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Authors: Carl Sagan

Tags: #Divulgación Cientifica, Ensayo

El mundo y sus demonios (29 page)

BOOK: El mundo y sus demonios
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  • La hipnosis prepara la mente para la invasión de demonios, diablos y hombrecitos grises. Dios quiere que vayamos vestidos y con la mente sana... Todo lo que puedan hacer sus «hombrecitos grises», ¡Cristo puede hacerlo mejor!
  • Espero no sentirme nunca tan superior como para no reconocer que la Creación no está limitada a mí misma sino que abarca al universo y todas sus entidades.
  • En 1977, un ser celestial me habló de una lesión que tuve en 1968 en la cabeza.
  • [Una carta de un hombre que tuvo veinticuatro encuentros distintos con] un vehículo flotante en forma de platillo silencioso [y que en consecuencia] experimentó un desarrollo progresivo y una ampliación de funciones mentales como la clarividencia, la telepatía y la estimulación [canalización] de la energía de vida universal con el objetivo de curar.
  • A lo largo de los años he visto y hablado con «fantasmas», he recibido la visita de extraterrestres (aunque de momento no me han abducido), he visto cabezas tridimensionales flotando junto a mi cama, he oído llamar a mi puerta... Esas experiencias parecían reales como la vida misma. Nunca había pensado en estas experiencias como algo más de lo que son en realidad: un juego de mi pensamiento.
    [21]
  • Una alucinación podría explicar el 99% de los casos, pero ¿puede explicar jamás el 100%?
  • Los ovnis son... un asunto de profunda fantasía que no tiene NINGÚN TIPO DE BASE FACTUAL. Le ruego que no preste crédito a un engaño.
  • El doctor Sagan formó parte del comité de las Fuerzas Aéreas que evaluó las investigaciones del gobierno sobre los ovnis y, a pesar de ello, quiere que creamos que no hay ninguna prueba sustancial de que existen los ovnis. Le ruego que explique por qué necesitaba el gobierno que fueran evaluadas.
  • Voy a ejercer presión sobre el diputado que me representa para que intente cancelar los fondos de ese programa de escucha de señales extraterrestres del espacio porque es tirar el dinero. Ya están entre nosotros.
  • El gobierno gasta millones de dólares de impuestos para investigar los ovnis. El proyecto SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre) sería una pérdida de dinero si realmente el gobierno creyera que los ovnis no existen. Personalmente me excita el proyecto SETI porque muestra que nos movemos en la dirección correcta; hacia la comunicación con extraterrestres, en lugar de ser unos observadores poco dispuestos.
  • Los súcubos, que yo identificaba como una especie de violación astral, aparecieron del 78 al 92. Fue duro para un católico serio, moralista y practicante; fue desmoralizante, deshumanizador, y me tuvo muy preocupado por las consecuencias físicas de los efectos de la enfermedad.
  • ¡Viene gente del espacio! Esperan llevarse a quien puedan, especialmente a los niños, que son los «retoños» de la próxima generación de la humanidad, junto con sus padres, abuelos y otros adultos cooperantes a un lugar seguro antes de la próxima conjunción
    principal
    planetaria máxima de manchas solares, que está ya en el horizonte. La Nave Espacial aparece todas las noches y se acerca para asistirnos cuando lleguen las Grandes Llamaradas del Sol, antes de que empiece la turbulencia en la atmósfera. El cambio polar ocurrirá ahora que se acerca a su nueva posición para la Era de Acuario... [El autor también me informa de que están] trabajando con el Comando Ashtar, donde Jesucristo se reúne con los que van a bordo para dar instrucciones. Hay muchos dignatarios presentes, incluidos los arcángeles Miguel y Gabriel.
  • Tengo amplia experiencia en trabajo de energía terapéutica, que implica eliminar pautas cuadriculadas, ataduras negativas de la memoria e implantes extraterrestres de cuerpos humanos y sus campos de energía circundantes. Mi trabajo se utiliza principalmente como ayuda adicional a la psicoterapia. Entre mis clientes tengo hombres de negocios, constructores, artistas profesionales, terapeutas y niños... La energía extraterrestre es muy fluida, tanto dentro del cuerpo como cuando se retira, y debe ser contenida lo antes posible. Las redes de energía suelen estar cerradas alrededor del corazón o en una formación triangular a través de los hombros.
  • Después de una experiencia así, no creo que hubiera podido darme la vuelta para seguir durmiendo y ya está.
  • Creo en los finales felices. Siempre he creído en ellos. Después de haber visto una figura tan alta que llegaba hasta el techo —con el pelo dorado y reluciente como un árbol de Navidad encendido, elevando al niño pequeño junto a nosotros—, ¿cómo puede uno no creer? Entendí el mensaje que transmitía la figura —al niño pequeño— y era yo. Siempre habíamos hablado. ¿Cómo podría haber sido soportable la vida de otro modo... en un lugar como éste?... ¿Estados mentales poco familiares? Ha dado en el clavo.
  • ¿Quién es
    realmente
    el responsable de este planeta?
Capítulo
12
E
L SUTIL ARTE DE DETECTAR CAMELOS

