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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Recuerdos (42 page)

BOOK: Recuerdos
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Husmeó al azar en un par de oficinas, para completa alarma de sus habitantes, y luego decidió sistematizar su recorrido. Inspeccionaría cada departamento desde el piso de arriba hasta la planta baja, sin olvidar la Planta Física y el Servicio de Alimentos.

Dejó a sus espaldas un sendero de interrupciones y preocupaciones, a medida que cada jefe de departamento estudiaba frenéticamene su conciencia buscando un motivo de por qué el Auditor Imperial estaba visitándolo a él.
Ja, culpables todos ellos
, pensó Miles secamente. Varios hicieron amago de justificar sus gastos presupuestarios en lo que Miles consideró excesivo detalle; uno incluso se lanzó a una defensa de sus recientes vacaciones galácticas que él no había pedido. Ver a esos hombres normalmente silenciosos parlotear llenos de pánico era muy entretenido, tenía que admitirlo. Les contestaba con montones de ruidos neutrales bien calculados como «Um» y «¿Hm?», pero eso no pareció acercarle más a formular la pregunta adecuada.

Había tantos departamentos funcionando en el ciclo diurno de 26,7 horas de Barrayar que Miles podría haber continuado su inspección durante toda la noche; al final acabó por dejarlo. SegImp era un edificio grande. Hacía falta ser cuidadoso, no veloz.

Miles despertó a la mañana siguiente para encontrar la Residencia Vorkosigan llena del desacostumbrado bullicio de los servidores de su madre. Estaban reorganizando el lugar: retirando las sábanas de los muebles, cuidando eficazmente de su invitado, Illyan, y bloqueándole el camino con preguntas de qué podían hacer por él, mi señor, mientras Miles trataba de caminar por el lugar semidesértico, pensar y beber su café matutino. Así era como debía ser, pero… con todo, se sintió tentado a marcharse pronto al trabajo. Miles decidió empezar con un informe personal para Gregor en la Residencia Imperial, con su mejor estilo de Auditor. Además, Gregor quizá tuviera alguna idea. Miles se sentía particularmente falto de ellas en aquel momento.

Su estilo de Auditor se convirtió rápidamente en su estilo de costumbre, una vez llegó al despacho de Gregor y los dos se encontraron a solas. Se sentaron en los cómodos sillones que daban a la ventana del jardín, y Miles colocó los pies en la mesita y se miró las botas.

—¿Algo nuevo? —inquirió Gregor, hundido en su propio asiento.

—Hasta ahora no. ¿Qué te ha dicho Haroche?

Gregor soltó un resumen aceptablemente completo de la reunión de medianoche, y de las órdenes y peticiones que la oficina de Haroche había iniciado bajo supervisión de Miles el día anterior.

—Dijo que Illyan estuvo terriblemente callado durante vuestra reunión —añadió Gregor—. Supongo que Haroche cree que está mucho más afectado de lo que deja ver.

—Mm. Illyan también lo cree. No estoy seguro de que se trate tanto de daños como de falta de práctica. Es como si hubiera olvidado prestar atención. El interior de su cabeza… debe ser un mundo extraño para él ahora mismo. Creo que Lady Alys podría hacerte mejores observaciones que Haroche sobre ese tema.

—Y entonces, ¿qué has hecho?

Miles hizo una mueca.

—Nada. Me muerdo las uñas hasta que empiecen a llegar los informes galácticos. He estado husmeando por los rincones de SegImp, jugando al Inspector General. Me divierte, mientras espero. Y espero.

—Sólo llevas un día esperando.

—Es la expectación.

—¿Estás más contento con Haroche ya?

—Sí, desde luego. Está haciendo lo que debe. Y aprende rápido, y no comete el mismo error… bueno, más de dos veces en la mayoría de los casos. Es con la situación con lo que no estoy contento. No ofrece asideros, ni cabos sueltos… no hay hilos de los que tirar a ver qué pasa. O ninguno que yo haya descubierto todavía.

Gregor asintió, comprensivo.

—Acabas de iniciar la investigación.

—Sí. —Miles vaciló—. Esto ha acabado por resultar mucho más grande y complicado de lo que esperaba cuando estaba sólo jodido por la forma en que SegImp se encargaba del tratamiento médico de Illyan. Ahora no es una broma. ¿Estás seguro de que no… quieres que se encargue un Auditor de verdad? Vorhovis, por ejemplo.

—Vorhovis sigue en Komarr. Haría falta una semana para traerlo. Y lo quiero allí.

—O uno de los otros.

—¿Qué es esto, mieditis? —Gregor estudió a Miles con los ojos entornados—. ¿Quieres que te releve?

Miles abrió la boca, la cerró, y dijo por fin:

—Pensaba que debías darte una oportunidad para cambiar de opinión.

—Ya veo. —Gregor se mordió el labio inferior—. Gracias, Lord Vorkosigan. Pero no.

Espero que no estés cometiendo un error de importancia, Gregor
. Pero no lo dijo en voz alta.

El café que Gregor había pedido llegó por fin, traído en una bandeja no por el mayordomo, sino por Lady Alys Vorpatril en persona. La seguía Laisa Toscane. El rostro de Gregor se iluminó.

