Perdóneme, señor. —Volvió a colgar el teléfono y sonrió satisfecho.
—¿En este tipo de casos...? —dije.
—Sí, es poco probable que una persona que vaya en seno anuncie sus...
—Quiere decir que simplemente ya le habrían pegado un tiro, ¿no? —dijo Mark.
Oh,
Dios.
Una hora más tarde se habían llevado el paquete para tomar las huellas y una muestra de ADN y yo seguía siendo interrogada.
—¿Hay alguien, aparte de la conexión tailandesa, que le guarde rencor por algo, jovencita? —dijo el inspector Kirby—. ¿Un ex amante quizá, un pretendiente rechazado?
Me encantó que me llamase «jovencita». ¿Ves? Puede que no esté en la primera juventud pero...
—¡Bridget! —dijo Mark—. ¡Presta atención! ¿Hay alguien que pueda querer hacerte daño?
—Hay montones de personas que me han hecho daño —dije mirando a Mark y devanándome los sesos—. Richard Finch. Daniel... pero no creo que alguno de ellos fuera capaz de hacerme algo así —añadí sin estar demasiado segura.
¿Creería Daniel que yo había estado hablando de aquella noche en la que se suponía que teníamos que haber cenado juntos? ¿Tan molesto podía estar por haber sido rechazado? ¿No sería eso reaccionar un poco exageradamente? Pero entonces,
quizá.
Sharon tuviera razón en lo de que los machos del fin de milenio habían perdido su papel tradicional.
—¿Bridget? —dijo Mark con ternura—. Sea lo que sea en lo que estás pensando, creo que deberías contárselo al inspector Kirby.
Era tan embarazoso... Acabé explicando todo lo ocurrido la noche que llegó Daniel y me encontró en
ropa interior y tuve que taparme con una chaqueta, mientras el inspector Kirby anotaba los detalles con cara de póquer. Mark no dijo nada mientras yo estaba hablando, pero parecía muy enfadado. Observé que el detective no dejaba de mirarlo fijamente.
—¿Ha estado relacionada con algún personaje de los bajos fondos? —dijo el inspector Kirby.
En la única persona que pude pensar fue en el posible chapero del tío Geoffrey, pero aquello era ridículo, porque el chapero no me conocía en absoluto.
—Tendrá que dejar su piso. ¿Hay algún sitio al que pueda ir?
—Puedes quedarte conmigo —dijo Mark de repente. El corazón me dio un vuelco—. En una de las habitaciones libres —añadió rápidamente.
—Señor, ¿podría dejarme un minuto? —dijo el detective inspector. Mark pareció deshincharse, luego dijo:
—Claro. —Y salió precipitadamente de la sala.
—No estoy seguro de que quedarse con el señor Darcy sea una buena idea, señorita —dijo el detective mirando hacia la puerta.
—Ya, quizá tenga razón —dije, pensando que el inspector se estaba comportando como un padre y sugiriendo, como hombre, que quizá yo debería mantener el aire de misterio y de inaccesible y dejar que Mark fuese el perseguidor, pero entonces recordé que supuestamente yo ya no tenía que pensar esa clase de cosas.
—¿Cuál ha sido hasta ahora exactamente su relación con el señor Darcy?
—Pues... —dije y empecé a contar toda la historia.
El inspector Kirby parecía sospechar extrañamente de todo aquello. La puerta volvió a abrirse justo cuando él estaba diciendo:
—Así que el señor Darcy estaba
por casualidad
en la
cafetería, ¿no es así? Precisamente la mañana que ha recibido la bala por correo.
Mark entró y se quedó de pie delante de nosotros.
—Vale —dijo en tono de hastío, mirándome como queriendo decir «Tú eres la fuente de todo lo opuesto a la serenidad»—. Coged mis huellas, una muestra de mi ADN, acabemos con todo esto.
—Oh, señor, no estoy diciendo que haya sido usted —dijo el detective a toda prisa—. Es sólo que tenemos que eliminar todos los...
