—Quiero decir, o sea, que yo tengo un nombre —murmuraba él.
—¡Oh, no digas tonteriiías! —dije intentando comportarme como Rebecca—. ¿Cuál es?
Se detuvo, parecía avergonzado.
—St. John.
—Oh —le compadecí.
Él rió y me ofreció un cigarrillo.
—Mejor que no —dije señalando con la cabeza en dirección a Mark.
—¿Es tu novio o tu padre?
Me condujo fuera del camino en dirección a un lago pequeño y me encendió un cigarrillo.
Estuvo muy bien fumar y reír traviesamente.
—Será mejor que regresemos —dije y apagué el cigarrillo con el zapato.
Como los demás estaban a kilómetros de distancia, tuvimos que correr: jóvenes y salvajes y libres, como en los anuncios de Calvin Klein. Cuando les alcanzamos Mark me rodeó con sus brazos.
—¿Qué has estado haciendo? —me dijo con la boca cerca de mi cabellera—. ¿Fumando como una colegiala traviesa?
—¡Yo no he fumado un cigarrillo en cinco años! —canturreó Rebecca.
7 p.m. Mmm. Mmm. Mark se ha puesto cachondo antes de cenar. Mmm...
Medianoche. Rebecca montó un gran lío para sentarme junto al «chico de Johnny» en la cena —«¡¡Vosotros dos os estáis llevando taaaaaan bien!!» — y tener a Mark a su lado. Estaban perfectos juntos y vestidos de etiqueta. ¡De etiqueta! Como decía Jude, sólo era porque Rebecca quería exhibir su cuerpo con Ropa Informal de Campo y en traje de noche como si fuera una aspirante a Miss Mundo. En el momento justo dijo:
—¿Nos ponemos los trajes de baño ahora? —Fue a cambiarse y apareció minutos más tarde con un bañador negro de corte exquisito, que dejaba al descubierto unas piernas interminablemente largas.
—Mark —dijo—, ¿me echas una mano? Tengo que quitar la lona de la piscina.
Mark pasó su mirada de ella a mí con aire preocupado.
—Claro. Sí —dijo torpemente, y desapareció tras ella.
—¿Vas a nadar? —dijo el mequetrefe.
—Bueno —empecé a decir—, no me gustaría que pensases que no soy una deportista resuelta y profundamente motivada, pero las once de la noche después de una cena de cinco platos no es mi momento ideal para nadar.
Charlamos un rato y entonces me di cuenta de que estaban saliendo del salón las últimas personas que quedaban.
—¿Vamos a tomar un café? —dije levantándome.
—Bridget —de repente, borracho, se inclinó hacia adelante e intentó besarme. La puerta se abrió de golpe. Eran Rebecca y Mark.
—¡Ay! ¡Perdón! —dijo Rebecca, y cerró la puerta.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —le grité aterrorizada al mequetrefe.
—Pero... Rebecca me ha dicho que tú le habías dicho que yo te gustaba mucho, y, y...
—¿Y qué?
—Me ha dicho que tú y Mark estabais en pleno proceso de separación.
Me agarré a la mesa para no caer redonda al suelo.
—¿Quién le ha dicho eso?
—Ella ha dicho —parecía tan humillado que me sentí mal por él—, ha dicho que se lo dijo Mark.
domingo 23 de febrero
78 Kg. (probablemente), 3 unidades de alcohol (desde la medianoche y apenas son las 7 a.m.), 100.000 cigarrillos (eso parece), 3.275 calorías, O pensamientos positivos, novios: cifra extremadamente incierta.
Cuando entré en la habitación Mark estaba en el baño, así que me senté en camisón a planificar mi defensa.
—No es lo que piensas —dije en un alarde de originalidad cuando él apareció.
