Chamán (17 page)

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Authors: Noah Gordon

BOOK: Chamán
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Empezaron a quedar cada vez menos. Los ancianos murieron, y también algunos niños. El hermano pequeño de Dos Cielos crecía con el rostro pequeño y los ojos grandes. Los pechos de su madre no se secaron pero empezó a disminuir la leche y a volverse menos densa, de modo que nunca era suficiente para satisfacer al niño. La mayor parte del tiempo era Dos Cielos la que llevaba a su hermano.

Muy pronto Halcón Negro dejó de hablar acerca de rechazar a los blancos. Ahora hablaba de huir al lejano norte del que habían llegado los sauk cientos de años antes. Pero a medida que pasaban las lunas, a muchos de sus seguidores les faltaba la fe necesaria para quedarse con él. El grupo de sauk perdía una tienda tras otra a medida que sus ocupantes se marchaban por su cuenta. Los grupos pequeños probablemente no lograrían sobrevivir, pero la mayoría de ellos habían decidido que el manitú no estaba con Halcón Negro.

Búfalo Verde se mantuvo fiel a pesar de que cuatro lunas después de haber dejado a los sauk de Keokuk, el grupo de Halcón Negro se había reducido a unos pocos cientos que intentaban sobrevivir comiendo raíces y cortezas de árbol. Regresaron al Masesibowi, buscando como siempre alivio en el gran río. El buque de vapor Warrior descubrió a la mayor parte de los sauk en los bajos de la desembocadura del río Wisconsin, intentando pescar. Mientras el barco se acercaba a ellos, Halcón Negro vio el cañón que había en la proa y supo que no podían seguir luchando. Sus hombres agitaron una bandera blanca, pero el barco se acercó aún más, y un winnebago mercenario que se encontraba en la cubierta les gritó en su lengua:

—¡Huid y ocultaos! ¡Los blancos van a disparar!

Habían empezado a chapotear en dirección a la orilla, gritando, cuando el cañón disparó toda su metralla a quemarropa, al que siguió una fuerte descarga de fusilería. Resultaron muertos veintitrés sauk.

Los otros lograron internarse en el bosque, algunos arrastrando o llevando a cuestas a los heridos.

Esa noche se reunieron para deliberar. Halcón Negro y el Profeta decidieron trasladarse hasta la tierra de los chippewa para ver si podían vivir allí. Los ocupantes de tres tiendas dijeron que los seguirían, pero los demás —incluido Búfalo Verde— no confiaban en que los chippewa dieran a los sauk campos de maíz si las otras tribus no lo hacían, y decidieron unirse de nuevo a los sauk de Keokuk. Por la mañana se despidieron de los pocos que iban a reunirse con los chippewa y partieron rumbo al sur, en dirección a la tierra natal.

El buque de vapor Warrior localizaba a los indios siguiendo río abajo las bandadas de cornejas y buitres. Ahora, fueran donde fuesen, los sauk abandonaban a sus muertos. Algunos eran ancianos y niños, y otros, los heridos en el ataque anterior. Cuando el barco se detenía a examinar los cadáveres, siempre se llevaban las orejas y las cabelleras.

No importaba si la mata de pelo oscuro pertenecía a un niño, o la oreja rojiza era de una mujer; serían orgullosamente trasladadas a las poblaciones pequeñas como prueba de que sus poseedores habían luchado contra los indios.

Los sauk que seguían con vida abandonaron el Masesibowi y avanzaron hacia el interior, pero tropezaron con los winnebago mercenarios del ejército. Detrás de los winnebago, las líneas de soldados calaban las bayonetas, razón por la cual los indios los llamaron Cuchillos Largos. Mientras los blancos atacaban, de sus filas surgió un ronco grito animal, más profundo que uno de guerra pero igualmente salvaje.

Eran muchos y estaban dispuestos a matar para recuperar algo que creían perdido. Los sauk no pudieron hacer nada más que retroceder al tiempo que disparaban. Cuando llegaron al Masesibowi intentaron luchar, pero fueron rápidamente empujados hacia el río. Cuando Dos Cielos estaba de pie junto a su madre, con el agua hasta la cintura, una bala de plomo le arrancó la mandíbula inferior a Unión de Ríos.

