Casa capitular Dune (35 page)

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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Casa capitular Dune
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—¿Quién nos dirá lo que va a ocurrir a continuación? —pregunta.

¿Es eso lo que quieres saber, Rabino? No te gustará lo que vas a oír. Te lo garantizo. Por el momento el oráculo habla de que tu futuro es igual a tu pasado. Cómo bostezarás en tu aburrimiento. Nada nuevo, nunca. Todo viejo en este instante de revelación.

—¡Pero no es eso lo que yo deseaba! —puedo oírte decir.

Nada de brutalidad, nada de salvajismo, ninguna tranquila felicidad ni explosiva alegría puede llegarte inesperadamente. Como un tren tubo alejándose en esta gusanera, tu vida tomará velocidad hasta su momento final de confrontación. Como una polilla en el vagón, agitarás tus alas contra los lados y le pedirás al Destino que te deje salir. «¡Permite que el tubo emprenda un mágico cambio de dirección! ¡Permite que pase algo nuevo! ¡No dejes que las terribles cosas que he visto venir ocurran!».
Bruscamente, vio que aquello tenía que haber sido obra de Muad’Dib. ¿A quién había lanzado sus plegarias?

—¡Rebecca! —Era el Rabino, llamándola.

Se dirigió hacia donde estaba él ahora, al lado de Joshua, contemplando el oscuro mundo de afuera de su cámara tal como era revelado en la pequeña proyección encima de los instrumentos de Joshua.

—Está viniendo una tormenta —dijo el Rabino—. Joshua piensa que convertirá en cemento el foso de cenizas.

—Eso es bueno —dijo ella—. Es por eso por lo que la construimos aquí y dejamos que volvieran a cubrirla cuando entramos.

—¿Pero cómo lo haremos para salir?

—Tenemos herramientas para eso —dijo ella—. Y aún sin herramientas, siempre tenemos nuestras manos.

Capítulo XXIV

Un importante concepto guía a la Missionaria Protectiva: la instrucción de las masas con finalidades concretas. Esto se halla firmemente asentado en nuestra creencia de que el objetivo de cualquier discusión debe ser el cambiar la naturaleza de la verdad. En tales asuntos, preferimos la utilización del poder antes que el de la fuerza.

La Coda

Para Duncan Idaho, la vida en la no-nave había adquirido el aspecto de un juego peculiar desde el advenimiento de su visión y sus intuiciones acerca del comportamiento de una Honorada Matre. La entrada de Teg en el juego era un movimiento de diversión, no sólo la introducción de otro jugador.

Aquella mañana se detuvo al lado de su consola y reconoció en aquel juego elementos paralelos a los de su propia infancia ghola en el Alcázar Bene Gesserit de Gammu, con el viejo Bashar como maestro de armas-guardián.

Educación.

Esa había sido una preocupación primaria entonces, del mismo modo que lo era ahora. Así como las guardianas, muy discretas en la no-nave pero siempre allí, como lo habían estado en Gammu. O los omnipresentes dispositivos espía, diestramente camuflados y fundidos con la decoración. Se había convertido en un experto en evadirlos en Gammu. Aquí, con la ayuda de Sheeana, había elevado la evasión a un refinado arte.

La actividad a su alrededor estaba reducida a un ligero fondo. Las guardianas no llevaban armas. Pero eran en su mayor parte Reverendas Madres con unas cuantas acólitas de último grado. No creían que necesitaran armas.

Algunas cosas en la no-nave contribuían a una ilusión de libertad, principalmente su tamaño y complejidad. La nave era grande, sin poder determinar hasta qué punto, aunque tenía acceso a muchas cubiertas y corredores que se prolongaban por más de un millar de pasos.

Tubos y túneles, accesos que lo llevaban sobre conductos a suspensor, ascensores y caídas, pasillos convencionales y amplios corredores con esclusas que siseaban al abrirse al tacto (o permanecían selladas:
¡Prohibido!
)… todo era un lugar que mantener en la memoria, empezando allí en su propio césped, exclusivo para él de una forma completamente distinta de la que lo era para sus guardianas.

La energía requerida para hacer descender la nave hasta el planeta y mantenerla en él hablaba de un importante compromiso. La Hermandad no podía calcular el coste de una forma normal. El contador del tesoro de la Bene Gesserit no trabajaba simplemente con cifras monetarias. No con solares u otras monedas semejantes. Sus cuentas eran contabilizadas en gente, en alimentos, en pagos que se extendían a veces por milenios, en pagos a menudo en especies… tanto materiales como lealtades.

¡Paga, Duncan! ¡Te están presentando su factura!

Esta nave no era solamente una prisión. Había considerado varias proyecciones Mentat. Primero: era un laboratorio donde las Reverendas Madres buscaban una forma de anular la habilidad de una no-nave de confundir los sentidos humanos.

El tablero de juego de una no-nave… un refugio y un rompecabezas. ¿Todo ello para confinar a tres prisioneros? No. Tenía que haber otras razones.

