Danza de dragones (22 page)

Read Danza de dragones Online

Authors: George R. R. Martin

Tags: #Aventuras, Bélico, Fantástico

BOOK: Danza de dragones
5.55Mb size Format: txt, pdf, ePub

Janos Slynt torció el cuello para poder mirarlo.

—Por favor, mi señor, piedad. Iré, iré, yo…

«No. Ese barco ya ha zarpado.»
Garra
descendió.

—¿Puedo quedarme con sus botas? —preguntó Owen el Bestia cuando la cabeza de Janos Slynt rodó por el barro—. Están casi nuevas y tienen forro de piel.

Jon miró de reojo a Stannis, y sus miradas se encontraron durante un instante. El rey le hizo un gesto de asentimiento y volvió a entrar en la torre.

Tyrion

Cuando despertó estaba a solas, y la litera se había detenido. En el lugar que ocupaba Illyrio solo quedaba un montón de cojines aplastados. El enano tenía la garganta seca y rasposa. Había soñado… ¿qué había soñado? No lo recordaba. En el exterior, varias voces hablaban en un idioma que le resultaba desconocido. Tyrion sacó las piernas por entre las cortinas y saltó al suelo para encontrarse con el magíster Illyrio, que estaba junto a los caballos con dos jinetes mucho más altos que él. Ambos vestían casaca de cuero desgastado bajo la capa de lana marrón oscuro, pero tenían la espada envainada; el gordo no estaba en peligro.

—Tengo que mear —anunció el enano.

Anadeó para cruzar el camino, se soltó los calzones y vació la vejiga contra un matorral espino. Le llevó un buen rato.

—Al menos mea bien —señaló una voz.

Tyrion sacudió las últimas gotas y volvió a anudarse la ropa.

—Mear es el menor de mis talentos. Tendríais que verme cagar. —Miró al magíster Illyrio—. ¿Conocéis a estos dos, magíster? Parecen forajidos. ¿Voy a por el hacha?

—¿A por el hacha? —se regocijó uno de los corpulentos jinetes, un hombretón de barba descuidada y pelo anaranjado—. ¿Habéis oído eso, Haldon? ¡El hombrecito quiere pelear con nosotros!

Su acompañante era mayor e iba afeitado, con lo que destacaban sus rasgos austeros. Llevaba el pelo recogido en la nuca.

—Los hombres de pequeño tamaño tienen que demostrar su valor con balandronadas improcedentes —afirmó—. Dudo mucho que pueda matar a un pato.

—Que venga ese pato. —Tyrion se encogió de hombros.

—Si insistís…

El jinete miró a su barbudo acompañante, que desenvainó una espada bastarda.

—Yo soy Pato, boquita de letrina.

«Qué chistosos los dioses.»

—Había pensado en un pato más pequeño…

El hombretón no pudo contener una carcajada ronca.

—¿Habéis oído, Haldon? ¡Quiere un pato más pequeño!

—Yo me conformaría con uno más silencioso. —El tal Haldon examinó a Tyrion con fríos ojos grises antes de volverse de nuevo hacia Illyrio—. ¿Nos habéis traído baúles?

—Y mulas para transportarlos.

—Las mulas son demasiado lentas. Tenemos caballos de carga; les pondremos los baúles. Encargaos, Pato.

—¿Por qué Pato tiene que ocuparse de todo? —El hombretón volvió a envainar la espada—. ¿De qué os ocupáis vos, Haldon? Quién es el caballero, ¿vos o yo? —Pese a sus protestas, fue a ocuparse del equipaje que cargaban las mulas.

—¿Cómo se encuentra nuestro muchacho? —preguntó Illyrio mientras ataban los baúles con correas. Tyrion contó seis: eran de roble, con abrazaderas de hierro. Pato los levantaba con facilidad y se los echaba al hombro.

—Ya está tan alto como Grif. Hace tres días tiró a Pato a un pesebre.

—No me tiró. Hice como que me caía para que se riera.

—Pues fue todo un éxito —replicó Haldon—. Incluso yo me partí de risa.

