Breve Historia De La Incompetencia Militar (11 page)

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Authors: Edward Strosser & Michael Prince

BOOK: Breve Historia De La Incompetencia Militar
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Consiguió una cantidad asombrosa de logros en un plazo muy breve de tiempo, pero el impuesto sobre el whisky no estaba destinado a ser uno de sus legados más perdurables.

Una de las primeras leyes de Jefferson como presidente en 1801 fue revocar el impuesto del whisky.

La guerra de la triple alianza
Año 1865

Algunos dictadores trabajan solos. Otros necesitan el amor de una buena mujer para que su verdadera maldad madure completamente.

En el siglo XIX, Francisco Solano López, presidente de Paraguay, megalómano y deforme, provocó una guerra contra tres países vecinos más grandes, más ricos y más poderosos únicamente para conseguir fama y respeto para sí mismo y su amante. Eliza Lynch, una exprostituta parisina, fue su compañera en un tango de locura que acabó con la derrota de Paraguay, que 150 años después aún no se ha recuperado del golpe.

Esta pareja de amantes torturó, asesinó y robó a toda la población de Paraguay. Fue una de las más retorcidas historias de amor de todos los tiempos.

Los actores

Francisco Solano López:
Dictador de Paraguay que declaró la guerra para conseguir respeto y convenció a su gente para que luchase hasta que más de la mitad de ellos murieron.

La verdad desnuda: Se comparaba a Napoleón y Alejandro Magno. La comparación habría sido acertada si Napoleón y Alejandro hubiesen sido gordos e ignorantes fracasados de oscuros países.

Méritos: Puso en marcha la primera línea telegráfica de América del Sur.

A favor: En un gran viaje a París celebró una audiencia privada con el emperador francés Luis Napoleón y la emperatriz Eugenia.

En contra: Cuando López intentó besar a la emperatriz, ella se quedó tan asqueada que se marchó y vomitó.

Eliza Lynch:
Fue una devota amante para su hombre y la madre de sus siete hijos, y permaneció junto a su amado dictador hasta el amargo, amargo, increíblemente amargo final.

La verdad oculta: Prostituta parisina de baja cuna irlandesa, se abrió camino acostándose con la alta sociedad parisina, atrapó a López y embarcó hacia su mundo soñado como la odiada amante en un país sudamericano empobrecido y asolado.

Méritos: Vistió un vestido largo en el entierro de López. Una extraña elección si se tiene en cuenta que la obligaron a cavar la tumba de su amado con sus propias manos.

A favor: Se recuperaba bien de las devastadoras derrotas, tales como la destrucción de su país de adopción, debida en gran medida a sus propios esfuerzos.

En contra: Robó todo lo que pudo del país y envió el botín a su cuenta de un banco europeo.

La situación general

Paraguay es un país sin salida al mar, aislado y que muchos consideran de reconocida poca importancia, mitad jungla, mitad desierto y en general pobre. Siempre había sido así. Su aislamiento hacía de él un polo de atracción para extranjeros que pretendían desaparecer de las rutas más conocidas. Y su aislamiento tal vez propiciaba el perfecto terreno de cultivo para los maníacos dictadores de andar por casa, capaces de explotar a la gente ignorante y recluida, desconocedora de que la vida no es siempre miserable ni está llena de enjambres de ambiciosos parásitos. Consideran a su país como una isla en un mar de tierra.

Originalmente descubierto por exploradores portugueses en busca de oro, Paraguay fue colonizado en 1537 por un grupo de conquistadores españoles bajo el mando de Domingo Martínez de Irala, quien se detuvo a los pies de una colina en el Río de la Plata y se enfrentó en una breve batalla contra una penosa banda de indios guaraníes. Cuando mataron a su jefe, los nativos ofrecieron a los españoles un pequeño harén de muchachas como señal de paz. Los españoles, de sangre caliente y muy alejados de su hogar, no dudaron en aceptar y se quedaron durante dos décadas en el lugar dedicándose a procrear con los indígenas. Irala es ahora uno de los apellidos más comunes de Paraguay.

El país se instaló durante tres siglos en el grupo de estados de segunda categoría en el marco del Imperio español.

Consiguió la independencia en 1811, durante las revueltas contra España que tuvieron lugar en Sudamérica. Sin embargo, aquella época feliz terminó pronto. En 1814, el país cayó bajo el puño del despiadado dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, conocido como «El Supremo». Durante los siguientes veintiséis años cerró las fronteras y dominó este solitario país; asesinó a los supuestos opositores, se apoderó de las propiedades de la Iglesia, controló todo el comercio y trató a los ciudadanos como a niños que se comportan mal. El resultado fue un país cuyos ciudadanos estaban políticamente debilitados y tenían muy poco conocimiento del mundo exterior. Después de la muerte de su líder, en 1840, los habitantes del patológico país se referían a él como «El Difunto».

