En el interior, Tim vio una sala iluminada por una pequeña luz verde. Cuatro técnicos con guardapolvo miraban a través de microscopios estereoscópicos de doble ocular, o bien observaban imágenes que aparecían en pantallas de vídeo de alta resolución. La sala estaba llena de piedras amarillas distribuidas en estantes de vidrio; en cajas de cartón; en grandes bandejas corredizas. Cada piedra tenía una etiqueta y un número escrito con tinta negra.
Regís presentó a Henry Wu, un hombre tranquilo, esbelto, que andaba por los treinta años.
—El doctor Wu es nuestro genetista jefe. Dejaré que les explique lo que hacemos aquí.
—Por lo menos lo intentaré —sonrió Wu—. La genética es un poco complicada. Pero es probable que ustedes se estén preguntando de dónde viene nuestro ADN de dinosaurio.
—Es algo que me pasó por la cabeza —dijo Grant.
—A decir verdad —empezó Wu—, existen dos fuentes posibles. Mediante la técnica de anticuerpos de Loy, a veces podemos obtener ADN directamente de huesos de dinosaurio.
—¿Con qué rendimiento? —preguntó Grant.
—Bueno, la mayoría de las proteínas solubles se lixivia durante la fosilización, pero el veinte por ciento de las proteínas es aún recuperable a través de la pulverización de los huesos y del posterior uso del procedimiento de Loy. El mismo doctor Loy lo empleó para obtener proteína de marsupiales australianos extinguidos así como células sanguíneas de antiguos restos humanos. La técnica de Loy es tan refinada que puede funcionar con una cantidad tan ínfima como cincuenta nanogramos de material, es decir, cincuenta mil millonésimas de gramo.
—¿Y ustedes adaptaron esta técnica aquí? —preguntó Grant.
—Sólo como respaldo. Como podrán imaginar, un rendimiento del veinte por ciento es insuficiente para nuestro trabajo. Necesitamos toda la cadena de ADN de dinosaurio para poder hacer clones. Y lo obtenemos aquí. —Sostuvo en alto una de las piedras amarillas de ámbar, la resina fosilizada de savia de árboles prehistóricos.
Grant miró a Ellie y, después, a Malcolm.
—Eso es muy inteligente en verdad —dijo Malcolm, asintiendo con la cabeza.
—Sigo sin entenderlo —admitió Grant.
—La savia de árbol —explicó Wu— a menudo fluye sobre los insectos y los atrapa. Entonces, los insectos quedan perfectamente conservados dentro del fósil. Se encuentra toda clase de insectos dentro del ámbar… incluyendo insectos picadores que succionaron sangre de animales más grandes.
—Succionaron la sangre —repitió Grant. Quedó con la boca abierta—. Usted quiere decir «succionaron la sangre de los dinosaurios».
—Con suerte, sí.
—Y entonces los insectos se conservan en ámbar… —Grant sacudió la cabeza—. ¡Quién lo hubiera pensado! Podría funcionar.
—Se lo aseguro, sí que funciona —dijo Wu. Fue hacia uno de los microscopios estereoscópicos, en el cual uno de los técnicos ponía en posición un trozo de ámbar que contenía una mosca bajo los objetivos dobles. Sobre la pantalla del monitor observaron cómo el técnico insertaba una aguja larga a través del ámbar, hasta penetrar en el tórax de la mosca prehistórica.
—Si este insecto tiene células sanguíneas no pertenecientes a él, puede que consigamos extraerlas y obtener paleo-ADN, el ADN de un ser extinguido. No lo sabremos con seguridad, claro está, hasta que extraigamos lo que sea que haya ahí dentro, hagamos réplicas y lo sometamos a ensayos. Eso es lo que llevamos haciendo desde hace cinco años. Ha sido un proceso largo y lento, pero que rindió buenos resultados.
»En realidad, el ADN de dinosaurio es algo más fácil de extraer con este proceso que el ADN de mamífero. El motivo es que los glóbulos rojos de mamífero no tienen núcleo y, por eso, carecen de ADN en esas células. Para hacer la clonación de un mamífero hay que encontrar un glóbulo blanco, que es mucho más raro que los rojos. Pero los dinosaurios tenían glóbulos rojos con núcleo, al igual que los pájaros modernos. Éste es uno de los muchos indicios que tenemos de que los dinosaurios realmente no eran reptiles en absoluto sino grandes pájaros coriáceos.
