Bridget Jones: Sobreviviré (16 page)

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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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—¿Te apetece uno? —dijo Elaine sosteniendo una caja plateada llena de Black Sobranies—. Estoy segura de que son fatales para la salud, pero aquí estoy yo todavía con sesenta y cinco años.

—Vale, ¡pasad y sentaos todos! —dijo mamá entrando con una bandeja de salchichas de hígado—. Uuf. —Montó todo un numerito tosiendo y abanicando el aire y dijo glacialmente—: Elaine, no se puede fumar en la mesa.

La seguí hacia el comedor, donde, al otro lado de las puertaventanas, Wellington se las arreglaba sorprendentemente bien jugando a tocar el balón evitando que tocara el suelo, vestido con una sudadera y unos
shorts
sedosos de color azul.

—Ahí va. Ánimo, chico —dijo Geoffrey riendo satisfecho, mirando por la ventana y zangoloteando con las manos arriba y abajo en sus bolsillos—. ¡Venga, ánimo!

Todos nos sentamos y nos quedamos mirándonos con incomodidad. Era como una reunión preboda para la feliz pareja con las dos familias presentes, con la salvedad de que el novio se había ido con otra dos noches antes.

—¡Bueno! —dijo mamá—. ¿Salmón, Elaine?

—Gracias —dijo Elaine.

—¡La otra noche fuimos a ver
Miss Saigón!
—empezó a decir mamá con peligrosa claridad.

—¡Baah! Musicales. No puedo soportarlos, atajo de malditos maricones —murmuró el almirante Darcy mientras Elaine le servía un trozo de salmón.

—¡Bueno, lo pasamos bien! —dijo mamá—. Pero...

Tuve una especie de inspiración que me hizo mirar frenéticamente por la ventana y vi que Wellington me estaba mirando a su vez. «Socorro», articulé. El señaló con un gesto de cabeza en dirección a la cocina y desapareció.

—De pie con las piernas abiertas vociferando —rugió el almirante, un hombre que estaba de acuerdo conmigo.

—Mucho mejor Sullivan y Gilbert. Su opereta
HMS Pinafore,
eso es otra cosa.

—Perdonadme un momento —dije y me escapé, haciendo caso omiso de la furibunda mirada de mamá.

Entré precipitadamente en la cocina y me encontré con que Wellington ya estaba allí. Me desplomé contra el congelador.

—¿Qué? —me dijo mirándome a los ojos fijamente—. ¿Qué ocurre?

—Cree que es una de las ancianas de la tribu —susurré—. La está tomando con los padres de Mark, ya sabes, Mark, el que vimos...

Asintió.

—Lo sé todo al respecto.

—¿Qué le has estado diciendo? Está intentando montar un escándalo con el asunto de que él saliera con Rebecca, como si...

Justo entonces la puerta de la cocina se abrió de golpe.

—¡Bridget! ¿Qué estás haciendo aquí? Oh. —Mamá, al ver a Wellington, se detuvo en seco.

—¿Pamela? —dijo Wellington—. ¿Qué está ocurriendo?

—Bueno, simplemente pensaba en lo que tú dijiste de que los adultos podíamos... ¡podíamos solucionar algo! —dijo recuperando su confianza y esbozando una leve sonrisa.

—¿Estabas adoptando los comportamientos de nuestra tribu? —dijo Wellington.

—Bueno... Yo...

—Pamela. Tu cultura ha evolucionado a lo largo de muchos siglos. Cuando aparece una influencia externa no debes permitir que ésta contamine y adultere tu herencia. Tal como te dije, viajar por el mundo brinda la posibilidad de observar, no de destruir. —No pude evitar preguntarme cómo encajaba en todo aquello el nuevo walkman CD de Wellington, pero mamá estaba asintiendo arrepentida. Nunca antes la había visto tan hechizada por alguien.

—Ahora, regresa junto a tus invitados y deja estar el noviazgo de Bridget, como marca la antigua tradición de tu tribu.

—Bueno, supongo que tienes razón —dijo pasándose la mano por el pelo.

