Campeones de la Fuerza (2 page)

Read Campeones de la Fuerza Online

Authors: Kevin J. Anderson

BOOK: Campeones de la Fuerza
11.02Mb size Format: txt, pdf, ePub

Furgan sintió que un escalofrío de excitación recorría todo su cuerpo al ver confirmadas sus sospechas. ¡Si lograba adueñarse del
Triturador de Soles
y del bebé Jedi, entonces tendría a su disposición un poder muy superior al de cualquiera de los señores de la guerra que se enfrentaban continuamente en los Sistemas del Núcleo! Carida quizá llegaría a convertirse en el centro de un nuevo y floreciente Imperio..., en el que Furgan podría controlarlo todo en calidad de regente.

—Lanzaremos un ataque a gran escala para dejar inutilizada su nave mientras el piloto del
Triturador de Soles
está distraído esperando recibir noticias de su hermano —dijo—. No podemos permitir que una oportunidad semejante se nos escurra entre los dedos.

Kyp permanecía con la mirada fija en el cronómetro del
Triturador de Soles
, y se iba irritando un poco más ante el transcurrir de cada nuevo intervalo de tiempo indicado por su tictac. Si no fuese porque todavía no había perdido toda esperanza de averiguar qué había sido de Zeth, Kyp ya habría lanzado uno de los cuatro torpedos de resonancia que le quedaban hacia el sol de Carida, y se habría alejado después a toda velocidad para ver cómo el sistema estallaba, difundiendo el calor abrasador y la blanca luz cegadora que acompañarían a su conversión en supernova.

La imagen del oficial de comunicaciones de Carida apareció ante él con un estallido de estática.

—Carida al piloto del
Triturador de Soles
—dijo con expresión un tanto contrita, pero con voz firme y segura de sí misma—. ¿Es usted Kyp Durron, hermano de Zeth, que fue reclutado en la colonia del planeta Deyer?

El oficial habló despacio y sin apresurarse, articulando cada palabra con innecesaria precisión.

—Ya les he dado esa información —replicó Kyp—. ¿Qué han averiguado?

La imagen del oficial de comunicaciones pareció desenfocarse levemente.

—Lamentamos informarle de que su hermano no sobrevivió a la fase inicial del adiestramiento militar. Nuestros ejercicios son muy rigurosos, y han sido concebidos para eliminar a todos los aspirantes salvo a los mejores.

Kyp sintió un rugido tan ensordecedor como el de un río desbordado retumbando en sus oídos. Había esperado la noticia, pero escuchar la confirmación de sus peores temores hizo que la desesperación se adueñara de él.

—¿Cuáles...? ¿Cuáles fueron las circunstancias de su muerte? —logró preguntar.

—Un momento —dijo el oficial de comunicaciones. Kyp esperó y esperó—. él y su equipo se vieron sorprendidos por una repentina tempestad de nieve durante un recorrido de supervivencia en una zona montañosa. Parece ser que murió congelado. Existen algunas indicaciones de que se sacrificó heroicamente para que otros miembros de su equipo pudieran sobrevivir. Tengo todos los detalles en un fichero, y si lo desea puedo transmitírselo.

—Sí, envíeme todos los datos que tenga —dijo Kyp con la boca reseca.

Un recuerdo de su hermano surgió bruscamente en su memoria —dos chicos que lanzaban al agua botecillos hechos con juncos y contemplaban cómo se iban alejando a la deriva hacia las ciénagas—, y se confundió de repente con la expresión que había visto en el rostro de Zeth cuando los soldados de las tropas de asalto irrumpieron en su casa y se lo llevaron a rastras.

—La transmisión exigirá unos momentos —dijo el oficial de comunicaciones.

Kyp contempló cómo los datos iban desfilando por sus pantallas. Pensó en Exar Kun, el antiguo Señor del Sith que le había revelado la existencia de muchas cosas que el Maestro Skywalker se negaba a enseñar. La noticia de la inevitable muerte de Zeth había cortado las últimas y ya muy debilitadas fibras de prudencia y control de sí mismo que seguían reteniendo a Kyp. A partir de entonces, ya nada podría detenerle.

No tendría ninguna compasión de Carida, el planeta asesino. Kyp arrancaría aquel espino imperial clavado en el costado de la Nueva República, y después se dedicaría a acabar con los grandes señores de la guerra imperiales que estaban reuniendo sus fuerzas cerca del núcleo de la galaxia.

Esperó a que los archivos del expediente de Zeth acabaran de quedar grabados en la memoria del
Triturador de Soles
. Necesitaría mucho tiempo para asimilar todas aquellas palabras y para imaginar hasta el último detalle de la vida de su hermano, aquella vida que habrían debido compartir...

Y de repente un grupo de cuarenta cazas TIE en formación de combate emergió del delgado velo de la atmósfera de un punto de la curvatura planetaria y avanzó rugiendo hacia él. Veinte cazas más surgieron del extremo opuesto del horizonte en una maniobra de pinzas. ¡La transmisión del expediente de Zeth no había sido más que un truco para ganar tiempo y mantenerle distraído mientras los caridanos lanzaban un ataque contra él!

