Parque Jurásico (18 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

BOOK: Parque Jurásico
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Dennis Nedry bostezó. Hacía mucho que había llegado a la conclusión de que «InGen» debía de estar haciendo algo como eso. Un par de años atrás, cuando «InGen» le contrató para diseñar los sistemas de control del parque, uno de los parámetros iniciales de diseño exigía registros de datos que tuvieran 3 x 10
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campos. Nedry sencillamente supuso que era un error y llamó a Palo Alto para verificarlo. Pero le dijeron que la especificación era correcta: tres mil millones de campos.

Nedry había trabajado en muchos sistemas grandes. Se había hecho un nombre montando comunicaciones telefónicas de alcance mundial para compañías multinacionales. Con frecuencia, estos sistemas tenían millones de registros. Nedry estaba acostumbrado a eso. Pero «InGen» quería algo mucho más grande…

Perplejo, Nedry había ido a ver a Barney Fellows, de «Symbolics», cerca del campus universitario del MIT, en Cambridge.

—¿Qué clase de base de datos tiene tres mil millones de registros, Barney?

—Un error —rió Barney—. Le pusieron un cero de más, o dos.

—No es un error. Ya lo he comprobado. Es lo que quieren.

—Pero eso es una locura —dijo Barney—. No es practicable. Aunque tuvieras los procesadores más rápidos y algoritmos que permitieran una velocidad cegadora, una búsqueda seguiría exigiendo días. Hasta semanas, quizá.

—Sí —admitió Nedry—. Lo sé. Es una suerte que no haya algoritmos. Tan sólo se me pide que reserve almacenamiento y memoria para la base de datos de todo el sistema. Pero así y todo… ¿para qué podría ser?

Barney frunció el entrecejo:

—¿Estás trabajando bajo un ND?

—Sí —dijo Nedry—. La mayor parte de sus trabajos contienen acuerdos de confidencialidad.

—¿Puedes decirme algo?

—Es una empresa de bioingeniería.

—Bioingeniería —repitió Barney—. Bueno, es lo obvio…

—¿Qué es?

—Una molécula de ADN.

—¡Ah, vamos! —exclamó Nedry—. Nadie podría estar analizando una molécula de ADN. —Nedry sabía que los biólogos hablaban sobre el Proyecto del Genoma Humano para analizar una cadena completa de ADN humano. Pero eso precisaría diez años de esfuerzos coordinados y comprendería laboratorios de todo el mundo. Era una ingente empresa, tan grande como el proyecto Manhattan, que produjo la bomba atómica—. Ésta es una compañía privada —añadió.

—Con tres mil millones de registros —comentó Barney—, no sé qué otra cosa puede ser. A lo mejor son optimistas al diseñar su sistema.

—Muy optimistas —dijo Nedry.

—O, a lo mejor, simplemente están analizando fragmentos de ADN, pero tienen algoritmos que consumen mucha RAM.

Eso tenía más lógica. Algunas técnicas de búsqueda de datos consumían mucha memoria.

—¿Sabes quién les hizo los algoritmos?

—No. La compañía trabaja con mucho secreto.

—Bueno, mi suposición es que están haciendo algo con el ADN. ¿Cuál es el sistema?

—Multi-XMP.

—¿Multi-XMP? ¿Quieres decir más de una Cray? —Barney tenía el entrecejo fruncido, pensando en esa última información—. ¿Me puedes decir algo más?

—Lo siento, no puedo.

Y había vuelto y diseñado los sistemas de control. Les había tornado, a él y a su equipo de programadores, más de un año, y fue especialmente difícil, porque la compañía nunca le dijo para qué eran los subsistemas. Las instrucciones tan sólo decían «Diseñe un módulo para conservar registros» o «Diseñe un módulo para representación visual». Le daban parámetros de diseño, pero ningún detalle respecto a su uso. Había estado trabajando a ciegas. Y ahora que el sistema estaba montado y funcionando, no le sorprendía en absoluto saber que había errores. ¿Qué esperaban? Y, presas del pánico, le habían ordenado que fuese allí, excitados y molestos por los errores de programación de «él». Era irritante, pensaba.

Volvió al grupo cuando Grant preguntaba:

—Y una vez que el ordenador analizó el ADN, ¿cómo sabe qué animal hay en ese código?

—Tenemos dos procedimientos. El primero es una correspondencia filogenética. El ADN evoluciona en el curso del tiempo, como todas las demás partes de un organismo, manos, o pies, o cualquier otro atributo físico. Así que podemos tomar un trozo escondido de ADN y determinar en forma aproximada, por ordenador, dónde encaja en la secuencia evolutiva. Consume mucho tiempo, pero se puede hacer.

—¿Y la otra manera?

Wu se encogió de hombros:

—Simplemente lo dejamos crecer y vemos qué es. Es lo que hacemos casi siempre. Les mostraré lo que hemos conseguido.

Tim sentía una impaciencia cada vez mayor a medida que la visita continuaba. Le gustaban las cosas técnicas pero, aun así, estaba perdiendo interés. Llegaron a la siguiente puerta, que tenía el rótulo de
FERTILIZACIÓN
. El doctor Wu abrió la cerradura con su tarjeta de seguridad, y entraron.

