Bridget Jones: Sobreviviré (34 page)

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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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7.10 p.m. Creo que ir con flores puede resultar un poco horripilante... pero la cuestión es que ella me gustaba de verdad. Es como tener a alguien que era igual que tú en el corazón de las autoridades. Por otra parte todos los bocazas la criticaban por cosas como lo de las minas pero, en mi opinión, fue una forma endiabladamente inteligente de utilizar la publicidad. Mejor que no hacer nada aparte de quedarse en casa quejándote.

7.15 p.m. ¿Qué sentido tiene vivir en la capital si no puedes unirte a las grandes expresiones de sentimiento? No parece una actitud muy inglesa, pero quizá todo haya cambiado con la inestabilidad climática y Europa y Tony Blair, y puede que esté bien expresar los sentimientos de uno. Tal vez ella haya cambiado la típica estrechez de miras inglesa.

7.25 p.m. Vale, definitivamente voy a ir al palacio de Kensington. Pero no tengo flores. Las compraré en la estación de servicio.

7.40 p.m. La estación de servicio se ha quedado sin flores. Sólo le quedan cosas como Chocolate a la Naranja y natillas. Buenas pero inapropiadas.

7.45 p.m. Sin embargo, estoy segura de que a ella le gustarían.

7.50 p.m. He escogido un ejemplar del
Vague,
un Milk Tray, unos Instants y un paquete de Silk Cut. No es perfecto, pero todo el mundo habrá comprado flores y yo sé que a ella le gustaba el
Vogue.

9.30 p.m. Muy contenta de haber ido. Me dio un poco de vergüenza caminar por Kensington pensando que la gente sabía adonde iba y que estaba sola pero, ahora que lo pienso, la princesa Diana estaba a menudo sola.

El parque estaba muy oscuro y tranquilo, con todo el mundo caminando silencioso en la misma dirección. No había histrionismo como en las noticias. Había flores y velas apoyadas contra la pared y la gente volvía a encender las velas que se habían apagado y leía los mensajes.

Espero que ahora sepa, después de todas las veces

que le preocupó no ser lo bastante buena, que todo el mundo le tenía cariño. Todo esto debería servir como mensaje para que las mujeres que están preocupadas por el aspecto que tienen y que se sienten como una mierda y que esperan tanto de sí mismas no se preocupen de esa forma. Me sentí un poco incómoda por el
Yogue y
el chocolate y los Instants, así que los escondí debajo de las flores y miré los mensajes, que me hicieron pensar que no hace falta ser ningún portavoz ni nada parecido para ser capaz de expresar cosas. El mejor estaba copiado de la Biblia, creo, y escrito con una temblorosa letra de anciana: «Cuando tuve problemas te preocupaste por mí, cuando estuve en peligro intentaste detenerlo, cuando estuve enferma me visitaste, cuando la gente se fue me cogiste de la mano. Todo lo que hiciste por las personas más pobres y débiles sentí que lo hiciste por mí.»

12
Tiempos extraños

lunes 1 de septiembre

51,6 Kg. (tengo que asegurarme de no recuperar peso inmediatamente), 6.452 calorías.

—Sabía que algo iba mal cuando llegué a la puerta —estaba diciendo Shaz cuando ella y Jude vinieron anoche—. Pero la gente de la compañía aérea no me decía lo que había ocurrido e insistían en que entrase en el avión, y luego ya no me dejaron salir, y lo siguiente fue que estábamos rodando por la pista.

—¿Y cuándo te enteraste? —dije acabando mi copa de Chardonnay, y Jude cogió inmediatamente la botella y me sirvió más. Fue maravilloso, maravilloso.

—No supe nada hasta que aterrizamos —dijo Shaz—. Fue el vuelo más horrible que he hecho en mi vida. Yo tenía la esperanza de que simplemente hubieses perdido el avión, pero ellos se comportaban conmigo de una forma muy extraña y desdeñosa. Entonces, en cuanto salí del avión...

