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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Recuerdos (47 page)

BOOK: Recuerdos
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—Miles, ¿qué ocurre?

—Discúlpame, milady. Tengo un asunto que atender. Por favor, vuelve con Gregor.

Hizo una rápida reverencia y la rodeó para salir; inevitablemente, su mirada lo siguió mientras atravesaba la puerta, un poco demasiado rápidamente.

—¿Cuál es el problema, caballeros? —preguntó Miles en voz baja, acercándose al tenso grupito. Si no podía alterar el tono de la situación, al menos podía bajar el volumen. La mitad de la gente de la sala los estaba mirando ya.

El coronel le dirigió un ademán inseguro: no llevaba su cadena de Auditor, pero el hombre de SegImp tenía que saber quién era.

—Milord. El general Haroche ha ordenado el arresto de este hombre.

Miles ocultó su sorpresa, y mantuvo la voz baja.

—¿Por qué?

—No se han especificado los cargos. Se me exige que lo saque inmediatamente de la Residencia Imperial.

—¿Qué demonios es esto, Vorkosigan? —siseó Galeni—. ¿Tienes algo que ver?

—No. No lo sé. No ordené este…

¿Tenía relación con su caso? Y si era así, ¿cómo se atrevía Haroche a hacer un movimiento sin contar con él?

Ivan y Martya se acercaron también, con aspecto preocupado; el coronel estaba cada vez más rígido al ver que le resultaba imposible efectuar un arresto discreto.

—¿Tienes alguna multa de tráfico sin pagar que yo no sepa, Duv? —continuó Miles, tratando de aligerar el tono. Los dos guardias empuñaban ya los aturdidores.

—No, maldición.

—¿Dónde está el general Haroche ahora mismo? —preguntó Miles al coronel—. ¿En el cuartel general?

—No, mi señor. Viene de camino. Estará aquí dentro de poco.

¿Para informar a Gregor? Sería mejor que tuviera una explicación para aquello. Miles tomó aliento.

—Mira, Duv… creo que será mejor que obedezcas. Yo me encargaré.

El coronel le dirigió una mirada agradecida; Galeni, una de confuso recelo y enorme frustración. Era mucho pedirle que se tragara aquel momento de humillación pública, pero podía ser peor: dejar que le dispararan con un aturdidor o que lo golpearan por resistirse al arresto en la recepción del Emperador. Eran dos opciones que llamarían la atención de toda la gente de la sala.

Galeni miró a Delia con un destello de agonía en sus ojos oscuros, y luego miró a Ivan.

—Ivan, ¿llevarás a Delia a casa?

—Por supuesto, Duv.

Delia se estaba mordiendo los labios; diez segundos más y se implicaría en aquel asunto de forma explosiva. Miles ya tenía cierta experiencia con ella.

A un rápido gesto de Miles, el coronel y los guardias sacaron a Galeni de la sala, dejando sabiamente que caminara por su cuenta, sin tocarlo. Miles despidió a Ivan, y salió al pasillo. Como temía, en el momento en que doblaron la esquina, los dos guardias aplastaron a Galeni contra la pared más cercana, y empezaron a registrarlo y atarlo.

Miles alzó la voz una décima de segundo antes de que Galeni se volviera contra ellos.

—¡Eso no es necesario, caballeros!

Se detuvieron. Galeni, con visible esfuerzo, abrió los puños aunque sin relajar la expresión, y los ignoró en vez de tratar de lanzarlos al otro lado del pasillo.

—Irá como un hermano oficial si se lo permiten.

Su dura mirada añadió en silencio:
¿Verdad, Duv?
Galeni se arregló la túnica y asintió, envarado.

—Coronel… ¿de qué se acusa en realidad al capitán Galeni?

El coronel se aclaró la garganta. No se atrevía a negarle la respuesta a un Auditor Imperial, no importaba qué órdenes de ser discreto en público le hubiera dado Haroche.

—Traición, mi señor.