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Mark—. Adelante.
viernes 5 de septiembre, todavía
54,3 Kg., número de segundos desde la última vez que practiqué el sexo: ya no me importa, número de minutos que sigo con vida desde la amenaza de muerte: 34.800 (muy bien).
6 p.m. El apartamento de Shazzer. Mirando por la ventana. No puede ser Mark Darcy. Es ridículo. No puede ser. Tiene que ser algo relacionado con Jed. Quiero decir que, seguro que tiene toda una red de contactos aquí, con las drogas como único sustento, desesperados porque yo les he privado de éstas. ¿O Daniel? Pero seguro que él no haría algo así. Quizá se trate simplemente de algún chiflado. Pero ¿un chiflado que sabe mi nombre y mi dirección? Alguien quiere matarme. Alguien se ha tomado la molestia de conseguir una bala todavía sin utilizar y grabar mi nombre en ella.
Tengo que mantener la calma. Calma, calma. Sí. Tengo que mantener la cabeza cuando todos a mi alrededor... Me pregunto si tendrán chalecos antibalas en Kookai.
Ojalá volviese Shaz. Estoy totalmente desorientada. El piso de Shaz es pequeño y está tremendamente desordenado, especialmente porque no tiene un solo tabique, pero con dos personas viviendo aquí, el suelo
y todas las superficies disponibles parecen completamente cubiertas por sujetadores Agent Provocateur, botines de piel de leopardo, bolsas de Gucci, bolsos falsos de Prada, rebecas pequeñas de Voyage y extraños zapatos con correas. Estoy muy confundida. Quizá encuentre un poco de espacio en algún sitio donde poder acostarme.
Después de que se llevasen a Mark el inspector Kirby me repitió que no debía quedarme en mi piso y me acompañó hasta allí para recoger algunas cosas, pero el problema era que yo no tenía ningún sitio donde quedarme. Mamá y papá seguían en rehabilitación. El piso de Tom habría sido perfecto, pero no pude encontrar su número de San Francisco por ninguna parte. Intenté contactar con Jude y con Shaz en el trabajo pero ambas habían salido a comer.
Fue realmente horrible. Yo estaba dejando mensajes por todas partes mientras la policía se paseaba por el piso recogiendo objetos de los que obtener huellas dactilares y buscando pistas.
—Señorita, ¿qué hace ese agujero en la pared? —dijo uno de los policías que andaba por ahí llenando de polvos blancos todas las cosas.
—Oh, mmm, se lo han dejado —dije vagamente. Justo entonces sonó el teléfono. Era Shaz, y me dijo que podía quedarme en su casa y me explicó dónde estaba escondida la llave.
Creo que voy a dormir un poco.
11.45 p.m. Ojalá dejase de despertarme en mitad de la noche, aunque resulta muy reconfortante que Jude y Shaz también estén durmiendo en la habitación como recién nacidas. Cuando llegaron a casa después del trabajo estuvo muy bien. Comimos pizzas y yo me fui a dormir muy pronto. Ni una palabra de o acerca de Mark. Al menos me han instalado un botón de alarma.
Está bien. Tiene control remoto alimentado desde un pequeño maletín. ¡¡¡Imagínate que si lo acciono vendrán jóvenes y ágiles policías de uniforme a salvarme!!! Mmm. Un pensamiento delicioso... mucho sueño...
sábado 6 de septiembre
54,7 Kg., 10 cigarrillos, 3 unidades de alcohol, 4.255 calorías (mejor será que disfrute de la vida mientras tenga la suerte de seguir conservándola), minutos desde la última vez que practiqué el sexo: 14.795.124 (por consiguiente, tengo que hacer algo con respecto a eso).
6 p.m. Yo, Jude y Shaz nos hemos pasado todo el día viendo el funeral de Diana. Las tres hemos estado de acuerdo en que ha sido como el funeral de alguien a quien conoces, sólo que a bastante mayor escala, así que después de verlo sientes que has sufrido muchísimo pero también como si te hubieses descargado de algo. Estoy verdaderamente encantada de que hayan conseguido hacerlo todo bien. Todo ha estado bien. Hermoso y realmente bien, como si el
establishment
hubiese captado finalmente el mensaje y nuestro país pudiese volver a hacer las cosas como es debido.