—¡La arrestaron! —dijo Jude con júbilo—. Y estaba completamente borracha.

—Oh, no —dije—. Y tú esperabas que Jed estuviese allí, ¿no?

—Ese hijoputa —dijo Shaz sonrojándose.

De alguna manera, pensé que sería mejor que no volviese a mencionar a Jed nunca más.

—Él tenía a alguien detrás de ti en la cola de Bangkok —explicó Jude—. Parece ser que estaba esperando una llamada en Heathrow y que inmediatamente cogió un avión hacia Dubai.

Resultó que Shaz llamó a Jude desde la comisaría y las dos se pusieron rápidamente en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores.

—Y entonces no pasó nada —dijo Jude—. Empezaron a decir que podías estar encarcelada diez años.

—Lo recuerdo —me estremecí.

—Llamamos a Mark la noche del miércoles y él habló rápidamente con todos sus contactos en Amnistía y la INTERPOL. Intentamos contactar con tu madre, pero en el contestador decía que estaba visitando los Lagos. Pensamos en llamar a Geoffrey y Una pero al final decidimos que todos se pondrían histéricos y que eso no sería de gran ayuda.

—Muy bien pensado —dije.

—El primer viernes supimos que habías sido trasladada a la cárcel propiamente dicha... —dijo Shaz.

—Y Mark cogió un avión hacia Dubai.

—¿Fue a Dubai? ¿Por mí?

—Estuvo fantástico —dijo Shaz.

—¿Y dónde está? Le he dejado un mensaje pero no me ha contestado.

—Sigue allí —dijo Jude—. Entonces, el lunes, recibimos una llamada del Ministerio de Asuntos Exteriores y parecía que todo había cambiado.

—¡Debió de ser cuando Charlie habló con su padre! —dije emocionada.

—Nos dejaron enviarte correo...

—Y entonces el martes supimos que habían cogido ajed...

—Y Mark llamó el viernes y dijo que habían conseguido una confesión...

—¡Y el sábado recibimos por sorpresa la llamada que nos dijo que estabas en el avión!

—¡Hurra! —dijimos las tres, y brindamos. Yo estaba desesperada por entrar en el tema de Mark, pero no quería parecer frívola y desagradecida por todo lo que habían hecho las chicas.

—Entonces ¿sigue saliendo con Rebecca? —solté.

—¡No! —dijo Jude—. ¡No! ¡No!

—Pero ¿qué ha ocurrido?

—No lo sabemos con exactitud —dijo Jude—. En un determinado momento todo seguía igual que siempre, y al minuto siguiente Mark ya no iba a la Toscana y...

—Nunca adivinarías con quién está saliendo Rebecca ahora —interrumpió Sha.

—¿Con quién?

—Es alguien que conoces.

—¿No será Daniel? —dije sintiendo una extraña mezcla de emociones.

—No.

—¿Colin Firth?

—No.

—Fiu. ¿Tom?

—No. Piensa en otra persona que tú conoces bastante bien. Casado.

—¿Mi papá? ¿El Jeremy de Magda?

—Caliente, caliente.

—¿Qué? No será Geoffrey Alconbury, ¿verdad?

—No —dijo Shaz riendo—. Él está casado con Una y además es gay.

—Giles Benwick —dijo Jude de repente.

—¿Quién? —farfullé.

—Giles Benwick —confirmó Shaz—. Conoces a Giles, por amor de Dios, el que trabaja con Mark, al que salvaste del suicidio en casa de Rebecca.

—Estaba colado por ti.

—Después de sus respectivos accidentes él y Rebecca se quedaron en Gloucestershire leyendo libros de autoayuda y ahora... están juntos.

—Son como una sola persona —añadió Jude.

—Están unidos por el acto del amor —exageró Shaz.

Hubo una pausa durante la cual las tres nos miramos, anonadadas ante aquel extraño don de los cielos.

