—Alice Cooksey y Florence Wechék están en la ciudad —dijo Lib—, pero hablaban de la posibilidad de irse hace unas cuantas noches. Las dos quieren quedarse. Mire; están terriblemente Ocupadas. Nunca trabajaron tanto, organizaron tanta cantidad de cosas en todas sus vidas. Y no sé qué haría Fort Repose sin ellas. Son prácticamente nuestro total sistema de educación y conservan todos los registros.
—¿Nadie quiere marcharse? —preguntó Hart.
—¡Yo no! —contestó Ben Franklin.
Peyton, que había vuelto en silencio a la reunión, habló:
—Yo tampoco.
Helen bajó la escalera con la receta para las gafas de Dan. Salieron todos al porche y Randy acompañó a Paul hasta el helicóptero. Se estrecharon las manos:
—Señor Paul, una cosa más —preguntó Randy—. ¿Quién ganó la guerra?
Paul se llevó los puños a las caderas y sus ojos se contrajeron.
—¡Estás de broma! ¿De veras que no sabes?
—No. No lo sé. Nadie lo sabe. Nadie nos lo dijo.
—Nosotros ganamos. ¡Realmente los destrozamos! —los ojos de Hart cayeron lo mismo que sus brazos. Añadió—: no creo que sea eso lo que importe.
El motor se puso en marcha y Randy se alejó dispuesto a enfrentarse a aquella noche de mil años.
F I N