La comprensión humana no es simple luz sino que recibe infusión de la voluntad y los afectos; de donde proceden ciencias que pueden llamarse «ciencias a discreción». Porque el hombre cree con más disposición lo que preferiría que fuera cierto. En consecuencia rechaza cosas difíciles por impaciencia en la investigación; silencia cosas, porque reducen las esperanzas; lo más profundo de la naturaleza, por superstición; la luz de la experiencia, por arrogancia y orgullo; cosas no creídas comúnmente, por deferencia a la opinión del vulgo. Son pues innumerables los caminos, y a veces imperceptibles, en que los afectos colorean e infectan la comprensión.

F
RANCIS
B
ACON
,
Novum Organon
(1620)

M
is padres murieron hace años. Yo estaba muy unido a ellos. Todavía los echo terriblemente de menos. Sé que siempre será así. Anhelo creer que su esencia, sus personalidades, lo que tanto amé de ellos, existe —real y verdaderamente— en alguna otra parte. No pediría mucho, sólo cinco o diez minutos al año, por ejemplo, para hablarles de sus nietos, para ponerlos al día de las últimas novedades, para recordarles que los quiero. Hay una parte de mí —por muy infantil que suene— que se pregunta dónde estarán. «¿Os va todo bien?», me gustaría preguntarles. La última palabra que se me ocurrió decirle a mi padre en el momento de su muerte fue: «Cuídate.»

A veces sueño que hablo con mis padres y, de pronto, inmerso todavía, en el funcionamiento del sueño, se apodera de mí la abrumadora constatación de que en realidad no murieron, que todo ha sido una especie de error horrible. En fin, están aquí, sanos y salvos, mi padre contando chistes malos, mi madre aconsejándome con total seriedad que me ponga una bufanda porque hace mucho frío. Cuando me despierto emprendo un breve proceso de lamentación. Sencillamente, algo dentro de mí se afana por creer en la vida después de la muerte. Y no tiene el más mínimo interés en saber si hay alguna prueba contundente de que exista.

Así pues, no me río de la mujer que visita la tumba de su marido y habla con él de vez en cuando, quizá en el aniversario de su muerte. No es difícil de entender. Y, si tengo dificultades con el estado ontológico de la persona con quien habla, no importa. No se trata de eso. Se trata de que los humanos se comportan como humanos. Más de un tercio de los adultos de Estados Unidos cree que ha establecido contacto a algún nivel con los muertos. Los números parecen haber aumentado un quince por ciento entre 1977 y 1988. Un cuarto de los americanos creen en la reencarnación.

