Un antropólogo en Marte (51 page)

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Authors: Oliver Sacks

Tags: #Ciencia,Ensayo,otros

BOOK: Un antropólogo en Marte
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54) Aparentemente, Greg no recordaba la actuación… aunque cuando me enviaron una grabación del concierto inmediatamente reconoció las piezas «nuevas», le resultaron familiares, fue capaz de cantarlas. «¿Dónde has oído eso?», le pregunté mientras escuchábamos «Picasso Moon».

Se encogió de hombros sin saber qué decir. Sin embargo, no hay duda de que se la ha aprendido. Ahora le visito regularmente, y le llevo la cinta de nuestro concierto y otras de los últimos conciertos de los Grateful Dead. Parece disfrutar de esas visitas, y ha aprendido muchas canciones nuevas. Y ahora, cuando llego y oye mi voz, se ilumina y me saluda como a un colega, otro fan de los Dead.

55) Tras la publicación de este trabajo salieron a la luz otros cuatro (entre ellos un cirujano oftalmólogo). Además de estos cirujanos con el síndrome de Tourette, sé de un generalista, dos neurólogos y un psiquiatra que lo padecen.

56) Los tics poseen una categoría ambigua, a medio camino entre espasmos o ruidos sin sentido y actos significativos. Aunque la tendencia a tener tics es innata en el síndrome de Tourette, la
forma
particular de los tics a menudo posee un origen personal o histórico. De este modo, un nombre, un sonido, una imagen visual, un gesto, quizá visto años antes y olvidado, puede ser inconscientemente repetido o imitado y a continuación conservado en la forma estereotípica de un tic. Dichos tics son como jeroglíficos; residuos petrificados del pasado, y de hecho puede que, con el paso del tiempo, se vuelvan tan jeroglíficos, tan abreviados, que lleguen a volverse ininteligibles (al igual que «
God be with you
» [Dios sea contigo] se condensó, se plegó, a través de los siglos, al fonéticamente parecido pero sin significado
Goodbye
). Uno de esos pacientes, a quien vi hace mucho tiempo, seguía emitiendo un ruido explosivo, gutural y trisilábico, que al analizarlo se revelaba como una muy acelerada y comprimida pronunciación de «
Verboten
!» en una parodia convulsiva de la voz constantemente prohibitoria en alemán de su padre.

Una corresponsal reciente, una mujer con el síndrome de Tourette, tras leer una versión anterior de este trabajo, escribió que «“conservado devotamente”… es la palabra perfecta para describir la interacción entre vida y tics: el proceso mediante el cual lo primero se incorpora a lo segundo … Es casi como si el cuerpo touréttico se convirtiera en un archivo expresivo —aunque embrollado— de la experiencia vital de uno».

57) Algunas personas con el síndrome de Tourette padecen tics de lanzamiento —compulsiones o urgencias repentinas y aparentemente inmotivadas de arrojar objetos— muy diferentes de los lanzamientos coléricos de Bennett. Puede darse una breve premonición —suficiente, en algún caso, con gritar el aviso de «¡Plato!»— antes de lanzar convulsivamente un plato de la cena, una botella de vino o lo que sea al otro lado de la habitación. Idénticos tics de lanzamiento sufrían algunos de mis pacientes postencefalíticos cuando eran sobreestimulados con L-DOPA. (Observo unos comportamientos de lanzamiento un tanto similares —aunque no tics— en mi ahijado de dos años, que está atravesando una fase primitiva de anarquía y antinomianismo.)

58) Esto se demostró cómicamente en una ocasión en que fui a cenar a un restaurante con tres amigos de Los Ángeles que padecen el síndrome de Tourette. Los tres se precipitaron a la vez al asiento del rincón, y no, creo yo, por un espíritu competitivo, sino porque cada uno lo consideró una necesidad neuro-existencial. El que tuvo más suerte fue capaz de estar sentado tranquilamente en su sitio, mientras que los otros dos empujaban constantemente a otros comensales que había detrás de ellos.

59) El síndrome de Tourette no debe considerarse un trastorno psiquiátrico, sino un trastorno neurobiológico de tipo hiperfisiológico, en el que puede darse una excitación subcortical y un estímulo espontáneo de muchos centros filogenéticamente primitivos del cerebro. Un estímulo o liberación parecido de los comportamientos «primitivos» puede verse en las lesiones excitadoras producto de la encefalitis letárgica, tal como la describo en
Despertares
. Esto pudo observarse a menudo en los primeros días de la enfermedad, y volvió a ser muy pronunciado con el estímulo del L-DOPA.

