Read Agentes del caos I: La prueba del héroe Online
Authors: James Luceno
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
—Estoy dentro —dijo a Droma—. Presión, gravedad y atmósfera operativas. Iré primero al compartimento de pasajeros.
Abrió la escotilla y se metió dentro. Una sustancia negra y granulosa, que crujió bajo sus pies, cubría el suelo y casi todas las superficies horizontales. Han se agachó para coger un poco entre los dedos enguantados y lo acercó al visor del casco.
—Esto está lleno de una cosa negra —dijo por el intercomunicador—. Como pequeñas cáscaras de nuez o algo así.
—¿Hay señales de Reck?
Han recorrió el pasillo y dio un respingo al llegar a la parte delantera. Tres de los camaradas de Reck estaban desplomados sobre los asientos, con los rostros terriblemente desfigurados y las camisas empapadas en sangre que les brotaba de los ojos, los oídos y la nariz.
—¿Qué pasa? —preguntó Droma, nervioso, ante la breve exclamación de Han.
—Tres muertos… No sé por qué causa. Parecen rupturas sanguíneas masivas.
—¿Estás seguro de que la nave no se despresurizó?
—Aun así. Jamás he visto nada como esto —Han miró la puerta delantera abierta—. Voy a la cabina.
En el interior encontró la misma sustancia negra, así como a Reck, Capo y el que Han pensaba que era un yuuzhan vong, todos muertos e igualmente desangrados. La caja que portaba el agente enemigo yacía abierta en el suelo. Muy cerca se encontraba la repugnante criatura que había aterrorizado al enmascarador ooglith de Elan.
—Reck está muerto —dijo Irán al intercomunicador—. Están todos muertos.
—¿Y las desertoras?
—Ni rastro. A menos que estén en la bodega.
Han miró una vez más a Rack.
—Vamos abajo —se dijo a sí mismo.
Atravesó el compartimento de pasajeros, hacia la bodega trasera, y abrió la puerta.
—Las encontré —dijo a Droma, incluso antes de que la escotilla se abriera del todo.
En un gran cuadrado de rejilla estaban Elan y Vergere, inconscientes, pero sanas y salvas. En la bodega no parecía haber sustancia negra. Han pasó el brazo por debajo de la cabeza de Elan y la incorporó suavemente. Sus intensos ojos azules parpadearon antes de abrirse de par en par, aterrados. Se agitó en brazos de Han, y sus movimientos repentinos hicieron que Vergere también se estremeciera.
—¡Soy yo…, Han! —le dijo a través del altavoz interno del traje de presión.
Elan comenzó a tranquilizarse.
—Nos drogaron —dijo ella, medio aturdida, y miró a su alrededor con confusión—. ¿Dónde están? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué llevas un traje espacial?
Él la ayudó a levantarse y la guió al compartimento de pasajeros. Sus pies apenas habían rozado levemente la cosa negra cuando ella gritó y se quedó petrificada.
—¡Bo’tous! —dijo ella, en lo que Han supuso era el idioma yuuzhan vong—. ¡Un arma biológica! ¡Un agente sanguíneo aéreo!
—¿Esta cosa negra es…
bo-lo que sea
…?
Elan negó con la cabeza.
—Lo que estás viendo son los restos del bo’tous. Un residuo inofensivo —señaló a los asientos delanteros—. Lo que les mató fue lo que inhalaron. Vergere salió de la bodega y ahogó un grito.
—Están todos muertos menos vosotros dos —dijo Han.
Elan le miró completamente atónita.
—Pero ¿quién ha hecho esto?
—Eso me gustaría saber. ¿Es posible que la Brigada de la Paz llevara consigo esa… cosa?
—Sí, es posible. Tenían un dovin basal y un desenmascarador. Puede que también tuvieran bo’tous —miró a Han—. Quizá planeaban utilizarlo contra los pasajeros del crucero.
—¿Y por qué no te afectó a ti?
—Al despegar del
Reina del Imperio
nos encerraron herméticamente en el compartimento —se quedó mirando al vacío—. De todas formas, los yuuzhan vong somos inmunes.
Han asintió, evasivo, y activó el intercomunicador.
—Droma, reúnete conmigo en el lateral de entrada. Las voy a llevar a bordo.
—Más te vale darte prisa —respondió Droma rápidamente—. ¡La nave de guerra viene derecha por nosotros!
