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Authors: Guillermo Toledo

Razones para la rebeldía (7 page)

BOOK: Razones para la rebeldía
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Creo en la cultura libre y en la cultura para el pueblo, «poesía para el pobre, poesía necesaria, como el pan de cada día», que decía Gabriel Celaya. Y un trabajador que gana 800 euros y le gusta el cine, la música y la literatura es incapaz de disfrutar de todo ello si lo privatizamos tanto que lo hacemos inaccesible. Esto, no olvidemos, también forma parte de la estrategia, porque un pueblo instruido y culto es un pueblo peligroso. De modo que confluyen, por un lado, los intereses económicos personales de los artistas y de los empresarios de las multinacionales que dominan la oferta cultural y, junto a ellos, los intereses políticos del poder para mantener al pueblo en la incultura. Y para unir esos dos objetivos, paradójicamente, utilizan el argumento de defensa de la cultura y del derecho de los autores a vivir de su trabajo, cosa que, por otro lado, nadie niega. Del mismo modo que yo no niego el derecho de los ciudadanos iraquíes o libios a disfrutar de los derechos humanos, pero no acepto que para ello sea necesario bombardear Irak o Libia, tampoco acepto que la Ley Sinde o la mercantilización de la cultura sea la manera de proteger el derecho de los autores a vivir de su trabajo.

Es falso que la SGAE esté protegiendo los derechos de los autores. Antes se llamaba Sociedad General de Autores de España, pero Teddy Bautista le cambió el nombre y ahora es Sociedad General de Autores y Editores. Esa E pasó de ser la E de España a ser la E de Editores, o sea, de empresarios, es decir, de multinacionales. El 10 % de los socios de la SGAE se llevan el 8o % de los beneficios, entonces, ¿dónde está la protección de los derechos de autor? Al final el reparto es ilegalmente opaco, no dicen cuál es el criterio, los beneficios se reparten a los supervenías, hay miles de autores tirados, que no tienen un duro, que no reciben ayuda de la SGAE. No es verdad, por otra parte, que la SGAE sean los autores asociados; es verdad que están todos los autores por si les cae algo, pero no pintan nada, lo manejan entre cuatro, esa camarilla de Teddy Bautista, Ana Belén, Víctor Manuel, Alejandro Sanz. Sucede como en la mayoría de los sitios. ¿Acaso pinta algo en el BBVA el accionista que tiene dos mil euros? Basta con observar que cada vez que uno de la camarilla saca un disco, se lleva un premio de la música, que lo organiza la SGAE. No me atrevo a decir que manipulan las votaciones, porque no lo sé, pero es curioso que siempre se llevan el premio los mismos, los superventas.

Alguna vez, para lavar su imagen, dan alguno a un gru-pito alternativo.

En los Premios Goya, en cambio, no es igual que en la SGAE, es más transparente, aunque los Goya tienen también sus familias... Por ejemplo, Almodóvar es el cineasta más famoso en España y en todo el mundo, y no siempre le dan premios, es más, se fue de la Academia porque no le daban Goyas, y Alex de la Iglesia tuvo que convencerlo para que volviera. En ese sentido, es bastante más democrático el mundo del cine que el de la música. Una película como Solas no formaba parte de la élite, ni su director, ni sus actores, ni su productora, y sin embargo se llevó muchos premios en el 2000. No sé cuál debería ser el sistema para remunerar a los autores, pero el de la SGAE y el de la Ley Sinde no lo es. La tesis de que con las descargas de Internet se muere el cine y se muere la música es una falacia.

El rol desconocido de internet

Veamos por ejemplo un rol que cumple Internet en el ámbito del cine y que nunca se cuenta. Hay películas que están muertas en un cajón porque las distribuidoras no las distribuyen, y por tanto no se pueden ver en los cines ni tampoco se pueden comprar. No están en las tiendas, ni en los centros comerciales, aunque la quieras pagar no las encuentras. Y al director y a los que participaron en la película les gustaría que la vieras, porque para eso la hicieron, para que llegue al público. Y entonces a uno no le queda otra que bajársela de Internet, y he aquí un papel interesante que cumple Internet. Hay un porcentaje grande de películas que, o te las bajas, o no hay forma de verlas. Si hoy un director quisiera regalarle a un amigo o a un pariente el DVD con la película que hizo hace quince años, probablemente no pueda conseguirla y él mismo se la deba bajar de Internet. Yo he participado en unas treinta o treinta y dos películas; si yo pretendiese regalar a un amigo veinte de ellas, tendría desde luego problemas para conseguirlas, el propio director tampoco las podría conseguir, la mitad se las debería bajar de Internet.

