—¿Y eso qué es? Espero que nada musulmán. No creo que encuentres mucho perdón en una religión que le corta las manos a la gente por robar bollos de pan.
Mark meneaba la cabe/a y me miraba fijamente. No me pareció que entendiese realmente la teoría. Pero quizá fuese porque el mundo espiritual de Mark no es muy avanzado, lo cual de hecho podría revelarse como otro problema en nuestra relación.
—¡«Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores»! —dije indignada. Justo entonces sonó el teléfono.
—Debe de ser el cuartel general de la guerrilla de las citas —dijo Mark—. ¡O quizá el arzobispo de Canterbury!
Era mi madre.
—¿Qué haces todavía ahí? Chop, chop. Pensaba que tú y Mark ibais a venir a comer.
—Pero mamá... —Estaba segura de no haberle dicho que íbamos a ir a comer, estaba segura. Mark puso los ojos en blanco y empezó a mirar el fútbol.
—Francamente, Bridget. He hecho tres paulovas... aunque de hecho cuesta lo mismo hacer tres que una, y he sacado una lasaña y...
Oí a papá al fondo diciendo: «Déjala en paz, Pam», mientras ella, malhumorada, no dejaba de hablar de los peligros de volver a congelar la carne, y entonces él se puso al teléfono.
—No te preocupes, cariño. Estoy seguro de que tú no le dijiste que ibais a venir. Es sólo que se le ha metido en la cabeza. Intentaré calmar las cosas. Por cierto, la mala noticia es que se va a Kenia.
Mamá cogió el teléfono.
—Todo lo del pasaporte está solucionado. Me han hecho una foto preciosa en la tienda para bodas de Kettering, ya sabes, donde a Úrsula Collingwood le hicieron las fotos de Karen.
—¿La aerografiaron?
—¡No! —dijo indignada—. Quizá hiciesen algo con el ordenador, pero no tuvo nada que ver con
aeroloquesea.
Por cierto, Una y yo nos vamos el sábado que viene. Sólo por diez días. ¡África! ¡Imagínate!
—¿Y qué hay de papá?
—¡Por favor, Bridget! ¡La vida está para vivirla! Si papá quiere vivir entre el campo de golf y el cobertizo, ¡allá él!
Finalmente conseguí colgar, animada por Mark puesto en pie junto a mí con un periódico enrollado en una mano y golpeando el reloj con la otra. Fuimos a su casa y definitivamente ahora le creo, porque el ama de llaves estaba allí limpiando la cocina, con quince miembros de su familia, todos los cuales parecían querer venerar a Mark como a un dios. Nos quedamos en su casa y llenamos el dormitorio de velas. ¡Hurra! Creo que todo va bien. Sí. Seguro que va bien. Amo a Mark Darcy. A veces infunde un poco de miedo, pero en el fondo es muy amable y cariñoso. Lo cual es bueno. Creo.
Sobre todo teniendo en cuenta que San Valentín es dentro de doce días.
lunes 3 de febrero
57,6 Kg. (muy bien), 3 unidades de alcohol, 12 cigarrillos, 11 días para San Valentín, número de minutos obsesionándome acerca de lo negativa que resulta la perspectiva feminista de obsesionarse con respecto al día de San Valentín: aprox. 162 (mal).
8.30 a.m. Espero que papá esté bien. Si mamá se va el sábado, eso significa que lo dejará solo precisamente el día de San Valentín, lo cual no es demasiado considerado. Puede que yo le envíe una postal, como si fuese una admiradora secreta.
Me pregunto qué hará Mark. Seguro que como mínimo me enviará una postal.
Definitivamente, lo hará.
Y quizá salgamos a cenar o alguna otra cosa. Mmm. Es muy bonito tener novio el día de San Valentín por una vez. Ah, el teléfono.
8.45 a.m. Era Mark. Mañana se va a Nueva York por dos semanas. De hecho sonaba poco amistoso, y me ha dicho que estaba demasiado ocupado como para que nos viéramos esta noche porque tenía que arreglar todos sus papeles y sus cosas.
