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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja blanca, magia negra (57 page)

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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—Entonces, supongo que los dejamos boquiabiertos, ¿eh?

Mientras atravesábamos el estrecho pasadizo, Ivy se puso rígida, pero no le permití soltarse. Si no la tocaba, no creería merecerse el bagaje emocional que había aportado tanto a su vida como a la mía.

—Estoy bien —dije poniéndome seria—. Yo también quería saber quién mató a Kisten. Ahora disponemos de más información.
Aunque, para ser sinceros, hubiera preferido descubrirlo de otra manera
. No le des más vueltas.

Como era de esperar, Ivy se soltó en cuanto salimos de entre los dos coches, mirando por encima de su hombro a través de la nieve hacia el silencioso edificio.

—No voy a volver a ser esa persona —dijo, y yo abrí mucho los ojos cuando se limpió las lágrimas con el dorso de una de sus manos enguantadas mostrando un atisbo de humedad bajo la luz de seguridad—. No puedo hacer esto —susurró, claramente afectada en lo más profundo—. Rachel, lo siento. Me he dado cuenta de que no puedo volver a morderte. Siento de veras haberlo intentado. No te lo mereces y, con mi comportamiento, te estoy arrastrando conmigo hacia el abismo.

—¡Si eres la persona más fuerte que conozco! —protesté, pero ella negó con la cabeza, enjugándose de nuevo las lágrimas. Era evidente que se sentía hundida. Skimmer le había sacudido en lo más profundo.

—Ninguno de los que una vez consideré mis amigos hubiera hecho lo que acabas de hacer tú —dijo, con la barbilla temblándole—, y, en el caso de que alguno nos hubiera separado, habría sido para ocupar el lugar de Skimmer. No quiero ser ese tipo de persona y no lo seré. He dejado de beber sangre. Completamente.

Abrí los ojos y sentí una punzada de miedo. Al percibirla, Ivy apretó la mandíbula y se alejó a grandes zancadas.

—Espera, Ivy. Esa no es necesariamente una buena idea —le grité.

—Piscary está muerto. Puedo ser lo que yo quiera —dijo por encima de su hombro.

—Pero ¡tú eres una vampiresa! —protesté, mientras la seguía, preocupada—. ¡No puedes renunciar a tu verdadera identidad!

Ella se detuvo para mirarme fijamente a los ojos y yo me paré, dejando un coche entre nosotras.

—Mira, no estoy diciendo que quiero que me muerdas —dije, gesticulando con las manos—, pero he convivido contigo mientras intentas dejar la sangre y, cuanto más te esfuerzas en ser algo que no eres, más confundida te sientes y más difícil resulta vivir contigo.

Ivy abrió la boca y sus ojos mostraron un sentimiento de traición.

—La abstinencia es lo único que tengo, Rachel.

Se dio media vuelta y se dirigió hacia el coche, como una sombra negra entre los tonos grises y blancos de la nieve que caía.

—Buen intento, Rache —mascullé, pensando que quizás tendría que habérselo dicho de otra manera. Con las manos en los bolsillos, me puse en marcha lentamente. El trayecto de vuelta a casa iba a ser una delicia. Cuando Ivy dejaba de morder no era nada divertido, pero tenía derecho a estar cabreada conmigo. ¿Cómo era posible que no la apoyara en su deseo de elegir quien quería ser? A decir verdad, sí que la apoyaba, pero la abstención no era la solución. Necesitaba romper el círculo. Tenía que deshacerse por completo de la adicción. Tenía que haber algo en los libros de Al para eso.
O tal vez Trent

Tras golpear con el bolso la luz trasera del coche junto al que pasaba, seguí las huellas que iba dejando Ivy sobre la capa congelada de nieve y lodo del pasillo. De pronto escuché el sonido deslizante de la puerta de una furgoneta al abrirse y levanté la cabeza. A tres metros de mi coche un hombre salió tambaleándose de un monovolumen que estaba junto a Ivy. Ella ni se enteró, caminando como iba con la cabeza gacha y aspecto vulnerable.
Mierda
.

