofrío.
Los Ingenieros se habían levantado y se arrastraban; las Mediadoras observaban. Kevin se mordió las preguntas que quiso formular y al cabo lo comprendió. Los pajeños habían desmontado el sillón de Cynthia y se hallaban montándolo de nuevo junto a la cama de agua de Bury. Eso dejaba muy apiñada a Glenda Ruth; de modo que tuvieron que mover el sillón de ella antes de poder volver a los suyos y derrumbarse.
—¿Comodoro? Tengo el objetivo de la nave del Amo. Es la enana marrón. Quizá esperan protegerse en el anillo.
—Una vez que nos maten.
Cynthia había terminado su serie de ejercicios en el espacio de la cocina. La vista por la ventana era de un placentero y uniforme verde.
En la pantalla aumentada que los Relojeros habían acabado de montar, un punto centelleante alcanzó la Hermana y desapareció sin explotar. Luego, el segundo. Jennifer soltó un gran suspiro de alivio.
—Han cruzado —dijo. Terry le apretó el pie. Ella alargó el brazo para palmearle la mejilla—. ¿Cómo te encuentras?
—Curándome. ¿Y tú?
—Simplemente, a la espera. Arlequín ha ido delante en busca de datos de la batalla. ¿De espera cambien de parecer?
—Habla. En cualquier caso, te leerán.
Pero pasó más de una hora antes de que Arlequín se reuniera con ellos.
—La Hermana de momento oculta sus naves —anunció—. No esperábamos que sobrevivieran a nuestro fuego.
—Ésa es otra cosa respecto de los recursos —indicó Jennifer—. Nuestras naves son mas grandes, están mejor defendidas, son más poderosas.
Arlequín se rió muy divertida y con cierto desprecio: la risa de Freddy. Debió conseguirla de Pol1yanna.
—Otra cosa respecto de nuestro problema de procreación: ¡nuestras naves son de lejos más numerosas! Jennifer, nuestras intenciones no son de su incumbencia. Discutiremos la estrategia. Esas dos naves…
—Debo dejar de escuchar…
Pero la Mediadora había estirado la gran palma izquierda, «deténte un minuto», mientras el Guerrero hablaba.
Concluyeron la charla. Arlequín dijo:
—Jennifer, enviamos a la mayoría de nuestros Guerreros a abatir a sus dos naves del Imperio, al mando de nuestro Amo subalterno. Los malditos Guerreros de Medina consiguieron destruir esa nave de mando cuando cruzo, aunque las naves de nuestros Guerreros se encuentran casi intactas. Seguirán a sus naves del Imperio a través de la Hermana hacia el sistema de la Paja. No pueden ocultarse, Jennifer, sus impulsores son muy peculiares.
De hecho, los destellos azules de los impulsores de las naves de los Guerreros desaparecían mientras hablaba Arlequín. Otras, destellos más grandes cruzando: las naves de los Amos del Kanato se hallaban de camino hacia la Estrella de Bury.
—¿Dónde se esconderán sus Amos?
—En las rocas. ¿Importa? Hemos abandonado la esperanza de irrumpir en su Imperio por el otro punto de enlace. Debemos esperar hasta que nuestros Guerreros informen del éxito en la Paja.
—¿Pretenden matarnos a todos nosotros?
—Sí. Sus naves dispondrán de la ventaja en los primeros instantes, porque pasarán primero y se recuperarán primero de la conmoción. ¿A menos que los humanos la toleren peor que nosotros? —Jennifer rió. Arlequín frunció el ceño—. ¿No? Les observamos a ustedes. Se recuperaron muy despacio.
—Arlequín, yo estoy medio muerta de cansancio. Terry está medio muerto, punto. —Un instante después, habría sido capaz de arrancarse la lengua de un mordisco. Demasiado tarde: Arlequín saltaba hacia popa.
La mano de Terry se cerró en torno al tobillo del pajeño y lo tiró hacia atrás. Jennifer aulló:
—¡Mátalo! ¡Mátalo, Terry!
El Guerrero se dirigía hacia ellos.
Los brazos de Terry se cerraron alrededor de la cabeza y los hombros del pajeño. Los torció. «¡Maldita sea!», musitó, y se apalancó y retorció con más fuerza. La cabeza asimétrica gira con un chasquido como el de una rama al romperse, y en ese momento el Guerrero se envolvió en torno a él como una enredadera estranguladora, con la pistola clavada en el oído de Terry.
Terry lo soltó. Arlequín flotó libre, todavía gritando débilmente.
Apuntados por la pistola del Guerrero, observaron al Médico tirar y girar de la cabeza del pajeño hasta situarla de nuevo en su sitio. Los alaridos de Arlequín descendieron a un gemido.
—No ha servido de nada —dijo Terry—. Lo olvidé. No tienen vértebras, sólo ese tipo de mango que conecta el cráneo con los hombros. únicamente se lo disloqué, y la médula espinal ni siquiera se encuentra ahí, sino abajo. Hablará.
—La conmoción del Salto. A ellos les daña mucho más que a nosotros. No lo sabían.
—Sí. Pero ésa era la última nave Guerrera que cruzaba. Tengo razón, ¿verdad, Jenny?
Jenny miró.
—Sí. Esas otras luces son todas naves grandes de Amos, y todas se encuentran fuera del alcance de la Hermana.
—Ah. Frené a Arlequín lo suficiente. Ahora su flota entera de Guerreros se encuentra en el sistema de la Paja persiguiendo al
Simbad
y a la
Atropos
, sin ningún Amo para ordenarles lo contrario. ¿No es interesante? Me pregunto qué podría hacer un hombre de la Marina con eso.