El juego poseía reglas secretas, algunas de las cuales solamente podía suponer. Pero se había sentido tranquilizado cuando Sheeana había penetrado en el espíritu de todo aquello.
Sabía que ella había de tener sus propios planes. Resultaba obvio cuando empezó a practicar las técnicas de las Honoradas Matres. ¡Puliendo a mis aprendices!

Sheeana deseaba información íntima acerca de Murbella y de mucho más… sus recuerdos de gente que él había conocido en sus muchas vidas, especialmente recuerdos del Tirano.

Y yo deseo información acerca de la Bene Gesserit.

La Hermandad lo mantenía con una actividad mínima. Frustrándole a incrementar sus habilidades Mentat. Él no estaba en el corazón de aquel gran problema que sentía fuera de la nave. Incitantes fragmentos llegaban hasta él cuando Odrade le daba atisbos de sus preocupaciones a través de sus preguntas.

¿Suficiente para ofrecer nuevas premisas? No sin acceso a los datos que su consola se negaba a desplegar.

¡Era también su problema, malditas fueran! Estaba en una caja dentro de su caja. Todos estaban atrapados.

Odrade había permanecido al lado de su consola una tarde, haría una semana o así, y le había asegurado imperturbable que las fuentes de datos de la Hermandad estaban «completamente abiertas» para él. Allí mismo había permanecido, de espaldas contra la mesa, ligeramente apoyada en ella, los brazos cruzados sobre su pecho. Su parecido al Miles Teg adulto era a veces misterioso. Incluso aquella necesidad (¿era una compulsión?) de permanecer de pie mientras hablaba. También le disgustaban las sillas-perro.

Él sabía que poseía una comprensión muy aleatoria de los motivos y los planes de ella. Pero no confiaba en ellos. No después de Gammu.

Añagaza y cebo. Así era como lo habían utilizado. Tenía suerte de no haber seguido el mismo camino que Dune… un cascarón muerto. Consumido por la Bene Gesserit.

Cuando empezaba a agitarse de esta forma, Idaho prefería desplomarse en la silla ante su consola. A veces permanecía sentado durante horas, inmóvil, con su mente intentando encuadrar complejidades de los poderosos recursos de datos de la nave. El sistema podía identificar a cualquier humano en ella.
De modo que posee monitores automáticos.
Tenía que saber quién estaba hablando, haciendo peticiones, asumiendo el mando temporal.

Los circuitos de vuelo desafían mis intentos de romper sus cerrojos. ¿Desconectados?
Eso era lo que decían sus guardianas. Pero la forma que tenía la nave de identificar a quien pulsaba los circuitos… sabía que la clave estaba allí.

¿Podría ayudar Sheeana? Era una apuesta peligrosa confiar demasiado en ella. A veces, cuando ella lo observaba ante su consola, le recordaba a Odrade.
Sheeana fue una estudiante de Odrade.
Ese era un recuerdo desembriagador.

¿Cuál era su interés en cómo utilizaba él los sistemas de la nave? ¡Como si necesitara preguntar!

Durante aquel tercer año allí había conseguido que el sistema ocultara datos sólo para él, haciéndolo con sus propias claves. Para frustrar a los atentos com-ojos, ocultó sus acciones a plena vista. Obvias inserciones para recuperación posterior, pero con un segundo mensaje cifrado. Fácil para un Mentat, y útil principalmente como un truco, explorando los potenciales de los sistemas de la nave. Había metido sus datos en un curso al azar, dejándolos a sus propios medios y sin esperanzas de recuperación.

Bellonda sospechó, pero cuando le preguntó al respecto él simplemente sonrió.

Oculto mi historia, Bell. Mis vidas seriales como ghola… todas ellas, hasta el no-ghola original. Cosas íntimas que quiero recordar acerca de esas experiencias: un lugar donde vaciar mis memorias más intensas.

Sentado ahora ante la consola, experimentó sentimientos entremezclados. El confinamiento lo amargaba. No importaba el tamaño y la riqueza de su prisión, seguía siendo una prisión. Había sabido durante algún tiempo que muy probablemente podría escapar, pero Murbella y su creciente conocimiento acerca del gran problema lo retenían. Se sentía tanto un prisionero de sus pensamientos como del elaborado sistema representado por las guardianas y aquel monstruoso utensilio. La no-nave era un utensilio, por supuesto. Una herramienta. Una forma de moverse sin ser visto en un peligroso universo. Un medio de ocultarte tú y tus intenciones incluso de los buscadores prescientes.

Con los acumulados talentos de muchas vidas, miró a su alrededor a través de una pantalla de sofisticación e ingenuidad. Los Mentats cultivaban la ingenuidad. Pensando, averiguabas algo que era una forma segura de cegarte. No era el crecer lo que lentamente aplicaba frenos al aprender (a los Mentats se les enseñaba), sino una acumulación de «cosas que sé».