Y luego está el fenómeno de las películas extranjeras subtituladas. Existe todo un ejército de amantes de la cultura y del cine, que son acusados de piratas, que se tiran diez días subtitulando una película para que nosotros la podemos ver, sin llevarse ningún beneficio económico por ello. Les llaman piratas y son hombres y mujeres que dedican muchas horas de su vida a compartir la cultura, una cultura que el mercado no ofrece ni pagándola, porque no considera rentable doblar al castellano esa película. Como héroes de la cultura, que rescatan de la clandestinidad mercantil películas magníficas proscritas por el mercado. Y encima les dicen que se van a cargar el cine. Un buen ejemplo lo constituyen los del portal RebeldeMule. Para los de la SGAE son una flota pirata y para mí son una factoría filantrópica de recuperación cultural. También hay otras páginas magníficas de cine documental, como Naranjas de Hiroshima, Documentales libres, Documentales alternativos, la sección de Rebelion.org de vídeos rebeldes... Todos ellos hacen una labor, en mi opinión, legítima, aunque rozan la legalidad. Estas personas son héroes de la cultura, como digo, y creo que debemos luchar para defenderlos. Lógicamente, esta labor es muy diferente a lo que hace el listillo de turno, que se va a un preestreno o a un pase privado o a una sesión de estreno con una camarita de vídeo, graba la película y la cuelga en Internet gratis, en un portal que se lucra con publicidad. Eso no me parece bien. Las iniciativas de los amantes del cine son otra cosa, no tienen siquiera publicidad en su página, no tienen ningún beneficio comercial y ofrecen películas que no se pueden ver en ningún cine.

Larga vida al mundo de la cultura

Alejandro Sanz, Teddy Bautista y todos los grandes capos de la SGAE no paran de repetir que la música y el cine se están muriendo, y es radicalmente falso: nunca antes la cultura y el arte habían tenido tantas vías de difusión como ahora. Los que se quejan son ese 10 % de personas que se llevan los beneficios, porque con las descargas pierden las grandes productoras de cine, los actores no perdemos nada, a mí me pagan igual. No tengo nada claro que una persona que se baje una película de Internet sea una venta en taquilla perdida. No se puede decir que, si no me hubiese podido bajar la película que me he bajado, hubiera pagado 12 euros por ir a verla al cine. La gente quizá se baja una película todas las noches para verla con su pareja en su casa, pero no iría todas las noches al cine a ver esa película. Si ganas 700 euros al mes, ¿cómo vas a hacer eso? Por otro lado, no puedes luchar contra el progreso...

Hay varias iniciativas interesantes en este sentido. Hace un par de años, el grupo de música Radiohead se hartó de la multinacional con la que estaba, y decidieron grabar su disco ellos solos. Ahora ya no hace falta ni siquiera un estudio, y tras grabarlo lo comercializaron poniéndolo a disposición del público en Internet, y pidiendo como quien dice solo «la voluntad». Entonces la gente podía pagar desde un euro a lo que quisiera. En torno a un 12% por ciento se lo bajaron gratis, pero el resto de la gente pagó uno, dos, tres euros, lo que fuera. El 88 % de su público comprendió que esos artistas debían cobrar por su trabajo. Al final, a los Radiohead las cuentas les salieron mejor que si le hubieran dado ese disco para que lo llevara una multinacional, ganaron más dinero y encima fueron absolutamente libres para hacer con su música lo que quisieron, sin tener que pagar manager, ni promociones, ni publicistas, ni nada. Es el propio artista quien se graba su disco, se lo pone en Internet y lo que gana se lo lleva él a casa. Además, su disco llega a cualquier rincón del planeta sin que haya una casa de discos, una editorial o una distribuidora que diga «esto se publica o esto no se publica». Al poder también les fastidia eso: de este modo pierden el control de la industria cultural. Ahora pueden publicar discos en las mismas condiciones el grupo Los chicos del maíz, a quienes se les persigue por sus letras, que Alejandro Sanz. Al sistema le gusta el disco de Alejandro Sanz que dice que tiene el corazón partió pero no Los chicos del maíz, que en sus letras se cagan en el capitalismo. Te jodes, Alejandro Sanz, porque el disco de Los chicos del maíz se está escuchando en Nueva Zelanda igual que el tuyo, y tienen las mismas posibilidades que tú de ir a Nueva Zelanda y llenar un estadio en un concierto. Y esto también se puede hacer con una película, con las nuevas tecnologías grabas tu película mediante una cooperativa, por supuesto en unas condiciones más modestas, y la pones en Internet y que la gente nos pague. No me consta que se haya hecho, pero por ejemplo Alex de la Iglesia se lo está planteando.