—¿Qué? —exclamó Galeni.

—¡Mierda! —dejó escapar Miles, mientras su mano sobre la manga de Galeni impedía una negativa físicamente más violenta.

Miles inspiró tres veces, para controlarse y dar buen ejemplo a Galeni, y dijo:

—Duv, iré a verte en cuanto haya hablado con Haroche, ¿de acuerdo?

La nariz de Galeni se dilató pero repitió:

—De acuerdo.

Sus dientes apretados impidieron, por fortuna, cualquier nuevo comentario. Consiguió caminar dignamente por el pasillo mientras el pelotón lo escoltaba.

Miles volvió a los salones donde tenía lugar la recepción. En el camino fue interceptado por un grupito compuesto por Gregor, Laisa, Delia y su madre.

—¿Qué pasa, Miles? —preguntó Gregor.

—¿Por qué se han llevado esos hombres a Duv? —añadió Laisa, los ojos muy abiertos y alarmados.

—¡Miles, haz algo! —exigió Delia.

La condesa Vorkosigan se quedó simplemente mirando, un brazo cruzado sobre el torso, la otra mano sobre los labios.

—No lo sé. ¡Y debería saberlo, maldición! —estalló Miles—. Galeni ha sido arrestado por SegImp debido a —dirigió una breve mirada a Laisa— acusaciones un poco vagas. Al parecer, por orden del propio Lucas Haroche.

—Doy por supuesto que tenía un motivo… —empezó a decir Gregor.

—¡Doy por supuesto que cometió un error! —dijo Delia apasionadamente—. ¡Cordelia, ayuda!

Los ojos de la condesa Vorkosigan se iluminaron mientras miraba más allá del hombro de Miles.

—Si quieres información directa, ve a la fuente. Aquí viene.

Miles giró para ver a Haroche doblar la esquina, guiado por uno de los hombres de armas de Gregor. Su rostro no era menos pesado que su paso. Se acercó al grupo y dirigió a Gregor un saludo formal.

—Sire.

Y uno más abreviado a Miles.

—Milord Auditor. He venido lo más pronto posible.

—¿Qué demonios está ocurriendo, Lucas? —dijo Gregor tranquilamente—. SegImp acaba de arrestar a uno de mis invitados en mitad de mi recepción. Confío en que puedas explicar por qué.

¿Conocía Haroche lo suficientemente bien a Gregor para detectar la furia bajo el leve énfasis en los mis?

—Mis más profundas disculpas, Sire. Y también a usted, doctora Toscane. Soy plenamente consciente de la torpeza. Pero la obligación de SegImp es mantenerle a salvo, y también a usted —un pequeño gesto con la cabeza hacia Laisa—. Esta misma noche encontré motivos para sospechar de la lealtad de ese hombre, y luego descubrí para mi alarma que estaba en su presencia. Puedo haber sido poco cauteloso muchas veces, pero no me atrevo a descuidar ese aspecto ni una sola vez más. Era prioritario separar de usted al capitán Galeni; todo lo demás, incluidas las explicaciones, podía esperar. —Miró a las mujeres, y luego apartó significativamente la mirada—. Ahora estoy a su disposición para ofrecerlas, Sire.

—Oh. —Gregor se volvió hacia la condesa Vorkosigan, e hizo un leve gesto de frustración a Delia y Laisa—. Cordelia, ¿querrías…?

La condesa Vorkosigan sonrió con sequedad.

—Vamos, señoras. Los caballeros tienen que hablar.

—¡Pero quiero saber qué está pasando! —protestó Laisa.

—Nos enteraremos más tarde. Ya te explicaré el sistema. Es realmente estúpido, pero a veces funciona. Cosa que, ahora que lo pienso, explica otras muchas costumbres Vor. Mientras tanto, tenemos que mantener el espectáculo en marcha —indicó los salones de la recepción—, y reparar cuanto podamos los daños de este… —una mirada penetrante a Haroche, que debería haberlo hecho retroceder—, desafortunado ejercicio de cautela.