Tim vio que el doctor Grant mantenía su aire de escepticismo, y Dennis Nedry, el gordo desaliñado, parecía carecer por completo de interés, como si ya supiera todo eso. Pero lo que sí hacía era seguir mirando con impaciencia la sala siguiente.
—Veo que el señor Nedry descubrió la fase siguiente de nuestro trabajo —dijo Wu—. Cómo identificamos el ADN que extraemos. Para eso, utilizamos poderosos ordenadores.
Por unas puertas corredizas pasaron a una sala muy refrigerada. Se oía un fuerte zumbido. Dos torres redondas de un metro ochenta de alto se erguían en el centro de la sala y, a lo largo de las paredes, había hileras de cajas de acero cuya altura llegaba a la cintura de un hombre:
—Esta es nuestra lavandería automática de alta tecnología —explicó el doctor Wu—. Todas las cajas que hay a lo largo de las paredes son secuenciadores automatizados de genes Himachi-Hood. Los operan, a muy alta velocidad, los superordenadores «Cray XMP», que son las torres que hay en el centro de la sala. En esencia, ustedes se encuentran en el centro de una fábrica increíblemente poderosa de productos genéticos.
Había varios monitores, todos tan rápidos que resultaba difícil ver lo que estaban mostrando. Wu apretó un botón y redujo la velocidad de una de las imágenes:
1 GCGTTGCTGG CGTTTTTCCA TAGGCTCCGC CCCCCTGACG AGCATCACAA AAATCGACGC
61 GGTGGCGAAA CCCGACAGGA CTATAAAGAT ACCAGGCGTT TCCCCCTGGA AGCTCCCTCG
121 TGTTCCGACC CTGCCGCTTA CCGGATACCT GTCCGCCTTT CTCCCTTCGG GAAGCCTGGC
181 TGCTCACGCT GTAGGTATCT CAGTTCGGTG TAGGTCGTTC GCTCCAAGCT GGGCTGTGTG
241 CCGTTCAGCC CGACCGCTGC GCCTTATCCG GTAACTATCG TCTTGAGTCC AACCCGGTAA
301 AGTAGGACAG GTGCCGGCAG CGCTCTGGGT CATTTTCGGC GAGAACCGCT TTCGCTGGAG
361 ATCGGCCTGT CGCTTGCGGT ATTCGGAATC TTGCACGCCC TCGCTCAAGC CTTCGTCACT
421 CCAAACGTTT CGGCGAGAAG CAGGCCATTA TCGCCGGCAT GGCGGCCGAC GCGCTGGGCT
481 GGCGTTCGCG ACGCGAGGCT GGATGGCCTT CCCCATTATG ATTCTTCTCG CTTCCGGCGG
541 CCCGCGTTGC AGGCCATGCT GTCCAGGCAG GTAGATGACG ACCATCAGGG ACAGCTTCAA
601 CGGCTCTTAC CAGCCTAACT TCGATCACTG GACCGCTGAT CGTCACGGCG ATTTATGCCG
661 CACATGGACG CGTTGCTGGC GTTTTTCCAT AGGCTCCGCC CCCCTGACGA GCATCACAAA
721 CAAGTCAGAG GTGGCGAAAC CCGACAGGAC TATAAAGATA CCAGGCGTTT CCCCCTGGAA
781 GCGCTCTCCT GTTCCGACCC TGCCGCTTAC CGGATACCTG TCCGCCTTTC TCCCTTCGGG
841 CTTTCTCAAT GCTCACGCTG TAGGTATCTC AGTTCGGTGT AGGTCGTTCG CTCCAAGCTG
901 ACGAACCCCC CGTTCAGCCC GACCGCTGCG CCTTATCCGG TAACTATCGT CTTGAGTCCA
961 ACACGACTTA ACGGGTTGGC ATGGATTGTA GGCGCCGCCC TATACCTTGT CTGCCTCCCC
1021 GCGGTGCATG GAGCCGGGCC ACCTCGACCT GAATGGAAGC CGGCGGCACC TCGCTAACGG
1081 CCAAGAATTG GAGCCAATCA ATTCTTGCGG AGAACTGTGA ATGCGCAAAC CAACCCTTGG
1141 CCATCGCGTC CGCCATCTCC AGCAGCCGCA CGCGGCGCAT CTCGGGCAGC GTTGGGTCCT
1201 GCGCATGATC GTGCT........ GGGTTGCCTT CCTGTCGTTG AGGACCCGGC TAGGCTGGCG
1281 AGAATGAATC ACCGATACGC GAGCGAACGT GAAGCGACTG CTGCTGCAAA ACGTCTGCGA
1341 AACATGAATG GTCTTCGGTT TCCGTGTTTC GTAAAGTCTG GAAACGCGGA AGTCAGCGCC
—Aquí ven la estructura real de un pequeño fragmento de ADN de dinosaurio —continuó Wu—. Observen que la secuencia está constituida por cuatro compuestos básicos: adenina, timina, guanina y citosina. Esta cantidad de ADN probablemente contiene instrucciones para elaborar una sola proteína como, digamos, una hormona o una enzima. La molécula completa de ADN contiene tres mil millones de estas bases. Si miráramos una pantalla como ésta una vez por segundo, durante ocho horas diarias, nos seguiría llevando más de dos años observar toda la cadena de ADN. Es así de grande.