Kyp no sabía si debía sentir diversión o irritación. Una hosca sonrisa aleteó en sus labios durante un momento y se esfumó enseguida.

Los cazas TIE llegaron a toda velocidad, disparando un diluvio de rayos verdosos que pretendía ser una devastadora andanada láser. Kyp oyó los golpes ahogados de los haces de energía al chocar con el casco del
Triturador de Soles
, pero su armadura cuántica especial era capaz de soportar incluso el impacto directo de la batería turboláser de un Destructor Estelar.

Un piloto se puso en contacto con Kyp.

—Le tenemos rodeado —dijo—. No puede escapar.

—Lo siento mucho, pero se me han acabado las banderas blancas —replicó Kyp.

Después utilizó sus sensores para seguir el rastro de la transmisión y averiguar de qué caza TIE había procedido el mensaje. Centró las miras de sus cañones láser defensivos y lanzó una ráfaga que dio de lleno en el panel solar de la nave. El caza TIE estalló convirtiéndose en una flor de llamas blancas y anaranjadas.

Los otros cazas replicaron al ataque. Kyp volvió a centrar las miras de sus cañones defensivos y seleccionó cinco víctimas. Logró acertar a tres.

Después utilizó la extremada movilidad del
Triturador de Soles
para salir disparado hacia arriba, elevándose una fracción de segundo antes de que los cazas TIE supervivientes devolvieran el fuego a través de las explosiones en rápida expansión de su primera ronda de víctimas. Kyp dejó escapar una carcajada al ver cómo dos cazas se aniquilaban el uno al otro en el fuego cruzado.

El muro de ira se fue haciendo cada vez más sólido y alto en su interior, y aumentó todavía más sus reservas de poder. Los caridanos habían recibido muchas más advertencias de las que se merecían.

Kyp había emitido su ultimátum, y Furgan había enviado naves de ataque contra él.

—Éste ha sido vuestro último error —dijo.

Los cazas TIE siguieron disparando, fallando con mucha más frecuencia de la que acertaban. Los haces láser rebotaban en el blindaje del
Triturador de Soles
sin causar ningún daño. Los pilotos no parecían saber cómo centrar sus miras y disparar adecuadamente. Probablemente se habían pasado todo el tiempo practicando en cámaras de simulación sin haber librado ni una sola batalla espacial de verdad. Kyp confiaba en la Fuerza, no en las simulaciones de combate.

Devolvió el fuego aniquilando otra nave, pero acabó decidiendo que continuar el combate sólo sería un desperdicio de su tiempo. Tenía un objetivo mucho mayor del que ocuparse. Dos interceptores TIE empezaron a perseguirle a toda velocidad cuando salió de la órbita planetaria, y Kyp fijó un curso que llevaría el
Triturador de Soles
hasta la estrella que brillaba en el corazón del sistema.

El único daño que podían llegar a causar al
Triturador de Soles
sería la destrucción de sus diminutas torretas láser. Las fuerzas de Daala habían conseguido dejar inutilizado el armamento exterior del
Triturador de Soles
en el pasado, pero los ingenieros de la Nueva República lo habían reparado.

Otro caza TIE alcanzado despidió chorros de atmósfera congelada al estallar. Kyp atravesó la nube de restos con la velocidad del rayo y siguió avanzando hacia el sol. Los cazas imperiales sobrevivientes empezaron a perseguirle sin dejar de disparar ni un instante. Kyp no les prestó ninguna atención.

Su mente repasaba una y otra vez las imágenes de Zeth, y se imaginaba a su hermano helándose poco a poco, agonizando sin ninguna esperanza de sobrevivir en un ejercicio de adiestramiento de un ejército al que nunca había querido unirse. La única forma de cauterizar aquel recuerdo que Kyp tenía a su alcance era limpiar todo el planeta con el fuego, un fuego que sólo el
Triturador de Soles
podía crear.

Conectó los sistemas de disparo de sus torpedos de resonancia. El proyectil de alta energía sería expulsado mediante una descarga plasmática de forma oval emitida por el generador toroidal instalado en el extremo del
Triturador de Soles
.

La vez anterior Kyp había disparado los torpedos contra estrellas supergigantes dentro de una nebulosa. El sol de Carida era una estrella amarilla que no tenía nada de particular, pero aun así el
Triturador de Soles
provocaría una reacción en cadena dentro de su núcleo.

Kyp siguió avanzando hacia la bola llameante de fuego amarillo y las protuberancias parpadeantes que brotaban de la cromosfera de la estrella. Células de convección en perpetuo hervor impulsaban nudos de gases calientes hacia la superficie, donde se enfriaban y volvían a hundirse lentamente en los torbellinos de las profundidades. Los puntos oscuros de las manchas solares destacaban como granos sobre el resplandor de la estrella, y Kyp escogió uno y empezó a guiarse por él como si fuera el centro de una diana.

Armó el torpedo de resonancia y dedicó un momento a mirar hacia atrás. Los cazas TIE que habían estado persiguiendo al
Triturador de Soles
ya se habían dispersado, no atreviéndose a llegar tan cerca del sol.

