Cleo parpadeó y asintió con la cabeza.
—Joder... Vaya lío. No me he enterado de nada...
Menudo juego se habían montado. Ella no era adicta a los roles, pero había miembros de la Policía que jugaban a
WarCraft
y explicaban sus aventuras en sus reinos virtuales y ella se asombraba al ver que lo vivían con tanta intensidad.
Los organizadores de
Dragones y Mazmorras edición DS
—se había permitido rebautizarlo—, lo tenían muy claro y creían en el juego como algo de mero entretenimiento.
Pero había algunos miembros que no lo tenían tan claro y estaban haciendo de un rol sexual formado, seguramente, por personas equilibradas y sanas aunque con atípicos gustos sexuales, una especie de cantera para traficar con personas. No obstante, eso no solo sucedía en el BDSM: sucedía en todas partes. Unos utilizaban tapaderas como anuncios para buscar nuevas modelos publicitarias; otros aseguraban tener trabajo de
au pair
en algún país extranjero... Esta vez le había tocado a un rol de dominación y sumisión; pero igual que no todos los que ofrecían trabajos de
au pair
o las
webs
que buscaban al nuevo rostro del verano eran nidos de trata de blancas, los foros del BDSM, su gente, tampoco lo eran. Aun así, la mierda salpicaba a todo el mundo, ¿verdad?
—Buenos días, agente.
Cleo levantó la cabeza de golpe, y se encontró con el hercúleo cuerpo de Lion, su adorable cara de recién despertado y una sonrisa de pecador indomable en su boca. La joven por poco se atraganta con el café al verlo.
Mierda, incluso con legañas estaba bueno.
—Buenos días.
—¿Poniéndote al día?
Cleo miró las hojas del informe desparramadas sobre la mesa y procedió a ordenarlas.
—Sí.
—Chica aplicada.
Ella lo miró de reojo. Iba en calzoncillos. Unos calzoncillos negros ajustados que marcaban toda su mercancía... Y menuda atesoraba... De menuda no tenía nada. Al parecer a Lion no le importaba exponerse ante ella de ese modo; y Cleo se sintió secretamente fascinada por ese detalle.
Ellos dos iban a vivir emociones fuertes a partir de ahora. Pero la realidad era que Lion siempre fue el amigo de Leslie y no el suyo, por mucho que ella lo había intentado.
—Tienes café, bollos, zumo de naranja... —enumeró ella cogiendo la libreta con las preguntas y colocándosela sobre las piernas.
—¿Desde cuándo estás despierta?
—Desde las cinco y media —contestó, aprovechando para repasar su parte trasera ahora que él tenía la cabeza metida en la nevera.
—¿No pudiste dormir?
—Te metiste en mi habitación. Te equivocaste.
Lion la miró por encima de su hombro y sonrió arqueando las cejas.
—¿En serio? Me dijiste que esa era la tuya.
—No, te equivocaste. Te dije que la de al lado era la tuya.
—No me di cuenta. Lo entendí al revés... Pues me gusta tu habitación —tomó la botella de leche fría, la desenroscó y se puso a beber a morro delante de ella.
Le recordó al anuncio de Coca-Cola, donde salía un trabajador de una obra, a pecho descubierto, bebiendo de la lata, y las oficinistas estaban pegadas a la ventana, haciendo de
voyeurs
.
Pues bien, Lion era un atleta y no había ni rastro de grasa en su cuerpo.
Y ella era una
voyeur
.
—¿Tú no usar vasos, hombre mono?—preguntó estupefacta.
Lion dejó de beber y limpió el morro de la botella con la mano.
—Vamos a compartir más que nuestras salivas, agente. No se ponga quisquillosa.
—Oye, a ver —Cleo se levantó de la barra americana de la cocina y se plantó delante de él—. ¿Me quieres poner nerviosa? No tienes que soltarme ese tipo de comentarios cada dos por tres. Hoy ya soy más consciente de lo que debo hacer y estoy dispuesta a todo.
—¿Seguro?
Lion lo dudaba. No era fácil para una mujer descubrir el BDSM de ese modo. Pero confiaba en Cleo, en su valentía y en su honestidad. Y ansiaba enseñarle y jugar con ella. Lo haría porque lo deseaba desde siempre pero, ante todo, por su seguridad. Cuanto más supiera Cleo sobre la dominación, más curiosidad despertaría en el rol y más a salvo estaría ella a su lado.
—Sí. Quiero hacerlo —levantó la barbilla y echó la cabeza hacia atrás—. Eso no quiere decir que no me vaya a acobardar. Lo haré. Y probablemente lloraré como una niña pequeña, pero no me lo tengas en cuenta. Supongo que será inevitable, porque... no tengo resistencia al dolor. Pero tampoco tengo alternativa.
Lion cubrió su mejilla con la mano y sonrió tiernamente. Cleo era resistente. Pero se sentía insegura ante la idea de obedecer y someterse a un hombre; y no a uno cualquiera. A él, y en el plano sexual.