Señaló la imagen, diciendo:
—Este es un ejemplo típico, porque ven que el ADN tiene un error, aquí abajo, en la línea 1201. Gran parte del ADN que extraemos está fragmentado o es incompleto. Así que lo primero que tenemos que hacer es repararlo o, mejor dicho, el ordenador tiene que repararlo. Yo cortaré el ADN, utilizando lo que se denominan enzimas de restricción. El ordenador seleccionará una variedad de enzimas que podrían hacer el trabajo.
1
GCGTTGCTGGCGTTTTTCCATAGGGTCCGCCCCCCTGACGAGCATCACAAAAATCGACGC
61
GGTGGCGAAACCCGACAGGACTFITAAAGATACCAGGCGTTTCCCCCTGGAAGCTCCCTCG
Nsp04
121
TGTTCCGACCCTGCCGCTTACCGGATACCTGTCCGCCTTTCTCCCTTCGGGAAGCGTGGC
181
TGCTCACGCTGTAGGTATCTCAGTTCGGTGTAGGTCGTTCGCTCCASGCTGGGCTGTGTG
BrontIV
241
CCGTTCAGCCCGACCGCTGCGCCTTATCCGGTAACTATCGTCTTGAGTCCAACCCGGTAA
301
AGTAGGACAGGTGCCGGCAGCGCTCTGGGTCATTTTCGGCGAGGACCGCTTTCGCTGGAG
434 DnxT1 AoliBn
361
ATCGGCCTGTCGCTTGCGGTATTCGCAATCTTGCACGCCCTCGCTCAAGCCTTCGTCACT
421
CCAAACGTTTCGGCGAGAAGCAGGCCATAATCGCCGGCATGGCGGCCGACGCGCTGGGCT
481
GGCGTTCGCGACGCGAGGCTGGATGGCCTTCCCCATTATGATTCTTCTCGCTTCCGGCGG
541
CCCGCGTTGCAGGCCATGCTGTCCAGGCAGGTAGATGACGHCCATCAGGGACAGCTTCAA
601
CGGCTCTTACCAGCCTAACTTCGATCACTGGACCGCTGATCGTCACGGCGATTTATGCCG
Nsp04
661
CACATGGACCCGTTGCTGGCGTTTTTCCATAGGCTCCGCCCCCCTGACGAGCATCACAAA
721
CAAGTCAGAGGTGGCGAAACCCOACAGOACTATAAAGATACCAOOCOTTTCCCCCTGGAA
924 caollI DinoLdn
781
GCGCTCTCCTOTTCCOACCCTOCCOCTTACCOGATACCTOTCCOCCTTTCTCCCTTCGGG
841
CTTTCTCAATOCTCACOCTGTABGTATCTCAGTTCGGTOTAGGTCGTTCOCTCCAAOCTO
901
ACGAACCCCCCOTTCAGCCCGACCGCTGCGCCTTATCCGGTAACTATCGTCTTGAOTCCA
961
ACACOACTTAACCOOTTOOCATGGATTGTAGGCGCCGCCCTATACCTTGTCTOCCTCCCC
1021
GCGGTGCATGOAOCCOGOCCACCTCGACCTGAATOGAAGCCGOCGOCACCTCOCTAACOG
1081
CCAAGAATTGGAGCCAATCAATTCTTGCGGAGAACTGTGAATGCGCAAACCAACCCTTGG
1141
CCATCGCGTCCGCCATCTCCAGCAGCCGCACGCGGCGCATCTCGGGCAGCGTTGGGTCCT
1416 DnxTI
SSpd4
1201
GCGCATGATCGTGCT:+=:CCTGTCGTTGAGGACCCGGCTAGGCTGGCGGGGTTGCCTTACT
1281
ATGAATCACCGATACGCGAGCGAACGTGAAGCGACTGCTGCTGCAAAACGTCTGCGACCT