Los sistemas de advertencia empezaron a parpadear delante de Kyp, pero no les hizo ningún caso. Pulsó los botones de disparo en cuanto la luz verde del sistema de control empezó a parpadear y envió un elipsoide verde azulado hacia el sol de Carida con un siseo chisporroteante de plasma. Los mecanismos de puntería encontrarían el núcleo y provocarían una inestabilidad irreversible.

Kyp se reclinó en el cómodo asiento de pilotaje y dejó escapar un suspiro de alivio y decisión. Había rebasado el punto de no retorno, y ya no podía volverse atrás.

Saber que la destrucción de la academia militar ya sólo era cuestión de tiempo tendría que haber hecho que se sintiera satisfecho y lleno de júbilo, pero ese conocimiento no podía disipar la pena que sentía por la pérdida de su hermano.

Las alarmas aullaban en la ciudadela del centro de adiestramiento militar. Los soldados de las tropas de asalto corrían por las salas enlosadas, ocupando posiciones de emergencia en puntos estratégicos tal como se les había enseñado a hacer; pero resultaba obvio que en realidad no tenían muy claro cómo debían reaccionar.

El rostro del embajador Furgan mostraba una expresión de estupor tan grande que resultaba casi cómica. Sus ojos saltones sobresalían de las órbitas como si pudieran salir disparadas de ellas en cualquier momento, y sus labios temblaron y chocaron entre sí mientras intentaba encontrar las palabras.

—Pero ¿cómo es posible que todos nuestros cazas TIE hayan fallado? —logró preguntar por fin.

—No han fallado, señor —dijo Dauren, el oficial de comunicaciones—. El
Triturador de Soles
parece poseer un blindaje impenetrable y muy superior a cualquier otro con el que nos hayamos encontrado hasta el momento.

—Kyp Durron ha llegado a nuestro sol. Las lecturas no son totalmente fiables debido a las descargas de la corona solar, pero al parecer acaba de lanzar alguna clase de proyectil de alta energía. —El oficial de comunicaciones tragó saliva—. Creo que sabemos lo que eso significa, señor.

—Suponiendo que el peligro sea real... —dijo Furgan.

—Debemos suponer que el peligro es real, señor. —Dauren estaba intentando controlar su creciente nerviosismo—. La Nueva República se mostró claramente preocupada en cuanto comprendió lo que significaba la posesión de un arma semejante. Las estrellas de la Nebulosa del Caldero estallaron.

La voz de Kyp Durron brotó repentinamente de los intercomunicadores.

—Les advertí, Carida..., pero escogieron tratar de tenderme una trampa en vez de hacerme caso. Ahora acepten el destino que ustedes mismos han desencadenado. Según mis cálculos, harán falta dos horas para que el núcleo de su sol llegue a una configuración crítica. —Kyp hizo una breve pausa—. Disponen de ese período de tiempo para evacuar su planeta.

Furgan golpeó la mesa con un puño.

—¿Qué vamos a hacer, señor? —preguntó Dauren—. ¿Organizo la evacuación?

Furgan se inclinó sobre el panel para mover un interruptor y abrir un canal de comunicación con un hangar situado en los niveles inferiores de la ciudadela.

—Reúna inmediatamente a sus fuerzas, coronel Ardax —ordenó—. Haga que suban al destructor
Venganza
. Lanzaremos a la fuerza de ataque contra Anoth antes de una hora, y yo la acompañaré.

—Sí, señor —contestó el coronel desde el hangar.

Furgan se volvió hacia el oficial de comunicaciones.

—¿Está totalmente seguro de que el hermano de ese chico murió? ¿No hay nada que podamos utilizar para presionarle?

Dauren parpadeó.

—No sé, señor... Me dijo que ganara tiempo entreteniéndole, así que me inventé una historia y le transmití un expediente falso. ¿Quiere que examine los archivos?

—¡Pues claro que quiero que lo haga! —gritó Furgan—. Si podemos utilizar al hermano como rehén, quizá podamos obligar a ese chico a que neutralice los efectos del
Triturador de Soles
.

—Me ocuparé de ello inmediatamente, señor —dijo Dauren, y las yemas de sus dedos empezaron a revolotear sobre los teclados.

Seis de los oficiales superiores de adiestramiento de Furgan entraron en el centro de control convocados por el gemido estridente de las alarmas y saludaron rígidamente. Furgan, bastante más bajo que ellos, juntó las manos a la espalda y abombó el pecho mientras se dirigía a los responsables de adiestrar a las tropas de asalto.

—Hagan un inventario de todas las naves en condiciones de funcionar que hay en Carida —dijo—. Tenemos que transferir los núcleos de datos de nuestros ordenadores y llevarnos el máximo de personal posible. Dudo que seamos capaces de evacuar a todo el mundo, así que se llevará a cabo una selección basándose en el rango.

Other books

Broken Series by Dawn Pendleton
A Bridge to the Stars by Mankell Henning
Faithful to a Fault by K. J. Reed
Getting Caught by Mandy Hubbard
Final Epidemic by Earl Merkel
Room to Breathe by Nicole Brightman
October by Al Sarrantonio
Deceiving Her Boss by Elizabeth Powers