El Coyote / La vuelta del Coyote (25 page)

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Authors: José Mallorquí

Tags: #Aventuras

BOOK: El Coyote / La vuelta del Coyote
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Guadalupe, cuya mortal palidez acentuaba la negrura de sus trenzas, le seguía, temblando de inquietud.

—¿Usted?

El juez estaba muy turbado.

—Creí que dormía… —tartamudeó.

—¿Cómo es posible dormir con tanto disparo en el exterior y una discusión tan desagradable en el interior de mi casa?

—Está bien… me marcho…

Salters volvióse como para dirigirse a la puerta y, de pronto, colocándose detrás de Leonor, empuñó uno de los revólveres que llevaba en los bolsillos de su levita y, protegido por el cuerpo de la esposa de César, anunció, con triunfal carcajada:

—¡Está perdido,
Coyote
! Dentro de poco, cien hombres llegarán aquí.

—Se engaña usted, Salters. No llegarán. Su amigo Koster no tuvo tiempo de ir a avisarlos. Se lo impidió una bala…

Salters comprendió la verdad. La jugada se volvía contra él, Koster había recibido orden de detener al
Coyote
, matándole el caballo, y, de mantenerlo inmovilizado en la carretera hasta que Salters diese, con un disparo, la señal de que Leonor estaba dispuesta a ceder, o, con dos, la de que era necesario avisar a las fuerzas del
sheriff
. Entonces, éste, dejando a César de Echagüe, volvería a Los Ángeles para organizar en regla la batida. Pero si había muerto…

El dedo que apretaba el gatillo del revólver empezó a curvarse. El juez estaba separado de don César por unos seis metros. El disparo no podía fallar, y, por lo menos, Salters esperaba salvar la vida…

La caída del percutor coincidió con el grito de Guadalupe al colocar su cuerpo frente al del
Coyote
. Sonó el disparo y la muchacha lanzó un gemido, cayendo contra César e impidiéndole desenfundar su revólver.

Al mismo tiempo, Leonor empujó violentamente a Salters, en el momento en que el juez disparaba de nuevo, y la bala se perdió contra el techo.

Julián, con demasiada precipitación, hizo dos disparos y falló ambos.

Otra vez disparó el juez, pero la bala perdióse sobre la cabeza de César, que se había inclinado desenfundando su revólver. Sólo hizo un disparo. Salters, que se encontraba ya junto a la puerta, giró sobre sí mismo y quiso levantar el arma que empuñaba. Pero la fuerza y la vida se le escapaban con la sangre que manaba de la herida que tenía sobre el corazón. Quiso decir algo, movió los labios y, por fin, desplomóse, quedando en el umbral como un trágico pelele.

Epílogo

La noticia circuló en seguida por Los Ángeles.
El Coyote
había asaltado el rancho de don César, sin duda para vengar la actuación de éste contra Luis María. Antes de llegar mató al
sheriff
Koster, que le aguardaba emboscado. Luego mató al juez Salters, y no pudo matar a don César porque Guadalupe Martínez se había interpuesto entre los dos hombres. Después, la oportuna llegada de Julián le puso en fuga.


El Coyote
no hubiera huido —comentaba Timoteo
Lugones
—. En todo caso, sería un infeliz que ha querido hacerse pasar por
El Coyote
. Todos sabemos que
El Coyote
ha muerto.

Su interlocutor no estaba muy seguro.

—Mató a Koster. Y el
sheriff
era un tirador formidable.

—Lo mató por casualidad —replicó
Lugones
—. Y al juez Salters cualquiera hubiese podido matarle.

Lo más extraño era que Luis María Olaso no decía nada en contra de don César. Por el contrario, afirmaba a todos que le debía la vida y que gracias a su auxilio, ahora podía vivir en libertad, en vez de ir huyendo por los montes.

—Si
El Coyote
existiese, hubiera sabido que don César era buen amigo mío y que hizo lo preciso para favorecerme.

Como esto tenía mucho sentido, al fin, todos admitieron que no debía de ser
El Coyote
, sino alguien que había usurpado su personalidad. Con el calor del mediodía, la calma volvió a Los Ángeles, y todo el mundo marchó a sus casas para vestirse debidamente. Era necesario asistir al entierro del
sheriff
y del juez. No siempre morían al mismo tiempo dos personajes tan importantes.

Mientras tanto, en el rancho de San Antonio, don César y Leonor estaban en la habitación donde Guadalupe se reponía de su herida, que, por fortuna, era mucho menos importante de lo que se había temido al principio. Pronto estaría curada.

Leonor, comprendiendo al fin la verdad y la locura de sus estúpidos celos, había pedido perdón a Lupe y ahora, al salir de su habitación, apoyó la cabeza contra el hombro de su marido, murmurando:

—¡Qué tonta fui! Sentí unos celos tan locos… ¿Por qué seremos así las mujeres enamoradas de sus maridos?

—Tal vez porque son las que más aman a sus esposos —sonrió don César de Echagüe.

El aire jugaba con la suelta cabellera de Leonor de Acevedo, en tanto que, en su habitación, Lupe pensaba que hubiera sido muy hermoso dar la vida por el hombre de quien, contra todas sus fuerzas, estaba enamorada, y cuyo amor no tenía derecho a esperar jamás.

El aire de la primavera no traía para todos alientos de vida y esperanza.

FIN

JOSÉ MALLORQUÍ FIGUEROLA, Barcelona, 12 de febrero de 1913 – 7 de noviembre de 1972, escritor español de literatura popular y guionista, padre del también escritor César Mallorquí. El padre del futuro novelista abandonó a su madre, Eulalia Mallorquí Figuerola, poco antes de nacer. El niño fue criado por su abuela Ramona, después pasó a un internado de los Salesianos. Esta niñez le produjo su carácter tímido y soñador. Fue mal estudiante y a los 14 años abandonó el colegio y comenzó a buscarse la vida trabajando. Fue un gran lector de todo cuanto caía en sus manos. A los 18 años una herencia cuantiosa de su madre fallecida le proporcionó un periodo de bienestar y lujo y una vida diletante, practicando toda clase de deportes. En 1933, comienza a trabajar para la Editorial Molino. Aparte de dominar el francés, aprendió con un amigo inglés, lo que le permitió traducir y leer en ambas lenguas en idioma original. Mallorquí se anima a escribir aventuras como las que traduce y publica en «La Novela Deportiva», de Molino (que se publicó en Argentina a partir de 1937), larguísima colección íntegramente escrita por Mallorquí y que constó de 44 novelas, más otras doce en su segunda época, ya en España.

Notas

[1]
Todos estos datos se hallan ampliamente expuestos en la
History of Los Angeles City
, de Charles Dwight Willfard, edición de 1912.
<<

[2]
Helen Hunt Jackson fue una escritora norteamericana, amiga de Emily Dickinson, la gran figura de la poesía americana a la que se ha comparado con Poe y Whitman. Profundamente volcada en su activismo en favor de los pueblos indígenas de América, los mal llamados
indios
, escribió una novela fundamental,
Ramona
, que ayudó en gran manera a una toma de conciencia hacia los problemas de los nativos americanos, los que eran los pobladores originales del continente antes de la colonización de sus tierras y a los que tan injustamente se había tratado... y se seguía haciendo en tiempos de la escritora. “Ramona” constituyó un éxito editorial y es uno de los clásicos de la literatura romántica, narrando una historia de amor entre una mestiza y un indio, unos
Romeo y Julieta
del Nuevo Mundo. En 1936 fue llevada al cine por Henry King, con Loretta Young y Don Ameche como protagonistas.
<<

[3]
Sobre la actual Broadway. >.
<<

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