—Que disfrutes de la comida —dijo Wellington, guiñándome el ojo de forma casi imperceptible.

De regreso al comedor, pareció que la madre de Mark ya había esquivado diestramente el enfrentamiento.

—Para mí es un completo misterio cómo alguien se casa con otra persona en nuestros días —estaba diciendo—. Si no me hubiese casado tan joven, yo no lo habría hecho nunca.

—¡Oh, estoy completamente de acuerdo! —dijo papá, excesivamente entusiasmado.

—Lo que no entiendo —dijo el tío Geoffrey—, es cómo puede una mujer llegar a la edad de Bridget sin pescar a algún tío. ¡Nueva York, el Espacio Exterior, se le van! ¡Uyyy!

«Oh, ¡Cállate! ¡Cállate!» —tuve ganas de gritar.

—Ahora es muy difícil para los jóvenes —volvió a interrumpir Elaine, mirándome fijamente—. Una chica puede casarse con cualquiera cuando tiene dieciocho años. Pero cuando ha formado su carácter, aceptar la realidad de un hombre tiene que parecer insufrible. Exceptuando la compañía presente, claro está.

—Eso espero —rugió el padre de Mark alegremente, dándole un golpecito en el brazo—. De lo contrario, voy a tener que cambiarte por dos treintañeras. ¡Por qué iba a ser mi hijo el único que lo pasase en grande! —Insinuó una galante inclinación de cabeza en dirección a mí, lo que hizo que el corazón me volviese a dar un vuelco. ¿Quizá creía que seguíamos juntos? ¿O sabía lo de Rebecca y pensaba que Mark estaba saliendo con las dos?

Afortunadamente la conversación volvió entonces a
HMS Pinafore,
saltó a las habilidades futbolísticas de Wellington, cambió a las vacaciones que Geoffrey y papá pasaron jugando a golf, sobrevoló por arriates herbáceos, pasó por la entrada para coches de Bill y para entonces ya eran las 3.45 y la pesadilla había terminado.

Elaine introdujo un par de Sobranies en mi mano cuando se fueron.

—Igual los necesitas para el viaje de vuelta. Espero que nos volvamos a ver —dijo, lo que pareció alentador, aunque no lo suficientemente sólido como para levantar sobre esa base la vida de una. Desafortunadamente, era con Mark y no con sus padres con quien yo quería volver a salir.

—Muy bien, cariño —dijo mamá, saliendo a toda prisa de la cocina con un Tupperware—. ¿Dónde has puesto tu bolso?

—Mamá —dije entre dientes—. No quiero comida.

—¿Estás bien, cariño?

—Todo lo bien que puedo estar dadas las circunstancias —murmuré.

Me abrazó. Lo que fue hermoso pero sorprendente.

—Sé que es duro —dijo—. Pero no aguantes más tonterías de Mark. Todo te irá bien. Sé que será así. —Justo cuando yo estaba gozando del insólito consuelo materno me dijo—: ¡Así que ya ves!
¡Hakuna matatal
No te preocupes. ¡Sé feliz! Bien. ¿Quieres llevarte un par de paquetes de minestrone cuando te vayas? ¿Y qué tal un poco de prímula y galletitas Tuc? ¿Me dejas pasar y abrir ese cajón? Ooh, mira lo que te digo. Tengo un par de filetes de ternera.

¿Por qué creerá que la comida es mejor que el amor? Si me hubiese quedado un minuto más en la cocina juro que habría vomitado.

—¿Dónde está papá?

—Oh, estará fuera, en su cobertizo.

—¿Qué?

—Su cobertizo. Se pasa horas allí y luego sale oliendo a...

—¿A qué?

—Nada, cariño. Ve y despídete si quieres.

Fuera, Wellington estaba leyendo el
Sunday Telegraph
en el banco.

—Gracias —dije.

—No hay de qué —dijo y añadió—: Es una buena mujer. Una mujer de carácter, buen corazón y entusiasta, pero quizá...