—Quizá no vivamos para verlo.
—Jenny, lo que acabo de hacer consumió todas mis fuerzas. Si deciden fusilarme, no te molestes en despertarme. —Los ojos de Terry se cerraron.
¡Retroceded, maldita sea! ¡Estamos atacando en la dirección contraria!
Comandante del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, presa de Changjin, Corea
«Soy demasiado viejo para esto.» Renner poco a poco fue consciente de que…
… Cynthia maldecía en un farfulleo suelto. Su cuerpo cubría el de Bury, de forma obscena, besándole…; respira por él, aprieta su caja torácica, sopla en su boca, aprieta…
—
Atropos
llamando —dijo Freddy.
—Pásala… Hola, Rawlins.
—Comodoro, es usted un diamante perfecto en terciopelo negro. Brillante azul blanco.
—Halagador. Es… una cita… —De una novela histórica, La toma de la cumbre de Serpens, justo antes de que explotara la nave—. ¿Alguna amenaza por allí?
—Aquí estamos bien. Los Grupos Bandidos Uno-Dos-Tres se retiraron de las naves de Medina. La India aún mantiene para nosotros el punto de Eddie el Loco, aunque no con las naves suficientes para derrotar lo que viene hacia aquí. Bizancio todavía no ha arribado. Nadie nos dispara. ¿Cuál es nuestro próximo movimiento?
Los ojos de Renner ya enfocaban bien.
—Orden general: Diríjanse al punto de Eddie el Loco. Mantengan posición con el
Simbad
. ¿Tenemos comunicación con la flota pajeña?
—Sí. Transmitiré.
Bury intentaba sentarse. Cynthia le sostuvo.
Renner no reconoció al pajeño de la pantalla. Un Mediador joven, probablemente macho.
—El capitán Rawlins nos ha informado que una gran flota de guerra del Kanato, demasiado grande para nuestras fuerzas, llegará a través de la Hermana durante la próxima hora —indicó el pajeño—. Estoy preparado para transmitir sus instrucciones a nuestro Amo.
—Eviten combate con la flota principal —dijo Renner—. Preserven sus energías, pero querernos que destruyan a cualquier nave de mando que aparezca. Esperamos que la flota principal del Kanato nos persiga a nosotros. Mientras lo haga, déjenla en paz, aunque no queremos que esa flota reciba nuevas instrucciones.
»Lo mismo se aplica al punto de Salto. Consigan que les resulte costoso regresar a través de la Hermana. Su flota principal de guerra puede hacer lo que quiera, y ustedes no serán capaces de detenerla; sin embargo, sí pueden impedir que regresen a informar a los Amos que hay del otro lado, siempre que no vayan con un grupo de batalla grande. Por favor, háganlo.
—Instrucciones recibidas. Aguarde reconocimiento.
¿Qué más?
—Townsend, pónganos en marcha hacia el punto de Eddie el Loco. Cynthia, ¿cuánto puede soportar?
—Lo que sea —repuso Bury—. Kevin, haz lo que debas. Ahora ya está en manos de Alá.
—Sí. —«Y creo que soy demasiado viejo para esto»—. Sube hasta una g, Townsend. Quiero probar un truco.
La pantalla de comunicaciones volvió a encenderse.
—Sus instrucciones serán obedecidas —afirmó el Mediador—. Haremos lo que podamos.
—Gracias. Rawlins, usted quédese con nosotros.
—Yo tengo un impulso mayor que el suyo.
—Pensé en ello; pero no. Le necesito con nosotros.
—Da por hecho que enviarán a toda su flota.
—Sí que lo espero —dijo Renner—. En cualquier caso, a las naves de guerra.
Su última observación en el sistema de la enana roja fue de las naves de los Amos dirigiéndose hacia la Estrella de Bury a baja propulsión. No dio la impresión de que regresarían pronto al sistema de la Paja. Y mientras los Guerreros persiguieran al
Simbad
…
—Somos cebos —le dijo a nadie en particular.
Después de que Rawlins cortara, Renner miró en torno a su yate. Horace respiraba por su cuenta, los ojos abiertos, la mandíbula laxa, lleno de productos químicos raros. Extracto de borloi, sin duda: no había prohibición alguna en el Corán contra el bortoi. Era sorprendente que siquiera pudiera hablar.
Freddy se había recuperado de la conmoción del Salto con pasmosa velocidad. A Renner le sentó mal. Glenda Ruth aún parecía como si hubiera recibido un golpe. Los pajeños se encontraban peor, todavía sumidos en un dolor y desasosiego agudos. Eso no podía durar. Renner los necesitaba.
Las naves del Imperio cayeron hacia el punto de Eddie el Loco a 0 g, después de cuarenta y cinco minutos de propulsión. Renner no podía decirles cuánto iba a durar eso. Cynthia ayudaba a Horace Bury en un programa de estiramientos. Joyce preparaba un exiguo almuerzo. Nadie había preguntado jamás si la reportera sabía cocinar. Sabía.
Los telescopios a bordo de la
Atropos
, luego a bordo del
Simbad
, observaron naves calientes emergiendo por un agujero invisible a alta velocidad y alta aceleración. Perdieron brillo, reduciendo propulsión al tiempo que buscaban sus objetivos. Al cabo llamearon y avanzaron a baja aceleración hacia la posición de los Bandidos Uno-Dos-Tres.