—En un baúl hay un regalo para el chico: jengibre confitado. Siempre le ha gustado mucho. —Illyrio parecía extrañamente triste—. Pensé que podría seguir con vosotros hasta Ghoyan Drohe. Un banquete de despedida antes de que partáis río abajo…

—No tenemos tiempo para banquetes, mi señor —dijo Haldon—. Grif quiere que nos pongamos en marcha en cuanto regresemos. Nos han llegado noticias, todas malas. Se ha visto a dothrakis al norte del lago Daga; por lo visto eran jinetes del viejo
khalasar
de Motho, y Khal Zekko no anda lejos; está en el bosque de Qohor.

El gordo dejó escapar un sonido grosero.

—Zekko visita Qohor cada tres o cuatro años. Los qohorienses le dan una saca de oro y vuelve a poner rumbo al este. En cuanto a Motho, sus hombres están tan viejos como él, y su número mengua cada año. La verdadera amenaza es…

—… Khal Pono —terminó Haldon—. Por lo que se dice, Motho y Zekko huyen de él. Según los últimos informes, Pono se encuentra cerca del nacimiento del Selhoru con un
khalasar
de treinta mil personas. Grif no quiere arriesgarse a que nos atrapen mientras cruzamos el río, en caso de que Pono decida arriesgar el Rhoyne. —Haldon lanzó una mirada en dirección a Tyrion—. ¿A vuestro enano se le da tan bien cabalgar como mear?

—El enano sabe montar —interrumpió Tyrion antes de que el señor del queso respondiera por él—, pero cabalga mejor con una silla especial y un caballo que conozca. Por cierto, también se le da bien hablar.

—Ya se nota. Soy Haldon, el sanador de nuestro pequeño grupo. Los demás me llaman Mediomaestre. Mi compañero es ser Pato.

—Ser Rolly —corrigió el hombre corpulento—. Rolly Campodepatos. Cualquier caballero puede armar caballero a quien quiera, y Grif me armó a mí. ¿Y vos, enano?

—Yollo, se llama Yollo —intervino Illyrio a toda prisa.

«¿Yollo? Suena a nombre de mono.» Peor aún, era un nombre pentoshi, y saltaba a la vista que Tyrion no lo era.

—En Pentos me llaman Yollo —se apresuró a aclarar para arreglarlo de la mejor manera posible—, pero mi madre me llamó Hugor Colina.

—¿Qué sois? ¿Un pequeño rey o un pequeño bastardo? —preguntó Haldon.

Tyrion comprendió que haría mejor en tener cuidado con Haldon Mediomaestre.

—Todo enano es un bastardo a ojos de su padre.

—No me cabe la menor duda. Bueno, Hugor Colina, respondedme a lo siguiente. ¿Cómo mató al dragón Urrax Serwyn del Escudo Espejo?

—Se le acercó oculto tras el escudo. Hasta que Serwin le clavó la lanza en el ojo, Urrax solo vio su propio reflejo.

—Esa historia se la sabe hasta Pato —replicó Haldon, en absoluto impresionado—. ¿Sabríais decirme el nombre del caballero que intentó utilizar la misma estratagema con Vhagar durante la Danza de los Dragones?

—Ser Byron Swann. —Tyrion sonrió—. Le salió mal y acabó asado…, solo que el dragón se llamaba Syrax, no Vhagar.

—Me temo que os equivocáis. En
La Danza de los Dragones: Relato verídico,
el maestre Munkun dice que…

—… que se llamaba Vhagar. El gran maestre, que no maestre, se equivocaba. El escudero de ser Byron vio morir a su señor y así se lo relató a la hija de este. En su carta dice que fue Syrax, la dragona de Rhaenyra, cosa que tiene mucho más sentido que la versión de Munken. Swann era hijo de un señor marqueño, y Bastión de Tormentas defendía la causa de Aegon. Quien montaba a Vhagar era el príncipe Aemond, hermano de Aegon. ¿Por qué iba a querer matarla Swann?

—Procurad no caeros del caballo. —Haldon apretó los labios—. Si os caéis, más os vale volver a Pentos por vuestra cuenta. Nuestra tímida doncella no espera por hombre ni por enano.

—Las doncellas tímidas son mis favoritas. Después de las viciosas. Decidme, ¿adónde van las putas?