—¿No? —dijo él, con un whisky en la mano. Empezó a andar a pasos largos en su estilo de abogado, vestido sólo con una toalla. Era desconcertante, pero estaba increíblemente sexy—. ¿Tenías una canica atravesada en la garganta, quizá? —me dijo—. ¿Quizá «Senjon» no es el adolescente vago viviendo de rentas que parece ser, sino que en realidad es un excelente cirujano otorrinolaringólogo y estaba intentando extraerla con la lengua?
—No —dije, cuidadosa y pensativamente—. Tampoco se trata de eso.
—Entonces ¿estabas hiperventilando? ¿Estaba «Senjon» —habiendo asimilado su cerebro podrido por la marihuana los conocimientos de primeros auxilios, quizá aprendidos en un póster de los que hay en las paredes de uno de los muchos centros de desintoxicación que ha visitado en su corta y de no ser por eso vacía vida— intentando practicarte la respiración boca a boca? ¿O quizá te había confundido con una buena dosis de «caballo» y se sintió incapaz de...
Yo empecé a reír. Entonces él también se echó a reír, y empezamos a besarnos y una cosa llevó a la otra y después nos quedamos dormidos abrazados.
Por la mañana me levanté animada pensando que todo iba bien, pero cuando eché un vistazo y le vi ya vestido, supe que nada iba ni mucho menos bien.
—Puedo explicarlo —dije, incorporándome de golpe dramáticamente. Durante un instante nos miramos y nos echamos a reír. Pero entonces él se puso serio.
—Pues adelante.
—Fue Rebecca —dije—. St. John me contó que Rebecca le había dicho que él me gustaba y...
—¿Y te creíste ese desconcertante catálogo de cuentos chinos?
—Y que tú le habías dicho que nosotros nos estábamos...
—¿Sí?
—Separando —dije.
Mark se sentó y empezó a pasarse los dedos muy lentamente por la frente.
—¿Lo hiciste? —murmuré—. ¿Le dijiste eso a Rebecca?
—No —dijo finalmente—. No le dije eso a Rebecca, pero...
No me atrevía a mirarle.
—Pero quizá nosotros... —empezó a decir.
La habitación empezó a llenarse de manchas. Eso es lo que odio de las citas. En un determinado momento te sientes más cerca de alguien que de nadie más en todo el mundo, y al minuto siguiente les basta con pronunciar las palabras «tiempo separados», «una conversación seria» o «quizá tú...» para que no les vuelvas a ver en tu vida y tengas que pasarte los seis meses siguientes manteniendo conversaciones imaginarias en las que ellos te suplican volver, y rompiendo a llorar cada vez que ves su cepillo de dientes.
—¿Quieres que lo dejemos...?
Alguien llamó a la puerta. Era Rebecca, radiante con su chaqueta de cachemir rosa oscuro.
—¡Último aviso para el desayuno, chicos! —ronroneó, y se quedó allí.
Acabé desayunando con el pelo despeinado y sin lavar, mientras Rebecca agitaba su brillante melena y servía
kedgeree.
De camino a casa permanecimos en silencio mientras yo luchaba por no mostrar cómo me sentía ni decir nada bobo. Sé por experiencia lo horrible que es intentar convencer a alguien de no romper cuando éste ya se ha hecho a la idea, y luego encima volver a pensar en lo que has dicho. Te sientes una idiota integral.
«¡No lo hagas! —quise gritar cuando nos detuvimos frente a mi casa—. Ella está intentando pillarte y todo es una conspiración. Yo no besé a St. John. Te quiero.»
—Bueno, pues adiós —dije muy digna, y me obligué a salir del coche.
—Adiós —murmuró sin mirarme.
Le vi dar la vuelta con el coche muy rápido, con las ruedas chirriando. Cuando se fue le vi pasarse la mano por la mejilla enfadado, como si estuviese borrando algo.
lunes 24 de febrero
95 Kg. (peso combinado de una y su infelicidad), 1 unidad de alcohol, a saber: yo, 20.000 cigarrillos, 8.477 calorías (sin contar el chocolate), 477 teorías acerca de lo que está ocurriendo, número de veces que he cambiado de opinión sobre qué hacer: 488.