Lo sucedió, el mismo año de su muerte, el corpulento Carlos Antonio López, quien aumentó las miserias de Paraguay tratando a todo el país como si fuese de su propiedad y trayendo al mundo a su primogénito, Francisco Solano López. A pesar de la mano dura de Antonio, la vida de la dócil población en general era buena. Antonio abrió escuelas, construyó ferrocarriles, se aseguró de que todo el mundo tuviera suficiente para comer, y el país vivió en paz.

Para completar la educación de su primogénito y reclutar talento extranjero para que trabajase en Paraguay, en 1853, Antonio López envió a Francisco a la vorágine de un gran viaje por Europa. Un objetivo secundario era sacar a su hijo de Asunción para que dejase de violar a las virginales hijas de la aristocracia. Ese viaje resultó ser un punto de inflexión en la historia de Sudamérica: el joven de veintiséis años gastó como Michael Jackson en una tienda de Disneylandia. Los premios que el obeso aspirante a dictador se trajo a casa incluían uniformes militares, setenta pares de botas de charol y una prostituta de cuna irlandesa llamada Eliza.

En París, Solano López conoció a Eliza Alicia Lynch y quedo impactado instantáneamente por su sorprendente belleza. Ella contaba entonces dieciocho años y buscaba un amante viejo y rico que la retirase de su agitada vida de cortesana parisina.

Eliza era una refugiada de la hambruna irlandesa, cuya familia la había casado en 1850, cuando aún era una adolescente, con un oficial del ejército francés. Después de pasar algunos años en destinos militares en África, su matrimonio acabó y Lynch se dirigió a París y se convirtió en una de las principales acompañantes femeninas de los ricos de la ciudad. Cuando se enteró de los espléndidos gastos del príncipe paraguayo, se las ingenió para conocerle. Después de unos pocos encuentros entre las sábanas, hablaron de su futuro y él la sorprendió con sus historias de endémico analfabetismo y hambrientos tiñosos de su país. Ella enseguida quedó embarazada y Solano López la invitó a vivir con él en Paraguay. Llegaron a Asunción a principios de 1855. La ciudad acudió a dar la bienvenida a su príncipe que regresaba a casa, pero quedaron estupefactos al ver a Lynch, una mujer pelirroja, de ojos azules y muy embarazada, rodeada de las cajas que ella y su enamorado habían acumulado en sus disipadas expediciones de compras por Europa.

El impacto de Lynch en la familia López fue tan fuerte que el padre de Solano apenas cruzó con ella una palabra durante los siete años de vida que le quedaban. Odiada instantáneamente por el pueblo paraguayo y por las mujeres ricas de Asunción en particular, siempre fue conocida como Madame Lynch. López le demostró su amor dejándola embarazada siete veces, disfrutando de numerosas amantes y asegurándose de que todos sus hijos fuesen bastardos al no casarse con ella.

Antonio, el padre, murió en 1862. Solano López se hizo con el poder e inició una escalada de asesinatos de sus muchos enemigos. También declaró que Madame Lynch tenía que ser tratada como la primera dama de Paraguay y exigió a las principales damas de la sociedad de Asunción (sí, existían) que le rindiesen homenaje. Todo lo que ella deseaba lo conseguía.

Sin embargo, nada era suficiente para Madame Lynch. No había dejado París simplemente para gobernar Paraguay, sino que anhelaba un imperio e insistió en ello recordándole a López que él tenía madera de emperador y estaba destinado a las conquistas.

Las primeras señales de tormenta en el Edén empezaron en 1863, cuando López molestó al emperador de Brasil, Dom Pedro II, con la idea de casarse con su hija. Dom Pedro, riéndose de él, rechazó su demanda, acusando a López de «licencioso, disoluto y cruel». Furioso por esta dura declaración de la verdad, López quiso demostrarle al emperador que estaba en lo cierto. Juró que se vengaría de los ya odiados brasileños.

Al mismo tiempo, López importó ingenieros europeos para que llevasen el país al nivel de la edad moderna. Estos hombres se convirtieron en sus favoritos y, por lo tanto, fueron los últimos que López ejecutó. Los incansables profesionales construyeron ferrocarriles, fábricas, astilleros y, cuando llegó el momento, fortificaciones fuertemente armadas. López se hizo construir mansiones para albergar a su amante en todo su esplendor. La rúbrica final para llevar a Asunción hasta el código europeo ocurrió cuando Madame Lynch le sugirió a López que construyese una refulgente réplica del famoso teatro de la ópera de Milán, La Scala, aunque los paraguayos nunca hubiesen visto una ópera en su vida. Sin techo durante casi cien años, no albergó su primera ópera hasta 1955.

Fueron estos ingenieros europeos, los primeros extranjeros que entraban en el país desde hacía décadas, quienes describieron a las gentes de Paraguay como especialmente felices. Señalaron también que, tras tantos años de vivir bajo el mandato de dictadores, o tal vez porque su aislamiento no les había permitido conocer nada mejor, eran increíblemente estoicos y valientes, y demostraban una absoluta devoción a sus líderes.

Si se añade a esta mezcla el deseo de un dictador de impresionar a una bella dama europea y su incipiente convicción de que quizá, sólo quizá, necesitase demostrar su valor en la guerra para convertirse en el próximo Napoleón, ya tenemos la receta para el desastre.

