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Quiero manifestar mi sincero agradecimiento a las siguientes personas e instituciones por su permiso para reproducir material anteriormente publicado:
Cambridge University Press y Knut Nordby:
Fragmentos del artículo de Knut Nordby de
Night Vision: Basic, Clinical and Applied Aspects,
edición a cargo de R. F. Hess, L. T. Sharpe y K. Nordby, copyright © 1990, Cambridge University Press. Reproducido con permiso de Cambridge University Press y Knut Nordby.
Farrar, Strauss & Giroux, Inc.:
Fragmento de «Memories of West Street and Lepke» de
Life Studies,
de Robert Lowell, copyright © 1958, 1959, Robert Lowell, copyright renovado en 1981, 1986, 1987 por Harriet W. Lowell, Caroline Lowell y Sheridan Lowell. Reproducido con autorización de Farrar, Strauss & Giroux, Inc.
Richard Gregory:
Fragmento del historial clínico de un caso de recuperación de la vista, de Richard Gregory y Jean G. Wallace
(The Quarterly Journal of Psychology,
1963, y reproducido en
Concepts and Mechanisms of Perception,
de Richard Gregory). Reproducido con permiso del autor.
Ice Nine Publishing Co., Inc.:
Fragmento de «Box of Rain», letra de Robert Hunter, música de Phil Lesh, interpretada por Grateful Dead, copyright © 1980, Ice Nine Publishing Co., Inc. (ASCAP). Reproducido con permiso de Ice Nine Publishing Co., Inc.
Oxford University Press:
Fragmentos de «Selective Disturbance of Movement Vision After Bilateral Brain Damage», de J. Zihl, D.
Von Cramon y N. Mai
(Brain,
106: 313-340, 1983). Reproducido con permiso de Oxford University Press, Oxford, Inglaterra.
PRO-ED Journals:
Fragmentos de «Needs of High Functioning Teenagers and Adults with Autism (Tips from a Recovering Austistic)», de Temple Grandin
(Focus on Autistic Behaviour,
vol. 5, n.º 1, abril de 1990, pp. 1-16), copyright
©
1990, PRO-ED, Inc. Reproducido con permiso de PRO-ED Journals.
Lowell Handler: fruta gris del señor L, barco gris del señor I.
Daniel G. Hill: postal de la puesta de sol del señor I., cabezas Matisse de Stephen Wiltshire, segundo dibujo de la casa.
Susan Schwartzenberg: cuadros de Franco Magnani, Pontito.
Mark Sheinkman: cuadros del señor I.
Mi más sincero reconocimiento a los artistas por su permiso para reproducir las obras de Jonathan I. y Franco Magnani; y a J. M. Dent & Sons Ltd., John Johnson Ltd. y Michael Joseph por su permiso para reproducir las obras de Stephen Wiltshire.
1) Éste, de hecho, es el problema, la cuestión última, de la ciencia neurológica, y no puede responderse, ni siquiera en principio, sin una teoría global del funcionamiento cerebral que sea capaz de mostrar las interacciones de cada nivel, desde las micropautas de respuestas neuronales individuales hasta las grandes macropautas de la vida que uno lleva. Dicha teoría, una teoría neural de la identidad personal, ha sido propuesta en los últimos años por Gerald M. Edelman en su teoría de la selección del grupo neuronal, o «darwinismo neural».
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2) En inglés, la palabra para «daltonismo» es
colorblindness
, es decir, «ceguera al color». En el caso que nos ocupa, y debido a que se trata de una ceguera al color absoluta, traduciremos el término inglés, según convenga, por «daltonismo» o «ceguera al color».
(N. del T.)
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3) Posteriormente le pregunté al señor I. si sabía griego o hebreo; dijo que no, que sólo era la sensación de una lengua extranjera ininteligible; quizá, añadió, «cuneiforme» sería más exacto. Veía formas, sabía que tenían que tener un significado, pero no podía imaginar cuál.
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4) De modo parecido, un paciente del doctor Antonio Damasio con acromatopsia derivada de un tumor creía que todo y todos parecían «sucios», incluso veía sucia y desagradable la nieve recién caída.
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5) En 1688, en
Algunas observaciones poco corrientes sobre la visión deteriorada
, Robert Boyle describía a una joven en el inicio de la veintena cuya vista había sido normal hasta los dieciocho, momento en que la acometió una fiebre y fue «atormentada por unas ampollas» y, con ello, «privada de visión». Cuando le presentaban algo rojo «ella lo miraba atentamente, aunque me dijo que, a ella, no le parecía Rojo, sino de otro Color que se podía intuir, a partir de su descripción, como un color Oscuro o Sucio». Cuando se le dieron «unos copos de Seda sutilmente Coloreados», lo único que pudo decir fue que «le parecían de un color Claro, pero que era incapaz de decir cuál. Cuando le preguntaron si los prados «no le parecían Cubiertos de Verde», dijo que no, que le parecían «de un extraño color Oscuro», añadiendo que cuando deseaba coger violetas «era incapaz de distinguirlas de la Hierba que las rodeaba por el Color, y que las distinguía por su Forma, o aspirando su perfume». Boyle observó además un cambio en sus costumbres: ahora le gustaba salir por las noches, eso era «algo que la complacía mucho».
