El fantasma de Harlot (52 page)

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Authors: Norman Mailer

Tags: #Policíaco

BOOK: El fantasma de Harlot
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Crane me devolvió la llamada a las seis.

—No puedo dar resultados definitivos hasta mañana —dijo—, pero al parecer no tenemos a un SM/CEBOLLA. Ni ajo ni nabo. Nada por el estilo en Londres.

—¿Londres incluye toda Gran Bretaña?

—No pensará que los británicos invitan a la Agencia a todas sus aldeas, ¿verdad? Tenemos un despacho en el consulado, en Manchester. —Se interrumpió—. También en Birmingham. Otro en Edimburgo. Lo mismo en Glasgow.

Gruñó.

—Le agradezco su esfuerzo —le dije—. Espero que nuestros problemas no hayan alterado su tarde.

—Bien, pensé que tendría que interrumpir mi partido de golf, pero estamos en Londres. La llovizna se convirtió en un diluvio. No había posibilidad de golf, de modo que no se perdió nada.

—Me alegra —dije.

—Charley Sloate, déjeme decirle algo. Nuestro control proseguirá mañana, pero lo que BOZO busca no puede encontrarse más que en Londres. Y esa parte ya la hemos cubierto, con resultado negativo.

—Vale.

—¿Dónde nos deja eso?

—Mi jefe aún quiere localizar a SM/CEBOLLA —dije — . Después de todo, CEBOLLA no puede contar con un SM a menos que esté en Inglaterra.

—Técnicamente, no.

—¿Técnicamente?

—En esta línea estamos seguros, ¿verdad?

—¿Sabe por qué teléfono le estoy hablando?

—Sólo sé que esto es
ex officio
. Supongo que no tomará nota de lo que le diga.

—No pensaba hacerlo.

—Bien. Oiga esto: los criptónimos pueden desarrollar una vida propia. Pero yo nunca se lo he dicho, Charley Sloate.

—Comprendo.

—De modo que es muy importante.

—No se lo puedo decir, porque en realidad no lo sé.

—Informe a nuestro amigo que estoy dispuesto a acelerar la búsqueda. Podemos inspeccionar nuestros archivos en busca de criptónimos difuntos del personal que aún sigue con nosotros en Londres. Eso es mucho trabajo. El jefe de Londres puede preguntar al cuartel general de Washington por qué la base de Berlín está tan interesada. ¿Es tan grande la necesidad que tiene de cebolla Su Alteza? Yo me ofrezco a ayudarlo.

—Me encontraré con él esta noche.

—Bien. Llámeme mañana.

—De paso —dije, obedeciendo a un repentino momento de inspiración—, ¿existe la posibilidad de que SM/CEBOLLA esté con los ingleses llevando a cabo una tarea aparte?

—¿Como enlace con el MI6?

—Bien, algo de ese tipo.

—No puede tratarse de un enlace —dijo Crane—. Todos las alforjas de enlace han sido verificadas.

—¿No podría estar desarrollando una actividad más comprometida?

—¿Una tarea especial, quiere decir? —Silbó. En el teléfono sonó como un oso resollando en una caverna—. No creo que podamos penetrar en eso. Sí, ésa puede ser la respuesta.

Esa noche estuve cinco minutos con Bill Harvey. Iba a la ópera con C. G. Sudaba mientras terminaba de ajustarse los gemelos en la almidonada camisa plisada.

—Me estás diciendo que ha sido un fracaso total —gruñó.

—No. El señor Crane tuvo una idea interesante. Cree que CEBOLLA puede estar desempeñando una tarea especial con el MI6.

—Espantoso —dijo Harvey.

Comenzó a menear la cabeza. Le subió la flema. Se quitó de los labios una colilla húmeda y con mano temblorosa acercó un cenicero de pie y arrojó la colilla. Su torso se convulsionó en un acceso de tos. La máquina de hacer caramelo se puso en marcha. Escupió el producto en el cenicero, cerca de la colilla, y como una sanguijuela la flema resbaló por la superficie metálica del cenicero hasta el fondo de éste. Los tirantes le colgaban hasta las rodillas. Menciono estos detalles porque en presencia de Harvey uno tomaba conciencia de que eran más destacables que su propio proceso mental.

