Césares (70 page)

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Authors: José Manuel Roldán

Tags: #Histórico

BOOK: Césares
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Así, sólo unos meses después de la muerte de Nerón estallaba una encarnizada guerra civil. No era tanto un combate entre ciudadanos armados como un conflicto impulsado por soldados de profesión decididos a imponer a su general sobre el trono. No obstante, todavía la aclamación de Galba como sucesor de Nerón, aprobada por el Senado, pudo hacer creer que se había cumplido el ideal de la elección del príncipe por parte de la aristocracia.

Sergio Sulpicio Galba, rígido patricio, tradicional y austero, intentó, en los breves meses de su gobierno, ejercer este principado de inspiración senatorial, pero se atrajo de inmediato tanto la oposición de los pretorianos, al negarse a concederles el acostumbrado
donativum
, pretextando la desastrosa situación de las finanzas del Estado, como la del pueblo, con una innecesaria y dura represión contra los servidores y colaboradores de Nerón. Fue todavía más grave la actitud de los ejércitos del Rin: Galba, receloso del legado Verginio Rufo, a quien sus tropas habían intentado convencer para que aceptara el trono, decidió deponerlo; los soldados, enfurecidos, se negaron a prestar juramento de obediencia al príncipe y proclamaron emperador a su nuevo legado, Aulo Vitelio
[48]
.

Para asegurar su poder, Galba, de acuerdo con el Senado, decidió adoptar a uno de los últimos representantes de la nobleza senatorial, el incapaz Lucio Calpurnio Pisón, y, con ello, se atrajo también el rencor de su viejo aliado Otón, que había contado con ser el elegido. No le fue difícil a Otón, que había reunido en torno a su persona a los partidarios de Nerón, convencer a los excitados pretorianos para que asesinaran a Galba y lo proclamaran emperador (15 de enero de 69). El Senado se plegó a la decisión de la guardia y otorgó a Otón los poderes imperiales, pero no lo aceptó, en cambio,Vitelio, lo que significaba el comienzo de una guerra civil, una guerra en la que todavía iba a insertarse un contendiente más, elegido por los ejércitos de la parte oriental del imperio, Tito Flavio Vespasiano.

La tentativa de Otón había tenido, en cierto modo, un carácter todavía urbano y palaciego. Vitelio y Vespasiano venían al frente de sus respectivas legiones: uno de Occidente, el otro de Oriente. Como cien años antes, dos ejércitos enfrentados iban a dirimir la disputa por el poder. Al final pudo imponerseVespasiano, poniendo fin a la crisis. Una crisis rápida, que en apenas año y medio pasó de la desaparición de Nerón a la entronización de una nueva dinastía, la Flavia, pero de una intensidad sólo parangonable a la que, con la victoria de Augusto en Accio, había dado origen al sistema del principado.

Contamos con un dramático relato de ese trágico año 69 en las Historias de Tácito, un largo epílogo a la crónica de la dinastía julio-claudia, de Tiberio a Nerón, ofrecida por el historiador en sus
Anales
. Pero, como todo final en la historia, el epílogo del año 69 no es sino el principio de un nuevo capítulo de la historia de Roma, que habría de escribir la nueva dinastía de los Flavios. No parece, pues, superfluo acabar también nues tro discurso con un resumen de los acontecimientos que sirven de sangriento puente entre la dinastía agotada y ésta, que emerge de otra guerra civil.

El año de los cuatro emperadores

C
uando Otón, finalmente, accedió al poder, intentó una política de conciliación, que no satisfizo a nadie: recompensó generosamente a los pretorianos, proclamó ante el Senado sus propósitos de restablecer el orden y el equilibrio, puso al frente de las oficinas de la administración central a personajes del orden ecuestre, en lugar de libertos, y se presentó ante el pueblo como restaurador del «
Neronismo
»: volvieron a levantarse las estatuas de Nerón y se reemprendieron los trabajos de la
domus
Aurea.

PeroVitelio ya había enviado en dirección a Italia dos cuerpos de ejército, cuyo avance victorioso le atrajo la adhesión de buen número de pueblos galos y el reconocimiento de las restantes fuerzas militares estacionadas en Occidente, que veían en Otón sólo al heredero de Nerón, apoyado por los pretorianos. Otón, por su parte, sin esperar la reacción de los ejércitos de Oriente, acudió con las tropas de Roma al encuentro de los vitelianos. En el valle del Po, en Bedriacum, cerca de Cremona, Otón, derrotado, se quitó la vida (abril de 69). Los sesenta mil soldados de Vitelio, superado el obstáculo, continuaron su marcha, arrasando y saqueando a su paso campos y ciudades de Italia, como si se tratase de un territorio de conquista. Roma, finalmente, fue ocupada por un ejército indisciplinado y ávido de botín, a cuyos desmanes el nuevo emperador no opuso serios impedimentos.

