El arca (33 page)

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Authors: Boyd Morrison

Tags: #Intriga, arqueología.

BOOK: El arca
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Hizo lo único que podía hacer. Tumbó la moto, apuntando al payaso, y adoptó una postura fetal para protegerse la cabeza. De esta forma logró reducir la velocidad a treinta kilómetros por hora.

Aun así, el impacto le sacudió con fuerza al chocar contra el payaso, pero rebotó. El globo redujo lo bastante la inercia que llevaba para que, al darse contra la pasarela, no se hiciera más que un golpe en el costado. Exceptuando algún que otro moretón, saldría indemne.

Perez no tuvo tanta suerte. En lugar de tumbar la moto, intentó usar los frenos. No había espacio suficiente para frenar, así que chocó con la barandilla, la superó y se perdió de vista.

Tyler oyó gritos procedentes de abajo antes de asomarse para mirar.

El extremo de popa de esa cubierta no daba al agua, sino a otra cubierta cuya popa se extendía más allá, por tanto Perez no había caído al mar, sino en la dura superficie del barco. Yacía junto a la Suzuki, con el cuello vuelto en un ángulo imposible.

De pronto, Tyler recordó la insistencia del agente en que Dilara no los acompañara. En el calor de la persecución, se había olvidado de ella. ¿Qué llevó a Perez a insistir en que permaneciera en el camarote? A menos que…

Echó a correr de vuelta a su camarote. Entró en la estancia, empuñando la pistola.

—¡Dilara! —llamó a gritos—. ¡Dilara!

No hubo respuesta. Comprobó ambos dormitorios, pero no vio ni rastro de ella.

Cuando registraba el cuarto de baño, supo por qué. Alguien se la había llevado.

Ahí, en el suelo del baño, acababa de encontrar el guardapelo de su padre.

Capítulo 38

Cuando Tyler no encontró a Dilara en el camarote, se dispuso a buscarla. Los pasajeros lo reconocieron como uno de los individuos involucrados en la persecución de motocicletas y fue detenido por los guardias de seguridad del crucero. La policía lo retuvo dos horas en una sala de interrogatorios, explicando una y otra vez lo sucedido, a pesar de lo cual no logró convencerlos.

Tyler pensaba que lo acusarían de asaltar y asesinar a un agente del FBI, por no mencionar los destrozos en el barco, cuando se abrió la puerta y entró la agente Melanie Harris. Aún parecía algo aturdida.

—Déjenos a solas —pidió a los detectives, que abandonaron la sala.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó Tyler.

—Me duele la cabeza. Gracias por su ayuda. Me ha salvado la vida.

Él se mostró sorprendido.

—¿Cómo lo sabe?

—He hablado con Washington. No sabían que Perez y yo viajábamos a Miami. Era mi superior, así que cuando me dijo que subiríamos a bordo yo cumplía órdenes. Pedirme que no lo acompañara hubiera resultado demasiado sospechoso. Pensé que seguíamos la pista que usted nos había proporcionado, pero, cuando entramos en el camarote, me apuntó con el arma y me inmovilizó. Lo único que pude sonsacarle fue que iba a pasarlo bien conmigo antes de arrojarme por la borda.

—Supongo que también tenía planeado arrojarme a mí al mar.

No disparó el arma para evitar hacer ruido. ¿Escuchó usted algo de nuestra conversación?

—Un poco. Estaba muy atontada. Tras atarme y amordazarme, me dio un golpe con la culata de la pistola. Cuando usted entró, acababa de recuperar la conciencia. ¿Qué coño está pasando?

Tyler le habló de Ulric y del dosificador que supuestamente escondía en la suite.

—Si Perez pensaba quedarse a bordo —dijo Harris—, ¿el arma biológica no lo habría infectado también a él?

—Estoy seguro de que Ulric no le explicó esa parte. Tan sólo quería que se librara de usted y de mí. Perez no sabía que sería sacrificado en aras de lo que ese multimillonario psicópata entiende por un bien mayor, y probablemente no quiso creer mi teoría cuando se la conté.

—¿Cómo ha podido suceder algo así? Investigamos a fondo a todos los agentes. Si fuera miembro de la Iglesia de las Sagradas Aguas, lo hubiéramos sabido.

—Tiene que existir una vinculación con Ulric.

—Estamos comprobándolo ahora, pero su expediente en el FBI está limpio. —Empezó a leer un archivo en el ordenador portátil—: Perez nació y se educó en Dallas, Texas. La madre murió en el parto y su padre era un detective de la policía de Dallas que resultó herido en cumplimiento del deber y abandonó después el cuerpo. Luego no hizo gran cosa, excepto cobrar los cheques de la pensión de invalidez. Perez fue el mejor alumno de su curso en el instituto y luego ingresó en Yale con una beca. Se licenció en psicología…

—¡Ahí lo tiene! —Comprobó la fecha de graduación de Perez—. Ulric se jactaba de haber estudiado en Yale, y ambos eran más o menos de la misma edad. Debieron de trabar amistad en la universidad. Disponemos de pocas horas antes de que zarpe el
Alba del Génesis.
Es posible que el dosificador que hayan colocado en la cabina de Ulric dependa de un temporizador. Tenemos que volver al barco y localizarlo antes de que se active.

