Breve Historia De La Incompetencia Militar (23 page)

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Authors: Edward Strosser & Michael Prince

BOOK: Breve Historia De La Incompetencia Militar
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El reclutamiento de Sorzano aumentó las tropas de Bolivia en 45.000 soldados. Finalmente, estas cifras dieron resultados.

Su ejército avanzó con renovado vigor para defender a su patria. Atravesaron a cuchillazos a los atribulados paraguayos, muchos de ellos adolescentes que estaban lejos de su país. Al final, la original estrategia boliviana resultó ser acertada.

En junio de 1935, ambos bandos estaban al menos dispuestos a escuchar el último intento de establecer la paz, el decimoctavo. Paraguay se dio cuenta de que estaba al límite y se mostró dispuesto a terminar la guerra. Los diplomáticos de los cinco países vecinos, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Perú, junto con Estados Unidos, presionaron a ambas partes para que detuvieran aquella carnicería sin sentido. Cuando la reunión se estaba a punto de dar por terminada sin que se hubiera llegado a un acuerdo, el representante estadounidense, el embajador en Argentina, Alexander Wilbourne Weddell, pidió a las partes que solucionasen sus diferencias. Entonces le escucharon y llegaron a un trato mientras una comisión formada por los países mediadores trazaba una frontera a través del Chaco para dividir los no botines de guerra.

Bolivia y Paraguay acordaron dejar de luchar al mediodía del 14 de junio. Los dos ejércitos se estuvieron observando desde sus trincheras durante toda la mañana. Cuando faltaban sólo unos treinta minutos para llegar a la hora límite, sin ninguna razón aparente, empezaron a dispararse. El tiroteo creció en intensidad y pronto ambos ejércitos febrilmente dieron rienda suelta a sus armas, y gastaron montañas de municiones. Las bajas aumentaron, pero a mediodía sonaron varios silbatos y el tiroteo se detuvo. Medio desquiciados por la matanza y asombrados ante la certeza de que esa locura se había producido realmente y habían sobrevivido, los soldados de ambos bandos se pusieron a gritar entusiasmados y a bailar con los enemigos que hacía apenas unos minutos habían tratado de matar. Fue un final sangriento y sin sentido para una guerra sangrienta y sin sentido.

El único propósito de la guerra fue demostrar, a quienquiera que lo dudase, que una guerra sin sentido, librada en una tierra inútil y estéril, no es suficiente para que un país deje de ocupar un lugar en la categoría de perdedores.

Ernst Rohm

Hans Kundt no fue el único alemán que importó Bolivia. A finales de la década de 1920, Ernst Rohm, un violento colega de Hitler con una cicatriz en el rostro, se convirtió en el consejero militar clave de los bolivianos. Rohm, uno de los primeros miembros del partido nazi y natural de Munich, se hizo amigo de Hitler y estuvo a su lado durante el fallido golpe de Estado de la cervecería de 1923. En 1925 se convirtió en jefe de las SA, los «camisas pardas», el ala paramilitar nazi formada por matones callejeros desocupados y violentos. Pero los soldados de Rohm eran demasiado agresivos incluso para Hitler, que quería mantener un perfil callejero más bajo mientras se preparaba para apoderarse del mundo. De forma que aquel año Hitler le apartó y Rohm voló a Bolivia, donde se convirtió en teniente coronel. En 1931, Hitler, entonces ya a punto de alcanzar el poder en Alemania, invitó a su antiguo compañero a llevar el casco de las SA de nuevo. Esta vez la relación duró tres años, hasta que Hitler, que ya gobernaba Alemania y necesitaba acabar con las SA y aplacar al ejército alemán, mandó que arrestasen y ejecutasen a Rohm. En Bolivia, Rohm dejó una huella importante. Su pupilo fue Germán Busch Becerra, que tomó el control de Bolivia en 1937 y se autoproclamó dictador en 1939. Este hecho hace que tal vez Rohm sea el único fascista moderno que pueda vanagloriarse de ser el mentor de dos dictadores en dos países distintos.

La Liga de Naciones

Formada por Woodrow Wilson durante las conversaciones de paz que finalizaron con la Primera Guerra Mundial, la Liga de Naciones fue diseñada para terminar con la guerra para siempre: todos sus miembros se unieron contra cualquier país que decidiese atacar. Ahora bien. Teniendo en cuenta que !a Segunda Guerra Mundial empezó mientras la Liga existía, no parece que este grupito tuviera mucho éxito. Sin embargo, la desaparición de la Liga se vio rápidamente acelerada por sus fracasos en la resolución de la guerra del Chaco. Una vez tras otra, los delegados de la Liga se reunieron con los líderes de los dos países combatientes…, y cada vez fracasaron. Además, los miembros de la Liga intentaron imponer estrictos embargos de armas sobre Bolivia y Paraguay pero todo fue en vano. En plena década de 1930, en un mundo lleno de turbulencias, los poderosos alborotadores de Japón, Italia y Alemania vieron claramente que si la Liga no podía detener a Bolivia y Paraguay, tampoco podría detenerlos a ellos. La noción de seguridad colectiva fracasó y fue abandonada como un camión averiado en las duras tierras del Chaco.