Los misiles de la fragata yuuzhan vong golpeaban los escudos del
Halcón Milenario
y explotaban por todas partes, mientras la nave se dirigía a toda velocidad hacia el crucero inmóvil. Las baterías principales del
Thurse
soltaban descargas de fuego azulado contra la fragata, aunque no parecían hacer efecto.
—¿Me estás diciendo que recorrió toda esa distancia en un segundo? —gritó Han a Droma mientras luchaba por estabilizar la nave.
¡Eso es exactamente lo que te estoy diciendo! ¡Estaba allí, y un segundo después la teníamos prácticamente encima!
Las manos de Han volaban por toda la consola.
—¡Apunta los deflectores traseros! Si no podemos dejarlos atrás, al menos intentaremos permanecer enteros —miró por encima del hombro a Elan y a Vergere—. ¡Poneos en el asiento de aceleración, en la bodega delantera!
Droma esperó a que se marcharan para decir:
—Vergere no es de otra galaxia, Han. No sé cómo se llama esa especie, pero la he visto antes.
Han le miró.
—¿Qué dices? ¿Es una impostora?
—No estoy seguro, pero esa pareja no tiene sentido.
—¿No te fías de ellas?
—¿Tú sí?
Han lo pensó un momento y negó con la cabeza.
—Hay algo que me escama. ¿Por qué iban a mandar los yuuzhan vong una nave para apoyar a la Brigada de la Paz? Si sabían que Elan estaba en el
Reina
, ellos mismos se habrían ocupado de su recuperación. Y otra cosa más: en el supuesto de que ese arma biotecnológica yuuzhan vong se escapara a bordo del transbordador, sigue sin estar claro por qué desaceleró repentinamente la nave.
—A menos que los yuuzhan vong la detuvieran a propósito. Han apretó los labios.
—Es lo que creo. ¿Recuerdas que el compinche de Reck le dijo que la corbeta estaba atrapada…, que no podían separarse del
Reina
? Droma asintió.
—La corbeta sacó a la nave del hiperespacio, pero de repente no pudo separarse de ella.
—Cosa que podría haber sucedido si los yuuzhan vong hubieran programado al dovin basal de la corbeta para que se agarrara al
Reina
.
El
Halcón
fue sacudido por el impacto de un proyectil. Han y Droma se estremecieron, pero había docenas más de misiles pasando a babor y estribor.
—Me encantaría saber qué pasaría si dejamos de huir.
—Espero que no tengas demasiadas ganas —dijo Droma, preocupado. Han gruñó.
—Ya me he enfrentado antes a naves yuuzhan vong. No suelen fallar con tanta frecuencia. Es como si hicieran todo lo posible por convencernos de que quieren recuperar lo suyo…
—Cuando lo que realmente quieren es que Elan y Vergere permanezcan donde están.
Han se frotó la mandíbula.
—¿Y a qué viene esta estratagema?
—Algo que no se revela —dijo Droma—. La Reina del Aire y de la Oscuridad.
Han hizo una mueca.
—Yo no creo en los juegos de cartas.
Droma se encogió de hombros.
—Cualquiera lo diría, viendo cómo juegas al sabacc.
Han se quedó callado un momento, cogió la mochila y sacó de ella la pistola enfundada. Poniéndose en pie, se la abrochó a las caderas.
—Toma el control —dijo a Droma.
Se apresuró a la bodega delantera, donde Elan y Vergere se sentaban una al lado de la otra, en el asiento de aceleración.
—¿No puedes dejar atrásala nave de guerra? —preguntó Elan con un tono que pretendía ser inocente.
—Puede que no —le dijo él—. Pero creo que tu gente se esforzará por hacerme creer que sí.
Ella le dirigió una mirada interrogante.
—Digo que estoy empezando a creer que no quieren que vuelvas. Que todo esto…: tu deserción, incluso esta batalla, es parte de un elaborado plan de tus superiores.
—¿Y no te importa que tenga información importante para los Jedi? —dijo ella con rudeza contenida.
Luchando contra la incertidumbre, Han paseó por la bodega.
—No sé lo que pensar —se detuvo de repente y miró a ambas—. Supongo que podría llevaros al
Reina y
dejar que decida el Maestro Jedi Skywalker.
—Sí —dijo Elan apresuradamente—. Es lo menos que puedes hacer. Han la escuchó. Pero lo que le chocó fue la mirada de sorprendido reconocimiento que asomó a los exóticos rasgos de Vergere.
