Bruja mala nunca muere (42 page)

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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Bruja mala nunca muere
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—¡
Laqueas
! —gritó Nick, haciendo equilibrios con el libro sobre una rodilla mientras gesticulaba con una mano.

El perro se golpeó contra algo y cayó. Lo observé desde el suelo. Intentaba levantarse y sacudía la cabeza como si estuviese aturdido. Gruñendo, volvió a saltar contra él, y volvió a caer por segunda vez.

—¡Me has encerrado! —gritó furioso, fundiéndose de una forma a otra en un grotesco calidoscopio de morfologías. Miró al círculo que Nick había dibujado en el suelo con su propia sangre—. No tienes los conocimientos para entrar en siempre jamás —gritó.

Inclinado sobre el libro, Nick se humedeció los labios.

—No, pero puedo encerrarte en un círculo mientras estés aquí —contestó dubitativo, como si no estuviese seguro.

Jenks se había posado en mi mano y me rociaba la muñeca destrozada con polvo de pixie mientras la cosa seguía aporreando contra la barrera invisible. Pequeñas columnas de humo se elevaban allí donde sus pies tocaban el cemento.

—¡Otra vez no! —gritó enfurecido—. ¡Déjame salir!

Nick tragó saliva y caminando sobre la sangre y los libros esparcidos por el suelo se acercó a mí.

—Dios mío, Rachel —dijo dejando caer el libro al suelo con el sonido de páginas rasgándose. Jenks me limpiaba la sangre de la cara entonando una nana de ritmo rápido que hablaba del rocío y la luz de la luna.

Miré al libro roto en el suelo y luego a Nick.

—¿Nick? —dije temblorosa con los ojos clavados en su silueta que se recortaba frente a la fea luz fluorescente—. No puedo moverme, Nick. ¡Creo que me ha paralizado!

—No, no —dijo mirando hacia el perro. Se colocó detrás de mí y me incorporó apoyándome contra él—. Es la saliva del vampiro. Se te pasará.

Acunada entre sus brazos y apoyada en su regazo noté que me iba quedando fría. Aturdida, lo miré a la cara. Tenía sus ojos marrones entornados y la mandíbula tensa por la preocupación. La sangre le corría desde el cuero cabelludo formando un lento riachuelo que surcaba su cara y empapaba su ropa. Tenía las manos rojas y pegajosas, pero sus brazos rodeándome eran cálidos. Empecé a tiritar.

—¿Nick? —dije de nuevo con voz temblorosa siguiendo su mirada hacia la cosa. Volvía a ser un perro. Estaba allí de pie, mirándonos. Goteaba saliva de su boca y sus músculos estaban tensos—. ¿Es un vampiro?

—No —dijo lacónico—, es un demonio, pero si es lo suficientemente poderoso puede adquirir las habilidades de la forma que adopte. Podrás moverte en un momento. —Hizo una mueca de consternación al ver toda la sangre que había por la sala—. Te vas a poner bien —susurró mientras me ataba un trapo a la muñeca y me la colocaba suavemente en el regazo. Gemí al notar la inesperada sensación de bienestar en mi muñeca al moverla.

—¿Nick? —Había destellos negros frente a las luces. Era fascinante—. Ya no hay demonios, no ha habido un ataque de demonios desde la Revelación.

—Estudié tres años de demonología como lengua extranjera para ayudarme con el latín —dijo alargando el brazo para coger mi bolso y ayudar a Jenks, que tiraba de él para sacarlo de entre los restos de la mesa—. Esa cosa es un demonio. —Con mi cabeza aún en su regazo, rebuscó entre mis cosas—. ¿Tienes algo para el dolor?

—No —dije adormilada—. Me gusta el dolor. —Con el semblante serio me miró y después a Jenks—. Nadie coge la asignatura de demonología —protesté débilmente con ganas de reírme—. Es la más inútil del mundo.

Miré al armario. Las puertas seguían cerradas, pero tras los golpes de Nick, los paneles laterales estaban rotos y que yo acabase estrellada contra él también había ayudado. Tras la madera astillada había un hueco vacío del tamaño del libro que estaba ahora junto a mí. Así que esto era lo que escondían bajo llave en los armarios de una sala cerrada con llave en un sótano cerrado con llave en los bajos de un edificio gubernamental. Miré con los ojos entornados hacia Nick.