¿Qué sucedió después?

El júbilo estalló por toda Sudamérica cuando la guerra terminó. Tan aliviado quedó el mundo que el organizador de la conferencia de paz, Carlos Saavedra Lamas, ministro de Asuntos Exteriores argentino, recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos. En realidad, el hecho de terminar la guerra le impulsó a la presidencia de la Asamblea de la Liga de las Naciones. La conferencia de paz necesitó tres años para establecer los términos finales del tratado acerca de cómo dividir el Chaco.

Bolivia y Paraguay soportaron ingentes bajas en la lucha. Bolivia sufrió casi 50.000 muertes, casi un 2% de su población total, mientras que Paraguay tuvo unas 40.000 bajas, casi el 3,5% de su población. Aplicado al Estados Unidos de hoy en día, esos porcentajes equivaldrían a unos 10 millones de bajas.

Por lo que respecta a los líderes, Estigarribia fue obligado a exiliarse después de ser víctima de un golpe de Estado en 1936, pero regresó de Argentina tres años después. El 15 de agosto de 1939 se convirtió en presidente de Paraguay.

Descontento con la naturaleza temporal que ostentaban los presidentes del país, se autoproclamó dictador, pero en 1940 renunció a su cargo y declaró que convocaría elecciones. Puesto que las malas acciones no quedan sin castigo, al cabo de unos pocos meses su avión se estrelló y murió junto con su esposa y el piloto.

En 1938, la Comisión, formada por seis miembros, esbozó finalmente la frontera entre los dos países en disputa. Paraguay recibió la mayor parte del Chaco, Bolivia se quedó un territorio de la parte occidental cercana a sus campos de petróleo y una franja que le proporcionaba un pequeño puerto en el río Paraguay con acceso al océano Atlántico. Era un trato al que ambas partes podrían haber llegado años antes de la guerra.

El Chaco sigue prácticamente despoblado y lleno de moscas y, sorprendentemente, continúa no teniendo ningún valor.

Ambos países aún son nanopoderes sin litoral.

La guerra de Invierno
Año 1939

La hibris o el orgullo desmedido es el tema de muchas obras griegas antiguas y también de algunas obras modernas absurdas que tratan del poder.

Cuesta pensar en Iósif Stalin como un personaje trágico de un drama griego, a menos que las obras que se representen traten de un matón paranoico, asesino, con un peludo mostacho. Aunque el dictador soviético provocó tragedias allí donde fue con su ejército, él por sí solo no era trágico. Sin embargo, al no llegar a comprender o siquiera considerar la idea de que los finlandeses pudiesen oponer alguna resistencia ante una posible invasión, Stalin demostró tener una hibris del tamaño de toda Siberia.

Y esto es exactamente lo que Stalin hizo cuando decidió invadir Finlandia a finales de 1939: extender las fronteras soviéticas a expensas de los finlandeses para preparar las defensas de su país ante la inevitable invasión alemana. Los rusos, convencidos de que su misión en Finlandia sería un breve paseo por la nieve, no se prepararon para llevar a cabo una campaña prolongada destinada a luchar contra un enemigo tenaz. Los soviéticos enviaron oleadas de soldados mal preparados y mal equipados hacia el oscuro y frío invierno finlandés. Sufrieron una de las derrotas más desiguales de la guerra moderna.

Y, mientras, el enemigo real de Stalin, Adolf Hitler, observaba con regocijo cómo la pequeña Finlandia derrotaba al legendario Ejército Rojo.

Los actores

Iósif Stalin:
Fue un gobernante malvado, el rex soviético que firmó un tratado de no agresión con el igualmente malvado Adolf Hitler, a pesar de que temía que Hitler le apuñalase por la espalda y le invadiera (¿sería cierto?).

La verdad desnuda: Adoptó un motivador programa para sus generales que consistía en que aquellos que terminasen en primer lugar mantendrían su trabajo; aquellos que quedasen en segundo lugar obtendrían un viaje con todos los gastos pagados a un gulag de Siberia; y los terceros serían llevados a Ucrania y fusilados.

Méritos: Asesinó con igualdad de oportunidades.

A favor: Venció a los nazis en la madre de todas las batallas mortales entre malhechores.

En contra: Todo lo demás.

Mariscal de campo Cari Gustav Mannerheim:
Conocido como «El Caballero de Europa», el aristocrático general fue el comandante supremo de las Fuerzas Armadas finlandesas. Durante años, denunció a bombo y platillo que debían prepararse militarmente para protegerse contra el inevitable avance del Oso Soviético, pero los líderes finlandeses le ignoraron. Frustrado, dimitió en 1939, pero antes de que su dimisión fuese efectiva los soviéticos atacaron y sus superiores lo nombraron para dirigir la defensa.

La verdad desnuda: Su lengua materna era el sueco, pero después se pasó treinta y cinco años en el ejército ruso, admirando a los zares. Cuando en 1918 regresó a Finlandia, necesitó un traductor para dirigirse a sus soldados finlandeses.

