El lenguaje de los muertos (31 page)

BOOK: El lenguaje de los muertos
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—¡Vampiros! —exclamó Sandra, y sintió una extraña mezcla de fascinación y odio ante la palabra—. Háblanos de ellos, Harry. Ya sé que está todo en los archivos de la Organización E, en Londres, pero es diferente cuando lo cuentas tú. ¡Sabes tanto de ellos, aunque digas que sabes muy poco!

—Te diré unas cuantas cosas acerca de ellos de las que estoy seguro —respondió Harry—. Son más astutos de lo que un ser humano podría imaginar jamás. Son todos mentirosos, y, casi en cada ocasión, si pueden mentir lo hacen, a menos que puedan ganar algo diciendo la verdad. Son expertos en confundir cualquier argumento, aficionados a acertijos ambiguos y frustrantes, a juegos de palabras, rompecabezas y paradojas, falsos iguales y paralelos. Son terriblemente celosos, posesivos y reservados. Y se aferran a la vida (o a la no-vida) con más tenacidad que ninguna criatura de la Creación.

»Su fuente está en los pantanos que se extienden al este y al oeste de la cordillera central que divide Starside de Sunside. La leyenda dice que en ocasiones salen del pantano bajo la forma de sanguijuelas monstruosas que se adhieren a los hombres o a las bestias. Nadie sabe qué grado de inteligencia poseen en este estadio, pero sí que su famosa tenacidad ya está presente. Viven de la sangre de su anfitrión y forman con él una horrible simbiosis. El anfitrión cambia, mental y físicamente. El vampiro, que es asexuado, adopta el sexo del ser que lo alberga, e infunde en él (o en ella) el deseo de sangre que servirá para alimentarlos a ambos.

»Ya he dicho que el anfitrión cambia físicamente. Eso es verdad, la carne de un vampiro es distinta de la nuestra. Tiene el poder de regenerarse. Si pierde un dedo, un brazo o una pierna, el vampiro acabará por reemplazarlo por otro. Esto no es algo tan raro como parece, la estrella de mar lo hace aún mejor. Si cortas una estrella de mar por la mitad, cada una de las partes se convertirá en un nuevo animal completo. Algo parecido sucede con las lagartijas que pierden su cola, o con las lombrices de tierra. Pero un vampiro no es una lombriz. Lesk el Glotón, un demente noble wamphyri, perdió un ojo en una batalla e hizo que otro le creciera en el hombro.

»A medida que el vampiro madura dentro de su anfitrión, la resistencia y el vigor de éste aumentan de manera enorme. Y lo mismo sucede con sus emociones. Con la sola excepción del amor, cuyo concepto es algo ajeno a los wamphyri, todas las otras pasiones se desatan. Odio, lujuria, la urgencia de pelear, de violar, de torturar y destruir a amigos y enemigos. Pero todo esto se ve atemperado por el deseo de anonimato, la pasión por el secreto del vampiro. Porque sabe que, si le descubren, los hombres no descansarán hasta destruirlo. Esto último se aplica también a su mundo, claro está, donde ellos son (o eran) los señores. Lo eran hasta que los moradores y yo llevamos su reino a la ruina. Pero incluso antes algunas tribus de Viajeros los destruían siempre que les era posible. Mi hijo y yo… no los destruimos a todos. ¡Ojalá lo hubiéramos hecho!

»Así pues, ¿cuándo, cómo y dónde llegaron por primera vez a la Tierra? ¿Qué vampiro fue el primero en habitar este mundo? Quién sabe… En las leyendas de los hombres ha habido siempre vampiros. ¿Dónde?… Es algo más fácil responder a esa pregunta: en la antigua Dacia, en Romani y Moldavia, en Valaquia. Que son una y la misma región, para ti Rumania, en la zona cercana al Danubio. Allí hay una puerta, un túnel entre diferentes dimensiones, que afortunadamente es inaccesible. O casi inaccesible. Yo lo utilicé cuando fui a Starside, pero eso fue antes de que mi hijo me despojara de mis facultades.