Tim vio otra sala con técnicos trabajando ante microscopios. En la parte posterior había una sección enteramente iluminada con luz ultravioleta. El doctor Wu explicó que el trabajo que hacían con el ADN exigía la interrupción de la mitosis celular en instantes precisos y, en consecuencia, guardaban algunos de los venenos más tóxicos del mundo:

—Helotoxinas, colchicinoides, betaalcaloides —enumeró, al tiempo que señalaba una serie de jeringas dispuesta bajo la luz UV—. Matan cualquier animal viviente al cabo de un segundo, o de dos.

A Tim le hubiese gustado saber más sobre los venenos, pero el doctor Wu siguió hablando monótonamente sobre el uso de óvulos no fertilizados de cocodrilo y la sustitución del ADN; y después el profesor Grant formuló algunas preguntas complicadas. A un lado de la sala había grandes depósitos rotulados
N
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LÍQUIDO
. Y había grandes cámaras frigoríficas con anaqueles en los que mantenían embriones congelados, cada uno de los cuales se conservaba en un diminuto envoltorio de lámina de plata.

Lex estaba aburrida. Nedry bostezaba. Y hasta la doctora Sattler estaba perdiendo interés. Tim estaba cansado de esos complicados laboratorios. Quería ver los dinosaurios.

La sala siguiente estaba señalada como
VIVERO
.

—Hace un poco de calor y humedad aquí dentro —dijo el doctor Wu—. Lo mantenemos a una temperatura de treinta y siete grados Celsius y a una humedad relativa del ciento por ciento. También mantenemos una concentración mayor de oxígeno, hasta el treinta por ciento.

—Atmósfera jurásica —añadió Grant.

—Sí. Por lo menos, así lo suponemos. Si cualquiera de ustedes se siente desfallecer, díganmelo.

El doctor Wu metió su tarjeta de seguridad en la ranura, y la puerta exterior se abrió con un siseo. El biólogo aguardó mientras los demás entraban en la esclusa de aire comprimido y la puerta exterior se volvía a cerrar herméticamente, también con un siseo, contra las juntas de goma.

—Por favor, recuerden, no toquen nada de esta sala. Algunos de los huevos son permeables a los aceites de nuestra epidermis. Y cuidado con la cabeza, los sensores siempre están moviéndose.

Abrió la puerta interior que daba al vivero, y entraron. Tim se enfrentó con una vasta sala abierta, bañada por una luz infrarroja intensa. Los huevos estaban apoyados sobre mesas largas, con sus pálidos contornos difuminados por la sibilante bruma baja que cubría las mesas. Todos los huevos se movían con suavidad, balanceándose.

—Los huevos de reptil contienen grandes cantidades de vitelo, pero carecen por completo de agua. Los embriones la tienen que extraer del ambiente que los rodea. De ahí que haya bruma.

El doctor Wu explicó que cada mesa contenía ciento cincuenta huevos y representaba una nueva tanda de extracciones de ADN. Las tandas se identificaban mediante números puestos en cada mesa: STEC-458/2 o TRIC-390/4. Hundidos hasta la cintura en la bruma, los operarios del vivero iban de un huevo al siguiente, hundiendo las manos en la bruma, dando vuelta a los huevos cada hora y revisando las temperaturas con sensores térmicos. La sala era controlada por cámaras colgantes de televisión y sensores de movimiento. Un sensor térmico colgante se desplazaba de un huevo al siguiente, tocando cada uno con una varilla flexible, emitiendo un sonido electrónico corto y penetrante, para continuar su marcha después.

—En este vivero hemos producido más de una docena de recolecciones de extracciones, lo que nos da un total de doscientos treinta y ocho animales vivos. Nuestra tasa de supervivencia se encuentra rondando el cero coma cuatro por ciento y, como es natural, queremos mejorarlo. Pero, mediante análisis computerizados, estamos trabajando con algo así como quinientas variables, ciento veinte ambientales, otras doscientas intrahuevo, y el resto provenientes del material genético en sí. Nuestros huevos son de plástico. Los embriones se insertan en forma mecánica y, después, salen del cascarón aquí.

—¿Y cuánto tardan en crecer?

—Los dinosaurios maduran con rapidez, alcanzando su tamaño pleno en un período de dos a cuatro años. Así que ahora tenemos varios especímenes adultos en el parque.

—¿Qué significan los números?

—Estos códigos identifican las diversas extracciones en tandas de ADN. Las cuatro primeras letras identifican los animales que se están desarrollando; ese TRIC significa triceratops. Y el STEC significa stegosaurio; y así con los demás.

—¿Y esta mesa de aquí? —preguntó Grant.

El código decía XXXX-0001/1. Abajo se había garabateado «Presunto Coleu».