Cultura y soberanía popular

Lo que se está promoviendo desde el poder, y que yo no acepto de ninguna manera, es que el público está compuesto por ladrones, que en su mayoría serían unos descerebrados e insensibles a la cultura que lo quieren todo gratis. Ese argumento se desmonta con el ejemplo de los Radiohead: hubo un 12 % de descerebrados insensibles a la cultura que no pagaron un duro, pero existió un 88 %, como decíamos antes, que sabe que grabar un disco supone un esfuerzo, que entiende que se necesita una capacidad artística e intelectual que merece una remuneración, que sabe que la gente debe vivir de su trabajo. Ese porcentaje pagó aunque podría habérselo bajado gratis. Insisto en que no estoy de acuerdo con esa posición de algunos internautas que dicen que como la cultura debe ser gratuita es lícito que se puedan bajar todas las películas gratis de Internet, porque, efectivamente, si sucediera así ya no podríamos sobrevivir la gente del cine, y se moriría directamente nuestra profesión. Pero también estoy en contra de la apropiación de la cultura por parte de cuatro empresas o cuatro listos, que encima no tienen ninguna participación en la elaboración de ese disco, esa película o ese libro y se lo están llevando fresco solo por ser gestores económicos. La Ley Sinde ni siquiera está redactada por el Ministerio de Cultura, está hecha en Estados Unidos por la Oficina para la Defensa de los Intereses Comerciales de Estados Unidos (USTR) y la Alianza Internacional de Propiedad Intelectual (UPA), una coalición de las asociaciones estadounidenses de editores, de cine, música, software y videojuegos. No son otros que Sony, Dreamworks, Warner Bross, etc., etc. No son los autores los que han pensado esa ley, sino que son las multinacionales de la cultura, que por otra parte ni siquiera lograron sacar adelante esa ley en Estados Unidos, pero deciden imponerla en otros países, una muestra más de su imperialismo económico. ¿Qué gana el gobierno español con esa ley? Lo de siempre: favorecer a las grandes empresas. ¿Qué gana bombardeando Libia y otros países el gobierno español? Nada, quien gana es Rep-sol, las constructoras que participarán en la reconstrucción, etc. El gobierno español no gana nada, trabaja a las órdenes del capital, y legisla en función de los intereses del capital, no de la gente. Y en la cultura sucede lo mismo, la Ley Sinde es un ejemplo más.

En este sentido, la posición de Alex de la Iglesia me pareció ejemplar. En lugar de aceptar sin análisis ni reflexión la postura oficial, y sin poner por delante sus supuestos intereses económicos, cuando llega al cargo decide llamar a gente de todos los ámbitos, incluidos los internautas. Se reúne con ellos, los escucha y llega a la conclusión de que algunos argumentos le convencen, que no todo es blanco o negro, que hay matices...

Y entonces Alex se plantea que la Ley Sinde debería tener en cuenta todas esas opiniones. Pero como se encuentra en minoría dentro del cine español, que en su mayoría defiende la Ley Sinde, decide renunciar a la presidencia de la Academia de Cine.

A todos estos que trabajan de forma, a mi entender, fanática y fundamentalista al lado de la SGAE, jamás les he oído protestar contra las multinacionales del disco, cuando son esas multinacionales las que los han estado explotando a ellos desde siempre. Tú haces un disco, eres el letrista, el cantante, el guitarrista, lo grabas, lo haces todo. Y sin embargo te llevas el 6 % o el 5 % de las ventas. Todo el resto del dinero de un disco que lo has hecho tú todo, el 95%, desaparece por el camino. Por mi parte, jamás he escuchado a Alejandro Sanz meterse con la multinacional que explota sus discos. En cambio le he oído decir que él tiene el mismo derecho a vivir de sus canciones que los niños de Africa a comer. Pero si él es multimillonario, ¿cómo se puede permitir compararse con los niños de Africa? No solo vive en Miami para pagar menos impuestos, sino que tiene una causa abierta por evasión de impuestos. En vez de ir a por los poderosos, va contra los ciudadanos, que son los que compran sus discos y van a sus conciertos. Es como ponerse al lado del verdugo.

Se puede hacer un paralelismo entre los piratas de Somalia y los piratas del disco y del cine. Obsérvese además cómo les han colocado el mismo término: piratas. ¿Quiénes son los piratas en Somalia? ¿Quiénes son los piratas en la industria del disco? ¿El público que se lo baja o el director ejecutivo de Sony, que está explotando no solo al artista, sino a todos los que trabajan para él, mientras se lleva la gran parte del beneficio? Nos llaman piratas a nosotros, pero pirata es ese señor que le está dando solo un 5 % del precio del disco al artista. Para proteger, supuestamente, los derechos de autor, se hace pagar a los más débiles, para conseguirlo comenzaron una cruzada contra los manteros, unos seres humanos valerosos, cargados de dignidad, que se han cruzado media África y luego el estrecho de Gibraltar, poniendo en riesgo sus vidas, solo para intentar mejorar la situación de su familia. Llegan aquí, no tienen papeles ni por supuesto trabajo, y en vez de coger una navaja y dedicarse a robar, prefieren vender veinte discos y veinte películas en una manta porque creen que pueden sacar dinero para comerse un bocadillo y quizá pagarse una pensión, y todo con un perjuicio mínimo a las películas o los productores porque el perjuicio, si acaso, viene de Internet, no de los manteros. Como no pueden meter en la cárcel a los millones de intemautas que se bajan películas gratis, deciden encarcelar a estos que son inmigrantes, pobres y negros, y que, además, están en la calle, son mucho más visibles y provocan entonces más «alarma social». Y por vender cuatro discos los metían un año o dos en prisión.

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