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Authors: Carl Sagan

Tags: #Divulgación Cientifica, Ensayo

El mundo y sus demonios (25 page)

BOOK: El mundo y sus demonios
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¿Cuál podría ser este cuadro mayor? Planteé esta pregunta al doctor Fred H. Frankel, profesor de psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, jefe de psiquiatría del hospital Beth Israel de Boston y destacado experto en hipnosis. Su respuesta fue:

Si las abducciones extraterrestres son parte de un cuadro mayor, ¿cuál es en realidad este cuadro? Me da miedo precipitarme y entrar en un terreno donde los ángeles no se aventuran; sin embargo, todos los factores que usted perfila alimentan lo que en el fin de siglo se describió como «histeria». Por desgracia, el término se llegó a usar con tal amplitud que nuestros contemporáneos, con sus conocimientos titubeantes... no sólo lo perdieron, sino que también perdieron de vista el fenómeno que representaba: altos niveles de sugestibilidad, capacidad imaginativa, sensibilidad a claves y expectativas contextuales y el elemento del contagio... Hay un gran número de profesionales clínicos que no parecen apreciar bastante todo esto.

Frankel apunta que, del mismo modo que hacen retroceder a la gente para que recupere recuerdos supuestamente olvidados de «vidas anteriores», los terapeutas también pueden hacer que avancen bajo hipnosis para «recordar» su futuro. Así se obtiene la misma intensidad emocional que en la regresión o la hipnosis de abducidos de Mack. «Esas personas no tienen intención de engañar al terapeuta. Se engañan ellos mismos —dice Frankel—. No pueden distinguir sus fabulaciones de sus experiencias.»

Si no conseguimos vivir en paz, si nos abruma el peso de la culpabilidad por no hacer algo más con nosotros mismos, ¿no recibiríamos encantados la opinión profesional de un terapeuta con un diploma en la pared de que no es culpa nuestra, que estamos en un apuro, que los responsables son los satanistas, los que cometen abusos sexuales o extraterrestres de otro planeta? ¿Y no nos resistiríamos a los escépticos enterados que nos dijeran que todo es imaginación nuestra o que nos lo han inculcado los mismos terapeutas que nos han hecho sentir más felices con nosotros mismos?

¿Qué preparación han recibido estos terapeutas en cuanto al método científico y el escrutinio escéptico, la estadística o incluso la falibilidad humana? El psicoanálisis no es una profesión muy autocrítica, pero al menos muchos de sus practicantes tienen el título de doctores en medicina. La mayoría de los programas de medicina incluyen una exposición significativa a los resultados y métodos científicos. Pero muchos de los que tratan casos de abuso sexual parecen tener un conocimiento sólo relativo de la ciencia. La probabilidad de que los proveedores de salud mental en América sean trabajadores sociales y no psiquiatras o psicólogos doctorados es de dos a una.

La mayoría de estos terapeutas arguyen que su responsabilidad es ofrecer apoyo a sus pacientes y no cuestionarlos, mostrarse escépticos o plantear dudas. Aceptan todo lo que se les presenta, por extraño que sea. A veces, la incitación de los terapeutas no es sutil en absoluto. Aquí tenemos un informe (del
FMS Newsletter
de la Fundación del Síndrome de Falsa Memoria, vol. 4, núm. 4, p. 3, 1995) que no tiene nada de atípico:

Mi antiguo terapeuta ha atestiguado que todavía cree que mi madre es satanista, [y] que mi padre me molestó... El delirante sistema de creencias y las técnicas de mi terapeuta a base de sugestión y persuasión me llevaron a creer que las mentiras eran recuerdos. Cuando yo dudaba de la realidad de mis recuerdos, él insistía en que eran verdad. No sólo insistía en que eran verdad, sino que me informaba de que, para recuperarme, además de aceptarlos como reales debía recordarlos todos

En un caso de 1991 en Allegheny County, Pennsylvania, una adolescente, alentada por un maestro y un trabajador social, acusó a su padre de haber abusado sexualmente de ella, lo que desembocó en su detención. Nicole también declaró que había dado a luz tres niños y su familia los había matado, que había sido violada en un restaurante lleno de gente y que su abuela volaba montada en una escoba. Nicole se retractó de sus acusaciones al año siguiente y se retiraron todos los cargos contra su padre. Nicole y sus padres formularon una denuncia contra el terapeuta y la clínica psiquiátrica a la que había sido enviada ella después de haber hecho las acusaciones. El jurado encontró que el doctor y la clínica habían actuado con negligencia y concedió casi un cuarto de millón de dólares a Nicole y sus padres. Cada vez hay más casos de este tipo.