Esta cayó al agua boca abajo. Dos Cielos tuvo que colocar a su madre de espaldas mientras sostenía al pequeño El-que-posee-Tierra. Logró hacerlo con un enorme esfuerzo, pero comprendió que Unión de Ríos estaba muerta. No vio a su padre ni a su hermana. Lo único que se oía eran disparos y gritos, y cuando los sauk llegaron por el agua hasta una pequeña isla de sauces, ella los siguió.

Intentaron hacer un alto en la isla, acurrucándose detrás de las rocas y los troncos caídos. Pero desde el río, avanzando entre la niebla como un enorme fantasma, el buque de vapor puso la pequeña isla bajo el fuego cruzado de su cañón. Algunas mujeres se metieron corriendo en el río e intentaron avanzar a nado. Dos Cielos no sabía que el ejército había contratado siux que esperaban en la orilla opuesta y asesinaban a cualquiera que lograra cruzar, y finalmente se metió en el agua hundiendo los dientes en la piel suave y floja de la nuca del bebé para tener las manos libres para nadar. Sus dientes mordieron la carne del pequeño y ella llegó a sentir el sabor de la sangre de su hermano, y los músculos de su propio cuello y sus hombros quedaron doloridos por el esfuerzo de mantener la pequeña cabeza fuera del agua. Se cansó enseguida y se dio cuenta de que si continuaba, ella y el bebé se ahogarían. La corriente los arrastró río abajo, lejos de los disparos, y ella volvió a nadar en dirección a tierra, como una zorra o una ardilla que traslada a su cría. Cuando llegó a la orilla se tendió junto al bebé que no dejaba de llorar, e intentó no mirar el cuello lastimado de su hermano.

Enseguida cogió a El-que-posee-Tierra y lo alejó del ruido de los disparos. Había una mujer sentada a la orilla del río y, mientras se acercaban, Dos Cielos vio que se trataba de su hermana. Mujer Alta estaba cubierta de sangre, pero le dijo a Dos Cielos que no era suya, que mientras un soldado la estaba violando, una bala lo alcanzó en un costado.

Ella había logrado salir de debajo del cuerpo ensangrentado de él; el soldado había levantado una mano y le había pedido ayuda en su idioma, y ella había cogido una roca y lo había matado.

Mujer Alta había logrado contar su historia, pero no comprendió cuando Dos Cielos le dijo que su madre había muerto. El sonido de los gritos y los disparos parecían estar cada vez más cerca. Dos Cielos levantó en brazos a su hermano y condujo a su hermana a la maleza de la orilla, donde se escondieron. Mujer Alta no dijo una palabra, pero El que—posee—Tierra no interrumpió sus agudos berridos, y Dos Cielos tuvo miedo de que los soldados lo oyeran y se acercaran. Se abrió el vestido y acercó la boca del pequeño hasta su pecho aún no desarrollado. El pequeño pezón se agrandó con los tirones secos de los labios del niño, y ella lo estrechó con fuerza.

A medida que pasaban las horas, los disparos se hacían menos frecuentes y la agitación se apagaba. Las sombras del atardecer se habían alargado cuando ella oyó los pasos de una patrulla que se acercaba, y el bebé empezó a llorar de nuevo. Se le ocurrió que podía ahogar a El—que posee—Tierra para que ella y Mujer Alta pudieran sobrevivir. Pero en lugar de eso se limitó a esperar, y unos minutos después un muchacho blanco y delgado metió el mosquete entre las malezas y las hizo salir.

Mientras caminaban hacia el buque de vapor vieron por todas partes muertos a los que les faltaban las orejas o la cabellera. En la cubierta, los Cuchillos Largos habían reunido treinta y nueve mujeres y niños.

Todos los demás habían sido asesinados. El bebé seguía llorando, y un winnebago miró su rostro demacrado y su cuello herido.

