—¿Necesitas ayuda? —preguntó Skade.
Jaccottet levantó con sus dedos enguantados uno de los instrumentos de su bandeja. Le temblaba la mano.
—En realidad no soy médico —dijo—. He realizado el entrenamiento médico de la División de Seguridad, pero no cubría las operaciones de campaña.
—No importa —dijo Skade—. Como ya he dicho, puedo ir explicándote mientras lo haces. Vas a tener que hacerlo tú, ¿entiendes? El cerdo carece de la destreza necesaria y Khouri tiene demasiada implicación emocional. Y Clavain… bueno, es obvio, ¿no?
—No es solo por lo de mi mano —dijo Clavain.
—No, no es solo por eso —coincidió Skade.
—Cuéntaselo a todos —dijo Clavain.
—Clavain no puede realizar la operación —dijo Skade dirigiéndose a los otros tres, como si Clavain no estuviese presente— porque ya no estará vivo, al menos no para terminarla, en cualquier caso. Este es el acuerdo: vosotros salís de aquí con Aura y Clavain muere aquí y ahora. Sin negociaciones ni discusiones acerca de las condiciones. O se hace así o no se hace. Depende enteramente de vosotros.
—No puedes hacer eso —dijo Escorpio.
—Quizás no me has oído bien. Clavain muere, Aura vive. Salís de aquí con lo que veníais a buscar. ¿Cómo no va a ser ese un resultado satisfactorio?
—Así no —dijo Khouri—, así no, por favor.
—Me temo que ya he pensado suficientemente el asunto. Me estoy muriendo, ¿sabes? Este palacio será también mi mausoleo. Las opciones, al menos para mí, son muy limitadas. Si muero me llevo a Aura conmigo. La humanidad, lo que quiera que eso signifique, se perderá las maravillas que ella sabe. Pero si os la doy a vosotros, esas maravillas podrán hacerse realidad. A largo plazo quizás no signifiquen la diferencia entre la extinción o la supervivencia, pero sí pueden ser la diferencia entre la extinción ahora, en este siglo, y la extinción dentro de algunos miles de años más. No es un gran aplazamiento de la sentencia en realidad, pero… siendo la naturaleza humana la que es, estoy segura de que aceptaremos lo que venga.
—Puede que signifique mucho más que eso —dijo Clavain.
—Bueno, eso es algo que ni tú ni yo veremos, pero quizás tengas razón. El valor de Aura es, por ahora, indeterminado. Por eso es tan valiosa.
—Entonces entrégala —dijo Khouri—. Entrégala y haz algo bueno por una vez en tu puta vida.
—La habéis traído para hacer las negociaciones más fluidas, ¿no? —preguntó Skade, guiñándole un ojo a Clavain. Por un sorprendente instante podrían haber pasado por viejos amigos compartiendo un recuerdo divertido.
—No te preocupes —le dijo Clavain a Khouri—. Te devolveremos a Aura.
—No, Clavain, así no —dijo ella.
—Es la única forma —dijo—. Confía en mí, conozco a Skade. Cuando toma una decisión, no la cambia.
—Me alegra que lo entiendas —dijo Skade—. Y tienes razón. No hay flexibilidad en mi posición.
—Podríamos matarla —dijo Khouri—. Matarla y operarla rápidamente.
—Merece la pena intentarlo —dijo Escorpio. Muchas veces en Ciudad Abismo, con propósito disuasivo, lo habían llamado para matar a gente con la máxima lentitud. Recordó todas las formas que conocía para acabar con la vida de un ser consciente. Esos métodos tenían sus utilidades: eutanasias. Algunos eran verdaderamente rápidos. El único inconveniente era que nunca había intentado ninguno de estos métodos intencionadamente en un combinado. Y estaba seguro de no haber matado nunca a una combinada con un rehén en su vientre.
—No dejará que eso pase —dijo Clavain con tono tranquilizador. Tocó el brazo de Khouri—. Encontrará la forma de matar a Aura antes de que acabemos con ella. Pero todo irá bien, así es como tiene que ser.
