Bridget Jones: Sobreviviré (15 page)

Read Bridget Jones: Sobreviviré Online

Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
11.13Mb size Format: txt, pdf, ePub

Hice una pausa, la mano tapando el auricular del teléfono.

—Dice que estoy sacando conclusiones precipitadas —siseé, con lo que Shaz, furiosa, hizo ademán de abalanzarse sobre el teléfono.

—¿Conclusiones precipitadas? —dije—. Rebecca te ha estado yendo detrás desde hace un mes, tú me has abandonado por cosas que no he hecho y lo siguiente que sucede es que te veo salir de un taxi con Rebecca...

—Pero no fue culpa mía, puedo explicarlo, y acababa de llamarte.

—Sí... para decirme que me debías que fuésemos amigos.

—Pero...

—¡Sigue! —siseó Shaz.

Respiré hondo.

—¿Me lo debes? Encanto... —En aquel instante Jude y Shaz se abrazaron extasiadas. ¡Encanto! Yo casi era Linda Fiorentino en
La última seducción
— ... no necesito que nadie forme parte de mi vida porque me lo debe —seguí con determinación—. Tengo las mejores, más leales, inteligentes, divertidas, afectuosas y compasivas amigas del mundo. Y
si fuese
tu amiga después de la forma en que me has tratado...

—Pero... ¿Qué forma? —parecía angustiado.

—Si todavía siguiese siendo tu amiga... —yo estaba flaqueando.

—Sigue —siseó Shaz.

— ... Tú serías
muy
afortunado.

—De acuerdo, ya has dicho bastante —dijo Mark—. Si no quieres que te lo explique, no te molestaré con llamadas telefónicas. Adiós, Bridget.

Anonadada, colgué el teléfono y miré a mis amigas. Sharon estaba estirada en la alfombra zarandeando triunfalmente un cigarrillo en el aire y Jude estaba bebiendo directamente de la botella de Chardonnay. De repente tuve la horrorosa sensación de haber cometido el más terrible de los errores.

Diez minutos más tarde sonó el timbre. Corrí hacia la puerta.

—¿Puedo entrar? —dijo una apagada voz masculina. ¡Mark!

—Claro —dije, aliviada. Me giré hacia Jude y Shaz y les dije—: ¿Creéis que podríais ir... al dormitorio?

Estaban levantándose de mala gana cuando se abrió la puerta del piso, pero no era Mark sino Tom.

—¡Bridget! ¡Qué delgada estás! —dijo—. Oh Dios. —Se desplomó sobre la mesa de la cocina—. Oh Dios. La vida es una mierda, la vida es un cuento explicado por un cínico...

—Tom —dijo Shazzer—. Estábamos manteniendo una conversación.

—Y ninguna de nosotras te ha visto el pelo en semanas —farfulló Jude resentida.

—¿Una conversación? ¿No sobre mí? ¿De qué otra cosa podría tratarse? Oh Dios... jodido Jerome, jodido, jodido Jerome.

—¿Jerome? —dije horrorizada—. ¿El Pretencioso Jerome? Pensaba que le habías desterrado de tu vida para siempre.

—Me dejó todos esos mensajes cuando yo estaba en San Francisco —dijo Tom tímidamente—. Así que empezamos a vernos, y entonces esta noche he hecho una alusión a la posibilidad de volver a salir juntos, bueno, he intentado besuquearle y Jerome me ha dicho, me ha dicho... —Tom se frotó un ojo airadamente—... que no se sentía atraído por mí.

Permanecimos en silencio anonadadas. El Pretencioso Jerome había cometido un crimen contra todas las leyes de la decencia en las citas, un crimen depravado, egoísta, imperdonable y destructor de egos.

—No soy atractivo —dijo Tom desesperadamente—. Soy un confirmado paria del amor.

Al instante nos pusimos en acción: Jude cogió el Chardonnay mientras Shaz le abrazaba y yo traía una silla y decía atropelladamente:

—¡No lo eres, no lo eres!

—Y entonces ¿por qué me ha dicho eso? ¿Por qué? ¿POR QUEEEEEEÉ?

—Es perfectamente obvio —dijo Jude dándole una copa—. Porque el Pretencioso Jerome es hetero.

