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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Recuerdos (3 page)

BOOK: Recuerdos
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Se quedó a solas en una habitación silenciosa sin nada que hacer sino pensar, posiblemente un error táctico. Se podía confiar a Quinn la operación de limpieza, o de lo contrario, ¿por qué la había nombrado su mano derecha? Se había hecho cargo de manera harto competente la última vez que le habían retirado violentamente de la cadena de mando, el pecho volado por la granada de agujas de aquel francotirador en la misión en Jackson's Whole.

Se levantó, se abrochó los pantalones grises, y estudió su torso, pasando los dedos por el extenso entramado de quemaduras arácnidas que se borraban poco a poco de su piel. La cirujana jacksoniana de criorresurrección había hecho un trabajo soberbio. Su nuevo corazón y pulmones, así como otros órganos diversos, casi se habían desarrollado ya del todo, y funcionaban por completo. Con las últimas adiciones, los quebradizos huesos que lo habían soportado desde su nacimiento habían sido reemplazados casi en su totalidad por otros sintéticos. Puesta a ello, la criocirujana incluso le había enderezado la espalda; apenas le quedaba un leve rastro de la joroba que, unida a su estatura de enano, había hecho que sus colegas barrayareses murmuraran
¡Mutante!
cuando pensaban que no los oía. Incluso había ganado un par de centímetros de altura, y con un poco más de gasto, pero era importante para él. La fatiga no se le notaba. A ojos de los demás, se encontraba en mejor forma física que nunca a sus casi treinta años de vida.

Sólo queda un pequeño resquemor
.

De todas las amenazas que siempre habían ensombrecido su carrera tan duramente labrada, ésta era la más elusiva, la menos esperada… la más fatal. Había trabajado con apasionada concentración y vencido todas las dudas referidas a sus discapacidades físicas, abriéndose paso hasta su elevada posición como el agente de asuntos galácticos más creativo de la Seguridad Imperial Barrayana. Donde no conseguían llegar las fuerzas regulares del Imperio de Barrayar, superando barreras políticas y de distancia en el entramado de rutas de salto de agujeros de gusano que unían la galaxia, una flota mercenaria supuestamente independiente podía moverse a sus anchas. Miles había pasado una década perfeccionando su identidad falsa de «almirante Naismith», autoproclamado líder de la Flota Mercenaria de los Dendarii Libres. Rescates peligrosos, nuestra especialidad.

Como la misión actual. La sanguinaria tripulación de secuestradores se había quedado sin suerte el día en que robó un carguero desarmado propiedad de Amanecer Zoave, y descubrió que era el premio gordo del lote en forma de un correo imperial barrayarés que transportaba en secreto notas de crédito e información diplomática vital. Si los secuestradores hubieran tenido el más mínimo sentido de la autoconservación, habrían entregado inmediatamente al teniente Vorberg y sus paquetes, intactos, al punto de salto más cercano y con toda clase de disculpas.

En cambio, habían tratado de venderlo al mejor postor.
Mátenlos a todos
, había murmurado el jefe de SegImp, Simon Illyan.
El diablo reconocerá a los suyos
. Luego confió los detalles a Miles. El Emperador no aprobaba que personas no autorizadas molestaran a sus correos. O los torturaran, o trataran de venderlos como si fueran trozos de carne atiborrada de información. Era una misión en la que, aunque el patrocinador oficial de la Flota Dendarii era la compañía de seguros que cubría la nave de Amanecer Zoave, no haría daño revelar que su colaborador era el Imperio de Barrayar. Buena publicidad para la protección del próximo correo que se topara con un similar caso de mala suerte.

Suponiendo que fuera suerte. Miles ansiaba ir a supervisar el interrogatorio de los prisioneros. La segunda gran preocupación de Illyan, después de recuperar a Vorberg con vida, era determinar si el correo había sido secuestrado por accidente o a propósito. Si era lo segundo… alguien tenía que hacer alguna investigación interna. En general, Miles estaba enormemente satisfecho de que ese tipo de trabajo sucio no cayera en su ámbito de experiencia.

La cirujana, aún vestida con su bata esterilizada, llegó por fin. Se puso en jarras, miró a Miles, y suspiró. Parecía cansada.

—¿Cómo está el barrayarés? —aventuró Miles—. ¿Se… um, recuperará?

—No está demasiado mal. Los cortes fueron muy limpios, y por suerte justo por debajo de las articulaciones de las rodillas, lo que nos ahorró un montón de complicaciones. Será unos tres centímetros más bajito después de esto.

Miles dio un respingo.

—Pero estará en pie para cuando regrese a casa —añadió ella—, siempre que tardemos unas seis semanas.

—Ah. Bien.