—No, Clavain —repitió Khouri. La hizo callar.
—He venido hasta aquí para garantizar la liberación de Aura y ese sigue siendo el objetivo de mi misión.
—No quiero que mueras.
Escorpio observó cómo una sonrisa arrugaba la piel alrededor de sus ojos.
—No, dudo que lo desees. Francamente, yo tampoco. Es curioso cómo estas cosas parecen mucho menos atractivas cuando es otra persona la que decide por ti. Pero Skade ha tomado una decisión y así es como va a suceder.
—Sugiero que sigamos adelante —interrumpió Skade.
—Espera —dijo Escorpio. Las palabras parecían irreales en su mente mientras ordenaba lo que iba a decir—. Si te damos a Clavain… y tú lo matas… ¿qué te impediría incumplir tu parte del trato?
—Ya ha pensado en eso —dijo Clavain.
—Por supuesto que lo he hecho —contestó Skade—. Y también he considerado el caso contrario: ¿qué os impediría llevaros a Clavain si os doy a Aura primero? Obviamente la confianza mutua no es garantía suficiente para el cumplimiento. Así que he pensado en una solución que creo que ambas partes encontrarán completamente satisfactoria.
—Explícasela a todos —dijo Clavain. Skade hizo un gesto hacia Jaccottet.
—Tú, guardia de seguridad, harás la cesárea. —Luego su atención se volvió hacia Escorpio—. Tú, cerdo, llevarás a cabo la ejecución de Clavain. Yo dirigiré ambos procesos, incisión a incisión. Se harán de forma simultánea, paso a paso. La una debe durar exactamente tanto como la otra.
—No —dijo Escorpio con la voz entrecortada por el horror de sus palabras.
—No lo entiendes, ¿verdad? —preguntó Skade—. ¿La mato ahora mismo, y así acabamos de una vez por todas?
—No —dijo Clavain. Se volvió hacia su amigo—. Escorp, tienes que hacerlo. Sé que eres fuerte, ya me lo has demostrado mil veces. Hazlo, amigo mío y acaba con esto.
—No puedo.
—Es lo más difícil que nadie te haya pedido jamás que hagas, ya lo sé. Pero aun así te lo pido.
Escorpio solo podía repetir lo mismo.
—No puedo.
—Tienes que hacerlo.
—No —dijo otra voz—. No tiene que hacerlo, yo lo haré. Todos, incluyendo Skade, siguieron la voz hasta su origen.
Allí, enmarcado por la nave en ruinas estaba Vasko Malinin. Tenía una pistola en la mano y su aspecto era tan frío y desconcertado como el del resto del grupo.
—Yo lo haré —repitió. Obviamente llevaba allí un buen rato sin que los demás se diesen cuenta.
—Recibiste instrucciones para permanecer fuera —dijo Escorpio.
—Blood dio una contraorden.
—¿Blood? —repitió Escorpio.
—Urton y yo escuchamos disparos. Parecían provenir de aquí dentro. Contacté con Blood y me dio permiso para investigar.
—¿Dejando a Urton sola ahí fuera?
—No será por mucho tiempo, señor. Blood ha enviado un avión. Estará aquí en menos de una hora.
—No era así como estaba planeado —dijo Escorpio.
—Lo siento, señor, pero en opinión de Blood, si había fuego era hora de romper las reglas.
—Eso es indiscutible —dijo Clavain.
Escorpio asintió, aún apesadumbrado por el enorme peso que se le presentaba. No podía dejar que Vasko lo hiciera, por muy fervientemente que quisiera abdicar esta responsabilidad.
—¿Algo más de lo que informar? —le preguntó.
—El mar está raro, señor. Está más verde y aparecen montículos de biomasa alrededor del iceberg, tan lejos como alcanza la vista.
—Actividad malabarista —dijo Clavain—. Blood ya nos había advertido que se estaba intensificando.