—¡Ivy! —exclamé, aterrorizada por el destello de una pistola en su mano, pero era demasiado tarde. El hombre la empujó contra el lateral de un todoterreno aparcado a medio coche de distancia—. ¡Eh! —le grité, pero entonces me giré en redondo al escuchar junto a mí el suave sonido de la nieve al comprimirse. Al agacharme instintivamente, me encontré frente a frente con Mia.

—Bruja —dijo con los labios morados por el frío, justo antes de extender el brazo.

Sintiendo cómo mi cuerpo se llenaba de adrenalina, me tiré hacia atrás, pero el pie derecho se me resbaló al golpear el parachoques del coche que acababa de pasar. Caí al suelo agitando violentamente los brazos y dejando caer el bolso. La banshee me agarró la muñeca, justo en el lugar en el que se juntaban el guante y el abrigo, y me quedé completamente inmóvil, arrodillada delante de ella. Su hija había estado a punto de matarme.
Mierda, mierda, mierda
.

La capucha se le había caído hacia atrás y sus ojos eran unas briznas azules bajo los faros. Con sus fríos dedos rodeando mi muñeca, se inclinó hacia mí.

—¿Con quién has hablado hoy? —me preguntó, remarcando en un tono enfadado cada una de las palabras.

Con el corazón a punto de salírseme del pecho, miré detrás de ella. Ivy tenía la cara contra la ventana del todoterreno, con el brazo retorcido y una pistola apuntándole a la cabeza. Había una sillita para niños en el monovolumen abierto, y del interior salía el feliz balbuceo de un bebé. ¿
Por qué demonios no me habré traído mi pistola de pintura
?

—Te buscan para interrogarte —dije, pensando que si le daba una rápida patada conseguiría quitármela de encima—. Si vienes conmigo, se considerará un gesto de buena voluntad.

Apenas salieron de mi boca, me di cuenta de lo estúpidas que sonaron mis palabras, y Mia entornó los ojos y tensó el rostro.

—¿Crees que me importa? —preguntó con desdén—. ¿Con quién has hablado?

Me preparé para darle una bofetada, y las pupilas de los ojos de Mia, casi blancas en la tenue luz, se dilataron hasta volverse negras. Entonces inspiré el aire entre los dientes y casi me desmayé. Un centelleante aluvión me recorrió de arriba abajo, haciendo que levantara el brazo. Acto seguido sentí un intenso frío, y la sensación de que me ponían del revés me revolvió el estómago. Como una marioneta a la que han cortado las cuerdas, me desplomé, con el brazo estirado que Mia seguía sujetando por la muñeca.

—Pa… para —farfullé con la cabeza gacha luchando por seguir respirando. ¡Maldición! ¿Qué estaba haciendo? Nunca debí aceptar aquel caso. Era una jodida depredadora. Una antigua depredadora, de las que se encontraban en lo más alto de la cadena alimentaria, como los caimanes. Mientras seguía allí arrodillada, cada vez más helada y aturdida, sentí cómo me moría por etapas, contemplándolo como una espectadora, y sin poder detenerlo.

Emití un grito ahogado y la sensación de que tiraban de mí desapareció. El calor regresó lentamente a mi cuerpo, pero era menor, y se sedimentaba en mi alma como una bañera que se está desbordando.

Con el rostro desencajado, alcé la vista y me topé con los ojos expectantes de Mia. Eran fríos e impasibles. Como los de un reptil. Justo detrás de ella, Ivy nos observaba. Tenía la mejilla contra el enorme vehículo, y la mandíbula apretada, dándole un aspecto indefenso, frustrado y realmente furioso. Nos encontrábamos delante de una jodida cárcel. Aquella mujer tenía suficientes agallas para gobernar el mundo. Tal vez pensaba que ya lo hacía.