En el siglo
XIX
se publicaron varias narraciones sobre el tema —muchas de ellas recogidas por Mary Collins en su libro
Colour-Blindness
—; una de las más vividas (aparte de la de un pintor de casas acromatópico) es la de un médico que, derribado por su caballo, sufrió una fuerte herida en la cabeza y una conmoción cerebral. «Al recuperarse lo suficiente para percibir los objetos que le rodeaban», anotaba George Wilson en 1853, «se encontró con que su percepción del color, que era anteriormente normal y aguda, se había vuelto débil y distorsionada… Todos los objetos de color… ahora le parecían extraños… Mientras que antes, cuando estudiaba en Edimburgo, era conocido como excelente anatomista, ahora era incapaz de distinguir una arteria de una vena por el tono… Las flores habían perdido para él más de la mitad de su belleza, y recordaba el golpe que sufrió la primera vez que entró en su jardín tras haberse recuperado, al encontrarse con que su rosa de Damasco favorita se había vuelto de un uniforme color apagado en todas sus partes: pétalos, hojas y tallo; y que las flores de colores variados habían perdido todos sus matices característicos.»
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6) Pueden verse interesantes similitudes, aunque también diferencias, con la visión de aquellos que padecen acromatopsia congénita. De este modo, Knut Nordby, un investigador de la visión que sufre ceguera al color congénita, escribe: «Sólo veo el mundo en tonos que los que tienen una visión normal del color describen como negros, blancos y grises. Mi sensibilidad espectral subjetiva no es distinta de la de la película ortocromática en blanco y negro. Percibo el color denominado rojo como un gris muy oscuro, casi negro, incluso con luz muy clara. En una escala de grises, veo el azul y el verde como grises medios, un poco más oscuros si son muy puros, un poco más claros si son menos puros. Es típico que el amarillo se me aparezca como un gris más claro, pero generalmente no se confunde con el blanco. El marrón siempre aparece como un gris oscuro, y lo mismo sucede con un naranja muy puro.»
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7) Sólo un sentido podía proporcionarle verdadero placer en esa época, y era el del olfato. El señor I. siempre había tenido un sentido del olfato agudo y de gran carga erótica, de hecho, regentaba una perfumería y mezclaba él mismo los aromas. Durante las primeras y terribles semanas posteriores a su accidente, a medida que iba perdiendo los placeres de la vista, los placeres del olfato se intensificaron (o eso le pareció a él).
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8) La cuestión del «conocimiento» del color es muy compleja y tiene algunos aspectos paradójicos que hacen difícil su análisis. Ciertamente, el señor I. era consciente de que con el cambio de su visión se había producido una gran pérdida, lo cual significa que era capaz de establecer algún tipo de comparación con su experiencia pasada. Semejante comparación no es posible si existe una destrucción total de la corteza visual primaria de los dos hemisferios, por ejemplo a causa de una apoplejía, como sucede en el síndrome de Anton. Los pacientes afectados por este síndrome se vuelven completamente ciegos, pero no se lamentan de su condición ni la describen. No saben que están ciegos; toda la estructura de la consciencia queda total e instantáneamente reorganizada desde el momento en que sufren el ataque.
Análogamente, los pacientes que sufren accidentes vasculares importantes en la corteza parietal derecha pueden perder no sólo la sensación y el uso del lado izquierdo, sino la consciencia de él, de todo lo que se halla a su izquierda e, incluso, del propio concepto de izquierda. Sin embargo, padecen «anosognosia»: es decir, no tienen conocimiento de su pérdida; podríamos decir que su mundo está cortado por la mitad, pero ellos lo perciben integro y completo.
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9) En la prueba de la clasificación de los hilos se reveló una anomalía; consideraba los azules vivos y puros como «pálidos» (se había quejado de que el azul del cielo siempre le parecía blanco). ¿Pero era eso una anomalía? ¿Podíamos estar seguros de que la lana azul no era, bajo su color aparente, descolorida o pálida? Precisábamos matices diferentes que sin embargo fueran idénticos en intensidad, saturación, reflectividad, de modo que obtuvimos una serie de botones en color meticulosamente fabricados conocidos como la prueba de Farnsworth-Munsell, y se los entregamos al señor I. Fue incapaz de ordenar los botones de ningún modo, aunque separó los azules como «más pálidos» que el resto.
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10) Pruebas posteriores realizadas con el anomaloscopio de Nagel y con los naipes de acromatopsia de Sloan confirmaron la ceguera total al color del señor I. Con el doctor Ralph Siegel le sometimos a pruebas de percepción de la profundidad y el movimiento (utilizando los estereogramas y los campos de puntos aleatorios en movimiento de Julesz); sus respuestas fueron normales, así como su capacidad de generar estructura y profundidad a partir del movimiento. Había, sin embargo, una interesante anomalía: el señor I. era incapaz de «distinguir» los estereogramas rojos y verdes (anáglifos bicolores), presumiblemente porque la visión del color es necesaria para separar las dos imágenes. También obtuvimos electrorretinogramas con resultados normales, indicando que los tres mecanismos de la retina estaban intactos, y que la ceguera al color era de hecho de origen cerebral.
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