—¿Reparar los daños, cómo? —preguntó Laisa.

—Mentir, querida. Alys y yo te enseñaremos ese arte…

La condesa Vorkosigan se las llevó; Delia miró a Miles por encima del hombro y susurró: «¡Haz algo, maldición!»

—Será mejor que continuemos en su despacho, Sire —murmuró Haroche—. Necesitaremos la comuconsola. He traído copias del informe de mi equipo de seguridad para cada uno de ustedes. —Se tocó la túnica y sonrió sombrío a Miles—. Supuse que querría verlo lo antes posible, milord Auditor.

—Oh. Bueno. Sí —admitió Miles. Siguió a los dos hombres pasillo abajo, y bajó el último las escaleras; el soldado cubrió la retaguardia y ocupó su puesto ante el despacho de Gregor, quien cerró la puerta tras ellos.

—Mi lista corta encogió brusca e inesperadamente —dijo Haroche—. Si usted quiere, Sire…

Indicó la comuconsola; Gregor la encendió. Haroche introdujo una tarjeta de datos en la ranura lectora y tendió la gemela a Miles.

—Estoy seguro de que querrá estudiar esto con más detalle más tarde, pero puedo ofrecerle una rápida sinopsis ahora.

»La encerrona que le tendieron, Miles, fue casi perfecta. La introducción de su falsa visita en el diario de la Sala de Pruebas estuvo extremadamente bien ejecutada; mi equipo lo tuvo muy difícil para buscar pistas sobre cómo se hizo. Empecé a dudar. Entonces se me ocurrió hacer que volvieran a comprobar su escáner retinal. Por cierto que fue sutilmente alterado por su criorresurrección, ¿lo sabía?

Miles sacudió la cabeza.

—Aunque no me sorprende —respondió.

Gran parte de mí fue sutilmente alterada por la criorresurrección
.

—Se dice que todo criminal comete un error. Según mi experiencia, eso no es necesariamente cierto, pero sucedió esta vez. El escáner retinal del diario de la Sala de Pruebas era una copia de uno hecho el año pasado, que no es idéntico al que ahora tiene. Como puede verse en esta superposición.

Haroche hizo que los dos escáners se unieran sobre la placa vid de la comuconsola de Gregor; las alteraciones se destacaron en púrpura: una maligna mirada de cíclope ansioso.

—Y con eso queda usted libre de toda sospecha, milord Auditor. —Haroche abrió la mano.

—Gracias —gruñó Miles.
Nunca he sido acusado
—. ¿Qué tiene esto que ver con Duv Galeni?

—Espere. A partir de la evidencia, o la falta de evidencias, mi equipo dice que el registro de la comuconsola de la Sala de Pruebas tuvo que ser alterado por un programa topo que Galeni insertó físicamente a través de su ranura lectora. Esa máquina es una de las aisladas. No había otro medio.

—Galeni o alguien —corrigió Miles.

Haroche se encogió de hombros.

—Sin embargo, no es así como identificamos a Galeni. El otro punto de ataque que les encomendé fue por supuesto el propio diario de admisión del edificio. Eso resultó más fructífero. El diario no fue alterado directamente, sino a distancia, a través de sus enlaces de datos con otros sistemas de SegImp. Mi equipo tuvo que llegar hasta el nivel subcódigo para encontrarlo; son dignas de encomio su dedicación y paciencia, Sire, así como su experiencia. —Haroche se saltó pantalla tras pantalla de enlaces lógicos—. Los puntos significativos están marcados en rojo; véanlo ustedes mismos. Siguieron la alteración hasta el nivel de jefes de sección… el sistema posee seguros hasta ese nivel. Claro, que los jefes de sección pueden anularlos: yo mismo, o más bien mi segundo al mando actualmente en Asuntos Domésticos; Allegre, Olshansky, el jefe de Asuntos Galácticos cuando está aquí. Lo siguieron hasta la comuconsola de Allegre, hasta su nivel de analistas. Hasta la comuconsola del capitán Galeni.