—Alguien me está siguiendo —sentenció con frialdad—. ¿Con quién has hablado?

Tenía la rodilla mojada y el dolor del brazo se me estaba extendiendo hasta la espalda. Mia dio un paso atrás, arrastrándome hasta el pasillo cubierto de nieve y barro, obligándome a ponerme en pie como a un juguete del que se tira con una cuerda. Su otra mano me rodeó el cuello, haciendo que la luz se reflejara en su alianza.

—¡Espera! —farfullé presa del pánico, en el momento en que mi aura amenazó de nuevo con desprenderse de mí.

Al ver mi gesto de aceptación, Mia sonrió. Estaba muy hermosa bajo la nieve, más pequeña que yo, pero resultaba muy fría; fría e insensible.

—Eso que has sentido era yo arrebatándote el aura —dijo, mientras la nieve se derretía sobre su erguido rostro—. Cuanto más te resistes, más fuerte me vuelvo. ¿Con quién has hablado? Alguien me está siguiendo. Dímelo o morirás aquí mismo.

Un sudor frío me cubrió el rostro. Aquella mujer era como un nudo corredizo. Y yo era un conejo en las garras de mi raptor.

—¡Rachel! ¡Díselo! —gritó Ivy. A continuación soltó un gruñido cuando Remus la instó a mantener la boca cerrada.

—¡No le hagas daño! —le grité sin poder apartar la vista de Ivy, indefensa contra el todoterreno. Mi miedo se intensificó cuando recordé lo que Remus le había hecho a Glenn.
Hijo de puta
. ¿
Por qué no debería decírselo a Mia
? Entonces me humedecí los labios y Mia me agarró con más fuerza. Un débil dolor me recorrió y dije:

—Una mujer llamada Walker. Se trata de otra banshee, del oeste.

Mia abrió mucho los ojos y estuvo a punto de soltarme.

—¿En mi ciudad? ¿Esa… cosa está en mi ciudad? —preguntó, alzando una voz cargada de una impactante cantidad de odio. Sus ojos, que brillaban bajo las farolas del aparcamiento, se habían vuelto negros como los de un vampiro y me pregunté si las dos especies estarían emparentadas.

—Creo que quiere matarte para quedarse con Holly —dije preguntándome si un rápido golpe en la barbilla con la palma de la mano mientras estaba distraída conseguiría liberarme, pero estaba demasiado asustada para intentarlo. No le hacía falta tocarme para apoderarse de mi aura—. Tanto a ti como a Remus. La única posibilidad que tienes de quedártela es venir conmigo ahora. La AFI la cuidará temporalmente, pero luego te la devolverán. Suéltame.
Por favor, suéltame
.

En ese momento volvió a concentrarse en mí, con la mirada llena de odio de una reina agraviada.

—Te has traído a la Walker —me acusó la diminuta mujer, y sentí que me quedaba sin fuerzas mientras empezaba a ver destellos en los extremos de mi campo visual—. ¡Estás trabajando con ella!

—¡No la he traído yo! —grité, escuchando a Ivy gruñir de dolor—. ¡Fuiste tú! —jadeé. ¡
Maldita sea
! ¿
Por qué me meto siempre en estos líos
? ¿
Y no tienen cámaras de vigilancia en este aparcamiento
?—. Se enteró de que había sobrevivido al ataque de una banshee y creyó que se debía a que Holly había aprendido a controlarse. Le expliqué que no fue Holly, sino la oscura lágrima de banshee que llevaba en el bolsillo, pero sigue empeñada en apoderarse de tu hija. Mia, si me sueltas, puedo ayudarte.
Aunque solo Dios sabe por qué estoy haciendo esto
. ¿
Para sobrevivir, quizás
?

