Bitterblue (48 page)

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Authors: Kristin Cashore

Tags: #Infantil y juvenil, #Aventuras, #Fantástico

BOOK: Bitterblue
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Despacio, Bitterblue caminó hacia atrás para alejarse de la mesa. La lágrimas le corrían por las mejillas a causa de estar sumida en su propio alud de emociones.

Capítulo 31

L
o que aquello significaba, al parecer, era que, si bien el mundo real de Leck se había creado con mentiras, su mundo imaginario era de verdad.

Bitterblue mandó a buscar a Thiel para que se reuniera con ellos porque lo necesitaba, y lo decidió tan de repente que ni siquiera se le ocurrió, cuando ya era demasiado tarde, que lo había invitado a entrar en la sala donde un paño cubría una corona falsa. Cuando el hombre apareció en la puerta, sorprendido pero con el rostro irradiando esperanza, Bitterblue se sorprendió al alargar la mano hacia la de él. Estaba muy delgado; había perdido peso. Pero su atuendo estaba pulcro y en la cara afeitada había una expresión atenta.

—Esto quizá te trastorne, Thiel —le dijo—. Lo siento, pero te necesito.

—Estoy demasiado contento de que me necesite como para que cualquier otra cosa me importe, majestad.

La piel plateada dejó paralizado a Thiel con embotamiento y desorientación. Se habría ido al suelo si entre Katsa y Po no se las hubieran arreglado para ponerle una silla debajo.

—No comprendo —dijo.

—¿Sabes las historias que contaba Leck? —le preguntó Bitterblue.

—Sí, majestad —respondió, aturdido—. Siempre contaba historias sobre seres de extraños colores. Y ya ha visto las obras de arte, los tapices —añadió mientras agitaba las manos hacia el tapiz del caballo que había al otro extremo de la sala—. Las flores de vivos colores entretejidas alrededor de las esculturas. Las figuras de los arbustos. —Thiel sacudía la cabeza adelante y atrás como si estuviera tocando una campana—. Pero no lo entiendo. Seguro que solo es la piel de una única rata peculiar. O… ¿podría ser algo que creó Leck, majestad?

—Lady Katsa la encontró en las montañas orientales, Thiel —explicó Bitterblue.

—¡Al este! No hay nada vivo al este. Las montañas no son habitables.

—Lady Katsa halló un túnel, Thiel, por debajo de las montañas. Puede ser que haya tierra habitable más allá. —Se volvió hacia Katsa—. ¿Esa rata actuó como lo haría una rata normal?

—No —respondió con firmeza Katsa—. Marchaba directamente hacia mí. Pensé, «Oh, mira, aquí se presenta una voluntaria para mi cena», pero de pronto me quedé allí plantada y mirándola como una boba. ¡Y entonces me atacó!

—Te hipnotizó —dijo Bitterblue, sombría—. Así es como Leck describía a los animales de sus historias.

—Fue algo parecido, sí —admitió Katsa—. Tuve que cerrar la mente como hubiese hecho estando cerca de… —echó una rápida mirada a Thiel, que seguía sacudiendo la cabeza atrás y adelante, sin parar—, un mentalista. Entonces recobré el control. Me muero de ganas de regresar, Bitterblue. Tan pronto como tenga tiempo, seguiré el túnel hasta el final.

—No —dijo Bitterblue—. Nada de esperar. Quiero que vayas enseguida.

—¿Vas a darme órdenes ahora? —preguntó Katsa, risueña.

—No —intervino Po, prietos los labios—. Nada de órdenes. Hay que discutir esto.

—Quiero que la vean todos —añadió Bitterblue sin escucharle—. Quiero la opinión de todos, de cualquiera que conozca las historias y de cualquiera que sepa algo sobre lo que sea. Darby, Rood, Deceso… ¿Tendrá Madlen conocimientos de la anatomía de los animales? Zaf y Teddy y todos los que se saben las narraciones de los salones de relatos. ¡Quiero que todos vean esto!

—Prima —empezó Po en voz sosegada—. Te aconsejo que seas precavida. Estás dando vueltas con una especie de mirada desenfrenada y Thiel está ahí sentado como un hombre perdido dentro de sí mismo. Sea lo que sea esa cosa —dijo mientras pasaba los dedos por la piel con cierto desagrado—, y estoy de acuerdo en que no parece normal… Sea lo que sea, tiene un fuerte efecto en quienes conocían a Leck. No te lances a mostrársela a la gente, sin más. Ve despacio y mantén el secreto, ¿me comprendes?

—Es de donde vino él —dijo Bitterblue—. Tiene que ser así, Po, y eso significa que es de donde yo procedo también, un lugar donde los animales tienen este aspecto y te obnubilan la mente, igual que él hacía.

—Es posible —admitió Po. La estaba abrazando y la camisa guardaba un tenue olor a la zamarra de Katsa, lo cual la reconfortaba como si la estuvieran abrazando los dos al mismo tiempo—. O también puede ser algo que él sabía e inventaba historias disparatadas sobre ello. Tómatelo con calma, cariño. No debes sacar conclusiones precipitadas. Hay que ir paso a paso.