—Totalmente hetero —dijo Shaz—. Sabía que ese chico no era gay desde la primera y jodida vez que le vi.

—Hetero —dijo Jude riendo en señal de estar de acuerdo—. Un buen chico hetero y recto, como un muy hetero y muy recto... pene.

5
Señor Dardy, señor Darcy

domingo 2 de marzo

5 a.m. Aaargh. Acabo de recordar lo ocurrido.

5.03 a.m. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué? ¿Por qué? Me gustaría poder volver a dormirme o levantarme.

5.30 a.m. Extraño lo deprisa que pasa el tiempo cuando tienes resaca. Es porque tienes muy pocos pensamientos: exactamente lo opuesto a cuando la gente se está ahogando y pasan ante sus ojos ráfagas como fogonazos de partes completas de su vida, y el momento parece dilatarse eternamente porque están teniendo muchos pensamientos.

6 a.m. Ya lo ves, ha pasado media hora como si nada porque no he tenido ningún pensamiento. Uf. Me duele bastante la cabeza. Oh Dios. Espero no haber vomitado en el abrigo.

7 a.m. El problema es que nunca te dicen lo que pasará si bebes más de dos copas al día o, más concretamente, todas las unidades de alcohol permitidas para toda una semana en una noche. ¿Significa que entonces se te pondrá la cara color magenta y la nariz torcida como si fueras un gnomo, o que eres un alcohólico? Pero en ese caso todas las personas de la fiesta a la que fuimos anoche debían de ser alcohólicas. Excepto porque las únicas personas que no estaban bebiendo eran los alcohólicos. Mmm.

7.30 a.m. Quizá esté embarazada y el alcohol haya dañado al bebé. Oh, pero no puedo estar embarazada porque acabo de tener la regla y nunca más volveré a practicar sexo con Mark. Nunca. Jamás.

8 a.m. Lo peor de todo es estar sola en mitad de la noche sin nadie con quien hablar o a quien preguntarle si estaba muy borracha. Sigo recordando las cosas cada vez más y más horribles que dije. Oh no. Acabo de recordar que le di 50 peniques a un mendigo que, en lugar de decirme «Gracias», me dijo «Pareces muy borracha».

De repente también acabo recordar a mi madre diciéndome en mi infancia: «No hay nada peor que una mujer borracha.» Soy como una de esas zorras fáciles que frecuentan los bares. Tengo que volver a dormir.

10.15 a.m. Me siento un poco mejor después de haber dormido. Quizá la resaca se me haya pasado. Creo que voy a abrir las cortinas. ¡AAAAAAAAAH! No puede ser natural que el sol esté tan jodidamente brillante por la mañana.

10.30 a.m. Da igual. Dentro de un minuto me voy al gimnasio y nunca volveré a beber, por lo tanto éste es un momento perfecto para iniciar la dieta Scarsdale. Así que de hecho lo que ocurrió anoche estuvo muy bien porque éste es el inicio de una vida totalmente nueva. ¡Hurra! La gente dirá... Oooh, el teléfono.

11.15 a.m. Era Shazzer.

—Bridge, ¿estuve muy borracha y desagradable anoche?

Por un momento no pude recordarla lo más mínimo.

—No, claro que no —dije amablemente para animar a Shazzer, segura de que si hubiese estado verdaderamente borracha yo lo recordaría. Reuní todo mi valor y pregunté—: ¿Y yo? —Hubo un silencio.

—No, estuviste encantadora, muy, muy cariñosa.

Ahí está, ya ves, era sólo paranoia de resaca. Ooh, el teléfono. Quizá sea él.

Era mi madre.

—Bridget, ¿qué diablos estás haciendo todavía en casa? Se supone que tienes que estar aquí dentro de una hora. ¡Papá está preparando el postre! Alaska al horno.

11.30 a.m. Joder, oh joder. El viernes por la noche me invitó a comer y yo estaba demasiado débil como para discutir, y después demasiado borracha para recordarlo. No puedo dejar de ir otra vez. ¿Puedo? Vale. Lo que tengo que hacer es permanecer tranquila y comer fruta porque las enzimas limpian las toxinas y todo estará bien. Comeré un poquito e intentaré no vomitar y luego, una vez haya salido de la Tierra de la Indecisión, llamaré a mamá.