La respiración de Mia se transformaba en vaho mientras sopesaba mis palabras. De pronto, con un movimiento brusco, me soltó el cuello y dio dos pasos atrás. Jadeé y caí contra el maletero. Soportando el peso del cuerpo con un codo, me llevé una mano a la garganta y miré a la pequeña mujer, intentando valorar cuánta aura me había dejado. No parecía mucha, pero fui capaz de levantarme y moverme sin marearme. No necesitaba tocarme para matarme, pero al menos ahora disponía de un poco de espacio.

Detrás de ella, Remus apartó la pistola de la cabeza de Ivy y se retiró hasta quedar fuera de su alcance. Aun así, siguió apuntándole con el arma. Observé a Ivy medir visualmente la distancia que los separaba y, consciente de que el disparo la alcanzaría, adoptó una posición tensa. Detrás de Remus, Holly gorjeó, alborozada por las emociones que le llegaban.

Mia se quedó de pie bajo la nieve, con una clara expresión de desprecio.

—Si hubiera sabido que la Walker se enteraría de lo de Holly, me hubiera quedado para asegurarme de que estabas muerta.

—Todos cometemos errores —dije, con las rodillas temblorosas—. ¿Te refieres a la señora Walker?

—A la Walker —me corrigió. Casi podía oír las letras mayúsculas y el desprecio de Mia aumentó—. Es una asesina que mata con la sutileza de un tronco cayendo en mitad del bosque. Si se encuentra al este del Misisipi, en mi ciudad, tu suposición de que quiere a Holly es acertada. —En aquel momento apretó su delicada mandíbula—. No la conseguirá. Holly es especial. Gracias a ella recuperaremos nuestro poder, y no voy a permitir que esa puta se lleve todo el mérito.

El chirrido de un cansado Chevrolet intentando arrancar en la nieve rompió el silencio. En el extremo más lejano del aparcamiento se encendieron unos faros delanteros y se escuchó el ruido de un potente motor al ponerse en marcha. Repentinamente nervioso, Remus la llamó.

—¿Mia?

Sacudí la cabeza, temblando. El frío empezó a girar en espiral alrededor de mis pies, lo que me daba a entender que Mia seguía succionándome el aura, pero, al menos, no me la arrebataba de forma efectiva.

—Lo siento, Mia —susurré mientras Holly empezaba a gimotear desde el interior del monovolumen abierto—. Sabemos que el especial es Remus, no Holly. Que la razón por la que puede tenerla en brazos es un deseo. Pero a la señora Walker le da igual. Quiere a tu hija y te matará para conseguirla.

Ivy cambió el peso del cuerpo de un pie a otro, probablemente culpándose de lo que estaba sucediendo. Nadie se movió mientras pasaba el coche, dos filas más allá, en dirección a la salida. De pronto me asaltó una idea insignificante. ¿Por qué no había visto a nadie salir del edificio? A Remus tampoco parecía gustarle aquella situación.

—Mia… —la apremió, mientras la luz de seguridad mostraba sus rasgos preocupados.

Mia observó que las luces traseras del coche vacilaban al llegar a la calle y luego se alejaban. Entonces volvió a concentrarse en mí.

—Holly es especial —insistió—, y tú vas a asegurarte de que nadie me quite a mi hija, Rachel Morgan.

—¿Y por qué debería ayudarte? —respondí secamente—. No eres más que un jodido parásito.

—Una depredadora —puntualizó—. Y tú me necesitas —añadió estirando el brazo.

—¡No! —grité, reculando hasta toparme de nuevo con el coche que tenía detrás. El pánico creció con el sonido de una débil detonación amortiguado por la nieve.

—¡Ivy! —grité, justo antes de dar un respingo cuando Mia me agarró del cuello una vez más—. ¿Qué has hecho? —susurré, viéndola a escasos centímetros de mí.

—No te muevas —me ordenó, con mirada furiosa—, o Remus la matará.

¿
Está viva
? Entonces me retorcí y la energía de mi cuerpo me abandonó. No me importaba.

—¡Ivy! —jadeé—. ¡No consigo verla! ¡Deja que la vea, puta insensible!

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