El Cid (60 page)

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Authors: José Luis Corral

Tags: #Histórico

BOOK: El Cid
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Además de los textos cronísticos, se han conservado varios documentos diplomáticos en los que el Cid es protagonista. Sesenta y tres de ellos fueron recogidos en la monumental obra de Ramón Menéndez Pidal
La España del Cid
(con numerosas ediciones); en esa colección hay documentos auténticos pero también algunos falsos interpolados con posterioridad. Algunos documentos son muy importantes, como la carta de arras de Rodrigo y Jimena o la dotación de la catedral de Valencia, pero en muchos de ellos el Cid sólo aparece como testigo confirmando con su firma los diplomas.

Por fin, he manejado con cierto cuidado el más conocido texto escrito sobre Rodrigo de Vivar, el
Poema de Mio Cid
, tantas veces editado. Se trata de un poema épico compilado en su forma definitiva en 1207 por un personaje, cuya identidad sigue siendo un enigma, llamado Per Abbat. Este poema había sido considerado por muchos autores, especialmente por Menéndez Pidal, como bastante fiel a la historia, pero en las últimas décadas la mayoría de los investigadores sobre el tema cidiano han relegado al
Poema del Cid
como fuente histórica, catalogándolo como una obra literaria sin apenas fondo real. Pero, sin duda, ha sido este poema el que ha elevado al Cid a la categoría de mito, tal vez el mayor de los mitos hispanos.

Pero en el curso de unos trabajos de prospecciones arqueológicas entre Ateca y Terrer, yo mismo, en compañía de Francisco Martínez, Agustín Sanmiguel y Juan José Borque, localicé uno de los topónimos sobre los que más tinta se había vertido: Alcocer. Dicho hallazgo fue presentado en el Congreso Internacional que sobre la presencia del Cid en el valle del Jalón se celebró en Calatayud en 1989 y cuyas actas se publicaron en 1991. Hasta entonces este castillo había sido identificado con diversos lugares e incluso algunos pensaron que Alcocer era una invención del poeta. La localización del castillo y poblado de Alcocer, abandonado desde fines del siglo XI, a orillas del Jalón, cerca de Ateca, y la excavación arqueológica del Otero del Cid, el campamento fortificado que levantó Rodrigo Díaz en el Jalón medio, que están exactamente en el lugar que señala el
Poema
, han venido a cambiar las teorías sobre la nula historicidad del Cantar y han abierto un nuevo campo a la investigación.

La bibliografía sobre el Cid y el siglo XI, y sobre todo sobre el
Poema del Cid
, es abrumadora. He manejado no menos de tres centenares de títulos, tanto obras de historia (R. Menéndez Pidal, E. Lévi-Provençal, A. Huici, A. Turk, A. Ubieto, B. F. Reilly, R. Fletcher, M. de Epalza, M. J. Viguera…), como de estrategia militar (S. Baldwin, G. Hilty…) y sobre los aspectos histórico-literarios del
Cantar de Mio Cid
(R. Menéndez Pidal, M. E. Lacarra, L. Chalon, I. Michael, C. Smith, J. Horrent, D. G. Pattison, H. Ramsden, E. von Richthofen, A. Montaner, P. E. Russel…). Todos los paisajes, castillos, palacios, aldeas y ciudades que se describen en la novela son reales (han sido muchas horas y días recorriendo los caminos del Cid) y muchos de ellos siguen existiendo (evidentemente muy modificados en la mayoría de los casos) nueve siglos después de que los recorriera el Cid con sus mesnadas. Algunos, como Alcocer, el Otero del Cid, el Poyo del Cid o Alcañiz de la Huerva, son ahora ruinas arqueológicas maltratadas por el tiempo y olvidadas por los hombres.

También son históricos todos los personajes que aparecen en la novela, a excepción de uno de ellos, el narrador. Diego de Ubierna es el único protagonista imaginado y lo he creado así para que fuera precisamente un personaje literario quien contara unos hechos históricos desde la perspectiva de un hombre del siglo XI.

Por fin, he tratado de ubicar a los protagonistas de esta novela, especialmente a Rodrigo Díaz de Vivar, en su propio tiempo. Tras su muerte en 1099, la controvertida figura de Rodrigo ha sido tratada de formas muy diversas en la historiografía española y europea (no conviene olvidar que el Cid es sin duda el personaje de nuestra historia más conocido fuera de España), desde su encumbramiento, ya en la propia Edad Media, a lo más alto del pedestal de los héroes patrios, hasta tildarlo simplemente como un mercenario sin escrúpulos dispuesto a venderse al mejor postor.

En la novela, el Cid aparece como un hombre de su tiempo, un prototipo del «caballero de frontera» de la segunda mitad del siglo XI, preso del destino pero que lucha para cambiarlo en una época de caballeros y monjes, de guerras fronterizas y lucha cotidiana por la supervivencia. Sin duda, un hombre lleno de contradicciones en una contradictoria y convulsa península Ibérica en permanente disputa entre cristianos y musulmanes, pero también entre los cristianos entre sí y los musulmanes entre sí, en un constante hacer y deshacer, inmersa en profundos cambios políticos y humanos en los decenios más cruciales de la Edad Media hispana.

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