Pros de ir:

Podré comprobar si Wellington está siendo tratado de una forma que no ofendería a la Comisión de Igualdad Racial.

Podré hablar con papá.

Seré una buena hija.

No me las tendré que haber con mamá.

Contras de ir:

Tendré que sufrir la tortura y el tormento del incidente Mark/Rebecca.

Quizá vomite en la mesa.

Otra vez el teléfono. Será mejor que no sea ella.

—¿Qué tal tienes la cabeza hoy? —Era Tom.

—Bien —gorjeé alegremente, ruborizándome—. ¿Por qué?

—Bueno, anoche estabas bastante pasada.

—Shazzer me ha dicho que no.

—Bridget —dijo Tom—, Shazzer no estaba. Se fue al Met Bar a encontrarse con Simón y, por lo que yo sé, ella estaba en el mismo estado que tú.

lunes 3 de marzo

59,4 Kg. (horrible producción instantánea de grasa después de la comida familiar del domingo untada de manteca de cerdo), 17 cigarrillos (emergencia), incidentes durante la comida familiar que sugieran que queda algo de cordura o sentido de la realidad en la vida: 0.

8 a.m. Finalmente la resaca está empezando a desaparecer. Gran alivio volver a estar en mi propia casa, donde soy la adulta dueña del castillo en lugar de un simple peón en el juego de otras personas. Ayer decidí que no había forma de librarme de la comida de mamá pero durante todo el camino por la autopista hacia Grafton Underwood sentí arcadas subiendo por mi garganta. El pueblo tenía un aspecto surrealmente idílico, guarnecido con narcisos, invernaderos, patos, etc. y gente podando setos, como si la vida fuese fácil y pacífica, los desastres no ocurriesen y existiese algo parecido a un Dios.

—¡Oh, hola, cariño!
Hakuna matata.
Acabamos de llegar del súper —dijo mamá haciéndome pasar a toda prisa en dirección a la cocina—. ¡No quedaban guisantes! Voy a escuchar los mensajes del contestador.

Me senté sintiendo náuseas mientras el contestador retumbaba y mamá iba de aquí para allá conectando aparatos cuyos ruidos y rugidos se clavaban en mi ya de por sí dolorida cabeza.

—Pam. —El contestador—. Soy Penny. ¿Sabes ese tío que vive pasada la esquina del garaje? Bueno, se ha suicidado por culpa del ruido que hacía el tiro al plato. Viene en el
Kettering Examiner.
Oh, y quería decirte, ¿puede Merle meter un par de docenas de pasteles de picadillo de fruta en tu congelador mientras les revisan el sistema del gas?

—¡Hola, Pam! ¡Margo! ¡Soy una gorrona! ¿Tienes un molde para brazo de gitano de doce centímetros que puedas prestarme para el veintiún cumpleaños de Alison?

Miré frenéticamente por la cocina, enloquecida de pensar en los diferentes mundos que se nos revelarían al reproducir las cintas de los contestadores de la gente. Quizá alguien debería hacerlo como una instalación en la Saatchi Gallery. Mamá estaba revolviendo ruidosamente en los armarios; luego marcó un número.

—Margo. Pam. Tengo un molde
circular
para bizcocho, ¿te sirve? Bueno, ¿por qué no utilizas un molde para pudín Yorkshire y alisas el fondo con un poco de papel encerado?

—Hola, hola, bomdibombóm —dijo papá entrando en la cocina—. ¿Alguien sabe el código postal de Barton Seagrave? ¿Es KT4, HS o L? Ah, Bridget, bienvenida a las trincheras, la Tercera Guerra Mundial en la cocina, Mau Mau en el jardín.

—Colin, ¿puedes sacar el aceite de la sartén para las patatas fritas? —dijo mamá—. Geoffrey dice que cuando lo has calentado a temperatura elevada diez veces tienes que tirarlo. Por cierto, Bridget, te he comprado un poco de talco. —Me entregó una botella lila de Yardley con tapa dorada.