—Por Leslie.
—Sobre todo por ella, sí. —Su mirada verde se tornó dubitativa y miró extrañada la mano de Lion, que ardía sobre su cara—. ¿Está mal?
Lion arqueó su ceja partida y negó con la cabeza.
—No. No está mal. Yo también estoy preocupado por Leslie y necesito sacarla de ahí como sea. Y me gusta que seas franca conmigo. Necesitaremos ser muy honestos el uno con el otro. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Y... ¿agente?
—¿Sí?
Lion se inclinó sobre ella y le dijo al oído.
—Cuando llores, yo lameré tus lágrimas.
Cleo tragó saliva y sintió que las rodillas se le volvían de gelatina. ¿Si se caía ahí, sin ningún motivo, quedaría muy mal?
Se avergonzó al sentirse atraída por él cuando su hermana estaba secuestrada y desaparecida; por eso dio un paso atrás y con voz temblorosa preguntó:
—¿Crees que la han...?
—No, agente. No lo han hecho —la atajó con contundencia.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque Leslie es muy valiosa para ellos. No harán nada con ella hasta el final.
Cleo pensó en su contestación. Hasta el final...
—Por el torneo. Hasta la final del torneo —comprendió.
—Sí. No sabemos quiénes son los Villanos. No sabemos dónde viven, cómo viven, cuál es su objetivo... Hay trata de blancas tras ellos, pero ¿con qué objetivo? ¿Y la droga? ¿La variación del popper? ¿De dónde la sacan? ¿Quiénes son sus camellos? Son como putos entes —gruñó frustrado—, y nadie les ha visto los rostros jamás. La Reina de las Arañas invitó a Clint y a Leslie al torneo, y lo hizo porque tu hermana despertó el interés de los Villanos, y puede que también el de ella. Si la tienen, no la sacarán hasta la final. Es un bocado de los que a ellos les gustan.
—¿Y si la drogan? ¿Y si la violan? Y si...
Lion se relamió los labios con nerviosismo.
—Leslie es una excelente agente del FBI. No sé qué están haciendo con ella ni sé quién la tiene, pero tu hermana sobrevivirá y peleará. Lo único que tú y yo podemos hacer por ella ahora mismo es empezar a trabajar y prepararte para tu nueva identidad. No vamos a torturarnos pensando en lo que podrían estar haciéndole. Vamos a solucionarlo, dando lo mejor de nosotros para llegar hasta ella. ¿Queda claro, agente?
Cleo asintió y se sentó de nuevo en la butaca.
—Queda claro, señor. —Lion tenía don de mando y era autoritario. Si hacía de amo, lo haría de muerte.
—Bien —tomó asiento en la butaca de al lado; y mientras tomaba un sándwich de los que había preparado Cleo y se bebía un vaso de zumo, miró la libreta que había utilizado con interés—. Este es el plan de hoy. Me preguntas las dudas que tengas sobre lo que has leído en el informe y después empezamos a trabajar en tu entrenamiento.
—¡Sí, señor! —Hizo el saludo militar.
—Agente Cleo, no se propase conmigo... —murmuró mirándola con ojos ardientes por debajo de sus pestañas.
—No lo haré, la Virgen de los azotes me libre —musitó entre dientes.
Lion reprimió una carcajada.
—Esto va a ser muy duro... Adelante, pregúntame lo que quieras.
Capítulo 5
¿
T
ienes novia
?, pensó sorprendida por la libre desviación de su cerebro. Mmm, bueno, a ella no le debería importar si él tenía novia... En todo caso a la novia sí. Pero su código moral no permitía tocamientos con alguien que ya estuviera cazado. Sus gruesos y largos dedos no llevaban ninguna alianza, así que...
—¿Tienes novio, Cleo?
—¿Yo? —preguntó estupefacta.
Él la miraba con ojos azules oscurecidos, misteriosos y... desafiantes. ¿Por qué el desafío ante una pregunta de ese tipo?
—Sí, tú.
—Eh... no. No... oficialmente —pero, ¿qué estaba haciendo? Claro que no tenía novio. Se aburría de los hombres enseguida y el sexo no le parecía nada del otro mundo... Pero reconocer que en ese momento tenía menos vida sexual que su camaleón le avergonzaba. Quería demostrarle a Lion que no era una solterona mojigata.
Lion fijó sus ojos en la taza roja de café que ahora bebía, y empezó a darle vueltas entre las manos. Cleo se fijó en que hacía fuerza con los dedos, como si quisiera reventar la vasija colorada.
—Aclárame eso de que «no oficialmente».
—Bueno... Es un amigo de la comisaría. Es... —¿Quién era? ¿El bueno de Timi? No, ni hablar. Necesitaba a alguien que pudiera competir con Lion... Que rabiara si alguna vez lo veía. Ah... Magnus—. Se llama Magnus. No estamos saliendo... No de manera...
—Ya, oficial. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Que no podéis decir que folláis de vez en cuando?
Cleo se echó hacia atrás y levantó las cejas hasta casi juntárselas con el nacimiento del pelo.