El gobierno de Vitelio no fue muy diferente al de su predecesor, Otón. Presentándose ante el Senado como el vengador de Galba, descargó su rencor contra la guardia pretoriana, cuyos efectivos fueron reemplazados por soldados de su ejército de Germania. Su abierta política
Neroniana
, corrupta y populista, la violenta represión de sus oponentes y los favores dispensados a las tropas del Rin, a las que debía el trono, inclinaron contra Vitelio a los ejércitos de Oriente y del Danubio, que se habían mantenido hasta ahora a la expectativa.

El prefecto de Egipto,Tiberio Alejandro, de acuerdo con el gobernador de Siria, Licinio Muciano, proclamó emperador a Tito Flavio Vespa siano, el general que Nerón había enviado para reprimir la sublevación judía (1 de julio de 69). Muy pronto, las otras provincias orientales, los estados clientes y el ejército del Danubio se sumaron al pronunciamiento, gracias a la actividad diplomática de Tito, el hijo mayor de Vespasiano. Mientras Muciano se ponía en marcha hacia Occidente, el ejército del Danubio, dirigido por Antonio Primo y Petilio Cerial, ya marchaba sobre Italia en nombre del pretendiente. Una vez más en pocos meses, la Italia septentrional sería el escenario de la lucha por el poder. No muy lejos de donde unos meses antes había sido derrotado Otón, también cerca de Cremona, las desmoralizadas tropas enviadas por Vitelio se dejaron vencer, mientras en Roma la guardia germana, fiel al emperador, sofocaba en sangre los desórdenes promovidos por los agentes de Vespasiano. Finalmente, la ciudad fue tomada al asalto por las tropas de Primo y Cerial, y Vitelio era brutalmente asesinado (diciembre del año 69). El Senado se apresuró a reconocer aVespasiano como emperador, mientras Muciano, llegado de Siria, restablecía el orden en Roma y se encargaba de la dirección del gobierno en nombre del nuevo príncipe.

No obstante, aún era necesario resolver dos focos de rebelión, surgidos en sendos ámbitos del imperio en los años precedentes. En el Rin, un jefe bátavo, julio Civil, se aprovechó de la debilidad de los efectivos de ocupación para rebelarse contra Roma. Con el apoyo de sus compatriotas y de otras tribus galas, logró apoderarse de los campamentos romanos de la zona y atraerse las simpatías de los germanos libres de la orilla derecha del río, que, unidos al rebelde, proclamaron un «imperio de las Galias». Pero la heterogénea coalición de bátavos, galos y germanos sólo fue un elemento de desunión. En Reims, la asamblea de ciudades galas decidió permanecer fiel al imperio romano. Muciano envió a la zona, con ocho legiones, a Petilio Cerial, que, con una hábil mezcla de energía y espíritu conciliador, deshizo finalmente la coalición, obligando a Civil a huir al otro lado del Rin. Poco después se restablecía el orden en la frontera.

Mientras, en Judea, Vespasiano dejó el mando de las operaciones a su hijo Tito. Aunque el país había sido ya sometido, los últimos rebeldes se hicieron fuertes en Jerusalén, que fue tomada al asalto, el año 70, tras un duro asedio. La ciudad fue destruida y el Templo, incendiado. Los judíos que no fueron asesinados o vendidos como esclavos iniciaron un nuevo exilio. Sólo resistieron algunas plazas, en los alrededores del mar Muerto, como la de Masada, cuyos defensores prefirieron suicidarse antes de caer en poder de los romanos.

Así, cuando Vespasiano llegaba a Roma, en octubre del 70, estaban restablecidos en el imperio el orden y la paz. Con su llegada al poder se cerraba el grave período de crisis, que, por primera vez, había puesto en tela de juicio el régimen fundado por Augusto. Los sucesivos «pronunciamientos» de las fuerzas militares estacionadas en las provincias para imponer a sus respectivos comandantes evidenciaron el múltiple juego de conflictos e intereses contrapuestos en la vida del imperio: en el ejército, soldados de elite urbanos contra legionarios italianos de extracción rural; en la sociedad, estamento senatorial y burguesía acomodada frente a libertos, negociantes y plebe; en el ámbito imperial, provincias occidentales frente a las de Oriente. Los efimeros sucesores de Nerón habían subido al poder apoyándose en grupos de intereses parciales y distintos, y favoreciéndolos: Galba, los del Senado; Otón, los de las masas populares; Vitelio, los del ejército del Rin.

Con Vespasiano, un representante de la burguesía municipal italiana, ajeno a la vieja aristocracia romana, se iba a manifestar por vez primera la fuerza, tradicional y renovadora al mismo tiempo, de una nueva clase dirigente surgida al servicio del principado. En esa fuerza iba a apoyar el nuevo príncipe su gobierno, como elemento integrador para llevar a cabo la necesaria y urgente restauración del régimen político, la paz social y el bienestar y la seguridad del imperio.