—Pequeño canalla —dijo en tono desdeñoso.

Pero un soldado pelirrojo que llevaba dos galones amarillos en la manga azul de su uniforme mezcló azúcar y agua en una botella de whisky a la que ató un trapo. Arrancó el bebé de brazos de Dos Cielos y le dio a chupar la mezcla; luego se alejó con el pequeño, y con expresión satisfecha en el rostro. Dos Cielos intentó seguirlos, pero el winnebago se le acercó y le golpeó la cabeza con la mano haciéndole zumbar los oídos. El buque se alejó de la desembocadura del río avanzando entre los cadáveres flotantes de los sauk. Tuvieron que recorrer sesenta y cinco kilómetros río abajo para llegar a Prairie du Chien. En Prairie du Chien, ella, Mujer Alta y otras tres jóvenes sauk —Mujer de Humo, Luna y Pájaro Amarillo— fueron trasladadas fuera del barco hasta un carro. Luna era más joven que Dos Cielos. Las otras dos eran mayores, pero no tanto como Mujer Alta. No supo qué fue de los demás prisioneros sauk, y nunca volvió a ver a El-que-posee-Tierra.

El carro llegó a un puesto del ejército que luego aprendieron a llamar Fuerte Crawford, pero no entró; llevó a las jóvenes mujeres sauk cinco kilómetros más allá del fuerte, a una granja rodeada de dependencias y vallas. Dos Cielos vio campos arados y sembrados, y varias clases de animales que pastaban, y aves de corral. Dentro de la casa apenas pudo respirar porque el aire estaba viciado por el jabón áspero y la cera, un olor de santidad mookanonik que odió durante el resto de su vida. En la Escuela Evangélica para Niñas Indias tuvo que soportarlo durante cuatro años.

La escuela estaba dirigida por el reverendo Eduard Bronsun y por su hermana, la señorita Eva, ambos de mediana edad. Nueve años antes, bajo el patrocinio de la Sociedad Misionera de la ciudad de Nueva York, habían decidido internarse en el desierto y acercar a los indios paganos a Jesús. Habían iniciado la actividad de la escuela con dos niñas winnebago, una de las cuales era deficiente mental. Las mujeres indias habían resistido obstinadamente las repetidas invitaciones a trabajar los campos de los Bronsun, a cuidar su ganado, a encalar y pintar sus edificios, y a hacer las faenas domésticas. La inscripción de niñas sólo creció mediante la cooperación de las autoridades jurídicas y militares, y a la llegada de los sauk tenían veintiuna alumnas ceñudas pero obedientes que cuidaban una de las granjas mejor conservadas de la zona.

El señor Eduard, un hombre alto y delgado, con la calva llena de pecas, enseñaba a las niñas agricultura y religión, mientras la señorita Eva, una mujer corpulenta y de mirada glacial, les enseñaba cómo los blancos querían ver fregados los suelos, y lustrados los muebles y los objetos de madera. Los estudios de las alumnas se centraban en las faenas domésticas y en el incesante y duro trabajo agrícola, en aprender a hablar inglés, en olvidar su lengua y su cultura nativas y en rezar a dioses desconocidos. La señorita Eva, siempre sonriendo fríamente, castigaba infracciones tales como la pereza o la insolencia, o el empleo de una palabra india, utilizando varillas flexibles que cortaba del ciruelo de la granja.

Las otras alumnas eran winnebago, chippewa, illinois, kickapoo, iroquesas y potawatomi. Todas miraron a las recién llegadas con hostilidad, pero las sauk no les temían; al llegar juntas formaban una mayoría tribal, aunque el sistema del lugar intentaba anular esta ventaja. Lo primero que perdía cada niña nueva era su nombre indio. Los Bronsun consideraban que sólo había seis nombres bíblicos dignos de inspirar piedad a una conversa: Rachel, Ruth, Mary, Martha, Sarah y Anna.