—Dispongo a bordo de diez agentes asignados por nuestra delegación de Miami.

Tyler mencionó a continuación el asunto que lo había estado preocupando desde que encontró el camarote vacío.

—Existe otro problema —dijo con la mandíbula bien prieta—. Se han llevado a Karen.

Harris se mostró confundida.

—¿Karen? ¿Quién es Karen?

Tyler se sonrojó. ¿Karen? ¿Por qué se había confundido de ese modo?

—Me refiero a Dilara —se apresuró a corregirse—. Dilara Kenner. Creo que Ulric la ha secuestrado. Tenemos que encontrarla.

Imaginar que estaba en manos de ese loco le ponía los pelos de punta.

—Entonces tenemos que entrar en la suite lo antes posible.

—Tengo que estar presente. —Su decisión era innegociable.

Harris se tomó unos segundos, y entonces asintió.

—De acuerdo. Vamos. Lo arreglaré todo de camino.

—¿No será necesario disponer de un permiso judicial? —quiso saber Tyler.

—Tratándose de una emergencia como ésta, no necesitamos una orden.

Al cabo de treinta minutos irrumpieron en la suite de Ulric. Uno de los agentes del FBI utilizó una llave maestra y entró vestido de camarero. Dentro había dos hombres que se encararon con él, y la distracción creada permitió al resto de los agentes irrumpir con fuerza e inmovilizar a los dos guardias sin que hubiese un solo disparo. Para desilusión de Tyler, no hallaron dentro ni a Ulric ni a Dilara.

Tras registrar la suite, encontraron una maleta metálica parecida a las de equipaje, que descansaba en un escritorio, justo en el lugar donde esperaba encontrarla. Había un tubo extendido desde la maleta hasta un agujero practicado en la pared. Tyler vio un teclado numérico cuya pantalla mostraba una cuenta atrás. En diez horas alcanzaría el cero, tres horas después de la hora programada para que zarpase el
Alba del Génesis.
El cierre de la maleta tenía una combinación.

Tyler pidió a uno de los dos guardias que la abriese. El hombre dijo que le habían pagado una fuerte suma para asegurarse de que nadie entrase en la suite, que hicieron hincapié en que nadie debía tocar la maleta y que no sabía qué contenía ni cómo abrirla.

Cabía la posibilidad de que contuviese un artefacto explosivo. Si Tyler intentaba abrirla, quizás explotaría una bomba o el dosificador se activaría de inmediato, infectando a todos los presentes en la suite. Pidió que acudiera un equipo de guerra bacteriológica para precintar la maleta en un contenedor impermeable.

Introdujeron la maleta, tubo incluido, en un contenedor hermético de plástico. Si se activaba, la sustancia que liberase el arma biológica estaría bloqueada.

—Tenemos que analizar esto de inmediato —dijo Tyler a la agente Harris—. Debemos averiguar a qué nos enfrentamos. Y sólo hay unos pocos laboratorios en el país cualificados para manejar sustancias cuyo riesgo biológico alcance el nivel cuatro.

El nivel cuatro incluía los agentes biológicos más peligrosos conocidos por el hombre, como por ejemplo los virus Ébola y de Marburgo. Además del laboratorio de alta tecnología del propio Ulric, Tyler había trabajado en las instalaciones de contención USAMRIID, en Fort Detrick, Maryland, cuando les propusieron reforzarlas para hacer frente a un posible ataque terrorista.

—Sé que no es posible hacerlo en nuestras instalaciones de Miami —dijo Harris.

—Los más cercanos son los centros de control de enfermedades de Atlanta —dijo Tyler—. Dispongo de un reactor privado en el aeropuerto de Miami. Podría llegar allí en dos horas.

La agente Harris se mostró de acuerdo, pero con la condición de que ella y un agente del equipo de guerra bacteriológica lo acompañaran. Tyler aceptó de buena gana. De camino, Harris se encargaría de que la Oficina Federal de Investigación emprendiese la caza de Ulric.

Capítulo 39

Dilara miró por la ventanilla del reactor privado de Ulric, con la esperanza de encontrar algún punto de referencia que le permitiese saber hacia dónde se dirigían, pero la capa de nubes y la oscuridad del cielo se lo impidieron. Habían pasado cinco horas del despegue. Lo único que intuía era que llevaban rumbo oeste. Se frotó la muñeca, que llevaba esposada al brazo del asiento.

Cuando Petrova le dijo que Tyler había muerto, el anuncio sentó a Dilara como un mazazo en la boca del estómago. Se había sentido atraída por aquel hombre asombroso, y cabía la posibilidad de que no volviera a verlo. Si era cierto que había muerto —no podía creerlo del todo, teniendo en cuenta la de situaciones difíciles de las que había salido indemne—, estaba sola en eso. Nadie acudiría al rescate. Si quería superar aquel mal trago, tendría que hacerlo por su cuenta.