Harry se echó hacia atrás en su silla y suspiró. El paso del tiempo y los últimos acontecimientos se estaban dejando sentir. Parecía muy fatigado, pero de todos modos dijo:

—¿Alguna otra pregunta?

Aunque sabía que el tema provocaba en ella una fascinación morbosa, Sandra no podía resistirse.

—¿Qué nos puedes decir de sus ciclos vitales, de su longevidad? Cuando leí el expediente guardado en los archivos de la Organización E, todo lo que concierne a los vampiros me pareció fantástico. Y tú dices que su origen está en los pantanos. Pero ¿y antes de eso? ¿Cómo llegaron a los pantanos?

—Eso es como preguntar quién existió primero, si la gallina o el huevo —dijo Harry—. Los pantanos son su territorio, eso es todo. ¿Por qué hay aborígenes en Australia? ¿Y por qué los dragones de Komodo sólo se encuentran en Komodo?

»En cuanto a su ciclo vital: comienza en los pantanos, y al principio tienen la forma de grandes sanguijuelas, o babosas. Al menos, eso es lo que yo tengo entendido. Luego se introducen en hombres o en bestias, generalmente lobos. Y, dicho sea de paso, yo tengo la hipótesis de que el hombre lobo de tantas leyendas es en realidad un vampiro. ¿Y por qué no? Se alimenta de carne roja y cruda, y su mordedura crea otro hombre lobo. Y esto se debe a que cuando muerde transmite el huevo, que lleva los códigos genéticos del lobo y del vampiro.

La expresión obsesionada de Harry adquirió renovada intensidad.

—¡Dios mío! —susurró, sacudiendo la cabeza en un gesto de asombro—. ¡Cada vez que pienso en eso me acuerdo de mi hijo! Me pregunto dónde estará ahora. ¿Será aún un señor vampiro en Starside? ¿En qué se habrá convertido el hijo que tuvimos con Brenda? ¡El vampiro de Harry venía de un lobo!

Durante un instante su mirada fue melancólica, distante, como perdida. Pero luego parpadeó, se rehizo y su mente volvió al presente.

—Continuemos hablando del ciclo vital de los vampiros. Ya hemos visto cómo se convierten de sanguijuela de un pantano a parásitos de un ser humano o una bestia. Pero yo he llamado a esto una simbiosis, que, como vosotros sabéis, significa un toma y daca por ambas partes. El parásito obtiene su alimento y aprende de la mente de su anfitrión. Y éste, por su parte, obtiene los poderes de regeneración del vampiro, su protocarne, su habilidad para la supervivencia y, claro está, su longevidad. Con el tiempo el vampiro se fundirá con su anfitrión, será parte de él, totalmente inseparable. Los dos miembros de la unidad simbiótica (incluidos sus cerebros) se fundirán lentamente y se convertirán en uno solo. Pero en los primeros tiempos el parásito conserva cierta individualidad. Si un vampiro inmaduro percibe que su anfitrión corre un riesgo extremo, al que no podrá escapar, puede incluso intentar separarse de él. Es lo que hizo el vampiro de Dragosani cuando yo destruí a éste. Pero no le sirvió de nada, pues también destruí al vampiro…

La voz de Harry sonaba repentinamente estremecida, y su rostro tenía una expresión atormentada.

—Y también, si se sabe cómo hacerlo, es posible expulsar a un vampiro inmaduro del cuerpo de su anfitrión. Pero siempre con resultados desastrosos para el anfitrión. —Y ahora ellos supieron que estaba hablando de lady Karen, y comprendieron el porqué de la expresión de su rostro.

Harry vio la expresión de los rostros de Sandra y Darcy, y continuó.