—¿Tengo cara de putañero?

—No se atreve —rio Pato, burlón—. Lemore lo obligaría a rezar para pedir perdón, el chico querría apuntarse, y Grif le cortaría la polla y se la haría tragar.

—Es razonable —apuntó Tyrion—; a un maestre no le hace falta la polla.

—Pero Haldon solo es medio maestre.

—Ya que el enano os parece tan divertido, cabalgaréis con él, Pato —bufó Haldon.

Hizo dar media vuelta a su montura. Pato tardó un momento en terminar de amarrar los baúles de Illyrio al lomo de los tres caballos de carga, y cuando acabó, Haldon ya había desaparecido. Aquello no pareció preocuparlo. Montó a caballo, agarró a Tyrion por el cuello del jubón y lo sentó ante él.

—Agarraos bien al pomo y no os pasará nada. La yegua tiene un trote muy tranquilo, y el camino del Dragón es suave como el culo de una doncella.

Ser Rolly cogió las riendas con la mano derecha y la trailla con la izquierda, e hizo que el caballo emprendiera el trote.

—¡Os deseo buena fortuna! —les gritó Illyrio mientras se alejaban—. Decidle al chico que siento mucho no poder asistir a su boda. Me reuniré con vosotros en Poniente, lo juro por las manos de mi amada Serra.

Cuando Tyrion Lannister perdió de vista a Illyrio Mopatis, el magíster estaba de pie junto a su litera, con su túnica de brocado y los enormes hombros caídos. A medida que aumentaba la distancia y la nube de polvo lo ocultaba, el señor del queso parecía casi pequeño.

Pato dio alcance a Haldon Mediomaestre quinientos pasos más adelante, y cabalgaron juntos desde allí. Tyrion, con las cortas piernas colgando a los lados, se aferró al pomo y se resignó a las ampollas, los calambres y las magulladuras que no tardarían en llegar.

—¿Qué harían con nuestro enano los piratas del lago Daga? —preguntó Haldon.

—No sé. ¿Estofado de enano? —sugirió Pato. —El peor es Urho el Sucio —le confió Haldon—. Puede matar a un hombre con tan solo su hedor.

—Menos mal que no tengo nariz. —Tyrion se encogió de hombros.

—Si nos encontramos a lady Korra en su
Dientes de Bruja,
pronto perderéis otras partes —sonrió Haldon—. La llaman Korra la Cruel. La tripulación de su barco está formada por hermosas doncellas que castran a todo varón que capturan.

—Aterrador. Estoy a punto de mearme en los calzones.

—Ni se os ocurra —amenazó Pato.

—Como digáis. Si nos encontramos con esa tal lady Korra, me pondré una falda y le diré que soy Cersei, la famosa belleza barbuda de Desembarco del Rey.

Pato no pudo contener la carcajada.

—Sois un hombrecito muy gracioso —bufó Haldon—. Se dice que el Señor de la Mortaja otorgará una dádiva a cualquiera que lo haga reír. Puede que Su Alteza Gris os elija para adornar su corte de piedra.

Pato miró a su compañero, intranquilo.

—No gastéis bromas sobre él —amonestó Pato, intranquilo—. Estamos muy cerca del Rhoyne; tiene oídos en todas partes.

—Sois un pato muy precavido —reconoció Haldon—. Os pido disculpas, Yollo. No os pongáis tan pálido; solo era una broma. El Príncipe de los Pesares no otorga su beso gris a la ligera.

«Su beso gris.» La sola idea hizo que se le pusiera la carne de gallina. La muerte ya no resultaba aterradora para Tyrion Lannister, pero la psoriagrís era otra cosa.

«El Señor de la Mortaja no es más que una leyenda —se dijo—, tan real como el fantasma de Lann el Astuto que, según dicen, hechiza los pasillos de Roca Casterly.» Pese a todo, no dijo una palabra. Su repentino silencio pasó desapercibido, porque Pato empezó a contarle su vida. Según le explicó, su padre había sido armero en Puenteamargo, así que él nació acompañado por el sonido del acero y jugó con espadas desde muy pequeño. Se convirtió en un muchacho corpulento y atractivo que llamó la atención de lord Caswell, quien le ofreció un puesto en su guarnición. Pero él siempre había aspirado a más. Había visto al enclenque hijo de Caswell convertirse en paje, luego en escudero y por último en caballero.