—¿Preparados para un descanso, caballeros? —inquirió Lady Alys, soltando la bandeja con una reverencia y frunciendo el ceño al ver las botas de Miles, que rápidamente quitó los pies de la mesa y se sentó derecho.

—Sí —dijo Gregor, tendiendo la mano a Laisa, que la aceptó y se sentó a su lado. Miles sintió un momentáneo retortijón de envidia.

—Creo que ya hemos terminado —añadió Miles—. Por hoy.

Mi informe es que no hay nada que informar. Magnífico
.

Una semisonrisa preocupada e intrigada curvó los labios de Laisa.

—Gregor y Lady Alys me han hablado de Illyan. Supongo que… ¿lo siento? No, ésa no es la palabra. Me siento asombrada de que una figura semejante haya caído. Era una leyenda tan grande en Komarr… Y sin embargo, cuando lo conocí por fin, era sólo un tipo corriente.

—Difícilmente —dijo Lady Alys.

—Bueno, no realmente corriente, pero ésa es la impresión que parecía querer dar. Tan callado. No era… lo que yo esperaba.

¿No era un monstruo?
Laisa era una komarresa amable; había que reconocerlo.

—Los monstruos de verdad —comentó Miles, contestando a su pensamiento en vez de a sus palabras— suelen a menudo ser sólo hombres corrientes. De ideas más confusas. Illyan era uno de los hombres menos confusos que he conocido en mi vida.

Laisa se ruborizó levemente. A ella, la favorecía. Se aclaró la garganta y continuó.

—Hemos venido por un motivo, Lord Vorkosigan.

—Puedes empezar a llamarme Miles, en privado.

Ella miró a Gregor en busca de aprobación; él asintió.

—Miles —continuó—. Lady Alys ha propuesto una recepción y un baile aquí en la Residencia la semana que viene, para mis amigos íntimos y los de Gregor. Nada de política, para variar.

O eso quisieras
. Pero Lady Alys asintió. Si no política, al menos era algo calculado socialmente. ¿Se trataba de una recompensa por el hecho de que Laisa se esforzaba tanto para ser una buena aprendiza de Vor?

—¿Vendrá, lor… vendrás, Miles, si tus deberes lo permiten? Como amigo de ambos.

Miles, sentado, hizo una semirreverencia a su futura Emperatriz.

—Si mis deberes lo permiten, me sentiré muy honrado.

Era probable que tuviera tiempo de sobra; aún estaría esperando los informes galácticos.

—Y puedes traer a una invitada, por supuesto —añadió Laisa. Miró de nuevo a Gregor, e intercambiaron una de aquellas enloquecedoras sonrisas privadas—. ¿Tienes una… —buscó el término barrayarés adecuado— dama regular?

—En este momento no.

—Ah.

Ella le dirigió una mirada especulativa; Gregor le apretó la mano. Si Laisa hubiera tenido una hermana menor, Miles habría sabido cómo interpretar exactamente esa mirada. Parecía que el amor no sólo era contagioso, sino agresivamente contagioso.

—Miles ha demostrado ser inmune a nuestras damas Vor —intervino tía Alys, no sin cierto reproche.
Santo Dios, ¿iba a dejar de tratar de acabar con la soltería de Ivan y a empezar con la suya, por pura frustración?

Laisa puso cara de intentar dilucidar si Lady Alys había pretendido dar a entender que Miles prefería a los muchachos, sin ser tan ruda como para preguntarlo o, al menos, no hasta que estuviera otra vez a solas con su mentora.

—Inmune no —dijo Miles rápidamente—. Sólo desafortunado, hasta ahora. Mi antiguo plan de viajes era bastante incómodo para los romances —
en casa, al menos
—. Ahora que estoy asentado en Vorbarr Sultana de modo permanente, quién sabe. Um… tal vez invite a Delia Koudelka.

Laisa sonrió complacida.

—Me encantaría volver a verla.

Alys sirvió café para todos; Laisa observó con atención. No tomaba notas, pero Miles apostó a que la próxima vez recordaría que él lo bebía solo. Alys condujo la conversación hacia preocupaciones más livianas durante el tiempo que tardaron en tomar una taza, sin repetir, y luego se levantó para salir con Laisa. ¿Al lavabo de señoras, para diseccionar a Miles
in absentia? No seas tan quisquilloso, muchacho
. Bajo la tutela de Alys, Laisa estaba al parecer haciendo rápidas conexiones con el mundo de las mujeres Vor, y contrariamente a Haroche no parecía subestimar su importancia para su futuro.

Gregor soltó a Laisa con obvia reluctancia.

—Lady Alys —añadió, pensativo—. Si piensas que está preparado, ¿por qué no traes a Simon al almuerzo que Laisa y yo vamos a celebrar contigo y Lady Vorkosigan? Echo de menos su conversación —miró a Miles a los ojos, y sonrió tristemente.

—Pensaba que las conversaciones que mantenías con Illyan eran principalmente informes —dijo Miles.

—Es fascinante averiguar qué han estado desplazando todos esos informes durante estos años —observó Lady Alys—. Por supuesto, Gregor. Creo que será bueno para él.