Nuevas fuentes de datos que la Hermandad le había abierto (si podía confiar en ellas) planteaban preguntas. ¿Cómo estaba organizada la oposición a las Honoradas Matres en la Dispersión? Obviamente había grupos (vacilaba en llamarlos poderes) que perseguían a las Honoradas Matres de la misma forma que las Honoradas Matres perseguían a las Bene Gesserit. También las mataban, si uno aceptaba la evidencia de Gammu.

¿Futars y Adiestradores? Efectuó una Proyección Mentat: una rama colateral tleilaxu en la primera Dispersión se había dedicado a la manipulación genética. Aquellos dos que había visto en su visión, ¿eran los que habían creado a los Futars? ¿Podían aquella pareja ser Danzarines Rostro? ¿Independientes de los Maestros tleilaxu? No todo era singular en la Dispersión.

¡Maldita sea! Necesitaba acceso a más datos, a fuentes poderosas. Sus fuentes actuales no eran ni siquiera remotamente adecuadas. Aquella consola, una herramienta con finalidades limitadas, podía ser adaptada a más amplias exigencias, pero sus adaptaciones cojeaban. ¡Necesitaba dar zancadas de Mentat!

Me obligan a cojear, y esto es un error. ¿No confía Odrade en mí? ¡Ella es una Atreides, maldita sea! Sabe lo que le debo a su familia.

¡Más de una vida, y la deuda nunca ha sido pagada!

Sabía que estaba impacientándose. Tenía la sensación de que no había nada en absoluto de interés en la nave. Fuera. Ahí era donde debía dirigir su atención.

Nunca le dejarían salir. Su mezcla de genes de Siona y no-Siona les preocupaba. Lo notaba en las extrañas formas en que lo empleaban. Ocasionalmente, era llamado para dar conferencias a grupos de acólitas y Reverendas Madres. No creía que esas conferencias revelaran cosas nuevas y sorprendentes acerca de las Honoradas Matres y sus técnicas sexuales. Todo aquello no era más que fachada, una representación.

—Este es nuestro ghola-Mentat domesticado. ¡Observad como actúa!

¿Cómo seleccionaban a sus audiencias? ¿Designando a las asistentes? ¿O simplemente poniendo un anuncio?
«El Mentat dará esta noche una conferencia sobre eso y eso otro. Todas aquellas que estén interesadas pueden asistir. Den su nombre a la Censora X para facilitar las previsiones del número de asientos.

La asistencia variaba. A veces eran solamente diez o doce. En una ocasión se encontró ante una audiencia de más de un millar. Se habían visto obligados a celebrar la conferencia en la Gran Cala.

Se sentía aún impaciente. De pronto, su mente se encerró en aquello. ¡Un Mentat impacientándose! Una señal de que permanecía de pie al borde de un descubrimiento importante.
¡Una Proyección Vital!
¿Algo que no le habían dicho acerca de Teg?

—¡Preguntas! Se sentía flagelado por una serie de preguntas sin respuesta.

¡Necesito perspectiva!
No necesariamente un asunto de distancia. Podías ganar perspectiva desde dentro si tus preguntas llevaban consigo unas cuantas distorsiones.

Sintió que en algún lugar en las experiencias Bene Gesserit (quizá incluso en los celosamente guardados Archivos de Bell) había algunas de las piezas que faltaban. ¡Bell apreciaría aquello! Un compañero Mentat debía saber de la excitación de un tal momento. Sus pensamientos eran como teselas, todas ellas a mano y listas para encajar formando un mosaico. No era un asunto de soluciones.

Podía oír a su primer maestro Mentat, las palabras resonando en su mente:

—Ensambla tus preguntas en equilibrio y arroja tus datos temporales a un lado de la escala o al otro. Las soluciones desequilibran cualquier situación. Los desequilibrios revelan lo que buscas.

¡Sí! Conseguir desequilibrios con preguntas sensibilizadas era un acto de malabarismo Mentat.

¿Dónde estaban las piezas que faltaban? Tal vez lo que necesitaba pudiera encontrarse en el folklore de la Bene Gesserit, si sabía buscarlo. Ese «¡Oh, por cierto!» que los humanos iban recopilando como de pasada.

Algo que había dicho Murbella la noche antes… ¿Qué? Estaban en la cama. Recordaba haber mirado la hora proyectada en el techo: las 9:47. Y había pensado:
Esa proyección gasta energía.

Casi podía sentir el fluir de la energía de la nave, ese gigantesco recinto desgajado del Tiempo. Maquinaria sin fricción para crear una presencia mimética que ningún instrumento podría distinguir del entorno natural. Excepto por ahora cuando estaba a la expectativa, escudada no de los ojos sino de la presciencia.

Murbella a su lado: otro tipo de energía, conscientes ambos de la fuerza que intentaba juntarlos. ¡La energía necesaria para suprimir ese magnetismo mutuo! La atracción sexual construyendo y construyendo y construyendo.

Murbella hablando.
Sí, eso era. Extrañamente autoanalítica. Enfocaba su nueva vida con una nueva madurez, una consciencia Bene Gesserit realzada y la confianza de que algo de una gran fuerza estaba desarrollándose en ella.

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