Pero eso no significa que esté dispuesto a aceptar las pretensiones de un «médium» que declara comunicarse con los espíritus de los seres queridos difuntos, cuando soy consciente de que en esta práctica abunda el fraude. Sé hasta qué punto deseo creer que mis padres sólo han abandonado la envoltura de sus cuerpos, como los insectos o serpientes que mudan, y han ido a otro sitio. Entiendo que esos sentimientos pueden hacerme presa fácil de un timo poco elaborado; como también a personas normales poco familiarizadas con su inconsciente o aquellas que sufren un trastorno psiquiátrico disociativo. De mala gana recurro a mis reservas de escepticismo.

¿Cómo es, me pregunto, que los canalizadores nunca nos dan una información verificable que no se pueda alcanzar de otro modo? ¿Por qué Alejandro Magno nunca nos habla de la localización exacta de su tumba, Fermat de su último teorema, John Wilkes Booth de la conspiración para asesinar a Lincoln o Hermann Goering del incendio del Reichstag? ¿Por qué Sófocles, Demócrito y Aristarco no nos dictan sus libros perdidos? ¿Acaso no desean que las generaciones futuras tengan acceso a sus obras maestras?

Si se anunciara alguna prueba consistente de que hay vida después de la muerte, yo la examinaría ansioso; pero tendría que tratarse de datos científicos reales, no meramente anecdóticos. Como con «la Cara» de Marte y las abducciones por extraterrestres, repito que es mejor la verdad por dura que sea que una fantasía consoladora. Y, a la hora de la verdad, los hechos suelen ser más reconfortantes que la fantasía.

La premisa fundamental de la «canalización», el espiritualismo y otras formas de necromancia es que no morimos cuando morimos. No exactamente. Alguna parte del pensamiento, de los sentimientos y del recuerdo continúa. Este lo que sea —una alma o espíritu, ni materia ni energía, sino algo más— puede, se nos dice, volver a entrar en cuerpos de humanos y otros seres en el futuro, y así la muerte ya no es tan punzante. Lo que es más, si las opiniones del espiritualismo o canalización son ciertas, tenemos la oportunidad de establecer contacto con nuestros seres queridos fallecidos.

J. Z. Knight, del estado de Washington, afirma que está en contacto con alguien de 35000 años de edad llamado «Ramtha». Habla muy bien el inglés, a través de la lengua, los labios y las cuerdas vocales de Knight, produciendo lo que a mí me suena como un acento del Raj indio. Como la mayoría de la gente sabe hablar, y muchos —desde niños hasta actores profesionales— tienen un repertorio de voces a sus órdenes, la hipótesis más sencilla es que la señora Knight hace hablar a Ramtha por su cuenta y no tiene contacto con entidades incorpóreas de la era glacial del pleistoceno. Si hay alguna prueba de lo contrario, me encantaría oírla. Sería bastante más impresionante que Ramtha pudiera hablar por sí mismo, sin la ayuda de la boca de la señora Knight. Si no, ¿cómo podríamos comprobar la afirmación? (La actriz Shirley McLaine atestigua que Ramtha era su hermano en la Atlántida, pero ésa es otra historia.)

Supongamos que pudiera someterse a Ramtha a un interrogatorio. ¿Podríamos verificar que es quien dice ser? ¿Cómo sabe que ha vivido 35 000 años, aunque sea aproximadamente? ¿Qué calendario emplea? ¿Quién mantiene el hilo de los siglos intermedios? ¿Treinta y cinco mil más o menos qué? ¿Cómo eran las cosas hace 35 000 años? O bien Ramtha tiene realmente 35 000 años, en cuyo caso descubrimos algo sobre aquella época, o bien es un farsante y meterá la pata (aunque en realidad será ella quien lo haga).