Po y Raffin se marchaban al día siguiente para recorrer el túnel de Giddon hasta Elestia y hablar con los elestinos sobre sus planes para reemplazar al rey Thigpen. Katsa y Po estuvieron gran parte del día irascibles con todo el mundo, salvo entre ellos dos. Bitterblue suponía que ya sería bastante tarde cuando por fin se quedaron solos; Po necesitaba dormir si iba a pasar el día siguiente montado a caballo.

Entonces Katsa empezó a hablar sobre acompañar a los príncipes a Elestia. Al enterarse, Bitterblue la llamó a la torre.

—Katsa, ¿por qué vas a ir con ellos? ¿Te necesitan o es que quieres estar más tiempo con Po?

—Deseo estar más con él —reconoció Katsa con franqueza—. ¿Por qué?

—Si estás pensando en marcharte, entonces es que aquí no se te necesita, ¿de acuerdo?

—Hay muchas cosas que puedo hacer aquí con Bann, Helda y Giddon. Hay muchas cosas que puedo hacer en Elestia con Po y Raff. Mi presencia no es crucial ahora mismo en ninguno de los dos sitios. Creo que sé adónde conduce tu planteamiento, Bitterblue, y me temo que no es el momento oportuno.

—Katsa, a mí me importa muchísimo dónde estuviste y lo que viste, pero, incluso dejando de lado mis razones personales, incluso pasando por alto la rata, es importante que se haya abierto un paso y que no sabemos adónde conduce. Si es a una parte del mundo que no conocemos, no hay nada más crucial que descubrir algo sobre ese lugar. Ni siquiera la revolución elestina es más importante, Katsa. Leck contaba cosas sobre todo un reino nuevo. ¿Y si allí hay gente, al otro lado de las montañas?

—Si voy, podría estar ausente mucho tiempo —dijo Katsa—. Solo porque el Consejo no me necesite ahora no significa que no vayan a necesitarme dentro de dos semanas.

—Yo te necesito.

—Eres una reina, Bitterblue. Envía a la guardia monmarda.

—Podría hacerlo, sí, aunque no me fíe de la guardia monmarda en este momento, pero una compañía de soldados no viaja tan deprisa como tú. Ni se mueve con tanta discreción. ¿Y qué podría pasar si mis soldados llegan allí? No tendrán tu fuerza mental ni tu gracia cuando se enfrenten a una manada de lobos de colores o algo por el estilo. Tampoco podrán moverse sin ser vistos, como tú, y necesito que alguien espíe lo que hay allí, Katsa. Tú estás hecha para esto. ¡Sería tan fácil y tan perfecto!

—No sería fácil —dijo Katsa con un resoplido.

—Oh, ¿y cuán difícil crees tú que sería?

—No tanto recorrer el túnel, enfrentarse a los lobos, fisgonear y regresar. —La voz de Katsa empezaba a sonar cortante—. Pero mucho dejar a Po en este momento.

Bitterblue respiró hondo. Se centró un momento en su terquedad.

—Katsa, no me gusta ser cruel. Y sé que no está en mi mano obligarte a hacer algo que tú no quieras hacer. Pero, por favor, añádelo a las posibilidades que estás barajando. Piensa en lo que significaría que existiera otro reino al otro lado de las montañas. Si somos capaces de descubrirlos, entonces ellos tienen capacidad para descubrirnos a nosotros. ¿Qué preferirías que ocurriera antes? ¿Raffin y Po no podrían retrasar su viaje un poco más? —sugirió—. ¿Qué importancia puede tener un día? Oh, lo siento, Katsa —se disculpó, ahora alarmada, porque unas lágrimas grandes y redondas habían empezado a deslizarse por las mejillas de Katsa—. Lamento haberte pedido esto.

—Tienes que hacerlo —contestó Katsa, que se limpió las lágrimas y la nariz con la manga—. Lo comprendo. Lo pensaré. ¿Puedo quedarme unos minutos más contigo, hasta que me haya controlado?

—No tienes que preguntarlo siquiera —dijo Bitterblue, sorprendida—. Puedes quedarte el tiempo que quieras, siempre.

Así pues, Katsa se sentó en una silla, erguidos los hombros, la respiración regular, mirando ceñuda al vacío; Bitterblue se sentó enfrente y la miraba de vez en cuando, preocupada, para después volver la vista a informes de finanzas, cartas, cédulas y más fueros.

Al cabo de un rato, la puerta se abrió y Po entró. Katsa rompió a llorar otra vez, en silencio. Bitterblue decidió llevarse los documentos y trabajar en las oficinas de abajo.

Al salir del cuarto, Po se acercó a Katsa, la hizo levantarse, se sentó él en la silla y la puso en su regazo. Empezó a mecerla al tiempo que chistaba con suavidad; los dos se ciñeron en un abrazo como si fuera lo único que impedía que el mundo se hiciera pedazos.