Ulric salió de la cabina de proa. Se había cambiado la ropa y llevaba un pantalón holgado y una camisa ceñida. Sonrió al tomar asiento frente a ella. La miró lentamente de arriba abajo, sin molestarse en disimular su exhaustivo escrutinio. A Dilara no le habían permitido cambiarse el vestido, pero por mucho que la mirada de él la incomodara no quiso delatar sus emociones. En lugar de ello, tenía que aprovechar la situación para evaluar sus presentes circunstancias. Pensar con claridad era lo único que le salvaría la vida.

—¿Adonde me llevan? —La pregunta era evidente, pero si Ulric la tomaba por más tonta de lo que era quizás aflojara la lengua.

—A nuestra finca de Isla Orcas —respondió sin titubear—. Tiene una voz preciosa. No sólo es usted muy atractiva, sino que su tono de contralto está a la altura.

A Dilara le sorprendió esa muestra de candor, y no supo cómo reaccionar ante aquellos cumplidos.

—¿Por qué me llevan allí? —preguntó.

—Creo que para alguien con sus conocimientos, eso debe de saltar a la vista. Necesitamos averiguar qué más sabe.

—¿El agente Perez no les ha puesto al corriente de eso? —Había llegado a la conclusión de que Perez trabajaba para Ulric. Era la única explicación posible de que Petrova estuviese tan segura de la muerte del ingeniero.

—Según parece, Tyler y usted no compartieron toda su información con Perez. Quizás existan más cosas que nos hayan ocultado. Necesito saber cuáles son.

—No diré una…

—Si va a decir que no dirá una palabra será mejor que ahorre saliva.

Dilara sintió una punzada de miedo. Ulric sonrió.

—Ah, no se preocupe. No tengo planeado torturarla. Disponemos de medios mucho más elegantes y seguros para sonsacarle la información. No tendrá alternativa, se lo aseguro.

Debía de referirse a alguna droga. Tal vez sería preferible ponerse a hablar en ese momento, lo que le permitiría obtener a cambio algún que otro dato. Además, no sabía nada que pudiera comprometer a nadie.

—Ordenó asesinar a Tyler.

—Sí. Una auténtica lástima porque hablamos de un formidable oponente. Le perdoné hace mucho despreciar mi invitación para unirse a nosotros, pero estuvo a punto de poner en peligro mis planes. Espero obtener confirmación de su muerte de un momento a otro, pero sí, ha perdido y yo he ganado. Ésa parece ser la constante que definía nuestra relación.

—Quizás haya logrado burlar a Perez —dijo Dilara con tono desafiante—. Conocía la existencia del arma biológica que usted planea propagar utilizando para ello el sistema de ventilación del barco. Probablemente a estas alturas haya logrado desactivarla.

Ulric enarcó ambas cejas como quien se siente impresionado.

—¿Así que Tyler lo sabía? Es un hombre muy inteligente. Bueno, tendría que decir que lo era. En fin, qué importa ya.

—¿Qué relación tiene Tyler con todo esto?

—Culpa mía, probablemente. Creí que era la persona más indicada para ayudarme a construir Oasis, o lo que entonces llamábamos Torbellino. A través de intermediarios que representaron el papel de contratistas del Departamento de Defensa y que actuaban presuntamente en secreto, convencimos a Gordian para que tomara parte en el proyecto con Tyler a la cabeza. Cuando me discutió ciertos aspectos de lo que yo había ideado, comprendí que su curiosidad supondría un peligro para nuestros planes. Con el tiempo habría descubierto la relación entre Torbellino y mi persona, así que despedimos a Gordian y contratamos a Coleman en su lugar.

—Mire, de todos modos hemos descubierto la existencia del búnker —dijo Dilara—. Sabemos qué planea hacer. Usted quiere acabar de un plumazo con la raza humana. Si Tyler ha llegado a la suite, habrá conseguido arruinar sus planes.

Ulric rió.

—¿No creerá usted que todo mi plan dependía de ese punto concreto? Admito que me atrae la naturaleza ceremonial de iniciar nuestro proyecto utilizando el
Alba del Génesis
, pero sería estúpido por mi parte poner todos los huevos en una única cesta, ¿no cree?

—¿Se refiere a que existe otro punto de liberación del agente biológico?

—Varios, de hecho. Usted misma se encontraba en uno de ellos hace tan sólo unos días. El aeropuerto internacional de Los Ángeles. Tengo planeado también utilizar Nueva York y Londres.

—¿Cuándo?

—Dentro de dos días, cuando el
Alba del Génesis
navegue rumbo a Nueva York. En cuanto toda nuestra gente se encuentre a salvo en el búnker Oasis, ordenaré la activación de todos los artefactos. Mientras hablamos los están preparando, y esta noche serán enviados a sus respectivos destinos.

—Sam Watson dijo que usted planeaba la muerte de miles de millones de personas.

—Pensé erróneamente que Watson se convertiría en una persona valiosa para nuestra causa, y él me pagó con la traición.

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