—¿De qué estaba hablando? ¡Ah, sí!, del ciclo vital de los vampiros. Bien, vosotros pensaréis que el resto de ese ciclo es lo más extraño que jamás habéis visto, pero yo no lo creo así. Echad una mirada a los anfibios, a las ranas y a los tritones. O a las mariposas. O si queréis continuar con los parásitos, pensad en la platija. ¡Eso sí que es verdaderamente horrible! Pero lo que hace aún más terrible al vampiro es su perversa inteligencia, y el hecho de que al final su voluntad es la dominante, mucho más fuerte que la de su anfitrión. De modo que, como veis, no es toma y daca sino sumisión total. Y además, está el huevo. Faethor Ferenczy le pasó su huevo a Thibor el Valaco por medio de un beso. Utilizó su lengua hendida para meterlo por la garganta de Thibor. Y desde ese instante el guerrero Thibor estuvo condenado. Empalado, encadenado y enterrado, no-muerto por quinientos años, Thibor lanzó hacia el exterior un tentáculo de protocarne y depositó su huevo en la nuca de Dragosani. La simiente del vampiro penetró rápida como el mercurio en la carne de Dragosani y se aferró a su columna vertebral sin dejar ni siquiera una huella. Y también Dragosani estuvo condenado. Faethor era wamphyri. Le dio su huevo a Thibor, y éste también se convirtió en wamphyri. Sí, y también lo habría sido Dragosani, si yo no hubiera acabado con él.

»El huevo es lo que verdaderamente transmite la condición de wamphyri. Y puede ser pasado a otro en un beso, en una cópula y simplemente arrojado hacia el anfitrión elegido, como quien tira al blanco. Eso es lo que Thibor Ferenczy, la antigua criatura enterrada, le dijo a Dragosani, pero Thibor, como todos los vampiros, era un mentiroso. El viejo demonio apenas si tocó el feto aún no desarrollado de Yulian Bodescu antes de que naciera. Y sin embargo, éste tenía todos los… llamémosles estigmas de los vampiros. Todos los signos y los síntomas, incluida la capacidad vampírica de cambiar de forma a voluntad. ¡Yulian era wamphyri! Pero… ¿habría producido su propio huevo? No lo sé. Es algo enteramente paradójico, como cabe esperar de un vampiro —concluyó Harry, y se quedó callado.

Sandra y Darcy habían escuchado estupefactos todo esto, pero cuando dejó de hablar, Darcy intervino:

—Sus variaciones son igualmente desconcertantes —dijo—. Bodescu, al parecer, contagió a su madre con un pequeño trozo de sí mismo. No sabemos qué clase de trozo, o cómo sucedió. Lo cierto es que crió algo monstruoso en los sótanos de la mansión Harkley, una cosa increíble que asesinó a uno de nuestros agentes. ¡Y lo hizo crecer a partir de su muela del juicio! Y luego utilizó a esa criatura de protocarne, sin cerebro, para contagiar a sus tíos y a su primo. Al parecer, los vampirizó a todos de diferentes maneras. ¡Si hasta vampirizó a su pobre perro!

Harry asintió con la cabeza y dijo:

—Sí, todo eso es cierto, pero no es ni la mitad de lo que pueden hacer. Darcy, los wamphyri de Starside tienen poderes que los vampiros de la Tierra, de nuestra Tierra, parecen haber olvidado, gracias a Dios. Pueden coger la carne de cualquiera (de un viajero, de un trog), y darle la forma que deseen. Ya he hablado de las bestias gaseosas, que crían por el metano que producen. Pero también producen guerreros, algo que parece increíble aun viéndolos.

—Yo he visto uno —Le recordó Darcy.

—En una película, sí —respondió Harry—, pero no has visto uno descendiendo del cielo sobre ti, cubierto por una armadura y provisto de armas letales. Y tampoco has visto a las criaturas de hueso y cartílago que diseñan especialmente para las pieles, ligamentos y esqueletos con los que extienden y abastecen sus madrigueras. ¡Y jamás habéis visto, ni podrías imaginaros a los sifoneadores!

Sandra cerró los ojos y alzó la mano como señalando que ya tenía bastante.

—¡No! —exclamó.

Había leído sobre las criaturas llamadas sifoneadores en el expediente de Keogh, y no deseaba oírlo de boca del propio Harry. Sabía de las grandes, plácidas y fláccidas criaturas que vivían en las torres de las madrigueras de los vampiros: cómo sus venas colgaban a través de metros y metros de huesos huecos, para transportar el agua desde los pozos. Y Sandra también sabía que todas esas criaturas —o bestias— habían sido alguna vez seres humanos, antes de la metamorfosis vampírica.