—Tienes razón —dijo al fin—. Supongo que me estoy pasando de suspicaz.
Se giró, como para dirigirse a la cabina, pero se detuvo y dijo:
—Esa criatura que atacó a tu enmascarador ooglith en el
Reina
… ¿responde sólo ante un cuidador yuuzhan vong u obedece a cualquiera?
—Sólo ante un yuuzhan vong —dijo Elan.
Han vio que ella se ponía rígida por un instante.
—Dijiste que los yuuzhan vong erais inmunes al arma biológica que se esparció por el transbordador.
Con la cara constreñida por el odio, ella asintió.
Han sonrió.
—Te acabas de acordar de que el cuidador también estaba muerto en la cabina. Un cuidador yuuzhan vong esparciste la sustancia por el conducto de la bodega. Cuando la tina se dispersó lo suficiente, saliste y tiraste la caja del cuidador porque sabías que atraería mi atención. No te drogaron. Eso era parte del numerito.
Han dejó de sonreír y ladeó la cabeza hacia el pasillo de estribor del
Halcón
.
—¡Droma! Da la vuelta. Introduce una ruta hacia la nave yuuzhan vong. Aunque ahogado por la distancia, se oyó el grito incrédulo de Droma.
—¿Qué?
—Ya me has oído. A menos que me equivoque, no abrirán fuego —sacó la pistola láser y ordenó a Elan y Vergere que se levantaran del asiento—. No pienso correr riesgos con vosotras dos.
—Estás cometiendo un error —dijo Elan.
—No sería la primera vez. Levántate y anda.
Les indicó que se dirigieran al pasillo de babor y las escoltó hacia popa, hacia el ruidoso compartimento trasero del
Halcón
. Las cápsulas de salvamento estaban situadas entre el suelo y los conductos de combustible del rugiente núcleo de energía, a ambos lados de un túnel de acceso que en su momento albergó un montacargas.
Los esferoides compactos de alta tecnología, a juego con el estatus del
Halcón
como vehículo familiar, se lanzaban por unas escotillas situadas en el vientre de la nave, mediante cargas explosivas separadoras, e incluían prestaciones como asientos-g acolchados, un sofisticado paquete de sensores, comunicaciones y control de vuelo; una boya de auxilio automática, cohetes para maniobrar, un tren de aterrizaje, y suficientes raciones alimenticias y equipo de supervivencia como para mantener a dos o tres personas vivas durante un buen tiempo.
Han consideró la posibilidad de mantener encerradas a las falsas desertoras en una de las naves, pero cambió rápidamente de idea. Por lo que sabía, podían ser capaces de envenenar el
Halcón
tal y como lo habían hecho con la lanzadera de Reck.
Se acercó a una de las cápsulas de estribor y dio un puñetazo al manillar de apertura. Cuando la escotilla ancha y circular se abrió, Han les indicó que entraran.
—Os volvéis a casa, señoritas, que es donde debéis estar.
Les hizo un gesto con la pistola, y Elan se encaramó ágilmente a la nave. Vergere estaba a punto de hacerlo, cuando Elan la apartó de repente, agarró a Han y tiró de él para meterlo en la esfera. Lo golpeó contra el casco curvado y retrocedió hacia la escotilla aún abierta. En su boca se dibujaba un rictus de venganza.
Han sacudió la cabeza para que sus ojos recuperaran la visión normal. Alzó la pistola láser y apretó el gatillo, para darse cuenta de que estaba descargada. Contemplando el objeto inútil, se quedó boquiabierto.
—Qué descuidado —dijo Elan mientras continuaba acercándose a la escotilla—. Pero no te preocupes. Acabaré encantada con tus sufrimientos.
—¿Eh? —preguntó él, aturdido.
Ella esbozó una sonrisa maligna.
—Una exhalación para ti, y la que queda para los Jedi. Respira hondo, Han.
Agazapada para saltar por la escotilla, Elan exhalo el aire por un tiempo interminable. Después se volvió para saltar hacia la escotilla, pero el
Halcón
, que estaba esquivando los disparos, giró bruscamente a estribor, y la escotilla se cerró de repente. Han, de espaldas, se quedó sin respiración. Al mismo tiempo, Elan saltó hacia la escotilla que se cerraba y rebotó en ella.