—Eso no es todo, señor. Hay más informes acerca de cosas en el cielo. Hay testigos que incluso dicen haber visto objetos volviendo a entrar.
—La batalla se está acercando —dijo Clavain, con un tono casi expectante—. Bueno, Skade, creo que ninguno de los dos quiere retrasar más las cosas ahora, ¿no?
—Son las palabras más sabias que se han dicho jamás —dijo ella.
—Tú nos dirás cómo quieres que lo hagamos. Supongo que tendremos que quitarte esa armadura primero.
—Yo me encargo de eso —dijo ella—. Mientras tanto, asegúrate de tener la incubadora preparada.
Escorpio señaló a Vasko.
—Vuelve a la barca. Informa a Blood de que estamos en mitad de delicadas negociaciones y luego tráete la incubadora.
—Eso haré, señor. Pero en serio, sé lo duro que es para usted… —Vasko no pudo terminar la frase—. Lo que quiero decir es que yo estoy dispuesto a hacerlo.
—Lo sé —dijo Escorpio—, pero yo soy su amigo. Si de algo estoy seguro es de que no desearía que nadie más tuviera este peso sobre su conciencia.
—No habrá ningún peso en tu conciencia, Escorp —dijo Clavain.
No, pensó Escorpio. No habría nada en su conciencia. Nada excepto el hecho de haber torturado a su mejor amigo, su único amigo verdadero humano, hasta la muerte, lentamente, a cambio de la vida de una niña que ni conocía ni le importaba.
¿Qué más daba que no tuviera elección?, ¿qué más daba si era lo que Clavain quería que hiciese? Nada lo haría más fácil ni nada haría más fácil vivir con ello en el futuro, porque sabía que lo que pasara en la próxima media hora (no pensaba que el procedimiento durase mucho más) probablemente se quedaría grabado a fuego en su memoria de forma tan indeleble como la cicatriz que él mismo se había hecho en el hombro, la que cubría el tatuaje verde esmeralda, evidencia de propiedad humana.
Quizás fuese todo más rápido, y quizás Clavain sufriera muy poco. Después de todo, había logrado bloquear casi todo el dolor cuando perdió la mano. Supuestamente podía establecer barricadas neuronales más exhaustivas, anulando la agonía que Skade deseaba infringirle. Pero, seguramente ella ya sabía eso, ¿no?
—Vete, ahora —le dijo a Vasko—. Y no vuelvas inmediatamente.
—Volveré, señor. —Vasko se detuvo un momento en el mamparo, mirando fijamente la escena que dejaba atrás, como si la estuviera grabando en su memoria. Escorpio leyó sus pensamientos. Vasko sabía que cuando regresase, Clavain ya no estaría entre los vivos.
—Hijo —dijo Clavain—, haz lo que te han ordenado. Yo estaré bien. Te agradezco tu preocupación.
—Ojalá pudiera hacer algo, señor.
—No puedes hacer nada, al menos aquí y ahora. Esta es otra de esas lecciones difíciles. A veces no puedes hacer lo correcto, simplemente debes irte y luchar otro día. Jarabe de palo, hijo, pero tarde o temprano a todos nos toca tragárnoslo.
—Lo entiendo, señor.
—No te conozco desde hace mucho, pero ha sido suficiente para que me forme una idea razonable de tus capacidades. Eres un buen hombre, Vasko. La colonia te necesita y necesita a otros como tú. Respeta esa necesidad y no le falles a la colonia.
—Señor —dijo Vasko.
—Cuando esto acabe tendremos de nuevo a Aura. Ante todo, es la hija de Khouri, no dejes que nadie lo olvide.
—Así lo haré, señor.
—Pero también es nuestra. Es frágil, Vasko. Necesitará que la protejan mientras crece. Esa es la tarea que te encargo a ti y a los de tu generación. Cuidad de esa niña, porque quizás sea lo último que de verdad importa.
—Yo cuidaré de ella, señor. —Vasko miró a Khouri, como pidiéndole permiso—. Todos cuidaremos de ella. Se lo prometo.