—Es un verdadero hijo de puta —dijo — . Tiene alas. —Asintió — . Siéntate, C. G., tendremos que llegar unos minutos tarde a la ópera. Debo pensar en esto. Tratar de descifrar lo que significa. Primero, un supuesto empleado de archivos es trasladado en Washington de una parte a otra, después es enviado a Corea, de ahí a Londres, y ahora le asignan una tarea especial con el MI6. Podría tratarse de un especialista en explosivos al que mantuvieron escondido un par de semanas en el Nido de Serpientes. ¿Por qué no? Pero, ¿qué hizo explotar para que lo mandaran a dar la vuelta al mundo? ¿Cuál es su conexión conmigo? ¿Por qué está ahora en Inglaterra trabajando con el MI6? ¿Tendrá alguna relación con Suez? ¡Mierda! Créelo o no, me gusta Wagner, pero no podré oír mucho de
Lohengrin
esta noche. ¿Estás libre para reunirte aquí conmigo después de la ópera?

—Estaré a mano.

—SM/CEBOLLA asignado a MI6. Tengo mucho en qué pensar.

Y yo también. Descendí al cubículo que tenía en GIBRAL, limpié el escritorio de todos los papeles, puse el despertador a las once, y me acosté a dormir sobre el escritorio.

La siesta nocturna me permitió recuperarme de la borrachera de la noche anterior, y desperté con buen apetito y deseos de ver a Ingrid. Apenas había tenido tiempo, sin embargo, de hacerme un sándwich con lo poco que había en la nevera de la cocina de GIBRAL cuando oí el motor de NEGRITO-I que llegaba a la parte posterior de la finca. Por la expresión del señor Harvey cuando entró en la cocina, la pajarita desanudada, la chaqueta del esmoquin abierta dejando al descubierto las culatas de sus revólveres, abandoné toda idea de ir al Die Hintertür en las próximas dos horas.

—Bien, llegamos tan tarde que tuvimos que correr por el pasillo justo cuando comenzaba la obertura —dijo—. C. G. está enfadada. Aborrece correr esa clase de riesgos. Esos alemanes le chistan a uno. Un sonido jodidamente horrible. Parece que mearan.
¡Pss! ¡Pss!
Tuve que comprimirme para pasar junto a una vieja gallina con una tiara de diamantes, que no hacía más que decir
sssshh
de modo que le susurré: «Señora, somos los hijos e hijas de Parsifal».

Me vi obligado a devolverle una mirada de incomprensión.

El sonrió.

—Cuando dudes, siembra la confusión. Estrategias del póquer, volumen uno.

—Ya he oído acerca de su habilidad en el póquer.

—¿Qué inútil hijo de puta te informó?

—El señor Crane.

—Tiene voluntad, pero no sabe jugar. Si por algo me gusta ese juego, es porque a veces puedo leer la mente de mis oponentes.

Eructó. Las manifestaciones intestinales del señor Harvey eran como visitas guiadas a sus conductos alimentarios.

—Hubbard —dijo—. Quiero claridad mental. Aborrezco los impedimentos.

—Sí, señor.

—Esta situación con GUARDARROPA. La tengo alojada en la mente. ¿Es, o no, insignificante?

—Supongo que eso es lo que estamos tratando de averiguar.

—Las peores obsesiones —dijo con cierta tristeza— comienzan con las cosas más pequeñas. Diablos, el cerebro tiene el mismo color que una ostra. Según esta lógica, cada obsesión es una perla putativa. Mientras oía la música iba enumerando mentalmente mis opciones. He abandonado la idea de un gran experto en explosivos americano que los británicos estén acicalando para enviarlo a El Cairo. Los británicos jamás aceptarían la idea de que nuestro personal técnico es superior al de ellos. Demasiado orgullosos.