Para evitar confusiones, dado que una elección tan limitada significaba que varias chicas compartían el mismo nombre, también le daban a cada alumna un número que sólo tenía validez cuando su poseedora abandonaba la escuela. Así, Luna se convirtió en Ruth Tres; Mujer Alta en Mary Cuatro; Pájaro Amarillo en Rachel Dos; y Mujer de Humo en Martha Tres. Dos Cielos era Sarah Dos.

No resultó difícil acostumbrarse. Las primeras palabras inglesas que aprendieron fueron “por favor” y “gracias”. Durante las comidas, todos los alimentos y bebidas eran denominados una vez, en inglés. A partir de entonces, las que no los pedían en inglés pasaban hambre. Las niñas sauk aprendían inglés rápidamente. Las dos comidas diarias principales eran maíz molido, pan de maíz y picadillo de raíces vegetales. La carne, que se servía en contadas ocasiones, estaba llena de grasa o era caza menor. Las chicas que habían pasado hambre siempre comían con ansia. A pesar de que el trabajo era duro, engordaban. Desapareció la mirada sombría de los ojos de Mujer Alta, pero de las cinco sauk ella era la que más probabilidades tenía de olvidarse y hablar la lengua del Pueblo, y por eso era castigada con frecuencia. A los dos meses de estar en la escuela, la señorita Eva oyó a Mujer Alta susurrar algo en la lengua de los sauk y la azotó cruelmente mientras el señor Eduard observaba.

Esa noche el señor Eduard fue hasta el oscuro dormitorio del desván y susurró a Mary Cuatro que tenía un bálsamo para untarle la espalda y quitarle el dolor. Hizo salir a Mujer Alta del dormitorio.

Al día siguiente, el señor Eduard le dio a Mujer Alta una bolsa de pan de maíz que ella compartió con las otras sauk. Después de eso, él solía acercarse al dormitorio por la noche para buscar a Mujer Alta, y las chicas sauk se acostumbraron a tener comida extra.

Al cabo de cuatro meses, Mujer Alta empezó a marearse por la mañana, y ella y Dos Cielos supieron, incluso antes de que se le notara en el vientre, que estaba embarazada.

Unas semanas más tarde, el señor Eduard enganchó el caballo a la calesa. La señorita Eva hizo subir con ella a Mujer Alta y se marcharon. La señorita Eva regresó sola y le dijo a Dos Cielos que su hermana había tenido mucha suerte. Le explicó que a partir de ese momento Mary Cuatro trabajaría en una elegante granja cristiana, al otro lado del Fuerte Crawford. Dos Cielos nunca volvió a ver a Mujer Alta.

Cuando Dos Cielos estaba segura de que se encontraban a solas, hablaba a las otras sauk en su lengua. Mientras quitaban los bichos de las patatas, les contaba las historias que Unión de Ríos le había contado a ella. Cuando desherbaban la remolacha, cantaba las canciones de los sauk, y mientras cortaban madera, les hablaba de Sauk-e-nuk y del campamento de invierno, y les recordaba las danzas y las fiestas, y los parientes vivos y muertos. Si ellas no respondían en su lengua, las amenazaba con golpearlas más fuerte que la señorita Eva. Aunque dos de las niñas eran más grandes y mayores que ella, no la desafiaron, y conservaron su antigua lengua.

Cuando ya llevaban allí casi tres años, llegó una alumna nueva, una muchacha siux. Se llamaba Ala Batiente, y era mayor que Mujer Alta.

Pertenecía al grupo de Wabashaw, y por la noche atormentaba a las sauk con historias de cómo su padre y sus hermanos habían esperado en la orilla opuesta del Masesibowi y habían matado y arrancado la cabellera a todos los sauk enemigos que habían logrado cruzar el río durante la matanza en la desembocadura del Bad Ax. A Ala Batiente le pusieron el nombre de Mujer Alta, Mary Cinco. Desde el principio el señor Eduard se encaprichó con ella. Dos Cielos soñaba con matarla, pero la presencia de Ala Batiente resultó afortunada porque al cabo de unos meses ella también estaba embarazada; tal vez Mary era un nombre adecuado para procrear.

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