—El mundo se ha vuelto loco —solté con una mezcla de sorpresa y temor—. Giles Benwick no es guapo, no es rico.

—Bueno, en realidad sí —murmuró Jude.

—Él no tenía novia y por lo tanto tampoco un estatus atractivo para Rebecca desde el punto de vista de su instinto depredador.

—Aparte de por el hecho de ser muy rico —dijo Jude.

—En cualquier caso Rebecca le ha escogido.

—Eso es cierto, es absolutamente cierto —dijo Shaz emocionada—. ¡Tiempos extraños! ¡Tiempos extraños de verdad!

—Pronto el príncipe Felipe de Edimburgo me pedirá que sea su novia, y Tom estará saliendo con la reina —grité.

—No con el Pretencioso Jerome, sino con nuestra querida reina —aclaró Shaz.

—Los murciélagos empezarán a disfrutar del sol —me explayé—. Los caballos nacerán con colas en la cabeza y cubitos de orina congelada aterrizarán en nuestros tejados perfumando nuestros hogares.

—Y ahora la princesa Diana está muerta —dijo Shazzer solemnemente.

De repente nuestro humor cambió por completo. Todas nos quedamos en silencio intentando asimilar aquella violenta, sorprendente e impensable realidad.

—Tiempos extraños —pronunció Shaz meneando

la cabeza pomposamente—. Tiempos extraños de verdad.

martes 2 de septiembre

52 Kg. (definitivamente, mañana dejo de engullir), 6 unidades de alcohol (debo evitar empezar a beber demasiado), 27 cigarrillos (debo evitar empezar a fumar demasiado), 6.285 calorías (debo evitar empezar a comer demasiado).

8 a.m. Mi apartamento. Debido a la muerte de Diana, Richard Finch ha cancelado todo lo que estaban haciendo sobre la Chica-de-la-Droga-en-Tailandia (yo) y me ha dado dos días libres para recuperarme. No puedo aceptar la muerte ni, ahora que lo pienso, ninguna otra cosa. Quizá ahora habrá una depresión nacional. Es el final de una era, no hay dos formas distintas de verlo, pero también es el principio de una nueva era bajo el manto del otoño. Es el momento para nuevos principios.

Decidida a no volver a hundirme en mis viejos hábitos, como pasarme la vida comprobando el contestador y esperando a que Mark me llame, empezaré a estar tranquila y centrada.

8.05 a.m. Pero ¿por qué ha roto Mark con Rebecca? ¿Por qué está saliendo ella con el gafotas de Giles Benwick? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿Fue a Dubai porque todavía me quiere? Pero ¿por qué no me ha llamado? ¿Por qué? ¿Por qué?

De todas formas, ahora todo esto es irrelevante para mí. Estoy trabajando en mí misma. Voy a depilarme las piernas.

10.30 a.m. De regreso en mi apartamento. Llegué tarde a la depilación (8.30 a.m.) para encontrarme con que la esteticista no vendría «Por la princesa Diana». La recepcionista se mostró casi sarcástica al respecto pero, como le dije yo, ¿quiénes somos nosotros para juzgar por lo que está pasando cada individuo? Si todo esto nos ha enseñado algo es a no juzgar a los demás.

Sin embargo me fue difícil mantener el ánimo cuando, de regreso a casa, me vi atrapada en un enorme embotellamiento en Kensington High Street que multiplicó por cuatro la duración de un trayecto que normalmente habría recorrido en diez minutos. Cuando llegué al centro del embotellamiento resultó que había sido provocado por las obras en la carretera, sólo que nadie estaba trabajando y había una señal en la que decía: «Los hombres que trabajan en esta carretera han decidido parar durante los cuatro próximos días como señal de respeto hacia la princesa Diana.»

Ohhh, la luz del contestador está parpadeando.