— ... como 400 veces demasiado, ¿a veces?

—Sí —dijo riendo. Oh, Dios mío, espero que estuviese pensando sólo en el entusiasmo por la vida.

Cuando me acercaba al cobertizo salió papá, bastante sonrojado y con aspecto sospechoso. En el interior sonaba su cinta de Nat King Colé.

—Ah, ¿de regreso a la enorme Londres cargada de humo? —dijo, tropezando levemente y agarrándose al cobertizo—. ¿Estás un poco deprimida, cariño? —dijo arrastrando las palabras amablemente.

Asentí.

—¿Tú también? —le dije.

Me rodeó con sus brazos y me abrazó muy fuerte, como solía hacer cuando yo era pequeña. Era hermoso: mi papá.

—¿Cómo te las has arreglado para estar casado con mamá tanto tiempo? —susurré al tiempo que me preguntaba qué era aquel leve olor dulzón. ¿Whisky?

—Nosssss tan complicado en realidad —dijo apoyándose otra vez contra el cobertizo. Ladeó la cabeza para escuchar a Nat King Colé.


Lo más importante
—empezó a canturrear—
que aprenderás jamás es a amar y ser correspondido.
Sólo espero que me siga queriendo a mí y no a ese Mau Mau.

Entonces se echó hacia adelante y me besó.

miércoles 5 de marzo

58 Kg. (bien), O unidades de alcohol (excelente), 5 cigarrillos (una cifra agradable y saludable), número de veces que he pasado conduciendo por delante de casa de Mark: 2 (muy bien), número de veces que be buscado Mark Darcy en el listín de teléfonos para demostrarme que todavía existe: 18 (muy bien), 12 llamadas al 1471 (mejor), número de llamadas de Mark: O (trágico).

8.30 a.m. Mi apartamento. Muy triste. Añoro a Mark. No supe nada de él el domingo ni el lunes, y entonces anoche, al volver del trabajo, me encontré un mensaje en el que me decía que se iba unas semanas a Nueva York. «Así que supongo que es una despedida de verdad.»

Estoy intentando con todas mis fuerzas mantenerme animada. He descubierto que si, cuando me despierto por la mañana, justo antes de sentir la primera punzada de dolor, pongo el programa
Today
de Radio 4 —incluso si el programa parece consistir en horas y horas de juegos en plan
Sólo un minuto
con políticos intentando no decir ni «Sí» ni «No», ni contestar ninguna de las preguntas— entonces puedo evitar verme atrapada en los obsesivos ciclos de «si por lo menos» y en las conversaciones imaginarias con Mark Darcy que no hacen más que aumentar mi tristeza y mi incapacidad para salir de la cama.

Tengo que decir que Cordón Brown ha estado muy bien en el programa de esta mañana, pues ha conseguido hablar de la moneda europea sin dudar, detenerse ni decir absolutamente nada, y en lugar de eso se ha pasado todo el tiempo hablando tranquilamente y con fluidez, mientras se oía a John Humphreys de fondo gritando como Leslie Crowther «¿Sí o no? ¿Sí o no?». Así que... bueno, podría ser peor. Supongo.

Me pregunto si la moneda europea será necesariamente moneda única. En algunos aspectos estoy a favor porque presumiblemente tendríamos monedas distintas, lo que podría ser bastante europeo y chic. Además, podrían desembarazarse de las marrones, que son demasiado pesadas, y de las de 5 y 20 peniques, que son demasiado pequeñas e insignificantes para ser agradables. Mmm. Sin embargo deberíamos seguir con las de 1 libra, que son fantásticas, como soberanos, y de repente descubres que tienes 8 libras en el monedero cuando pensabas que te habías quedado sin blanca. Pero entonces tendrían que modificar todas las máquinas tragaperras y... ¡Aaaaaaah! El timbre. Quizá Mark viene a despedirse.

Sólo era el maldito Gary. Finalmente conseguí sacarle que había venido a decirme que la ampliación «sólo» costaría 7.000 libras.

—¿De dónde voy a sacar 7.000 libras?