He conseguido estar simpática y sólo he dicho: «Oh, es estupendo», esperando a haber colgado para gritar «Pero del viernes en una semana será el día de San Valentín, el día de San Valentín. ¡Buaaaaaaah!».
Da igual. Esto es inmaduro. Lo que importa es la relación y no cínicas estratagemas de marketing.
martes 4 de febrero
8 a.m. En el café tomando un
cappuccino y
un cruasán de chocolate. ¡Ahí está, ves! He salido de la ciénaga de pensamientos negativos y de hecho probablemente esté muy bien que Mark
se
vaya. Eso le dará la oportunidad de estirarse como una goma elástica marciana y, como se dice en
Citas de Marte y Venus,
sentir verdaderamente su atracción. Además a mí me dará la oportunidad de trabajar en mis cosas y poner mi propia vida al día.
Planes para cuando Mark no esté:
1. Ir al gimnasio todos los días.
2. Pasar muchas noches fantásticas con Jude y con Shazzer.
3. Seguir haciendo un buen trabajo arreglando el apartamento.
4. Pasar tiempo con papá cuando mamá se haya ido.
5. Trabajar verdaderamente duro en el trabajo para mejorar mi posición.
¡Ah! También, obviamente, perder tres kilos.
Mediodía. Oficina. Apacible mañana. Me dieron un reportaje sobre coches verdes.
—Eso significa verdes ecológicamente hablando, Bridget —dijo Richard Finch—, no de color verde.
Pronto me quedó claro que el reportaje sobre los coches verdes no se haría, lo que me dejó libre para abandonarme a mis fantasías relacionadas con Mark Darcy y con el diseño de nuevo papel de cartas con cabecera para mí, utilizando diferentes fuentes y colores, mientras pensaba en nuevas ideas para reportajes que me situarían en primer plano de... ¡Aaah!
12.15 p.m. Era el maldito Richard Finch gritando:
—Bridget. Esto no es ninguna jodida residencia de asistencia social. Es una reunión del departamento de producción de televisión. Si tienes que mirar por la ventana, como mínimo intenta hacerlo sin meterte y sacarte ese bolígrafo de la boca. ¿Puedes hacer eso?
—Sí —dije de mala gana y dejé el bolígrafo encima de la mesa.
—No, no que si puedes sacarte el bolígrafo de la boca, ¿puedes encontrarme a alguien de la Inglaterra media, votante de clase media, de más de cincuenta años, que tenga casa propia y que además esté a favor?
—Sí, ningún problema —respiré confiada, pensando que más tarde le podría preguntar a Patchouli a favor de qué.
—¿A favor de qué? —dijo Richard Finch.
Le sonreí de forma bastante enigmática.
—Según creo, si te fijas verás que acabas de contestar a tu propia pregunta —le dije—. ¿Hombre o mujer?
—Ambos —dijo Richard con sadismo—, uno de cada.
—¿Helero o gay? —le lancé.
—He dicho de la Inglaterra media —dijo gruñendo desdeñosamente—. Ahora coge el maldito teléfono y, en el futuro, intenta acordarte de ponerte una falda, estás distrayendo a mi equipo.
Por favor, como si ellos se hubiesen fijado, con lo obsesionados que están con sus carreras, y no es tan corta, es que se ha subido.
Patchouli me ha dicho que se trata de estar a favor de la moneda europea o única. Ella cree que las dos cosas significan lo mismo. Oh joder, oh joder. Vale. Ah, el teléfono. Será el gabinete de prensa de la Tesorería en la Sombra.
12.25 p.m. —Oh, hola, cariño —Grrr. Era mi madre—. Escucha, ¿tienes algún top ceñido?
—Mamá, ya te he dicho que no me llames al trabajo a no ser que se trate de una emergencia —protesté.
—Oh, ya lo sé, pero, verás, el problema es que nos vamos el sábado y las tiendas todavía están llenas de ropa de invierno.