Le mandaron una nota unas horas después, ese día. Cifrada y escrita con la letra de Katsa, decía:

Po y Raffin retrasan un día la partida. Cuando se vayan, regresaré al misterioso túnel y lo seguiré hacia el este.

Sentimos haberte echado de tu despacho.

Te veré por la mañana para las prácticas. Te enseñaré a combatir con un brazo vendado.

—¿Siempre es igual? —preguntó Bitterblue durante la cena.

Giddon y Bann, sus dos compañeros de mesa, se volvieron y la miraron, perplejos. Los otros también habían cenado con ellos, pero luego habían salido corriendo para seguir con sus planes y preparativos, lo que le encantó a Bitterblue. Era a Giddon y Bann a los que deseaba preguntar sobre aquel asunto, aunque Raffin también habría sido bienvenido.

—¿Que si siempre es igual qué, majestad? —preguntó Giddon a su vez.

—Me refiero a si es posible tener… —No sabía bien cómo plantearlo—. Si es posible compartir el lecho con alguien sin lágrimas, peleas y crisis constantes.

—Sí —respondió Bann.

—Siendo Katsa y Po, no —respondió Giddon al mismo tiempo.

—Oh, venga ya —protestó Bann—. Pasan largas temporadas sin que haya lágrimas, luchas o crisis.

—Pero sabes que a los dos les encanta perder los estribos y tener una agarrada.

—Lo dices como si lo hicieran a propósito. Siempre tienen una buena razón. No llevan una vida sencilla y pasan separados demasiado tiempo.

—Porque lo han elegido así —comentó Giddon, que se levantó de la mesa y fue a amontonar los rescoldos del mortecino fuego—. No es necesario que pasen tanto tiempo cada uno por su lado. Lo hacen porque les apetece.

—Lo hacen porque el Consejo lo requiere —le contradijo Bann a su espalda.

—Pero ellos deciden cuándo lo requiere el Consejo, ¿no es cierto? Igual que nosotros, ¿no?

—Anteponen el Consejo a sí mismos —manifestó firme Bann.

—También les gusta montar escenas —masculló Giddon con la cabeza metida en la chimenea.

—Sé justo, Giddon. No se les da bien contenerse delante de sus amigos.

—Esa es la definición de una escena —repuso Giddon con sequedad; regresó a la mesa y se sentó.

—Es solo que… —empezó Bitterblue, pero se calló. No estaba segura de qué era ese «solo que…». Su propia experiencia era mínima, pero no tenía otra, la única a la que podía recurrir. Le había gustado discutir amistosamente con Zaf. Le habían gustado los retos de juegos de confianza. Pero no le hacía ninguna gracia pelearse con él. No le apetecía ser el objeto de su ira. Y si la situación de la corona contaba como una crisis, entonces tampoco le gustaban las crisis.

Por otro lado, veía con claridad que Katsa y Po compartían algo consolidado, profundo e intenso. Era algo que ella envidiaba a veces.

Bitterblue pinchó con el tenedor un misterioso pastel que había al otro lado de la mesa y le encantó ver que estaba hecho con calabaza de invierno. Acercó más su plato y se sirvió una generosa ración.

—Es solo que, aunque estoy convencida de que me gustaría hacer las paces, no creo que tuviera valor para pelear constantemente —dijo—. Creo que preferiría un intercambio más… sosegado.

—Dan la impresión de que no hay nadie que disfrute tanto haciendo las paces —dijo Giddon, con un mínimo atisbo de sonrisa.

—Pero la gente las hace, ¿sabe? —intervino Bann, con cierta timidez—. Yo no me preocuparía por ellos, majestad, y no me preocuparía por lo que significa. Cada configuración de individuos es en sí misma un universo único y nuevo.

Por la mañana, Giddon se marchó para reunirse con un aliado del Consejo de Elestia que estaba de visita en una ciudad llamada Ciervo Argento, situada a medio día de viaje a caballo a lo largo de la ribera oriental del río. Los sorprendió a todos al no regresar al caer la noche.

—Espero que llegue antes de mañana —comentó Po durante la cena—. No me gustaría marcharme hasta que esté de vuelta.

—¿Para que se encargue de protegerme? —dijo Bitterblue—. Crees que no estoy segura si Katsa y tú estáis ausentes, ¿verdad? No olvides que tengo mi guardia real y mi guardia lenita, y no salgo de palacio.

—Por fin estuve en el distrito este y recorrí prácticamente todas las calles, Escarabajito —dijo Po—. También pasé un rato en el distrito sur. No encontré a Runnemood. Y Bann y yo hemos discutido el asunto, pero no podemos pasar por alto que ahora sería una gran presión para él o para Giddon salir en busca de tu capitán.

—Alguien provocó un incendio hace tres noches y mató a otro amigo de Zaf y Teddy —dijo Bitterblue.

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