—Ejem, ¿por qué? —dije cogiéndolo con cautela.

—¡Bueno! Te mantiene fresca y limpia, ¿no?

Grrr. Grrr. Todo el mecanismo de su pensamiento resultaba transparente. Mark se había ido con Rebecca porque...

—¿Me estás diciendo que huelo mal? —dije.

—No, cariño. —Se detuvo—. Sin embargo, siempre está bien mantenerse limpia y fresca, ¿no crees?

—¡Buenas tardes Bridget! —Era Una apareciendo de la nada con un plato de huevos pasados por agua—. ¡Pam! Había olvidado decírtelo, Bill está intentando que el ayuntamiento examine su entrada para coches porque no alisaron la superficie y por eso ahora está llena de baches, así que Eileen quiere que les digas que el agua corría desde tu entrada hasta que te pusieron una rejilla.

Todo aquello era un galimatías. Un galimatías. Me sentí como un paciente en coma del que todo el mundo pensara que no podía oír nada.

—Venga, Colin, ¿dónde está la carne de cerdo en conserva? Llegarán en cualquier momento.

—¿Quiénes? —dije con recelo.

—Los Darcy. Una, pon un poco de mayonesa y páprika en esos huevos, ¿quieres?

—¿Los Darcy? ¿Los padres de Mark? ¿Ahora? ¿Por qué?

Justo en ese momento el timbre de la puerta —que toca la melodía entera de un reloj de ayuntamiento— empezó a repicar.

—¡Somos los ancianos de la tribu! —dijo mamá alegremente, sacándose el delantal—. ¡Venga, todos, a la mesa!

—¿Dónde está Wellington? —le susurré a mamá.

—Oh, ¡está fuera en el jardín practicando su fútbol! No le gustan estas comidas con tanta gente sentada a la mesa en las que tiene que charlar con todos nosotros.

Mamá y Una salieron apresuradamente y papá me dio una palmadita en el brazo.

—Adelante, siempre en la brecha —me dijo.

Le seguí hacia la confusa-tierra-de-alfombras-y-ornamentos del salón, preguntándome si tenía la fuerza y el control suficientes sobre mis extremidades como para fugarme repentinamente, y decidí que no era así. Los padres de Mark y Una y Geoffrey estaban de pie formando un círculo extraño, todos ellos con una copa de jerez en la mano.

—Muy bien, mi amor —dijo papá—. Vamos a servirte una copa.

—¿Conoces a...? —dijo señalando hacia donde estaba Elaine—. Ya sabes, querida, lo siento, te conozco desde hace treinta años y me he olvidado por completo de tu nombre.

—¿Y cómo está ese hijo tuyo? —interrumpió Una.

—¡Mi hijo! ¡Bueno, verás, se va a casar! —dijo el almirante Darcy, un simpático vocinglero. De repente la habitación se llenó de manchas. ¿Casarse?

—¿Va a casarse? —dijo papá cogiéndome del brazo mientras yo intentaba recuperar la respiración.

—Oh lo sé, lo sé —dijo el almirante Darcy jovialmente—. Ya no hay quien pueda seguirles el ritmo a los jóvenes: ¡casado con una un minuto, saliendo con otra al minuto siguiente! ¿No es cierto, cariño? —dijo dándole una palmadita en el culo a la madre de Mark.

—Cariño, creo que Una estaba preguntando por Mark y no por Peter —dijo ella con un destello de comprensión en mi dirección—. Peter es nuestro otro hijo y está en Hong Kong. Se va a casar en junio. Y ahora venga, chicos, ¿puede alguno de vosotros servirle una copa a Bridget? Son todos unos bocazas, ¿verdad? —dijo con una amable mirada.

Que alguien me saque de aquí, pensé. No quiero ser torturada. Quiero estirarme en el suelo del cuarto de baño con la cabeza cerca de la taza, como la gente normal.

Other books

Tatiana and Alexander by Paullina Simons
Because We Say So by Noam Chomsky
Bones and Roses by Goudge, Eileen;
Riding and Regrets by Bailey Bradford
Fever by Melissa Pearl
La última batalla by C.S. Lewis
Poisoned Pawn by Jaleta Clegg