De repente tuve una idea. Tardé un poco de tiempo en explicárselo.
—Sinceramente, Bridget —me dijo cuando se lo hube explicado—. No queremos que los camiones de Alemania nos roben todo el oro durante la noche.
—Pero mamá, como tú dices, ¡la vida está para vivirla! Tienes que probarlo todo.
Silencio.
—Ayudará al mercado monetario del pueblo africano. —No estaba segura de que aquello fuese rigurosamente cierto pero qué importaba.
—Bueno, quizá sea así, pero no tengo tiempo para apariciones en televisión justo cuando estoy intentando hacer las maletas.
—Escucha —siseé—, ¿quieres el top o no?
12.40 p.m. ¡Hurra! No he conseguido ni uno, ni dos, sino tres votantes de la Inglaterra media. Una quiere venir con mamá porque así podrán revisar mi guardarropa y pasar a echar un vistazo por Dickens y Jones, y Geoffrey quiere salir por la tele. Soy una investigadora de primera.
—¡Y bien! ¿Estamos ocupados, eh? —Richard Finch tenía todo el aspecto de haber acabado hacía poco de comer, sudado y jactancioso—. Planeando la versión Jones del tan efectivo plan de moneda única, ¿no es eso?
—Bueno, no exactamente —murmuré con una plácida sonrisa de auto desaprobación en el rostro—. Pero he encontrado a tus votantes de la Inglaterra media que están a favor. A tres de ellos, de hecho —añadí como sin darle importancia mientras buscaba entre mis notas.
—Oh, ¿no te lo ha dicho nadie? —dijo sonriendo malignamente—. Lo hemos dejado. Ahora estamos haciendo uno de amenazas de bomba. ¿Puedes conseguirme a un par votantes de los
tories
de la Inglaterra media que vivan en las afueras de Londres y puedan entender los argumentos del IRA?
8 p.m. Uf. Me he pasado tres horas en una estación Victoria azotada por el viento, intentando manipular las opiniones de los viajeros acerca del IRA, hasta el punto de que he empezado a temer un arresto inmediato y el traslado a la Prisión Maze de Belfast. Regresé a la oficina, preguntándome qué encontrarían mamá y Una en mi guardarropa, para mantener una conversación con Richard Finch en la que se burló de mí con cosas como «¿No creías realmente que fueras a encontrar a nadie, verdad? ¡Boba!».
Tengo que hacerlo, tengo que encontrar otro empleo. Oooh, estupendo, el teléfono.
Era Tom. ¡Hurra! ¡Ha vuelto!
—¡Bridget! ¡Has perdido muchísimo peso!
—¿Tú crees? —dije encantada, antes de recordar que tal observación estaba siendo hecha por teléfono.
Entonces Tom me explicó su viaje a San Francisco entusiasmado y con todo lujo de detalles.
—El chico de la aduana era absolutamente divino. Me dijo: «¿Algo que declarar?», y yo le contesté: «¡Sólo este bronceado de escándalo!» ¡Bueno, él me dio su número de teléfono y echamos un polvo en un lavabo!
Sentí un ya familiar relámpago de envidia por la facilidad que tienen los gays con el sexo, la gente parece follar al instante sólo porque les apetece a ambos, y nadie se preocupa por tener tres citas antes o de cuánto tiempo dejar pasar antes de volver a llamar.
Tras cuarenta y cinco minutos explicando aventuras cada vez más escandalosas, dijo:
—Bueno, ya sabes que odio hablar de mí. ¿Cómo estás í»? ¿Cómo está ese chico, Mark, con su culito de nalgas firmes?
Le dije que Mark estaba en Nueva York pero, por miedo a estimularle demasiado, decidí dejar al Niño conejo para más tarde. En lugar de eso, decidí aburrirle con mi trabajo.
—Tengo que encontrar otro empleo, está minando mi sentido de la dignidad personal y mi autoestima. Necesito algo que me permita utilizar en serio mi talento y mi capacidad.