—Era un mierdecilla flacucho que no servía para nada, pero el viejo señor tenía cuatro hijas y solo un hijo, así que estaba prohibido decir una sola palabra en su contra. En el patio, durante los entrenamientos, los otros escuderos ni se atrevían a ponerle un dedo encima.

—Pero vos no erais tan timorato, claro. —Tyrion veía claramente el rumbo que tomaba la historia.

—Mi padre me hizo una espada larga para celebrar mi decimosexto día del nombre —prosiguió Pato—, pero a Lorent le gustó tanto que se la quedó, y el imbécil de mi padre nunca se había atrevido a negarle nada. Cuando protesté, Lorent me dijo a la cara que mi mano estaba hecha para sostener un martillo, no una espada. Así que cogí un martillo y me harté de darle golpes; le rompí los brazos y la mitad de las costillas. Después de aquello tuve que salir por piernas del Dominio. Crucé el mar para unirme a la Compañía Dorada y fui aprendiz de herrero unos años, hasta que ser Harry Strickland me aceptó como escudero. Cuando Grif envió un mensaje río abajo diciendo que necesitaba a alguien que entrenara a su hijo en el uso de las armas, Harry me mandó a mí.

—¿Y Grif os armó caballero?

—Un año después, sí. Haldon Mediomaestre esbozó una sonrisa.

—Contadle a nuestro amiguito cómo os ganasteis vuestro nombre, venga.

—Para ser un caballero no basta con el nombre que se obtuvo al nacer —insistió el hombretón—. Y… Bueno, cuando me armó caballero estábamos en un prado, y pasó volando una bandada de patos… ¡Eh, no os riáis!

Poco después del anochecer se apartaron del camino para descansar en un patio abandonado y lleno de hierbajos, junto a un viejo pozo de piedra. Tyrion se bajó de un salto para masajearse las pantorrillas y aliviar los calambres, mientras Pato y Haldon abrevaban a los caballos. Entre las losas crecían hierba dura de color pardo y retoños de árboles, y más allá se alzaban los muros de lo que en otros tiempos había sido una gran mansión de piedra. Tras ocuparse de los animales, los jinetes compartieron una sencilla cena a base de cerdo en salazón y alubias blancas frías, que regaron con cerveza. A Tyrion le pareció un agradable cambio tras los suculentos platos que había compartido con Illyrio.

—Esos baúles que os hemos traído… —empezó mientras masticaban—. Al principio creía que eran oro para la Compañía Dorada, pero luego vi como ser Rolly se cargaba uno al hombro. Si estuviera lleno de oro, no le habría resultado tan fácil.

—Son armaduras. —Pato se encogió de hombros. —También vestimenta —aportó Haldon—. Ropa cortesana para todo nuestro grupo: lanas finas, terciopelos, capas de seda… No se puede presentar uno ante la reina vestido con andrajos, ni con las manos vacías. El magíster ha tenido la amabilidad de proporcionarnos los regalos más adecuados.

El amanecer los encontró de nuevo a caballo, trotando hacia el este bajo un manto de estrellas. El viejo camino valyrio brillaba ante ellos como una larga cinta de plata que serpenteara entre bosques y valles. Durante un rato, Tyrion Lannister se sintió casi en paz.

—Lomas Pasolargo tenía razón. Este camino es una maravilla.

—¿Lomas Pasolargo? —inquirió Pato.

—Un escriba que murió hace mucho —apuntó Haldon—. Se pasó la vida recorriendo el mundo y escribiendo sobre las tierras que visitaba. Tiene dos libros:
Maravillas
y
Maravillas creadas por el hombre.

Other books

Retribution by Lea Griffith
Benworden by Neal Davies
Reluctantly Lycan by Strider, Jez
The Successor by Ismail Kadare
Season of Glory by Lisa Tawn Bergren
White Bicycles by Joe Boyd
Rock Stars Do It Forever by Jasinda Wilder
A Christmas Blessing by Sherryl Woods
Person of Interest by Debra Webb