Paraguay, por supuesto, no estaba aislado. Desde el final del Imperio español en Sudamérica, se habían producido considerables luchas y confusión entre los países de la región. Muchas de estas disputas estaban centradas en Uruguay.

Originalmente parte del virreinato español de La Plata junto con Paraguay y Argentina, se independizó en 1828. Después de años de guerra civil, Uruguay cayó bajo la potente influencia brasileña. Tanto Brasil como Argentina querían un Uruguay independiente, puesto que era una barrera protectora entre ambos países; Paraguay, por otro lado, tenía interés en seguir manteniendo buenas relaciones con Uruguay, su único acceso al mar.

Durante este constante flujo de conflictos, López obtuvo su primer y único éxito político. Después de años de guerra civil en Argentina, en 1859 López se prestó voluntario para mediar entre dos facciones en lucha. Por increíble que parezca, no sólo se aceptó su oferta, sino que realmente la lucha terminó.

De regreso a Paraguay, López fue aclamado como un experto diplomático. La realidad era que en un país en que nadie tenía idea de política exterior, lo único que diferenciaba a un ciudadano de a pie de un dios diplomático era este único éxito.

Madame Lynch, por supuesto, lo vio claro: el camino hacia el Imperio —y hacia su sueño de convertirse en emperatriz— había empezado a labrarse. Y entonces presionó para avanzar un poco más. En la volátil región no se tenía que esperar mucho para que se produjeran nuevos conflictos y, por tanto, nuevas oportunidades de éxito.

En 1863, la guerra estalló de nuevo en Uruguay después de que un grupo de rebeldes argentinos invadieran el país para derrocar al gobierno uruguayo. Los invasores pertenecían al partido político Colorado, cuyos integrantes acostumbraban ser más europeos y urbanos que los que gobernaban el partido político Blanco de Uruguay, en su mayoría indígenas. Uruguay, que trataba de encontrar aliados, se dirigió a Paraguay sabiendo que López también era un compañero Blanco y tenía el ejército permanente más fuerte de la región. Pero López, en lugar de ayudarlos, jugó a las evasivas y esperó a que la petición de ayuda requiriendo sus especiales habilidades mediadoras fuese realmente desesperada.

Mientras, Madame Lynch estaba ocupada convirtiendo al país en una gran fiesta y preparándose para el papel final de emperatriz. Durante el verano de 1864, organizó una interminable serie de bailes y festivales que pagó todo el país a un precio que le dejó a Lynch un considerable beneficio. El pueblo volcó su corazón en las festividades y las solicitadas demostraciones de amor hacia su venerado y temido líder. Pero mientras López evasivamente esperaba festejando con Madame Lynch, la oportunidad pasó. Fracasó en tomar la iniciativa y unir a los blancos de Uruguay y Argentina contra los colorados de Argentina. Sus cartas autocongratulándose y ofreciendo sus servicios diplomáticos a las facciones en guerra fueron recibidas con un silencio sepulcral. Al ver a su país rápidamente lleno de invasores argentinos, el líder uruguayo, falto de cualquier apoyo exterior, se vio obligado a entablar negociaciones con Brasil. López, de nuevo, se ofreció como mediador, pero, cuando fue rechazado oficialmente, juró vengarse por la falta de respeto y, en un súbito cambio radical de postura, movilizó a su ejército, entonces formado por 30.000 hombres.

La situación tomó un cariz dramático cuando, el 16 de octubre, Brasil, liderado por los colorados, invadió Uruguay para librarse de los líderes blancos. Esto amenazaba los delirios de grandeza de Madame Lynch. Instintivamente presintió que la oportunidad para convertirse en emperatriz se le estaba escapando de las manos. Reprendió a López y le insistió para que asestase un golpe a los brasileños. Pero ¿cómo? La elección obvia era enviar al ejército hacia el sur para prestar apoyo a Uruguay y unirse a los blancos de la región bajo el mando de López. Pero Madame Lynch tenía otras ideas. Paraguay primero golpearía por el norte, en la dirección opuesta a donde se producía la lucha. Y, de este modo, una mujer cuya única experiencia militar era haber estado casada unos pocos años con un militar francés inició la guerra más sangrienta de la historia de Sudamérica.

¿Qué sucedió?: Operación «Última mujer en pie»

Es preciso señalar que, en aquellos momentos, Paraguay era un país muy pequeño y pobre que contaba con la industria armamentística más modesta. Brasil, por otra parte, tenía todo lo que a Paraguay le faltaba: hombres, riqueza, armas y contactos con el mundo exterior. Aunque es difícil precisar la cantidad de habitantes que tenía, Paraguay no contaba más que con medio millón de personas. La población de Brasil alcanzaba unos 10 millones. Sin embargo, López no se sentía constreñido por la lógica de las sencillas matemáticas. Además, se convenció de que sería una guerra rápida y los brasileños pronto se cansarían de apalearle y harían un llamamiento de paz. Sin duda debía de estar pensando en que el enemigo moriría de aburrimiento al verles caer tan a menudo.

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