Todo parece una tragedia shakespeariana de una leyenda antigua, sobre todo con los desafíos entre dos casas de la nobleza como Spencer y Windsor. Me siento muy avergonzada de trabajar en un estúpido programa de televisión de sobremesa en el que hemos dedicado tardes enteras al pelo de Diana. Voy a cambiar de vida. Si el
establishment
puede cambiar, yo también.
Sin embargo ahora me siento un poco sola. Jude y Shaz han salido a la calle porque han dicho que empezaban a sentirse mal de estar tanto tiempo encerradas.
Hemos intentado llamar a la comisaría de policía pero al final, después de cuarenta y cinco minutos, sólo hemos conseguido hablar con una mujer de la centralita principal que nos ha dicho que todo el mundo estaba ocupado. Les he dicho a Jude y a Shaz que no me importaba en absoluto que saliesen sin mí siempre y cuando me trajesen una pizza. Ah. El teléfono.
—Oh, hola, cariño, soy mamita.
¡Mamita! Cualquiera hubiera podido pensar que estaba a punto de hacer caca en su mano.
—¿Dónde estás, madre? —le dije.
—Oh, he salido, cariño.
Por un instante creí que me estaba diciendo que era lesbiana y que iba a ponerse a vivir con el tío Geoffrey en un matrimonio de conveniencia gay y sin sexo.
—Volvemos a estar en casa. Todo se ha solucionado y papá estará bien otra vez. ¡Yo no sé! Todo el tiempo bebiendo en su cobertizo cuando yo pensaba que eran los tomates. Por cierto, a Gordon Gomersall le ocurría exactamente lo mismo, ya sabes, y Joy no tenía ni idea. Ahora dicen que es una enfermedad. ¿Qué te ha parecido el funeral?
—Muy bonito —le dije—. ¿Y qué pasa ahora?
—Bueno, cariño... —empezó a decir, y entonces hubo un follón y papá cogió el teléfono.
—Todo va bien, cariño. Sólo tengo que mantenerme alejado de la bebida —me dijo—. Y ellos estaban intentando sacar a Pam de allí desde el primer día.
—¿Por qué? —dije, con una pintoresca imagen de mi madre seduciendo a una procesión de drogadictos de dieciocho años pasándoseme por la cabeza.
Él soltó una risita.
—Decían que ella era demasiado normal. Dijeron: «Quédesela.»
—Sinceramente, cariño. ¡Fue algo completamente tonto y carente de sentido, cobrarles un montón de dinero a esas personas con ínfulas de ser famosas por decirles cosas que ya sabe todo el mundo!
—¿Qué clase de cosas?
—Ohhh, espera. Voy a darle la vuelta al pollo.
Aparté el auricular de la oreja intentando no pensar en qué clase de extraño plato saldría poniendo un pollo del revés.
—Uuf. Ya está.
—¿Qué cosas te dicen?
—Bueno, todas las mañanas teníamos que sentarnos en un círculo y decir toda clase de estupideces.
—¿Como por ejemplo...?
—¡Oh, vaya! Ya sabes. ¡Me llamo Pam y soy tal y cual cosa!
¿Tal?, me pregunté... ¿y cual cosa? ¿Una pesadilla de exceso de autoconfianza demencial? ¿Una obsesiva por la salsa para la carne sin grumos? ¿Una torturadora de niñas pequeñas?
—¡Y con qué cosas nos salían! «Hoy confiaré en mí mismo, no me preocuparé por las opiniones que tenga la gente acerca de mí.» Y así sucesivamente. O sea, sinceramente, cariño. Si la gente no tiene confianza en sí misma no llegará a ninguna parte, ¿no es así? —dijo desternillándose de risa—. ¡Baaaah! ¡Sin confianza en ti mismo! ¡Yo no sé! ¿Por qué iba a ir alguien por la vida preocupándose por lo que los demás piensan de él?