—Esta es una nueva tanda de ADN —dijo Wu—. No sabemos con exactitud qué va a crecer. La primera vez que se hace una extracción no tenemos certeza de qué animal se trata. Pueden ver que está señalado como «Presunto coleu», de modo que es probable que sea un coleosaurio. Un pequeño herbívoro, si recuerdo bien. Me resulta difícil recordar todos los nombres. Hasta ahora se conoce algo así como trescientos géneros de dinosaurios.

—Trescientos cuarenta y siete —precisó Tim.

Grant sonrió; después dijo:

—¿Hay algo que esté saliendo del huevo ahora?

—No por el momento. El periodo de incubación varía para cada animal pero, en general, tarda alrededor de dos meses. Tratarnos de espaciar los nacimientos para darle menos trabajo al personal de guardería. Se podrán imaginar lo que es esto cuando tenemos ciento cincuenta animales nacidos con diferencia de pocos días… si bien, claro está, la mayoría no sobrevive. En realidad, estos ejemplares X deben nacer cualquiera de estos días. ¿Alguna otra pregunta? ¿No? Entonces iremos a la guardería, donde están los recién nacidos.

Era una sala circular, toda ella blanca. Había incubadoras de las utilizadas en las maternidades de hospital, pero estaban vacías por el momento. Trapos y juguetes estaban esparcidos por el piso. Una joven que llevaba una chaqueta blanca estaba sentada en el suelo, dándoles la espalda.

—¿Qué tiene aquí hoy, Kathy? —preguntó el doctor Wu.

—No mucho, nada más que un raptor bebé.

—Echémosle un vistazo.

La joven se puso en pie y se hizo a un lado. Tim oyó a Nedry decir:

—Parece una lagartija.

El animal que estaba en el suelo tenía alrededor de cuarenta y cinco centímetros de largo, el tamaño de un mono pequeño. Era de color amarillo oscuro con bandas marrones, como un tigre. Tenía cabeza de lagartija y hocico largo, pero se mantenía erguido sobre unas fuertes patas traseras, equilibrado por una cola recta y gruesa. Sus patas anteriores, más pequeñas, se agitaban en el aire. Enderezó la cabeza hacia un lado y miró con curiosidad a los visitantes que, a su vez, lo miraban con fijeza.

—Velocirraptor —dijo Alan en voz baja.


Velocirraptor mongoliensis
—completó Wu, aprobando con la cabeza—. Un depredador. Este tiene sólo seis semanas de edad.

—Antes de venir había excavado un raptor —anunció Grant, mientras se agachaba para observar el animal más de cerca. De inmediato, la pequeña lagartija se alzó de pronto, saltando sobre la cabeza de Grant para caer en los brazos de Tim.

—¡Eh!

—Pueden saltar —dijo Wu—. Los bebés pueden saltar. También lo pueden hacer los adultos, a decir verdad.

Tim asió el velocirraptor y lo atrajo hacia él. El animalito no pesaba mucho. Cerca de medio kilo, o un kilo. La piel era tibia y completamente seca. La cabecita estaba a centímetros de la cara de Tim. Los ojos, como pequeñas gotas, brillantes e inexpresivos contemplaron la cara del niño. Una pequeña lengua bífida entraba y salía de la boca con rapidez.

—¿Me va a hacer daño?

—No. Es amistoso.

—¿Está seguro de eso? —preguntó Gennaro, con cara de preocupación.

—Oh, completamente seguro. Por lo menos, hasta que crezca un poco más. Pero, en todo caso, los bebés no tienen dientes, ni siquiera dientes de huevo.

—¿Dientes de huevo? —preguntó Nedry.

—La mayoría de los dinosaurios nace con dientes de huevo, cuernecitos en la punta de la nariz, como los cuernos de rinoceronte, para que los ayuden a romper los huevos y, así, salir. Pero los raptores no los tienen, hacen un agujero en el huevo con su hocico puntiagudo y, después, el personal de guardería tiene que ayudarlos a salir.

—Tienen que ayudarlos a emerger —dijo Grant, moviendo la cabeza en gesto de desaprobación—. ¿Qué ocurre en estado silvestre?

—¿En estado silvestre?

—Cuando procrean en estado silvestre. Cuando hacen el nido.

—¡Oh, no pueden hacerlo! —contestó Wu—. Ninguno de los animales tiene la capacidad de procrear. Ésa es la razón de que tengamos esta guardería: es la única manera de reponer el material viviente del Parque Jurásico.

—¿Por qué los animales no se pueden reproducir?

—Bueno, como se podrán imaginar, es importante que no puedan reproducirse y, toda vez que enfrentábamos una cuestión crítica como ésta, diseñábamos sistemas redundantes, esto es, que siempre disponíamos de dos procedimientos de control, por lo menos. En este caso, hay dos razones independientes por las que los animales no pueden procrear. Antes que nada, son estériles porque los irradiamos con rayos X.

—¿Y la segunda razón?

—Todos los animales del Parque Jurásico son hembras —dijo Wu, con sonrisa de satisfacción.

Malcolm intervino:

—Me agradaría que esto se aclarara un poco. Porque mi impresión es que la irradiación está llena de incertidumbre. La dosis de radiación puede ser equivocada o ir dirigida a la zona anatómica equivocada del animal, o…

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