3 a.m. No sé qué habría hecho ayer sin las chicas. Las llamé en cuanto Mark se marchó, en menos de quince minutos estaban en mi casa y ni una sola vez me dijeron «Ya te lo dije».
Shazzer entró cargada de botellas y bolsas de la compra, ladrando:
—¿Ha llamado? —Fue como estar en la serie de televisión
ER
cuando llega el doctor Greene.
—No —dijo Jude metiéndome un cigarrillo en la boca como si de un termómetro se tratase.
—Es sólo cuestión de tiempo —dijo Shaz con prontitud, y sacó una botella de Chardonnay, tres pizzas, dos Háagen-Dasz de praliné y crema y un paquete de Twix tamaño familiar.
—Sí —dijo Jude colocando la cinta de
Orgullo y prejuicio
encima del vídeo, junto a
Hacia la autoestima a través del amor y la pérdida, El cuaderno de las cinco fases de las citas
y
Cómo curar el dolor odiando
—. Volverá.
—¿Creéis que debería llamarle? —dije.
—¡No! —chilló Shaz.
—¿Has perdido la cabeza? —vociferó Jude—. Él está siendo una goma elástica marciana. Lo
último
que debes hacer es llamarle.
—Lo sé —dije malhumorada. Quiero decir que, era increíble que pensase que yo había leído tan pocos libros.
—
Deja
que él vuelva a su cueva y sienta la atracción, y tú vuelve a pasar de la Exclusividad a la Incertidumbre.
—Pero ¿y si él...?
—Será mejor que lo desconectes, Shaz —suspiró Jude—. Si no, en lugar de trabajar su autoestima, se pasará la noche esperando a que él la llame.
—¡Noooo! —grité sintiéndome como si me fuesen a cortar una oreja.
—De todas formas —dijo Shaz con prontitud, desconectando el teléfono de la pared con un clic—, a él le irá bien.
Dos horas más tarde me sentía bastante confusa.
—¡«Cuanto más le gusta una mujer a un hombre más evitará éste comprometerse»! —dijo Jude triunfalmente leyendo de
Citas de Marte y Venus.
—¡A mí me suena a lógica masculina! —dijo Shaz.
—Entonces ¿abandonarme podría ser en realidad una señal de que él se toma la relación en serio? —dije excitada.
—Espera, espera —Jude estaba leyendo atentamente
Inteligencia emocional
—. ¿Le fue infiel su mujer?
—Sí —musité con la boca llena de Twix—. Una semana después de su boda. Con Daniel.
—Mmm. Mira, a mí me parece que él también estaba sufriendo un Secuestro Emocional, probablemente a causa de una anterior «magulladura» emocional que tú has tocado sin querer. ¡Claro! ¡Claro! ¡Eso es! Por eso sobrerreaccionó con lo del besuqueo entre tú y el chico. Así que no te preocupes, una vez la magulladura deje de confundir todo su sistema nervioso, se dará cuenta de su error.
—¡Y también se dará cuenta de que tiene que salir con otra porque tú le gustas mucho! —dijo Sharon encendiendo alegremente un Silk Cut.
—Cállate, Shaz —siseó Jude—. Cállate.
Era demasiado tarde. El espectro de Rebecca surgió, llenando la habitación como un monstruo hinchable.
—Oh, oh, oh —dije entornando los ojos.
—Deprisa, tráele una copa, tráele una copa —chilló Jude.
—Lo siento, lo siento. Pon
Orgullo y prejuicio
—dijo Shaz atropelladamente mientras vertía brandy seco en mi boca—. Busca la escena de la camisa mojada. ¿Nos tomamos las pizzas?