¿Dónde vivía Ramtha? (Sé que habla inglés con acento indio, pero ¿dónde hablaban así hace 35 000 años?) ¿Qué clima había? ¿Qué comía Ramtha? (Los arqueólogos tienen alguna idea de qué comía entonces la gente.) ¿Cuáles eran las lenguas indígenas y la estructura social? ¿Con quién vivía Ramtha: esposa, esposas, hijos, nietos? ¿Cuál era el ciclo de vida, la tasa de mortalidad infantil, la esperanza de vida? ¿Tenían un control de natalidad? ¿Qué ropa llevaban? ¿Cómo se fabricaban las telas? ¿Cuáles eran los depredadores más peligrosos? ¿Utensilios y estrategias de caza y pesca? ¿Armas? ¿Sexismo endémico? ¿Xenofobia y etnocentrismo? Y si Ramtha viniese de la «gran civilización» de la Atlántida, ¿dónde están los detalles lingüísticos, históricos, tecnológicos y demás? ¿Cómo escribían? Que nos lo diga. En cambio, sólo se nos ofrecen homilías banales.

Aquí hay, para tomar otro ejemplo, una serie de informaciones canalizadas no a través de una persona anciana muerta, sino de entidades no humanas desconocidas que hacen círculos en los cultivos, tal como la registró el periodista Jim Schnabel:

Nos produce ansiedad esta nación pecadora que esparce mentiras sobre nosotros. No venimos en máquinas, no aterrizamos en vuestra tierra en máquinas... Venimos como el viento. Somos la Fuerza de Vida. Fuerza de Vida que procede de la tierra... Venid... Estamos sólo a un soplo de aire... a un soplo de aire... no a un millón de kilómetros... una Fuerza de Vida que es mayor que las energías de tu cuerpo. Pero nos encontramos en un nivel de vida superior... No necesitamos nombre. Somos paralelos a vuestro mundo, junto a vuestro mundo... Los muros han caído. Dos hombres se levantarán del pasado... el gran oso... el mundo estará en paz.

La gente presta atención a esas fantasías pueriles sobre todo porque prometen algo parecido a la religión de otros tiempos, especialmente vida después de la muerte, incluso vida eterna.

Un panorama muy diferente de algo parecido a la vida eterna es el que propuso en una ocasión el versátil científico británico J. B. S. Haldane que, entre muchas otras cosas, fue uno de los fundadores de la genética de poblaciones. Haldane imaginaba un futuro lejano en el que las estrellas se habrían apagado y el espacio estaría lleno principalmente de gas frío y poco denso. Sin embargo, si esperamos lo suficiente, se producirán fluctuaciones estadísticas en la densidad de este gas. Durante inmensos períodos de tiempo, las fluctuaciones serán suficientes para reconstituir un universo parecido al nuestro. Si el universo es infinitamente viejo, habrá un número infinito de reconstituciones así, señalaba Haldane.

Así pues, en un universo infinitamente viejo con un número infinito de apariciones de galaxias, estrellas, planetas y vida, debe reaparecer una Tierra idéntica en la que nos reuniremos con nuestros seres queridos. Podré volver a ver a mis padres y presentarles a los nietos que nunca conocieron. Y todo eso no ocurrirá una vez, sino un número infinito de veces.

De algún modo, sin embargo, eso no llega a ofrecer el consuelo de la religión. Si ninguno de nosotros va a tener ningún recuerdo de lo que ocurrió
esta
vez, del tiempo que estamos compartiendo el lector y yo, las satisfacciones de la resurrección corporal suenan huecas, al menos a mis oídos.

Pero en esta reflexión he infravalorado lo que significa la infinidad. En el cuadro de Haldane habrá universos, ciertamente un número infinito de ellos, en el que nuestros cerebros tendrán un recuerdo pleno de muchos combates previos. La satisfacción está a nuestro alcance, aunque templada por la idea de todos los otros universos que también entrarán en existencia (nuevamente, no una sino un número infinito de veces) con tragedias y horrores que superarán en mucho todo lo que hemos experimentado esta vez.

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