¡Era Mark! El sonido era muy débil y chirriante:

—Bridget... acabo de recibir la noticia. Me siento encantado de que estés libre. Encantado. Estaré de regreso más tarde en el... —Se oyó un fuerte pitido en la línea y luego se cortó.

Diez minutos más tarde sonó el teléfono.

—Oh, hola, cariño, adivina qué.

Mi madre. ¡Mi propia madre! Sentí una abrumadora oleada de amor.

—¿Qué? —dije sintiendo que se me saltaban las lágrimas.

—«Ve tranquilamente entre el ruido y la prisa y recuerda la paz que puede haber en el silencio.»

Hubo una larga pausa.

—¿Mamá? —acabé por decir.

—Chis, cariño, silencio —más pausa—. «Recuerda la paz que puede haber en el silencio.»

Respiré profundamente, me coloqué el teléfono debajo de la barbilla y seguí preparando el café. ¿Ves? Lo que he aprendido es la importancia de desvincularse de las locuras de los demás porque uno ya tiene bastante de que preocuparse intentando mantenerse centrado él mismo. Justo entonces empezó a sonar el móvil.

Intenté hacer caso omiso del primer teléfono, que había empezado a vibrar y por el que se oía gritar:

—Bridget, nunca encontrarás el equilibrio si no aprendes a trabajar en silencio.

Pulsé OK en el móvil. Era papá.

—Ah, Bridget —dijo con voz dura, como de militar—. ¿Podrías hablar con tu madre por «la línea telefónica»? Parece haberse vuelto como loca de repente.

¿Ella
estaba como loca? ¿Es que yo no les importaba lo más mínimo? ¿Su propia sangre?

Se oyó una serie de sollozos, chillidos e inexplicables estrépitos en la «línea telefónica», como le gustaba a mi padre llamar al teléfono, probablemente por una reminiscencia nostálgica de los tiempos de la guerra.

—Vale, papá, adiós —dije, y volví a coger el teléfono fijo.

—Cariño —refunfuñó mamá en un susurro ronco y autocompasivo—. Tengo que decirte algo. No puedo ocultárselo a mi familia y mis seres queridos por más tiempo.

Intentando no meditar acerca de la distinción entre «familia» y «seres queridos», dije con prontitud:

—Bueno, no te sientas obligada a decírmelo si no quieres.

—¿Y qué quieres que haga? —gritó con histrionismo—. ¿Vivir una mentira? ¡Soy una adicta, cariño, una adicta!

Me devané los sesos intentando imaginar a qué pudo haber decidido que era adicta. Mi madre nunca ha bebido más de una copita de jerez desde que Mavis Enderbury se emborrachó en la fiesta de su veintiún cumpleaños en 1952 y tuvo que ser llevada a casa en la barra de una bicicleta que pertenecía a alguien llamado «Peewee». Su ingesta de drogas se limita a un Fisherman's Friend de vez en cuando como remedio para una tremenda tos que se le dispara durante las actuaciones bianuales del Club Dramático Amateur de Kettering.

—Soy una adicta —volvió a decir, y se detuvo dramáticamente.

—Vale —dije—. Una adicta. ¿Y cuál es exactamente tu adicción?

—Las relaciones —dijo—. Soy una adicta a las relaciones, cariño. Soy codependiente.

Dejé caer la cabeza con un golpe encima de la mesa que tenía justo delante.

—¡Treinta y seis años con papá! —dijo—. Y nunca lo he entendido.

Pero mamá, estar casada con alguien no significa...

—Oh no, no soy codependiente de papá —dijo—. Soy codependiente de la diversión. Le he dicho a papá que yo... Ohh, tengo que irme zumbando. Es la hora de mis afirmaciones.

Me quedé sentada mirando la cafetera, la cabeza dándome vueltas.

¿Es que no sabían lo que me había ocurrido? ¿Habría cruzado finalmente el límite mi madre?

El teléfono volvió a sonar. Era papá.

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