Fue un poco como en Navidad, o más bien como cuando alguien muere y con el funeral y todo el lío nada es normal, y la gente no es consciente de la pérdida porque todos están muy ocupados. Cuando la vida retoma su curso sin aquella persona, empiezan los problemas. Como ahora, por ejemplo.
7 p.m. ¡Loca alegría! Llegué a casa y me encontré la luz del contestador parpadeando.
—Bridget, hola, soy Mark. No sé dónde estabas anoche pero, bueno, sólo llamaba para decir hola. Intentaré encontrarte más tarde.
Intentaré encontrarte más tarde. Mmm. Así que, presumiblemente, eso significa que no le llame.
7.13 p.m. No ha llamado. Ahora no estoy segura de cuál es el procedimiento adecuado. Mejor será llamar a Shaz.
Por si todo esto fuera poco, encima el pelo, como por simpatía, se ha vuelto loco. Es extraño como el pelo está normal durante semanas y de repente, en cinco
minutos, se vuelve loco, anunciando que es el momento de cortarlo, como un niño que empieza a gritar para que le alimenten.
7.30 p.m. Le hice oír el mensaje a Shaz por teléfono y le dije:
—¿Debería llamarle?
—¡No! Deja que sufra. Si te ha abandonado y luego cambia de opinión, tiene que demostrar que te merece.
Shaz tiene razón. Sí. Estoy en un estado de ánimo muy asertivo con respecto a Mark Darcy.
8.35 p.m. Oh, sin embargo, él quizá esté triste. Odio pensar que está sentado, con la camiseta del Newcastle United, triste. Quizá debería llamarle y llegar al fondo de la cuestión.
8.50 p.m. Estaba a punto de llamar a Mark y soltarle lo mucho que me gustaba y que todo había sido un malentendido pero, por suerte, Jude me llamó antes de que pudiese descolgar el teléfono. Le expliqué lo de mi breve pero preocupantemente positivo estado de ánimo.
—¿Así que quieres decir que has vuelto a caer en la Negación?
—Sí —dije indecisa—. ¿Quizá debería llamarle mañana?
—No, si quieres que volváis a estar juntos, no tienes que montarle ninguna escena. Así que espera cuatro o cinco días hasta que hayas recuperado la compostura y entonces sí, no hay nada malo en hacerle una alegre y amistosa llamada sólo para hacerle saber que todo va bien.
11 p.m. No me ha llamado. Oh joder. Estoy tan confusa. El mundo de las citas es como un juego horrible de faroles y más faroles, con hombres y mujeres disparándose desde barricadas opuestas formadas por sacos de arena. Es como si hubiese una serie de reglas que se supone debes seguir, pero nadie sabe cuáles son y entonces cada cual se monta las suyas. Y al final acabas siendo abandonada porque no seguiste las reglas correctamente pero ¿cómo se podía esperar que lo hicieses cuando para empezar no sabías cuáles eran?
martes 25 de febrero
Número de veces que he pasado conduciendo frente a la casa de Mark para ver si hay luces encendidas: 2 (o 4 si cuentas ida y vuelta). Número de veces que he marcado el 141 (para que él no pueda rastrear mi número si marca el 1471) y entonces he llamado a su casa solapara oír su voz en el contestador: 5 (mal) (aunque muy bien por no haber dejado ningún mensaje). Número de veces que he comprobado el número de Mark Darcy en el listín telefónico sólo para demostrarme a mí misma que todavía existe: 2 (muy moderado), porcentaje de llamadas hechas desde el móvil para mantener la línea libre por si llama: 100%. Porcentaje de gente que me ha llamado y me ha hecho sentir enfadada y resentida por no ser Mark Darcy —a no ser que llamasen para hablar de Mark Darcy— y a las que he apremiado a colgar el teléfono lo más rápido posible por si estaban bloqueando una llamada de Mark Darcy: 100%.
8 p.m. Magda acaba de llamar para preguntarme cómo me ha ido el fin de semana. He acabado soltando toda la historia.