¿Podría ser que la competencia para conseguir pacientes, y el interés financiero obvio de una terapia prolongada, disminuyera la inclinación de los terapeutas a ofender a sus pacientes manifestando cierto escepticismo ante sus historias? ¿Hasta qué punto son conscientes del dilema de un paciente ingenuo que entra en un despacho profesional y oye que su insomnio u obesidad se deben (en orden aumentativo de rareza) a un abuso paterno, un ritual satánico o una abducción por extraterrestres totalmente olvidados? Aunque hay limitaciones éticas y de otro tipo, se necesita algo parecido a un experimento de control: quizá enviar al mismo paciente a especialistas de los tres campos. ¿Alguno de ellos dice: «No, su problema no se debe a un abuso olvidado en la infancia» (o a un ritual satánico olvidado, o a una abducción por extraterrestres, lo que se tercie)? ¿Cuántos de ellos dicen: «Hay una explicación mucho más prosaica»? En lugar de ello, Mack llega a decir a uno de sus pacientes con admiración y para tranquilizarlo que ha emprendido un «viaje heroico». Un grupo de «abducidos» —cada uno de ellos con una experiencia distinta pero similar— escribe:

... varios de nosotros habíamos reunido por fin la suficiente valentía para presentar nuestras experiencias a consejeros profesionales y lo único que conseguimos es que evitaran nerviosos el tema, fruncieran el entrecejo en silencio o interpretaran la experiencia como un sueño o alucinación para «tranquilizarnos» con condescendencia y asegurarnos que esas cosas pasan, «pero no se preocupe, básicamente su salud mental es buena». ¡Perfecto! No estamos locos, pero si nos tomamos en serio nuestras experiencias, es muy probable que acabemos locos.

Con gran alivio, encontraron un terapeuta favorable que no sólo aceptó sus historias a pies juntillas sino que conocía cientos de historias sobre cuerpos extraterrestres y el encubrimiento a alto nivel de los ovnis por parte del gobierno.

Un típico terapeuta de ovnis encuentra pacientes de tres maneras: le escriben cartas a la dirección que sale al final de sus libros; se los envían otros terapeutas (principalmente los que también se especializan en abducciones por extraterrestres); o se presentan a él después de dar una conferencia. Dudo que llegue algún paciente a su puerta totalmente ignorante de los relatos populares de abducciones y los métodos y creencias propios del terapeuta. Antes de intercambiar la primera palabra, saben ya mucho el uno del otro.

Otro destacado terapeuta da a sus pacientes sus propios artículos sobre abducciones por extraterrestres para ayudarlos a «recordar» sus experiencias. Se siente satisfecho cuando lo que finalmente recuerdan bajo hipnosis se parece a lo que él describe en sus estudios. La similitud de los casos es una de las principales razones para creer que las abducciones ocurren realmente.

Un importante estudioso de los ovnis comenta que «cuando el hipnotizador no tiene un conocimiento adecuado del tema [de abducción por extraterrestres] puede que no se llegue a revelar nunca la verdadera naturaleza de la abducción». ¿Podemos discernir en esta afirmación cómo podría ser guiado el paciente sin que el terapeuta fuera consciente de que le guía?

A
VECES, AL «CAER» DORMIDOS
, tenemos la sensación de tambaleamos desde una altura y que nuestras extremidades se agitan por su cuenta. Se llama reflejo de sobresalto. Quizá sea un remanente de cuando nuestros antepasados dormían en los árboles. ¿Por qué tenemos que imaginar que «rememoramos» mejor (maravillosa palabra) que cuando estamos en tierra firme? ¿Por qué suponer que, entre el vasto tesoro de recuerdos almacenados en nuestras cabezas, no hay nada que nos haya sido inculcado después de ocurrir... por la manera de expresar una pregunta cuando estamos en un marco mental sugestionable, por el placer de contar o escuchar una buena historia, por confusión con algo que leímos u oímos en una ocasión?

Capítulo
10
U
N DRAGÓN EN EL GARAJE

...la magia, recordarlo es importante, es un arte que exige la colaboración entre el artista y su público.