60) Dichas tendencias, comunes en el síndrome de Tourette, también se observan en pacientes con síndromes postencefalíticos. Así, mi paciente Miriam H. tenía la compulsión de contar el número de veces que la letra «e» aparecía en cada página que leía; de decir, escribir o deletrear frases al revés; de dividir las caras de la gente en yuxtaposiciones de figuras geométricas; y de equilibrar visualmente, de hacer simétrico, todo lo que veía.

61)
Community college
en el original: se trata de una institución que ofrece cursos académicos de nivel universitario, con o sin créditos académicos, a los residentes en una comunidad. (
N. del T.)

62) El nombre de un eminente investigador del síndrome de Tourette —el doctor Abuzzahab— posee casi un poder de diagnóstico, la capacidad de provocar elaboraciones grotescas e insistentes en quienes padecen el síndrome (Abuzzahuzzahab, etc.). El poder de lo inusual a la hora de excitar e impresionar no se reduce, naturalmente, a los que sufren ese síndrome. El autor anónimo del antiguo texto mnemotécnico Ad Herennium lo describió, hace dos mil años, como una inclinación natural de la mente que podía explotarse para fijar imágenes más firmemente: «Cuando vemos en la vida cotidiana cosas insignificantes, vulgares y banales, generalmente no conseguimos recordarlas, porque la mente no ha sido estimulada por nada nuevo ni maravilloso. Pero si vemos u oímos algo excepcionalmente vulgar, deshonroso, inusual, grandioso, increíble o ridículo, es probable que lo recordemos durante mucho tiempo … Las cosas corrientes generalmente se nos van de la memoria, mientras que lo asombroso y lo nuevo permanecen más tiempo en la mente … Que el arte, entonces, imite la naturaleza.»

63) Ésta era la enfermedad, en un grado grotescamente extremo, que afectaba al famoso Hombre Elefante, John Merrick.

64) Lo que casi todos nosotros denominamos velocidad de movimiento asombrosa o «anormal» parece perfectamente normal en quienes padecen el síndrome de Tourette cuando la exhiben. Esto quedó muy claro en un reciente experimento de puntería llevado a cabo con Shane F., un artista que lo padece. Shane mostraba una velocidad de reacción extraordinariamente rápida, hasta casi seis veces superior a la normal, en combinación con una gran fluidez y exactitud de movimiento y puntería. Tal velocidad era alcanzada sin esfuerzo y de manera natural; las personas normales, por contraste, sólo podían alcanzarla, y a duras penas, mediante un esfuerzo violento y con una evidente pérdida de precisión y control.

Por otro lado, cuando se le pidió a Shane que se atuviera a (nuestras) velocidades normales, sus movimientos se hicieron constreñidos, torpes, imprecisos y llenos de tics. Estaba claro que su normalidad y la nuestra eran diferentes, que el sistema nervioso touréttico, en este sentido, es más armónico (aunque, por ello mismo, es más dado a la precipitación y la reacción).

Un caso similar de velocidad y precipitación puede verse en muchos pacientes postencefalíticos, especialmente cuando son activados por L-DOPA. De este modo, como ya señalé en el caso de Hester Y., en
Despertares
: «Si la señora Y., antes de la L-DOPA, era la mujer más
impedida
que había visto, se convirtió con la L-DOPA en la persona más
acelerada
que he visto. He conocido a algunos atletas olímpicos, pero la señora Y. podría haberles batido en términos de velocidad de reacción; en otros tiempos y bajo otras circunstancias podía haber sido el revólver más rápido del Oeste.»

65) El asunto es especialmente complejo, pues hay algunos tourétticos que son dados a la mímica, la imitación y la personificación de una manera más compulsiva. (Describí un ejemplo de ello en «Los poseídos».) Este tipo de imitación no tiene un efecto transformador; por el contrario, empuja a la persona a un síndrome más profundo. El actor de carácter touréttico era muy dado a las personificaciones convulsivas y otros tourettismos fuera del escenario, pero éstos eran muy distintos de la profunda y curativa interpretación del personaje que era capaz de hacer en escena. El impulso superficialmente imitativo o personificador procede, y estimula, una parte superficial de la persona (y su organización nerviosa): sólo una identificación profunda y total, como en el caso de Bennett, puede llevar a cabo la transformación.

66) Ir en coche a campo traviesa con otro amigo que padecía el síndrome de Tourette resultó una experiencia memorable, pues movía violentamente el volante de un lado a otro, repentinamente daba una patada al freno o al acelerador, o quitaba la llave de contacto cuando el coche iba acelerado. Pero siempre comprobaba que estos tourettismos hieran seguros, y aunque llevaba muchos años conduciendo, jamás había tenido un accidente.

67) Esto quedó muy claro con otro médico touréttico, un tocólogo, que no sólo tenía tics, sino ataques de pánico y furia que con gran esfuerzo podía contener. Cuando se le administró Prozac, ese precario control se rompió, tuvo una violenta pelea con un policía y pasó una noche en la cárcel.