—¡No! —repitió la joven.

—Sandra tiene razón —intervino Darcy—. Tal vez éste no sea el momento oportuno para hablar de todas estas cosas. ¡Esta noche no podré dormir!

—Así es —asintió Harry—. Yo muy rara vez duermo bien.

Y como si se hubieran puesto de acuerdo, aunque en realidad no habían dicho ni una sola palabra al respecto, cogieron tres camas de los dormitorios y las llevaron al salón, las acomodaron alrededor de la mesa central y se dispusieron a dormir los tres en la misma habitación. Tal vez no era lo que aconsejaban las reglas de la buena educación, pero sí lo más seguro, dadas las circunstancias.

Harry trajo su ballesta, la montó y la cargó con un cuadrillo. Después dejó el arma en el suelo, entre su cama y la de Darcy, cerca de la mesa, donde no había peligro de que tropezaran con ella. Y luego, mientras los otros utilizaban el lavabo y se preparaban para acostarse, se recostó en un sillón y se cubrió con una manta. Si más tarde se sentía demasiado incómodo, se acostaría un rato en su cama.

Y en la oscuridad, y el silencio de la habitación, que no alcanzaba a iluminar un haz de luz grisácea que dejaba pasar la persiana, Darcy, bostezando, preguntó:

—¿Qué planes tenemos para mañana, Harry?

—Iremos a ver a Ken Layard —respondió sin vacilar Harry—, acompañaremos a Sandra a coger el avión a Inglaterra, y veremos qué se puede hacer por Trevor Jordan. Hay que tratar de sacarlo de aquí lo antes posible; si le alejamos del vampiro, reduciremos su influencia. Pero supongo que en esto dependeremos de las autoridades locales, y de lo que ellas decidan. Pero dejemos todo eso para mañana. Por ahora me conformo con pasar la noche sin más incidentes.

—Estoy seguro de que así será.

—¿Estás tranquilo?

—¡No demasiado! Pero no hay nada que me preocupe especialmente.

—Me alegro. Es muy bueno poder contar con un hombre como tú, Darcy Clarke.

Sandra no dijo nada. Ya estaba dormida.

Harry, aunque con un sueño intranquilo, finalmente durmió. Al principio eran breves e inquietos períodos de sueño, que no duraban nunca más de diez o quince minutos, pero en la madrugada la fatiga pudo con él, y su sueño se hizo más profundo. Y los muertos, que no podían comunicarse con Harry cuando estaba consciente, podían intentarlo ahora en sus sueños.

La primera fue su madre, cuya voz le llegó desde muy lejos, tenue como un susurro en los vientos de los sueños.

¡Haaarry! ¿Estás durmiendo, hijo? ¿Por qué no me respondes?

—¡No…, no puedo, madre! —respondió, esperando sentir de inmediato cómo estrujaban su cerebro y un ácido corroía los nervios de su mente—. Tú lo sabes. Si intento hablar contigo, él me hará sufrir un dolor insoportable. No él directamente, sino lo que él ha hecho en mí.

¡Si estás hablando conmigo, hijo! Pero has vuelto a olvidarlo, eso es todo. No podemos hablar cuando estás despierto, solamente entonces. Pero cuando sueñas no hay nada que pueda impedírnoslo. No tienes nada que temer de mí, Harry. Tú sabes que yo nunca te haría daño a propósito
.

—Sí, ahora lo recuerdo —dijo Harry, aunque no muy seguro—. ¿Pero de qué nos sirve esto? Cuando despierte, no recordaré lo que me has dicho. Nunca lo hago. Me lo han prohibido.

Lo sé, Harry, pero en una ocasión encontré la manera de eludir esa prohibición, y puedo intentarlo una vez más. No sé exactamente cómo hacerlo, porque te siento muy lejos de mí, pero siempre se puede probar. Y si yo no puedo, quizás alguno de tus amigos…

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