Haroche suspiró.

—Los analistas de sistemas de todos nuestros departamentos pueden acceder a los datos bastante a su antojo. Poco tengo que decir, sinceramente; su trabajo es revisarlo todo, ya que se toman decisiones vitales en niveles superiores basadas en sus informes y recomendaciones y opiniones. Yo mismo pasé un par de años en ese puesto, en Domésticos. Pero parece que Galeni usó sus códigos de analista para conseguir acceso a la comuconsola de su superior, y saltar desde allí al sistema mayor.

—O lo hizo alguien utilizando la comuconsola de Galeni —sugirió Miles. Sintió una punzada en el estómago. Las luces de la pantalla vid parecían manchas de sangre—. ¿Constituye esto realmente una prueba?

Si se prepara una encerrona, ¿por qué no dos?
O… tantas como fueran necesarias, hasta que llegaran a un sospechoso que Miles no conociera ni apreciara.

Haroche le respondió displicente.

—Puede que sea todo lo que consigamos. Daría mi brazo por poder interrogar a ese hombre con pentarrápida, pero se le suministró el tratamiento alérgico cuando se le ascendió a su actual puesto. La pentarrápida lo mataría. Así que tenemos que construir nuestro caso a la antigua usanza. Toda prueba física del crimen se convirtió en humo hace tiempo. Volvemos a sus motivaciones después de todo, milord Auditor. ¿Qué hombres del departamento de análisis de Asuntos Komarreses tuvieron conocimiento del procariota biocreado y a la vez algún motivo para hacerlo? Él tuvo el acceso; se reunió con su padre, Ser Galen, en la Tierra justo antes de que estallara el plan original komarrés.

—Lo sé —dijo Miles brevemente—. Estuve allí.

Oh, Dios, Duv

—No sé cuánto peso dar al hecho de que su hermano-clon matara al padre de Galeni…

—Si eso hubiera sido un problema, lo habría sido mucho antes.

—Tal vez. Pero debe haber dejado en él algún resquemor. Luego, además, usted recientemente fue parte importante en la destrucción de sus planes matrimoniales.

—Lo ha superado.

—¿Qué planes matrimoniales? —preguntó Gregor.

Miles rechinó los dientes.
Haroche, idiota
.

—Hubo una época en que Duv se sintió interesado por Laisa. Y por eso la acompañó a tu recepción, donde os conocisteis. Desde entonces Duv ha, um, encontrado otro interés amoroso.

—Oh —dijo Gregor, sorprendido—. No sabía… que las cosas fueran tan serias entre Laisa y Galeni.

—Sólo por parte de él.

Haroche sacudió la cabeza.

—Lo siento, Miles. Pero el hombre le llamó a usted, y cito, «maldito sabelotodo entrometido».

Haroche tenía la mirada perdida, su expresión por un momento fue tan parecida a la de Illyan cuando daba una de sus citas textuales gracias a su chip que Miles se quedó sin aliento.

—Y continuó diciendo con bastante apasionamiento: «Vor significa ladrón, en efecto. Y vosotros, malditos ladrones barrayareses estáis juntos en todo. Tú y tu jodido y precioso Emperador y todos vosotros.» ¿Espera seriamente que considere que simplemente se sintió un poco contrariado?

Gregor alzó las cejas.

—Me lo dijo a la cara —replicó Miles. Por la expresión de Gregor, el Emperador no entendía por qué esta observación constituía una defensa—. No a mi espalda. Nunca a mi espalda, no Galeni. No… no es su estilo. —Se volvió hacia Haroche—. ¿De dónde demonios ha sacado eso? ¿Tiene SegImp controladas todas las comuconsolas privadas de sus analistas? ¿O es que alguien había sospechado de Galeni antes de que Illyan cayera?

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