Pero supongamos que la andanada al azar del arco de plasma hubiera alcanzado a Vorberg en las rodillas. O un metro más arriba, cortándolo por la mitad. Había límites para los milagros que incluso su experta cirujana Dendarii podía realizar. No habría sido un punto ventajoso para su carrera, después de que Miles le hubiera asegurado a su jefe de SegImp que podría rescatar a Vorberg sin apenas despeinarse, hacerlo en una bolsa de cadáveres. Dos bolsas de cadáveres. Miles se sintió mareado, invadido por una extraña mezcla de alivio y horror.
Oh, Dios, no me va a gustar nada explicarle esto a Illyan
.

La cirujana estudió los datos de Miles, murmurando ensalmos médicos.

—Estamos aún en lo básico. No aparece ninguna anormalidad obvia. La única forma de averiguar algo sobre esto es hacer un estudio mientras sufre un ataque.

—Diablos, creía que me había hecho todo tipo de estimulación, electroshock y pruebas conocidas por la ciencia para tratar de conseguir algo en el laboratorio. Pensaba que las píldoras que me suministró lo habían dejado bajo control.

—¿El anticonvulsivo estándar? ¿Se lo tomó adecuadamente? —lo miró, recelosa.

—Sí —contuvo las protestas algo más profanas—. ¿Se le ha ocurrido probar con algo más?

—No, por eso le di ese monitor para que lo llevara puesto. —Miró la sala pero no encontró el aparato—. ¿Dónde está?

—En mi camarote.

Exasperada, ella apretó los labios.

—Déjeme adivinar. No lo llevaba en ese momento.

—No cabía bajo la armadura de combate.

Apretó la mandíbula.

—¿No podría habérsele ocurrido al menos… desconectar sus armas?

—Difícilmente sería de ayuda para mi escuadrón en una emergencia si fuera desarmado. Bien podría haberme quedado a bordo del
Peregrine
.

—Usted fue la emergencia. Y desde luego tendría que haberse quedado a bordo del
Peregrine
.

O allá en Barrayar
. Pero asegurar la persona de Vorberg era la parte más crítica de la operación, y Miles era el único oficial Dendarii a quien SegImp confiaba códigos de reconocimiento del Imperio de Barrayar.

—Yo… —Se mordió la lengua para no dar inútiles excusas, y empezó otra vez—. Tiene razón. No volverá a suceder, hasta que… resolvamos esto. ¿Qué haremos a continuación?

Ella abrió las manos.

—He realizado todas las pruebas que conozco. Obviamente, el anticonvulsivo no es la respuesta. Esto es una especie de daño criogénico idiosincrático a nivel celular o subcelular. Tiene que acudir al mejor especialista en crioneurología que pueda encontrar para que le revise la cabeza.

Él suspiró y se encogió de hombros bajo la camiseta negra y la chaqueta gris de su uniforme.

—¿Hemos acabado ya? Necesito urgentemente supervisar el interrogatorio de los prisioneros.

—Supongo. —Ella hizo una mueca—. Pero háganos un favor a todos. No vaya armado.

—Sí, señora —asintió él con humildad, y escapó.

2

Miles estaba sentado ante la segura comuconsula de su camarote a bordo del
Peregrine
, redactando lo que parecía el informe clasificado número mil para el jefe de la Seguridad Imperial Barrayana, Simon Illyan. Bueno, no era el número mil, eso era absurdo. No podía haber llevado a cabo más de tres o cuatro misiones por año de media, y llevaba en ello menos de una década, desde que la aventura de la invasión vervaina lo había hecho todo oficial. Menos de cuarenta misiones. Pero ya no podía numerarlas sin pararse a contar, y sumarlas, y eso no era tampoco un efecto secundario de crioamnesia.

Mantente organizado, chico
. Su sinopsis personal no tenía que ser más que una breve guía para los apéndices de datos pelados, extraídos de los archivos propios de la Flota Dendarii. A los analistas de inteligencia de Illyan les gustaba tener montones de datos puros que roer. Eso los mantenía ocupados, allá en sus pequeños cubículos en las entrañas del cuartel general de SegImp en Vorbarr Sultana. Y entretenidos también, temía a veces Miles.

El
Peregrine
, el
Ariel
, y el resto del selecto grupo de batalla del «almirante Naismith» orbitaba ahora el planeta de Amanecer Zoave. El contable de la flota había pasado dos días muy ocupado, liquidando con la compañía de seguros que finalmente había recuperado su carguero y su tripulación, aplicando tarifas salvajes a las naves capturadas de los secuestradores, y rellenando las peticiones oficiales de botín para la Embajada de la Estación Vega. Miles introdujo en su informe las hojas de debe/haber como
Apéndice A
.

Los prisioneros habían sido enviados abajo, para que los Gobiernos vegano y zoavano se los dividieran entre ellos… preferiblemente en el mismo sentido en que había sido dividido el pobre Vorberg. Los ex secuestradores eran mala gente. Miles casi sentía que el esquife se hubiera rendido. El
Apéndice B
contenía copias de las grabaciones Dendarii de los interrogatorios. Los Gobiernos de allá abajo recibirían una edición corregida de éstas: casi todas las preguntas y respuestas referidas específicamente a Barrayar habrían sido eliminadas. Montones de testimonios de delitos de poco interés directo para SegImp, aunque los veganos se pondrían como locos de contento.