Se marchó con Laisa. Miles las siguió poco después.

Miles continuó su inspección autoimpuesta del cuartel general de SegImp donde la había dejado. Personalmente habría preferido algo más sutil que aquella forma tan brusca de recabar datos, pero cuando no sabías qué demonios estabas buscando tenías que mirarlo todo. En criptografía resultaron crípticos; su cooperación se convirtió en una explicación técnica de su trabajo que lo despistó a la tercera frase.
Si no los puedes deslumbrar con tus hazañas, ahógalos con mierda de caballo
. Miles no perdió la sonrisa, y tomó nota mentalmente de volver a comprobar aquel departamento más tarde. En finanzas parecían simplemente encantados de que a alguien le preocupara, y amenazaron con no dejar de hablar nunca. Miles se abrió camino entre las hojas de cálculo y escapó.

Mantenimiento y la Planta Física resultaron ser inesperadamente fascinantes. Miles sabía que el edificio era muy seguro, pero no era consciente de con cuánto detalle se cumplía esto. Se enteró ahora de dónde estaban todas las paredes y suelos reforzados de acero, y cuánto se había pensado en temas de contención de explosiones láser, circulación de aire, filtración y purificación de aguas. Su respeto por el difunto arquitecto loco del edificio aumentó un grado. El edificio no había sido sólo diseñado por un paranoico, estaba bien diseñado. Cada habitación tenía su propio sistema biolab de filtración gradual, además de la unidad central que filtraba y cocía todo el aire de regreso para destruir posibles gases venenosos o microbios antes de que fuera puesto en circulación o descargado. El calor generado se utilizaba también para destilar el agua, lo cual explicaba su peculiar sabor. Miles había visto naves espaciales con sistemas menos cerrados. Ningún resfriado iba a contagiarse entre el personal.

Los trabajadores de servicio eran todos soldados en activo, veteranos con al menos diez años de experiencia. Descubrió que también eran los mejor pagados de su categoría de entre todos los hombres del Servicio Imperial. La moral entre ellos era alta; en cuanto advirtieron que su visita no implicaba ninguna crítica a la calidad de su trabajo, se volvieron no sólo cooperativos, sino incluso amistosos. Parecía que ningún oficial inspector había estado dispuesto a arrastrarse con ellos por los conductos desde hacía bastante tiempo; pero claro, la mayoría de los inspectores eran mucho más viejos, estirados y severos que Miles. También descubrió, por el camino, lo que tenía que ser el trabajo más aburrido de todo el cuartel general de SegImp: comprobar los monitores vid de todos los kilómetros de conductos y tuberías del edificio. Sólo pudo maravillarse de no haber caído allí antes, durante uno de sus anteriores periodos de semidesgracia.

Para cuando partió, reacio, Servicios estaba bastante contento con su Auditor Imperial, y viceversa. Su combinación de competencia y camaradería le hizo recordar durante un breve y doloroso momento a los Dendarii, hasta que su mente huyó de la comparación.

El trabajo que tenía encomendado bloqueaba cualquier reflexión excesivamente morbosa sobre la rareza general de su situación actual. En conjunto, Miles lo prefería así. Era un extraño en SegImp, un civil, por primera vez en su vida adulta, y sin embargo estaba obteniendo una visión mejor que la que tenía antes de la organización a la que tan apasionadamente servía. ¿Era una especie de despedida final?
Disfruta mientras puedas
. Aguzada su consciencia, se marchó temprano esa noche para poder regresar a casa y cenar con su madre e Illyan: un agradecido detalle de urbanidad. Consiguió centrar la conversación en el éxito de la colonia imperial en Sergyar, tema por cierto que la condesa tenía mucho interés en tocar. Regresó al cuartel general a la mañana siguiente, temprano, y estuvo dándole la lata a Haroche un ratito, hasta que éste empezó una vez más a enumerar los beneficios de una investigación en Jackson's Whole. Miles sonrió, y continuó su inspección.

Su visita a Análisis le ocupó la mayor parte del tiempo ese día. Entre otras cosas, se detuvo a charlar con Galeni, y con los analistas que ahora habían sido asignados a este problema interno de SegImp; también ellos esperaban la llegada de los informes galácticos. Echó un vistazo a los hombres que trabajaban en otros problemas. La alta prioridad del sabotaje del chip de Illyan no significaba que todas las otras crisis fueran secundarias. Miles mantuvo una larga e interesante charla con el general Allegre, el jefe de Asuntos Komarreses, que como era de esperar tendió a girar sobre el compromiso matrimonial de Gregor, un tema que había evitado cuidadosamente con Galeni. Miles se preguntó si merecería la pena viajar al menos hasta Komarr para hablar en persona con el homólogo de Allegre en Asuntos Galácticos destinado allí. El coronel Olshansky, de Asuntos Sergyareses, preguntó amablemente por la condesa; Miles lo invitó a cenar con ella, una cortesía que el coronel pareció encontrar un poco atrevida, pero que aceptó con celeridad. Lo que Miles había estado considerando como el postre de su investigación fue, no por accidente, lo último de esa tarde.

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