—Guau... —murmuró—; ese comentario está fuera de su jurisdicción, señor. Lo que yo haga con Magnus no debe de importarle.
—Te equivocas —levantó la mirada y la traspasó con ella—. Durante tu instrucción y lo que dure resolver esta misión, agente Connelly, estaré al mando de todo. No pienso dejar ningún cabo suelto. Desde hoy, no te verás más con Magnus —prohibió tajantemente—. No necesitas distracciones.
—¿Puedes ordenarme eso? —Sus ojos verdes lanzaban llamas.
—Hay jugadores de BDSM por todas partes. El mundo es un pañuelo y no pienso arriesgarme a que alguien te vea con otro tío que no sea yo. Debemos empezar ya con nuestros papeles.
—¿Leslie pasó por lo mismo?
—Sí.
—¿Estaba saliendo con alguien?—preguntó interesada.
—No —miró su reloj de muñeca—. Tengo todo el día organizado así que, por favor, utiliza este tiempo en solventar dudas. Debes de tener muchas...
—Unas cuantas, sí. Por ejemplo, sobre Leslie. Si la tienen secuestrada y le sacan sangre pueden averiguar que es agente federal y podrían matarla.
Lion negó con la cabeza.
—No es posible. Cuando Leslie entró en la misión, todos los datos reales sobre Leslie Connelly fueron anulados de la base de datos. Se le creó una nueva identidad en todos los sentidos. Incluso cambiamos sus pruebas de ADN. Intentamos proteger a nuestros infiltrados.
—Ya... ¿Conmigo habéis hecho lo mismo?
—Sí. Por ahora Cleo Connelly no es hija de padres irlandeses, sino hija adoptada de una familia texana. Trabaja en una galería de arte en Chicago y es una chica deliciosa y... muy tímida. No deberás hablar mucho.
¿Que no hablara mucho? Pero si no se callaba ni debajo del agua.
—La misión va a ser un fracaso.—Bufó ella retirándose el flequillo largo de los ojos. Hacía poco que se había escalado el pelo y tenía una melena de color vino tinto, rica y llena de cuerpo. Pero aunque el peluquero le había intentado recortar el flequillo, ella se había negado. Se lo peinaba un poco hacia un lado y solucionado—. Si no puedo hablar, me ahogaré.
—Todos los gastos de la misión van a cargo del FBI. Todo. Desde hoteles, hasta viajes, dietas y compras personales... Todo nos lo subvencionan.
—¡Viva el FBI! En el cuerpo de Policía solo te pagan el café de la oficina.
—Vaya, lo siento... —dijo con una sonrisa.
—Sí, ya veo cómo lo sientes... Vale, entiendo que al infiltrarme me protegéis con una nueva identidad.
—Siguiente pregunta. —Se levantó y recogió los platos vacíos del desayuno y las tazas que ya se habían utilizado. Abrió el lavavajillas y colocó las cosas en su sitio.
Cleo no se lo podía creer y estuvo tentada de correr a por su iPhone y hacerle una foto al tío bueno que estaba poniendo su lavavajillas en calzoncillos. Ah, sería la envidia de Facebook. Pero no lo haría, obvio.
—Bien... ¿Qué mueve a los participantes a apuntarse a un torneo de esa índole?
—Diversión. Solo diversión. Ellos no lo ven como tú. Tú te lo pasarás bien teniendo sexo vainilla con Magnus —murmuró—. Ellos disfrutan teniendo sexo más picante.
—¿Vainilla? —¿Con Magnus? Estaba loco. Pero se había creído la trola.
—Es como se conoce a la mayoría de personas que hacen el amor a lo clásico.
—Oh, por Dios... Lion, no te muevas ahora.
Cleo se levantó y cogió a Ringo, que estaba inmóvil y camuflado en los calzoncillos de Lion. Lo había sacado del terrario nada más levantarse y, mientras ella leía, Ringo pululaba por la cocina.
Rozó sus prietas nalgas con los dedos y una corriente eléctrica recorrió su mano hasta su hombro.
Lion se giró y frunció el ceño.
—¿Me estás metiendo mano?
Cleo, roja como un tomate, le enseñó a Ringo, que disfrutaba cobijado entre las palmas calientes de su dueña.
—Le gusta mucho mezclarse con la gente... Es una manía. Como un pequeño trastorno.
Lion estudió al bicho verde que la joven trataba con tanto cariño.
—¿Tú también tienes lagartos?
—Es un camaleón.
—Lo que sea. Joder, mira que es feo.
—No digas eso delante de él. Lo entiende todo —le reprendió.
Lion se echó a reír.
—Leslie también tiene. Ahora se los cuida una compañera del FBI... Se nota que sois hermanas.
—Nos encantan. Tenemos un pequeño camaleón tatuado en nuestro cuerpo, ¿sabes? Ella lo tiene en el interior del muslo izquierdo, y yo...
—¿En el derecho? —fijó su mirada en sus muslos.