Miré preocupada a un lado y otro.
—¿Y tú que dijiste?
—Oh, no se me permitía decir nada. Bueno, en realidad sí, cariño.
—¿Qué? ¿Qué tenías que decir?
Oí a mi padre riéndose a lo lejos. Bueno, por lo menos él parecía estar en buenas condiciones.
—Bíselo, Pam.
—Ufff. Bueno, se suponía que yo tenía que decir: «No permitiré que mi exceso de confianza me vende
los ojos ante la realidad» y «Hoy reconoceré mis errores en la misma medida que mis aciertos.» O sea, era absolutamente ridículo, cariño. Bueno, tengo que irme pitando, suena el timbre. Entonces, nos vemos el lunes.
—¿Qué? —dije.
—Cariño, no digas qué, di perdón. Te he cogido hora en Debenhams para que te tiñan. ¡Ya te lo había dicho! A las cuatro en punto.
—Pero... —O sea, no me lo había dicho. ¿Cuándo me lo había dicho? ¿En enero?
—Tengo que dejarte, cariño. Los Enderbury llaman a la puerta.
domingo 7 de septiembre
55,2 Kg., metros cuadrados de suelo no cubiertos de sujetadores, zapatos, comida, botellas o pintalabios: 0.
10 a.m. ¡Hurra! Un día más y todavía no estoy muerta. Sin embargo ha sido una noche horrible. Después de la charla con mamá me sentí muy cansada, así que comprobé que todas las puertas estuviesen cerradas, me enterré bajo la montaña de bragas, camisolas y piezas de piel de leopardo de Shazzer y me puse a dormir. No las oí llegar, y luego me he despertado a medianoche y he visto que ya estaban durmiendo. Aquí empieza a apestar de verdad. Y el problema también es que, si me despierto por la noche, todo lo que puedo hacer es quedarme observando el techo en silencio por miedo a no despertarlas al tirar algo al suelo.
Ohhh. El teléfono. Será mejor que lo coja antes de que se despierten.
—Bueno, se han dado cuenta de que no soy un ex amante asesino.
¡Hurra! Era Mark Darcy.
—¿Cómo estás? —dijo mostrándose considerado, y más teniendo en cuenta que, gracias a mí, se había pasado siete horas en la comisaría de policía—. Te habría llamado, pero no quisieron decirme dónde estabas hasta que se hubiese probado mi inocencia.
Intenté estar alegre, pero acabé explicándole que en casa de Shazzer estábamos muy apiñadas.
—Bueno, la oferta de venir y quedarte conmigo sigue en pie —dijo sin ceremonia—
.
Hay dormitorios de sobra.
Me gustaría que dejase de refregarme por la cara que no quiere acostarse conmigo. La cosa parece estar convirtiéndose en una escena
pashmina, y
sé por Shazzer y Simón lo imposible que es salirse una vez se empieza, porque al más leve indicio de sexo, a todo el mundo le entra pánico de «arruinar la amistad».
Justo en ese momento Jude bostezó y se dio la vuelta, haciendo caer al suelo con el pie una pila de cajas de zapatos, desparramando collares, pendientes, maquillaje y una taza de café en mi bolso. Respiré hondo.
—Gracias —susurré al teléfono—. Estaré encantada de ir.
11.45 p.m. Casa de Mark Darcy. Oh Dios. Esto no va demasiado bien. Estoy tumbada sola en una habitación blanca que me es extraña, sólo con una cama blanca, persianas blancas y una preocupante silla blanca que es el doble de alta de lo que debería ser. Este sitio da miedo: un gran palacio vacío sin ni siquiera algo de comida. Parece imposible encontrar o hacer algo sin un colosal esfuerzo mental porque cada interruptor, cadena del váter, etc., tiene la apariencia de ser otra cosa. Además hace muchísimo frío; sí, esto parece una nevera.