E. M. B
UTLER
,
El mito del mago
(1948)

«E
n mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.» Supongamos (sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!

—Enséñemelo —me dice usted.

Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.

—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.

—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.

Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.

—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire. Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.

—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor. Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible.

—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.

Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.

Lo único que ha aprendido usted de mi insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. Se preguntará, si no puede aplicarse ninguna prueba física, qué fue lo que me convenció. La posibilidad de que fuera un sueño o alucinación entraría ciertamente en su pensamiento. Pero entonces ¿por qué hablo tan en serio? A lo mejor necesito ayuda. Como mínimo, puede ser que haya infravalorado la falibilidad humana.

Imaginemos que, a pesar de que ninguna de las pruebas ha tenido éxito, usted desea mostrarse escrupulosamente abierto. En consecuencia, no rechaza de inmediato la idea de que haya un dragón que escupe fuego por la boca en mi garaje. Simplemente, la deja en suspenso. La prueba actual está francamente en contra pero, si surge algún nuevo dato, está dispuesto a examinarlo para ver si le convence. Seguramente es poco razonable por mi parte ofenderme porque no me cree; o criticarle por ser un pesado poco imaginativo... simplemente porque usted pronunció el veredicto escocés de «no demostrado».

Imaginemos que las cosas hubieran ido de otro modo. El dragón es invisible, de acuerdo, pero aparecen huellas en la harina cuando usted mira. Su detector de infrarrojos registra algo. La pintura del spray revela una cresta dentada en el aire delante de usted. Por muy escéptico que se pueda ser en cuanto a la existencia de dragones —por no hablar de seres invisibles— ahora debe reconocer que aquí hay algo y que, en principio, es coherente con la idea de un dragón invisible que escupe fuego por la boca.

Ahora otro guión: imaginemos que no se trata sólo de mí. Imaginemos que varias personas que usted conoce, incluyendo algunas que está seguro de que no se conocen entre ellas, le dicen que tienen dragones en sus garajes... pero en todos los casos la prueba es enloquecedoramente elusiva. Todos admitimos que nos perturba ser presas de una convicción tan extraña y tan poco sustentada por una prueba física. Ninguno de nosotros es un lunático. Especulamos sobre lo que significaría que hubiera realmente dragones escondidos en los garajes de todo el mundo y que los humanos acabáramos de enterarnos. Yo preferiría que no fuera verdad, francamente. Pero quizá todos aquellos mitos europeos y chinos antiguos, sobre dragones no eran solamente mitos...

Es gratificante que ahora se informe de algunas huellas de las medidas del dragón en la harina. Pero nunca aparecen cuando hay un escéptico presente. Se plantea una explicación alternativa:

Tras un examen atento, parece claro que las huellas podían ser falsificadas. Otro entusiasta del dragón presenta una quemadura en el dedo y la atribuye a una extraña manifestación física del aliento de fuego del dragón. Pero también aquí hay otras posibilidades. Es evidente que hay otras maneras de quemarse los dedos además de recibir el aliento de dragones invisibles. Estas «pruebas», por muy importantes que las consideren los defensores del dragón, son muy poco convincentes. Una vez más, el único enfoque sensato es rechazar provisionalmente la hipótesis del dragón y permanecer abierto a otros datos físicos futuros, y preguntarse cuál puede ser la causa de que tantas personas aparentemente sanas y sobrias compartan la misma extraña ilusión.

L
A MAGIA REQUIERE LA COOPERACIÓN
tácita de la audiencia con el mago: una renuncia al escepticismo o lo que se describe a veces como la suspensión voluntaria de la incredulidad. De ello se deduce inmediatamente que, para penetrar en la magia, para descubrir el truco, debemos dejar de colaborar.

¿Cómo se puede progresar en este tema cargado de tantas emociones, controvertido y fastidioso? Los pacientes deberían ejercitar la precaución ante los terapeutas que deducen o confirman rápidamente abducciones por extraterrestres. Los que tratan a los abducidos podrían explicar a sus pacientes que las alucinaciones son normales y que el abuso sexual infantil es bastante común. Podrían tener en cuenta que ningún cliente está totalmente libre de la contaminación extraterrestre de la cultura popular. Podrían enseñar escepticismo a sus clientes. Podrían cargar de nuevo sus propias reservas de escepticismo, que van disminuyendo.

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