Lo importante, desde el punto de vista de Illyan, era que no se había obtenido ninguna prueba que indicara que el secuestro del correo barrayarés fuera algo más que un efecto secundario accidental del secuestro de la nave. A menos (Miles se había asegurado de anotar esto en su sinopsis) que la información hubiera sido sólo del conocimiento de los secuestradores que habían resultado muertos. Ya que entre éstos se encontraban los dos capitanes y dos de los oficiales de más alta graduación, había bastantes posibilidades en esta dirección para que los analistas de Illyan se ganaran la paga. Pero esa pista debía ser seguida ahora desde el otro extremo, a través de los representantes de la Casa Hargraves que habían tratado de negociar la venta o el rescate del correo con los secuestradores. Miles esperaba cordialmente que SegImp enfocara sus mejores atenciones negativas en la semicriminal Gran Casa Jacksoniana. Aunque, de forma involuntaria, los agentes de la Casa Hargraves habían sido extremadamente útiles a la hora de ayudar a los Dendarii a realizar su acción.

A Illyan debería gustarle el informe del contable. Los Dendarii no sólo habían conseguido esta vez ajustar sus gastos al presupuesto, sino que, para variar, habían obtenido unos beneficios verdaderamente sorprendentes. Illyan, dispuesto a gastar marcos imperiales como agua, había conseguido recuperar a su oficial gratis.
Somos buenos, ¿eh?

Entonces… ¿cuándo iba a conseguir por fin el eficiente teniente de SegImp, Lord Miles Vorkosigan, aquel ansiado ascenso a capitán? Era extraño, pero su rango barrayarés le parecía a Miles más real que el Dendarii. Cierto, se había autoproclamado almirante primero y se lo había ganado más tarde, pero a estas alturas nadie podía decir que no se hubiera convertido en lo que una vez había pretendido ser. Desde el punto de vista galáctico, el almirante Naismith era completamente sólido. Era todo cuanto había dicho ser. Su identidad barrayana constituía simplemente una dimensión añadida. ¿Un apéndice?

No hay ningún lugar como el hogar
.

No he dicho que no hubiera nada mejor. Sólo dije que no hay nada igual
.

Esto lo llevó al
Apéndice C
, que contenía las grabaciones de las armaduras de combate Dendarii con las secuencias del abordaje y la recuperación del rehén, el Escuadrón Verde de la sargento Taura y su rescate de la tripulación del carguero, y su propio Escuadrón Azul y toda aquella… serie de acontecimientos. Con el sonido íntegro y a todo color, y la telemetría médica y de comunicaciones de todos sus trajes. Morbosamente, Miles repasó las grabaciones en tiempo real del ataque y sus desafortunadas consecuencias. La grabación vid del traje #060 contenía algunos primeros planos magníficos del teniente Vorberg, arrancado de su drogado estupor, gritando agónicamente y desplomándose inconsciente en una dirección mientras sus piernas cercenadas lo hacían en otra. Miles descubrió que se había inclinado y se llevaba las manos al pecho empáticamente.

Éste no iba a ser un buen momento para darle la lata a Illyan pidiendo un ascenso.

El convaleciente Vorberg había sido entregado el día anterior a la oficina del Consejo Barrayarés en Amanecer Zoave, para que lo enviaran a casa a través de los canales normales. Miles estaba secretamente agradecido de que su posición encubierta le hubiera evitado tener que ir a la enfermería y pedir disculpas personalmente al tipo. Antes del accidente con el arco de plasma Vorberg no le había visto la cara, oculta como estaba por el casco de la armadura de combate, y después, por supuesto… Según la cirujana Dendarii, Vorberg sólo tenía un neblinoso y confuso recuerdo de su rescate.

Miles deseaba poder borrar todo el registro del Escuadrón Azul de su informe. Imposible, por desgracia. La desaparición de la secuencia más interesante atraería la atención de Illyan con tanta seguridad como una señal de humo en lo alto de una montaña.

Naturalmente, si borraba todo el apéndice, todas las grabaciones del pelotón, quedaría camuflado en la ausencia general…

Miles pensó con qué sustituir el
Apéndice C
. En el pasado había escrito sinopsis bastante breves o vagas de sus misiones, debido a la presión de los acontecimientos o con la excusa del cansancio.
Debido a un fallo de funcionamiento, el arco de plasma del brazo derecho del traje #032 se atascó en la posición de «conectado». Durante los minutos de confusión que precedieron a la corrección de ese fallo, el sujeto fue desafortunadamente alcanzado por el rayo de plasma

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