—¿Dónde nos deja eso? —pregunté.

—Listos a guiarnos por los números. Esta noche quebranté mi propia regla. En estos asuntos uno no baraja las hipótesis sino que las sopesa. No se empieza por las probabilidades mayores. Primero se estudian las menores. ¿Vale?

—Vale.

—Muy bien. Las más pequeñas. Digamos que se trata de un fiasco desde el primer día. No implica más que a un pobre chico estúpido protegido por un rabino. Un rabino importante en la altas jerarquías que conoce los trucos del negocio. KU/TRUCOS. ¿Estaba alguien tratando de decirme algo desde el comienzo? —Hizo una pausa, tan prolongada que provocó un vuelco en mi corazón. Al cabo prosiguió—. Supongamos, si éste es el caso, que la pobre actuación de GUARDARROPA en lo concerniente al cable de Wolfgang haya sido un accidente. Opté por esta posibilidad durante un tiempo debido a su simplicidad. Creo profundamente en la Navaja de Occam. ¿Te hablaron de ella en Yale?

Asentí. Antes de que pudiera ofrecer mi contribución, él prosiguió.

—La explicación más sencilla que cubre una serie de hechos separados es posiblemente la explicación correcta. O dicho de otro modo, las suposiciones que explican algo no deben ser multiplicadas más de lo necesario. ¿Vale?

—Así es.

En realidad, la Navaja de Occam, según recordaba yo, decía:
Pinralites non estponenda sine necessitate
(el exceso no puede existir sin necesidad), pero ni por un instante pensé en corregir o agregar algo a su erudición.

Eructó pensativamente.

—No obstante, nuestra explicación más sencilla no nos dice por qué se ha puesto tanto esfuerzo en proteger a GUARDARROPA. De modo que la rechazo. Demasiado pequeña. Pasa algo más. ¿Es GUARDARROPA parte de un equipo? En ese caso, ¿qué clase de aparejo están armando? Primera subhipótesis: Son la pandilla de Jodamos-a-Bill-Harvey. Subhipótesis mayor: uno de nuestros peces gordos de Washington dirige una operación en Berlín, que incluye a Wolfgang. A mí me excluyen. Eso me pone nervioso. Wolfgang es un cabo suelto, y yo soy, quizás, otro. Digamos que es hora de tomar un trago.

Se puso de pie, se dirigió a la nevera, sacó todo lo necesario y mezcló unos martinis. Llenó la coctelera con hielo, echó un centímetro de scotch, la batió, volcó el scotch y finalmente llenó la coctelera con ginebra.

—Los mejores hoteles de Chicago lo hacen de esta manera —me explicó—. El bar del Ambassador y el de Palmer House. Hay que usar buena ginebra. El scotch agrega una textura aterciopelada. Ayuda a que la bebida se deslice por el gaznate.

Bebió su primera copa, se sirvió otro martini, y me pasó una copa a mí. En verdad, se deslizaba bien. Fuego terso, dulce hielo. Tuve el pensamiento inconexo de que si alguna vez escribía una novela la titularía
Fuego terso, dulce hielo
.

—Para resumir. Tú entras en mi vida mental esta noche con la hipótesis del señor Crane. SM/CEBOLLA puede estar en MI6. Ingenioso. Eso explica, por cierto, por qué no lo podemos localizar en la estación de Londres. Pero me catapulta hacia mi peor vicio: eyaculación intelectual precoz. Las hipótesis calientes me excitan demasiado. Si alguna vez acudiera a un psiquiatra, el tipo descubriría que quiero follar con un elefante. Puedo agregar, entre paréntesis, que he follado con todo lo demás. Hembras, claro. Pero estos martinis harán que escriba mis Memorias dentro de poco. Es la hoguera pasajera que se produce cuando la ginebra golpea en tu sistema. No he descarrilado, señor Hubbard, simplemente estoy juntando vapor. Estos malditos alemanes son terribles en la ópera.
Psss, psss
.