—¿Sabes cómo invocar a los demonios? —le pregunté. Gracias a Dios, ahora me sentía mejor, ligera y despreocupada—. Eres practicante de magia negra. Yo me dedico a arrestar a gente como tú —dije intentando acariciarle la barbilla con un dedo.

—No exactamente —dijo Nick cogiéndome la mano y colocándomela de nuevo en el regazo—. No intentes hablar, Rachel. Has perdido mucha sangre. —Se giró hacia Jenks con ojos asustados—. No puedo llevármela en autobús así.

Jenks lo miró con expresión de reproche.

—Llamaré a Ivy. —Descendió hasta mi hombro—. Aguanta, Rachel. Vuelvo enseguida. —Voló hasta Nick enviándome ondas de euforia con su aleteo. Cerré los ojos y me dejé llevar, deseando que no cesara nunca—. Si dejas que se muera aquí, te mataré yo mismo —amenazó Jenks y Nick asintió. Jenks se fue con un zumbido como el de mil abejas. El ruido seguía resonando en mi cabeza incluso después de haberse marchado.

—¿No puede salir? —pregunté abriendo los ojos. Mis emociones daban bandazos de un extremo al otro y empecé a llorar.

Nick metió el gran libro de hechizos demoníacos en mi bolso, dejando huellas ensangrentadas en ambos.

—No y cuando salga el sol,
zas
, desaparecerá. Estás a salvo, tranquila.

Metió mi cuchillo en el bolso y alargó la mano para coger mi abrigo.

—Estamos en un sótano, aquí no llega el sol —repliqué.

Nick rasgó el forro de mi abrigo y lo apretó contra mi cuello. Grité al notar una oleada de éxtasis que me recorrió el cuerpo por los efectos de la saliva de vampiro. La hemorragia se había reducido y me pregunté si sería debido al polvo de pixie de Jenks. Al parecer servía para algo más que para provocar picores en la gente.

—No son los rayos de sol lo que devuelven a un demonio a siempre jamás —dijo Nick, pensando que me había hecho daño—, es algo relacionado con los rayos gamma o protones… ¡Joder, Rachel! Deja de hacerme tantas preguntas. Me enseñaron lo necesario para entender la evolución del lenguaje, no para aprender a controlar a los demonios.

El demonio era Ivy de nuevo y me estremecí al verla relamerse los rojos labios con la lengua manchada de sangre, provocándome.

—¿Qué nota sacaste, Nick? —pregunté—. Por favor, dime que sobresaliente.


Mmm
… —titubeó mientras me cubría con mi abrigo. Parecía frenético de repente. Me apretó entre sus brazos y casi empezó a mecerme. Resoplé al notar que la muñeca me palpitaba con fuerza a la vez que el cuello—. Tranquila —me arrulló—, te vas a poner bien.

—¿Seguro? —dijo una refinada voz en la esquina de la sala. Nick levantó la cabeza. Acunada entre sus brazos miré al demonio. Volvía a vestir la levita de caballero—. Déjame salir, yo puedo ayudarte —dijo el demonio en un alarde de simpatía.

Nick vaciló.

—¿Nick? —dije asustándome de repente—. No lo escuches, ¡no!

El demonio sonrió tras sus gafas ahumadas, mostrando sus dientes blancos y alineados.

—Rompe el círculo y os llevaré con su Ivy. Si no… —El demonio frunció el ceño como si estuviese preocupado—. Parece que hay más sangre fuera que dentro de ella.

Nick contempló la sangre repartida por la pared y los libros. Me apretó más fuerte.

—Querías matarla —dijo con la voz quebrada.

El demonio se estremeció.

—Estaba obligado. Al encerrarme en tu círculo, has sustituido al que me ha convocado y con él se fueron todos los impulsos de hacer lo que me ordenó. Soy todo tuyo, pequeño mago.

El demonio sonrió y comencé a jadear más deprisa por el miedo.