Méritos: Era tan famoso en Finlandia que la principal línea de defensa del país contra los soviéticos llevó su nombre en su honor.

A favor: Luchó contra los comunistas cuando se llamaban bolcheviques y volvió a combatirles cuando se llamaban soviéticos, incluso los combatió como aliado de Hitler. Pero aun así no pudo hacer regresar al zar.

En contra: Nunca llegó a sentirse del todo cómodo con aquello denominado democracia.

La situación general

En 1939, el mundo se había convertido en un lugar sumamente peligroso. Hitler se había apoderado de Austria y Checoslovaquia sin demasiada oposición y Polonia fue el país siguiente. No obstante, estaba preocupado acerca de cómo reaccionarían los soviéticos ante su pequeña incursión. Los delegados de Hitler y Stalin sostuvieron una charla, después una conversación y finalmente celebraron una reunión. El resultado fue el Tratado de No Agresión entre nazis y soviéticos. El mundo fue informado de ello a finales de agosto, con el matiz de ironía de que un tratado entre los dos países más agresivos de la historia de la humanidad contuviera las palabras «no agresión».

Públicamente, el tratado hacía referencia al comercio y a otros temas positivos. En privado, Hitler consiguió que Stalin estuviese de acuerdo en no poner objeciones a su planeada invasión de Polonia. Es más, se repartieron Polonia y los pequeños como si fuesen M&M's: Hitler se quedó con los azules y los verdes, y Stalin convertiría a los demás en rojos. El tratado asignó Finlandia a Stalin.

Con el tratado firmado, Hitler dio luz verde a la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, y cuando los británicos y franceses se lanzaron al rescate de Polonia con un violento bombardeo de furiosas palabras contra Adolf, la Segunda Guerra Mundial estalló. Adolf juró y perjuró que él nunca jamás consideraría invadir Rusia, pero Stalin, meritoriamente, aún tenía dudas sobre el carácter de Hitler. Stalin decidió reforzar las defensas de Leningrado y las bases navales que rodeaban el extremo oriental del mar Báltico, por si Hitler resultaba ser quien decía que no era. Pero al echarle una ojeada al mapa Stalin cayó en la cuenta de que los finlandeses poseían la mayor parte del territorio cercano a Leningrado.

La historia de Finlandia es complicada. Formó parte del poderoso reino de Suecia desde finales del siglo XIV hasta 1809, cuando pasó a manos del Imperio ruso. A finales del siglo XIX, los zares trataron con mucha dureza a los finlandeses y dominaron todas sus instituciones. Pero los finlandeses esperaron y, cuando el zar cayó en 1917, declararon su independencia. El 31 de diciembre de 1917, Lenin reconoció formalmente el nuevo estado independiente de Finlandia.

Pero la ola de agitación comunista que se había extendido por toda Europa también se había infiltrado en Finlandia.

Estalló una guerra civil entre los rojos prosoviéticos y la burguesía finlandesa encabezada por Mannerheim. Para derrotar a las fuerzas comunistas prosoviéticas, los finlandeses pidieron ayuda a Alemania. Con su apoyo y el de sus soldados, los finlandeses derrotaron a los rojos. El país había adquirido ahora un matiz decididamente proalemán y los soviéticos contemplaban su territorio finlandés perdido con anhelo y un cierto deseo de venganza.

En la década de 1920, tras el fallecimiento de Lenin, Iósif Stalin heredó el estado soviético. Juró recuperar Finlandia.

Leningrado, una ciudad rusa de vital importancia, se alzaba. solamente a unos treinta kilómetros de la frontera Finlandesa.

Leningrado está ubicada en el istmo de Carelia, una franja de terreno de solamente unos sesenta kilómetros de ancho situada entre el golfo de Finlandia, al oeste, y el lago Ladoga, al este. No era una paranoia suponer que un enemigo soviético podría lanzar un ataque desde Finlandia bajando por el istmo y ocupar rápidamente la ciudad y sus importantes bases militares. Para evitar un ataque de este tipo, Stalin, prudentemente, quería quedarse con un pedazo de la zona fronteriza finlandesa.

Junto con los demás países escandinavos, Finlandia estaba sujeta a una frágil neutralidad e intentaba nadar entre las inestables aguas de Europa. En 1938 Stalin les pidió a los finlandeses que prometiesen que no se aliarían con Alemania y que no atacarían ningún territorio de Rusia. Al menos se lo pidió… Pero los finlandeses se negaron. Stalin, incapaz de creer que un país pudiese resistirse a atacar y conquistar a sus vecinos y de considerar que alguien dijese la verdad durante una negociación, inmediatamente desconfió de los finlandeses y supuso que estaban tramando algo. Por su parte, los decididamente confiados finlandeses no podían alcanzar a comprender que su respuesta no le sentase bien al rex ruso. A pesar de las advertencias de Mannerheim acerca de que la pequeña Finlandia sería rápidamente invadida, sus líderes se negaron a doblegarse ante la lógica y acabar con la servidumbre a Rusia.

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