—Podrías obtener una segunda hipoteca —dijo—. Sólo te costaría cien más al mes.

Afortunadamente incluso él pudo ver que ya llegaba tarde al trabajo, así que conseguí sacarle de casa. 7.000 libras. Francamente...

7 p.m. De vuelta en casa. Seguramente no es normal tratar a mi contestador como si fuera un amigo entrañable: salir corriendo del trabajo para ver en qué estado de ánimo se encuentra, si su parpadeo confirmará que soy un amable y aceptable miembro de la sociedad, o estará vacío y distante, como ahora por ejemplo. No sólo es el 42° día consecutivo en que no hay mensajes de Mark, sino que tampoco hay mensajes de ninguna otra persona. Quizá debería leer un poco de
La carretera menos recorrida.

7.06 p.m. Sí, ya ves que el amor no es algo que te ocurre sino algo que haces. ¿Y qué no hice yo?

7.08 p.m. Soy una mujer independiente, segura de sí misma, receptiva y sensible. Mi sentido de mí misma no procede de otra gente sino de... de... ¿mí misma? Eso no puede ser verdad.

7.09 p.m. Da igual. Lo bueno es que no me estoy obsesionando con Mark Darcy. Estoy empezando a desvincularme.

7.15 p.m. ¡Qué bien, el teléfono! ¡Quizá sea Mark Darcy!

—Bridget, ¡qué delgada estás! —Tom—. ¿Cómo está mi niña?

—Hecha una mierda —dije sacándome el chicle Nicorette de la boca y empezando a darle forma como a una escultura—. Obviamente.

—¡Oh, venga, Bridgelene! ¡Hombres! No valen nada, diez por un penique. ¿Qué tal va la nueva carrera como entrevistadora?

—Bueno, llamé al agente de Colín Firth y he conseguido todos los recortes. Realmente pensé que quizá quisiese hacerlo porque
Al rojo vivo
saldrá pronto, y creí que quizá les interesase la publicidad.

—¿Y?

—Me llamaron y me dijeron que estaba demasiado ocupado.

—¡Ah! Bueno, en realidad yo te llamaba precisamente por eso. Jerome dice que conoce...

—Tom —dije arriesgadamente—, ¿por casualidad no será esto Mencionitis ?

—No, no... No voy a volver con él —mintió descaradamente—. Pero, de todas formas, Jerome conoce a ese tío que trabajó en la última película de Colín Firth y me ha dicho que si quieres que les hable de ti.

—¡Sí! —dije entusiasmada.

Me doy cuenta de que sólo es otra excusa de Tom para seguir en contacto con el Pretencioso Jerome, pero al fin y al cabo todas las buenas obras son una mezcla de altruismo e interés propio, ¡y quizá Colín Firth diga que sí!

¡Hurra! ¡Será un trabajo perfecto para mí! Puedo ir por todo el mundo entrevistando a famosas celebridades. Y además con todo el dinero extra podré obtener la segunda hipoteca para el despacho y la terraza del tejado y entonces dejaré el odioso trabajo en
Despiértate, Reino Unido y
trabajaré en casa. ¡Sí! ¡Todo empieza a encajar! Voy a llamar a Gary. No puedes esperar que algo cambie si tú no cambias. ¡Estoy cogiendo las riendas!

Vale, no voy a estar tirada en la cama sintiéndome triste. Me voy a levantar y hacer algo útil. Como... mmm... ¿fumarme un cigarrillo? Oh Dios. No puedo soportar la idea de que Mark llame a Rebecca, y que repasen todos los pequeños detalles del día como hacía conmigo. No debo, no debo ser negativa. ¡Quizá Mark no está saliendo con Rebecca y volverá y estará conmigo! ¿Ves? ¡Hurra!

miércoles 12 de marzo

58 Kg., 4 unidades de alcohol (pero ahora soy periodista, así que está claro que tengo que estar borracha),5 cigarrillos, 1.845 calorías (bien), luz al final de túnel: 1 (muy tenue).

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