—Nicky… —susurré al ir desapareciendo el aletargamiento inducido por la pérdida de sangre. La cosa iba mal, sabía que iba mal. El recuerdo del terror que había sentido cuando me atacó salvajemente volvió con fuerza a mi mente. Se me aceleró el pulso conforme mi corazón intentaba latir más rápido.

—¿Nos puedes llevar de vuelta a su iglesia? —preguntó Nick.

—¿La que está junto a la pequeña línea luminosa? —La silueta del demonio tembló y su expresión parecía sobresaltada—. Alguien cerró un círculo con esa línea hace seis noches. La onda que envió a través de siempre jamás hizo temblar mi vajilla, por así decirlo. —Inclinó la cabeza con expresión especulativa—. ¿Fuiste tú?

—No —dijo Nick débilmente.

Me sentí mal. Había usado demasiada sal. Qué Dios se apiadase de mí. No sabía que los demonios notasen si una usaba una línea luminosa. Si sobrevivía a eso, no pensaba volverlas a usar jamás.

El demonio me miró fijamente.

—Puedo llevarte hasta allí —dijo—, pero a cambio quiero que no se me obligue a regresar a siempre jamás. Nick me apretó con fuerza.

—¿Quieres que te deje libre en Cincinnati toda la noche?

Una sonrisa de poder se dibujó en el rostro del demonio. Exhaló lentamente y oí crujir las articulaciones de sus hombros.

—Quiero matar al que me invocó y luego me iré. Lo huelo por aquí. —Miró por encima de sus gafas ahumadas sorprendiéndome con sus extraños ojos—. ¿Tú no me invocaste, verdad brujito? Podría enseñarte tantas cosas que quieres saber.

El miedo rivalizó con el dolor de mi hombro. Nick vaciló un momento antes de negar con la cabeza.

—No nos lastimarás —dijo Nick—, mental, física ni emocionalmente. Nos llevarás por el camino más directo y no harás nada que nos ponga en peligro después.

—Nick, Nicky —dijo el demonio haciendo un mohín—, podría pensar que no te fías de mí. Puedo llevaros allí incluso antes de que su Ivy salga si os llevo a través de una línea luminosa. Pero será mejor que te des prisa. Rachel Mariana Morgan parece debilitarse rápidamente.

¿
A través de siempre jamás
? pense presa del pánico. ¡
No! Eso es lo que mató a mi padre
.

Nick tragó saliva y su nuez subió arriba y abajo.

—¡No! —intenté gritar retorciéndome para librarme de sus brazos. El aletargamiento producido por la saliva de la cosa casi había desaparecido y con el regreso del movimiento llegó también el dolor. Di la bienvenida al sufrimiento pues sabía que el placer había sido un engaño. Nick estaba pálido e intentaba mantenerme quieta y apretar la tela del forro contra mi cuello.

—Rachel —susurró—, has perdido mucha sangre. ¡No sé qué hacer!

Tenía la garganta demasiado reseca como para tragar.

—No… no lo dejes salir —insistí—. Por favor —le supliqué, apartando sus manos de mí—, estoy bien. He dejado de sangrar. Me pondré bien. Déjame aquí. Ve a buscar a Ivy. Ella nos recogerá. No quiero atravesar siempre jamás.

El demonio frunció el ceño como si estuviese preocupado.


Mmm
—musitó suavemente, tocándose el lazo que llevaba al cuello—. No suena coherente, eso no es bueno.
Tictac
, Nick, Nicky, será mejor que te decidas pronto.

Nick hizo un ruido silbante al respirar y se puso tenso. Sus ojos recorrieron el charco de sangre en el suelo y luego a mí.

—Tengo que hacer algo —susurró—, estás muy fría, Rachel.

—¡Nick, no! —grité cuando me dejó en el suelo y se puso en pie tambaleante. Con un pie emborronó la línea de sangre.

Oí un aullido de horror. Me tapé la boca al darme cuenta de que provenía de mí. El terror me palpitaba por todo el cuerpo al ver al demonio estremecerse. Lentamente cruzó la línea. Pasó la mano por la pared manchada de sangre y se lamió un dedo, sin quitarme los ojos de encima ni un instante.