En efecto, la familia de Tito Flavio Vespasiano era originaria de Reate, en la Sabina. Sólo con su padre, incluido en el orden ecuestre, había iniciado una promoción social, que permitió a Vespasiano cumplir una larga carrera en los cuadros de la administración y del ejército hasta recibir, con el gobierno de Judea, el encargo de dirigirla guerra contra los judíos. Prudente y honrado, realista y enérgico, emprendió tras la subida al poder un programa de restauración del Estado desde la óptica conservadora y tradicional de la burguesía municipal itálica, lentamente promocionada a lo largo del principado y deseosa de una seguridad que sirviera a su bienestar económico y social. La restauración de Vespasiano, tras el turbio período de enfrentamientos militares, con muchos de los rasgos propios de una guerra civil, incluía una múltiple actividad en los campos de la política, la administración, las finanzas, el ejército y el mundo provincial.

Pero, ante todo, los diferentes experimentos de gobierno, abortados en vertiginosa sucesión tras la muerte de Nerón, exigían una redefinición del poder imperial para asegurar la autoridad del príncipe en Roma, Italia y el imperio. Vespasiano, partiendo del modelo de Augusto, decidió institucionalizar este poder con la intención de hacerlo legalmente absoluto, prescindiendo de las ambigüedades que hasta ahora lo habían disfrazado con viejas formas republicanas.

Una de las primeras medidas del nuevo emperador fue la promulgación de la llamada «ley sobre la autoridad de Vespasiano» (
lex de imperio Vespasiani
), de la que conservamos un fragmento, que investía formalmente del poder al emperador, fijando sus límites. En ella, se le conferían en bloque, «por la voluntad del pueblo», el
imperium
proconsular y la potestad tribunicia, que constituían desde Augusto los pilares del poder, con otras prerrogativas y privilegios, destinados a convertirlo de facto en absoluto.A partir de Vespasiano, la designación oficial del emperador será la de
imperator
Caesar
Augustus
, como sucesor del primer Augusto, tal como presentaba aVespasiano explícitamente la ley. Pero, como Augusto, el nuevo emperador también quiso solucionar el difícil problema de la transmisión del poder para darle mayor estabilidad, con la voluntad explícita de fundar una dinastía, proclamando como herederos del principado a sus hijos: el mayor, Tito, fue asociado al trono como coadjutor del emperador, con plenos poderes; el menor, Domiciano, aunque sin poderes efectivos, recibió los títulos de César y «Príncipe de la Juventud», como sucesor designado.

Pero, también como Augusto, Vespasiano fracasó en el intento. Tras el brevísimo reinado de Tito, Domiciano quiso, al igual que Calígula y Nerón, acentuar el despotismo monárquico por encima de las reglas con las que el propio Vespasiano había acotado su poder, y, también como ellos, fue eliminado. La
domus
Flavia
desaparecía así apenas en un cuarto de siglo. Una de esas paradojas en las que se recrea la historia hizo que fuera su sucesor, Cocceyo Nerva, el complaciente jurisconsulto que tan buenos servicios había prestado a Nerón, quien —es cierto que de forma obligada— encontrara la fórmula para dar estabilidad al imperio en los siguientes cien años. Privado de descendencia directa, hubo de adoptar y designar como sucesor a uno de los mejores generales del imperio, el hispano Marco Ulpio Trajano, que devolvió la estabilidad al Estado (enero de 98). Frente al principio dinástico basado en la sangre, que tanto dolor le había costado a Roma, la «adopción del mejor», que todavía se repitió en los reinados sucesivos, aseguró un largo período de paz y prosperidad al imperio romano. Tácito, que redactó su obra histórica precisamente durante el reinado de Trajano, lo comprendió bien, al poner en boca de Galba, al hilo de su relato sobre la efímera adopción de Pisón, las siguientes palabras, que realmente reflejaban la pésima opinión del historiador sobre el principio dinástico:

Bajo Tiberio y Ca
Yo, Claudio
y Nerón hemos sido poco menos que el patrimonio de una familia. Por libertad se tendrá el que empecemos a ser elegidos. Con el fin de la casa de los julio-claudios la adopción se encargará de encontrar el mejor, pues nacer hijo de príncipes es un azar y ningún tribunal se detiene a examinar más. La adopción, en cambio, requiere juicio íntegro y, si estás dispuesto a elegir, el consenso es una señal… Aquí no pasa como en los pueblos que tienen rey, donde no hay duda de cuál es la casa de los amos y todos los demás son esclavos: tu gobierno habrá de ser sobre hombres que no pueden tolerar ni completa esclavitud ni completa libertad.

CRONOLOGÍA

100 a.C
- Nacimiento de Julio César.

82-79 a.C
- Dictadura de Sila y restauración de la república.

79 a.C
- Sila depone la dictadura y se retira a Campania.

78 a.C
- Muerte de Sila. Rebelión del cónsul Lépido en Etruria.

80-72 a.C
- Guerra de Sertorio en Hispania.

74 a.C
- Campaña de Marco Antonio contra los piratas.

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