—Mmm. Entiendo lo que quieres decir. ¿Has pensado en hacer la calle?
—Oh, muy gracioso.
—¿Por qué no haces un poco de periodismo de otro tipo como trabajo extra? ¿Hacer algunas entrevistas en tu tiempo libre?
Era una idea realmente brillante. Tom dijo que hablaría con su amigo Adam, del
Independent,
para que me diese una entrevista, o una crítica, ¡o cualquier otra cosa!
Voy a ser una periodista de primera y a obtener de forma gradual más y más trabajo y dinero extra, y así podré dejar mi empleo y simplemente sentarme en el sofá con el portátil sobre las rodillas. ¡Hurra!
miércoles
5
de febrero
Acabo de llamar a papá para saber cómo estaba y si le apetecería hacer algo agradable para San Valentín.
—Oh, eres muy buena, cariño. Pero tu madre dijo que yo necesitaba expandir mis conocimientos.
—¿Y?
—Voy a Scarborough a jugar a golf con Geoffrey.
Estupendo. Me alegro de que esté bien.
jueves 13 de febrero
58,5 Kg., 4 unidades de alcohol, 19 cigarrillos, O visitas al gimnasio, O San Valentines adelantados, O menciones de San Valentín por parte del novio, sentido del día de San Valentín si el novio ni siquiera lo menciona: 0.
Muy harta. Mañana es San Valentín y Mark ni siquiera lo ha mencionado. De todas formas no entiendo por qué tiene que quedarse todo el fin de semana en Nueva York. Seguro que las oficinas jurídicas están cerradas.
Objetivos cumplidos en ausencia de Mark:
Número de visitas al gimnasio: 0.
6 noches pasadas con Jude y con Shazzer (y otra más mañana por la noche, al parecer).
O minutos pasados con papá. O minutos pasados hablando con papá sobre sus sentimientos. 287 minutos hablando con papá sobre golf, con Geoffrey gritando al fondo.
O artículos periodísticos escritos.
0 kilos perdidos.
1 kilo ganado.
De todas formas le he enviado un San Valentín a Mark. Un corazón de chocolate. Lo envié al hotel antes de que él llegase, con una nota que decía «No abrir hasta el 14 de febrero». Creo que sabrá que es mío.
viernes 14 de febrero
58,9 Kg., O visitas al gimnasio, O Valentines, O regalos de San Valentín, flores y chucherías, sentido de San Valentín: O, diferencia entre San Valentín y cualquier otro día: ninguna, sentido de la vida: incierto, posibilidad de sobrerreaccionar ante el desastre del día sin San Valentín: leve.
8 a.m. Realmente, estoy lejos de preocuparme por cosas como San Valentín. Simplemente, no es tan importante en el esquema general de las cosas.
8.20 a.m. Voy a bajar a ver si ha llegado el correo.
8.22 a.m. El correo no ha llegado.
8.27 a.m. El correo sigue sin haber llegado.
8.30 a.m. ¡El correo ha llegado! ¡Hurra!
8.35 a.m. Era un estado de cuentas bancario. Nada de Mark, nada, nada, nada, nada, nada. Nada.
8.40 a.m. No puedo creer que vuelva a pasar el día de San Valentín sola. Lo peor fue hace dos años, cuando fui a Cambia con Jude y Shaz y tuve que ir un día antes por culpa de los vuelos. Cuando bajé a cenar había un corazón en cada árbol. Todas las mesas estaban ocupadas por parejas cogiéndose de las manos y me tuve que sentar allí, sola, leyendo
Aprender a quererte.
Estoy muy triste. No es posible que él no lo sepa. Es que no le importa. Eso debe de significar que soy una Chica Sólo Para Ahora porque, como se dice en
Citas de Marte y Venus,
creo que si un hombre está realmente interesado en ti, siempre te compra regalos como lencería y joyas, y no libros o aspiradoras. Quizá sea su forma de darme a entender que todo se ha acabado y me lo piensa decir cuando regrese.