—Parece que lo dices de verdad, ¿puedo confiar en ti?
—Haré todo lo posible, señor.
Clavain asintió, cansado, resignado, enfrentándose aun abismo cuya profundidad solo él podía comprender.
—Eso es también lo que yo he hecho siempre. En su mayoría ha sido lo bastante bueno. Ahora vete, por favor, y dale recuerdos a Blood.
Vasko volvió a dudar, como si quisiera decir algo más, pero no dijo nada. Se giró y se marchó.
—¿Por qué querías librarte de él? —preguntó Escorpio cuando hubieron transcurrido unos segundos.
—Porque no quiero que vea nada de esto.
—Lo haré tan rápido como me deje —dijo Escorpio—. Si Jaccottet trabaja rápido, yo también puedo hacerlo. ¿No es así, Skade?
—Trabajarás tan rápido como yo te diga, no más rápido.
—No lo hagas más difícil de lo imprescindible —dijo Escorpio.
—No le dolerá, ¿verdad? —preguntó Khouri—. Puede bloquear el dolor, ¿no?
—Iba a comentar eso ahora —dijo Skade, con el placer propio de una alimaña en su mirada—. Clavain, explícales a tus amigos lo que dejarás que pase, por favor.
—No tengo otra elección, ¿verdad?
—No, si quieres que esto salga bien.
Clavain se rascó la frente. Estaba pálida por la escarcha y sus cejas blancas como el armiño.
—Desde que entré en la sala, Skade ha estado intentando anular mis barricadas neurales. Ha estado lanzando ataques algorítmicos contra mis capas de seguridad y mis cortafuegos estándar, intentando hacerse con las estructuras de control más profundas. Creedme, es muy buena. Lo único que la detiene es la anticuada naturaleza de mis implantes. Para ella es como intentar piratear una calculadora mecánica. Sus métodos son demasiado avanzados para el campo de batalla.
—¿Y? —dijo Khouri, entornando los ojos como si no se enterase de algo obvio.
—Si pudiera penetrar esas capas —dijo Clavain—, podría anular los bloqueos para el dolor que yo instalase. Podría abrirlos todos uno a uno, como compuertas de una presa, dejando que el dolor fluya libremente.
—Pero no puede llegar hasta ellas, ¿verdad que no? —preguntó Escorpio.
—No a menos que yo la deje. Tendría que invitarla y darle control absoluto.
—Pero nunca harías eso.
—No lo haría —dijo— a menos, claro está, que ella me lo exija.
—Skade, por favor —dijo Khouri.
—Baja esos bloqueos —le ordenó Skade, ignorando a Khouri—. Bájalos y déjame entrar. Si no lo haces se rompe el trato y Aura muere ahora mismo.
Clavain cerró los ojos durante un momento ligeramente más largo que un parpadeo. Fue solo un instante, pero para Clavain debió implicar la emisión de numerosas y complicadas órdenes neurales poco frecuentes para rescindir controles de seguridad estándar que probablemente llevaban congelados durante décadas. Abrió los ojos.
—Ya está —dijo—. Tienes pleno control.
—Asegurémonos, ¿te parece bien?
Clavain soltó un ruido intermedio entre un quejido y un aullido. Se agarró el muñón vendado de su brazo izquierdo mientras su mandíbula se tensaba. Escorpio vio cómo los tendones de su cuello resaltaban como cables.
—Creo que ya lo tienes —dijo Clavain entre dientes.
—Ahora estoy anclada en su mente —dijo Skade a su audiencia—. Él ya no puede echarme ni bloquear mis órdenes.
—Acabemos con esto —dijo Clavain. De nuevo hubo un cambio en su expresión, como un cambio de luz sobre un paisaje. Escorpio lo entendió enseguida: si Skade quería torturarlo, no quería arruinar sus meticulosamente orquestados esfuerzos con una fuente de dolor ajena; especialmente si esta no formaba parte de su plan.