Se echó hacia atrás por un momento y cerró los ojos. No me atreví a abrigar esperanzas. Sabía que si concentraba mis esfuerzos mentales en su necesidad de dormir, y no conseguía hipnotizar su espíritu, no habría servido de mucho una vez que él abriera los ojos.

—Muy bien —dijo—. Rechazo la idea de un experto en explosivos a préstamo en el MI6. Según me he enterado, los británicos están sembrando bombas hasta debajo de los cojones de Nasser, pero, como digo, no utilizarían a nuestros hombres para eso, lo cual, por otra parte, nos aleja de la base de Berlín. De modo que mientras oía
Lohengrin
, marchaba en otra dirección. Como no puedo explicar qué clase de hombre de la CIA podría ser insertado en el MI6 sin que podamos rastrearlo, empleo un viejo truco de Hegel que aprendí en la facultad de leyes: Da vuelta a la premisa. ¿Y si este resbaladizo señor GUARDARROPA-CUERDAS-FRAGMENTO-CEBOLLA es un joven agente secreto de los ingleses que se ha abierto camino en la CIA?

—¿Un topo? ¿Un topo que trabaja para los ingleses?

—Bien, ellos ya lo hicieron una vez con Burgess y Maclean. Para no mencionar lo del señor Philby. Arruinaría estos martinis.

—Pero esos hombres no trabajaban para los ingleses. Ellos eran del KGB.

—Si uno rasca un poco, todos los europeos son comunistas. Me rectifico. Comunistas en potencia. No existe una emoción más fuerte en la tierra que el odio a los Estados Unidos. Para el resto del mundo, los Estados Unidos son el jardín de Edén. La envidia total es la emoción más desagradable de todas.

—Sí, señor.

Volvió a servirse de la coctelera.

—Supongamos que un grupo del MI6 logra introducir en nuestras filas una pequeña red, completa en sí misma. —Eructó con ternura, reflexivamente, como si su estómago estuviera entrando en un período de paz—. Continúa, haz de abogado del diablo.

—¿Por qué harían tal cosa los ingleses? —le pregunté—. ¿No seguimos compartiendo informaciones con ellos? Creo que tienen más que perder si esa operación se descubre que lo que podrían ganar infiltrándose en nuestras filas.

—Aún huelen un poco mal en Washington. No les perdonamos el haber levantado un pabellón real para cubrirle el culo a Philby. Pues era una manera de decir que el peor de ellos significa más que nuestro mejor detective. Actualmente hay cosas que necesitan saber, pero nosotros no se las confiamos. No podemos. No mientras sean tan ineptos para descubrir la penetración del KGB en sus puestos más altos. Si yo no hubiera estado allí para olfatear lo de Philby, él habría trepado hasta la cumbre. Ya estaba en el penúltimo nivel. Los rusos han demostrado una y otra vez su habilidad a la hora de reclutar ingleses jóvenes para toda la vida. Los mejores jóvenes. Es como si a ti, Hubbard, el KGB te hubiese comprado cuando estabas en la universidad y luego te hubieras unido a la Agencia para seguir trabajando con los rusos. Resulta muy desagradable imaginar tal cosa, ¿verdad? Pero, según sabemos, es algo que sucede todo el tiempo. Los tramposos británicos tienen motivos para meterse en nuestros más recónditos asuntos. Eso les daría una forma de expresarse. Hijos de puta. Aunque se trate de un topo inglés leal a Gran Bretaña y no a los soviéticos, aun así nos coloca en una situación difícil. Porque si hay un solo agente del KGB trabajando en un puesto importante en el MI6, tarde o temprano se enterará de que ellos tienen un topo entre nosotros. Y hallará el modo de obtener el producto y pasárselo a los soviéticos.

Quedé atónito al comprobar que la inspirada sugerencia que le hiciera al señor Crane de que SM/CEBOLLA podría estar relacionado con el MI6 se transformaba ahora en una amenaza contra Occidente.

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