—¡No dejes que me toque! —dije con una voz aguda en la que se podía apreciar mi histeria.

—¡Rachel! —dijo Nick intentando tranquilizarme, arrodillado junto a mí—. Ha dicho que no te haría daño. Los demonios no mienten. Lo decían todos los textos que copié.

—¡Tampoco dicen la verdad! —exclamé.

La cólera apareció en los ojos del demonio, disimulada tras una cortina de falsa preocupación por mí antes de que Nick pudiese verla. El demonio avanzó unos pasos y me debatí por arrastrarme hacia atrás.

—¡No dejes que me toque! —grité—. ¡No me obligues a pasar por esto!

El miedo en los ojos de Nick era por mi forma de actuar y no por el demonio. No lo entendía. Creía que sabía lo que hacía. Creía que sus libros tenían todas las respuestas. No sabía lo que hacía. Yo sí.

Nick me agarró por el hombro y se dirigió al demonio.

—¿Puedes ayudarla? —le preguntó—. Se va a matar ella misma.

—¡Nick, no! —chillé cuando el demonio se arrodilló para poner su sonriente cara junto a la mía.

—Duérmete, Rachel Mariana Morgan —me susurró y ya no recuerdo nada más.

Capítulo 26

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Jenks? —dijo la voz de Ivy, rompiendo mi aturdimiento. Sonaba cercana y preocupada. Notaba que me movía hacia delante con un suave balanceo. Había sentido calor y ahora tenía frío de nuevo. El olor a sangre era intenso. Se me había quedado pegada la sensación de algo aún más horrible: carroña, sal y ámbar quemado. No podía abrir los ojos.

—La ha atacado un demonio —sonó la voz de Nick, tensa pero suave.

Eso es
, pensé, empezando a recomponerlo todo. Estaba en sus brazos. Ese era el único buen olor que percibía, masculino y sudoroso. Y era su ensangrentada sudadera lo que me apretaba el ojo hinchado, lo frotaba y hacía que me doliese aun más. Empecé a tiritar. ¿Por qué tenía frío?

—¿Podemos entrar? —preguntó Nick—. Ha perdido mucha sangre.

Noté una mano cálida en mi frente.

—¿Un demonio le ha hecho esto? —preguntó Ivy—. No ha habido un ataque de un demonio desde la Revelación. Maldita sea, sabía que no debía dejarla salir.

Los brazos que me sujetaban se tensaron. Mi peso osciló hacia delante y hacia atrás al detenerse.

—Ella sabe lo que hace —dijo, con la voz tensa—. Rachel no es tu niña… en ningún sentido de la palabra.

—¿Ah, no? —dijo Ivy—, pues actúa como si lo fuese. ¿Cómo has podido dejar que la ataquen así?

—¿Yo? ¡Pero qué sangre fría! —gritó Nick—. ¿Te crees que yo dejé que le pasase esto?

Se me hizo un nudo en el estómago y me dieron arcadas. Intenté taparme con el abrigo moviendo la mano buena. Entreabrí los ojos, entornándolos ante la luz de las farolas. ¿No podían terminar su discusión cuando me hubiesen metido en la cama?

—Ivy —dijo Nick con voz calmada—, no me das miedo, así que ahórrate el rollo del aura y apártate. Sé lo que intentas y no te dejaré hacerlo.

—¿De qué estás hablando? —tartamudeó Ivy.

Nick se inclinó hacia ella y yo me quedé inmóvil entre ambos.

—Rachel cree que te mudaste el mismo día que ella —dijo—. Quizá le interese saber que todas tus revistas van dirigidas a la dirección de la iglesia. —Oí que Ivy inspiraba aire con fuerza—. ¿Desde cuándo llevas viviendo aquí esperando a que Rachel dejase el trabajo? —añadió Nick con tono decidido—, ¿un mes?, ¿un año? ¿La estás acechando lentamente, Tamwood? ¿Esperas hacerla tu heredera cuando mueras? Has planificado las cosas a largo plazo ¿no es así?

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