68) Ir en canoa con Shane F. un verano en el lago Huron resultó una experiencia humana y clínica extraordinaria, pues la canoa se convirtió en una extensión de su cuerpo, la proa subía y bajaba con cada uno de sus tourettismos, proporcionándome una idea inolvidablemente directa de lo que debía de sentir una persona con ese síndrome. Avanzábamos con violencia, como en una tormenta, constantemente a punto de volcar, y yo deseaba que la canoa se hundiera de una vez por todas, a fin de poder escapar y regresar nadando a la orilla.

69) Hay un indicio de algo más extraño, más complejo, en la narración que hace Marcos del milagro de Betsaida, pues ahí, al principio, el ciego vio «hombres que parecen árboles, pero que andan», y sólo posteriormente recuperó completamente la vista (Marcos, 8: 22-26).

70) La eliminación de la catarata (o, como se hacía al principio, la dislocación de la catarata) deja el ojo muy corto de vista, con lo que precisa lentes artificiales; y las gruesas lentes utilizadas en el siglo
XVIII
y
XIX
, y de hecho hasta muy recientemente, reducían sensiblemente la visión periférica. De este modo, todos los pacientes operados de cataratas antes de la era actual de lentes de contacto e implantadas tenían que enfrentarse a importantes dificultades ópticas. Pero eran sólo los ciegos de nacimiento o desde la primera infancia quienes padecían la dificultad lockeana de no ser capaces de comprender lo que veían.

71)
Young Men’s Christian Association:
Asociación de Jóvenes Cristianos.
(N. del T.)

72) Uno no ve, siente o percibe aisladamente: la percepción va siempre vinculada al comportamiento y al movimiento, a alargar el brazo y explorar el mundo. Ver es insuficiente, también se debe mirar. Aunque en el caso de Virgil hemos hablado de una incapacidad perceptual o agnosia, había, igualmente, una falta de capacidad o impulso de
mirar
, de actuar
viendo
: una falta de
comportamiento
visual. Von Senden menciona el caso de dos niños cuyos ojos habían sido vendados desde temprana edad y que, cuando les quitaron los vendajes a la edad de cinco años, no mostraron ninguna reacción, no parecían mirar, como si estuvieran ciegos. Daba la sensación de que esos niños, que habían construido su mundo con otros sentidos y comportamientos, no sabían
utilizar
los ojos.

El mirar —como orientación, como comportamiento— puede incluso desaparecer de aquellos que se quedan ciegos en una fase tardía de su vida, a pesar del hecho de que han «mirado» toda su vida. John Hull nos proporciona muchos ejemplos sorprendentes de esto en su libro autobiográfico
Touching the Rock
. Hull había tenido una vista normal hasta la mitad de la cuarentena, pero a los cinco años de quedarse totalmente ciego perdió toda noción de «volver la cara» hacia la gente, de «mirar» a sus interlocutores.

73) El paciente de Gregory también se quedó sorprendido al ver la luna: había esperado un cuarto de luna en forma de cuña, como un trozo de pastel, y se quedó asombrado y divertido al descubrir aquella forma creciente.

74) Robert Scott, sociólogo y antropólogo del Instituto de Estudios Conductuales de Stanford, se ha interesado especialmente por las reacciones de la sociedad ante los ciegos, y el desprecio y la estigmatización social de que tan a menudo son objeto. También ha dado conferencias sobre «curas milagrosas», el derroche de emoción que suele acompañar a las recuperaciones de la vista. Fue el doctor Scott quien, hace algunos años, me envió un ejemplar del libro de Valvo.

75) La sensación, en sí misma, carece de «indicadores» del tamaño y la distancia; hay que aprenderlos con la experiencia. De este modo, se dice que cuando se lleva a alguien que ha habitado toda su vida en una selva tropical, cuya perspectiva visual acaba a pocos metros, a un amplio paisaje abierto, a veces intenta alargar los brazos y tocar las cumbres de las montañas con las manos; no tiene noción de lo lejos que están.

Helmholtz (en
El pensamiento en medicina
, una memoria autobiográfica) cuenta cómo, caminando por un parque a los dos años, vio lo que interpretó como una pequeña torre con una barandilla en lo alto y unos maniquíes, o muñecos, que caminaban dando vueltas tras ella. Cuando le preguntó a su madre si podía coger uno para jugar, ella exclamó que la torre estaba a un kilómetro de distancia y tenía doscientos metros de altura, y que las pequeñas figuras no eran maniquíes, sino
personas
. Tras estas palabras de su madre, escribe Helmholtz, se percató de inmediato de la escala de toda la escena y no volvió a caer en un error de este tipo —aunque el estudio de la percepción visual no dejó nunca de apasionarle. (Véase Cahan, 1993.)

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