»Aquí está la misma sección de ADN en la que se han situado los puntos de las enzimas de restricción. Como pueden ver en la línea 1201, dos enzimas van a cortar a cada lado del punto dañado. Por lo común, permitimos que los ordenadores decidan cuál utilizar, pero también necesitamos saber qué pares de bases debemos insertar para reparar la lesión. Para eso, tenemos que alinear diversos fragmentos cortados, de esta manera:
»Ahora estamos buscando un fragmento de ADN que se superponga sobre la zona de la lesión y que nos diga qué falta. Y pueden ver que lo podemos hallar y seguir adelante, haciendo la reparación. Las barras oscuras que ven son fragmentos de restricción, pequeñas secciones de ADN de dinosaurio rotas por enzimas y, después, analizadas. Ahora, el ordenador está volviendo a combinarlos, mediante la búsqueda de secciones de código que se superpongan. Se parece un poco a la operación de armar un rompecabezas. El ordenador lo puede hacer con mucha rapidez.
1
GCGTTGCTGGCGTTTTTCCATAGGCTCCGCCCCCCTGACGAGCATCACAAAAATCGACGC
61
GGTGGCGAAACCCGACAGGACTATAAAGATACCAGGCGTTTCCCCCTGGAAGCTCCCTCG
121
TGTTCCGACCCTGCCGCTTACCGGATACCTGTCCGCCTTTCTCCCTTCGGGAAGCCTGGC
181
TGCTCACGCTGTAGGTATCTCAGTTCGGTGTAGGTCGTTCGCTCCAAGCTGGGCTGTGTG
241
CCGTTCAGCCCGACCGCTGCGCCTTATCCGGTAACTATCGTCTTGAGTCCAACCCGGTAa
301
AGTAGGACAGGTGCCGGCAGCGCTCTGGGTCATTTTCGGCGAGAACCGCTTTCGCTGGAG
361
ATCGGCCTGTCGCTTGCGGTATTCGGAATCTTGCACGCCCTCGCTCAAGCCTTCGTCACT
421
CCAAACGTTTCGGCGAGAAGCAGGCCATTATCGCCGGCATGGCGGCCGACGCGCTGGGCT
481
GGCGTTCGCGACGCGAGGCTGGATGGCCTTCCCCATTATGATTCTTCTCGCTTCCGGCGG
541
CCCGCGTTGCAGGCCATGCTGTCCAGGCAGGTAGATGACGACCATCAGGGACAGCTTCAA
601
CGGCTCTTACCAGCCTAACTTCGATCACTGGACCGCTGATCGTCACGGCGATTTATGCCG
661
CACATGGACGCGTTGCTGGCGTTTTTCCATAGGCTCCGCCCCCCTGACGAGCATCACAAA
721
CAAGTCAGAGGTGGCGAAACCCGACAGGACTATAAAGATACCAGGCGTTTCCCCCTGGAA
781
GCGCTCTCCTGTTCCGACCCTGCCGCTTACCGGATACCTGTCCGCCTTTCTCCCTTCGGG
841
CTTTCTCAATGCTCACGCTGTAGGTATCTCAGTTCGGTGTAGGTCGTTCGCTCCAAGCTG
901
ACGAACCCCCCGTTCAGCCCGACCGCTGCGCCTTATCCGGTAACTATCGTCTTGAGTCCA
961
ACACGACTTAACGGGTTGGCATGGATTGTAGGCGCCGCCCTATACCTTGTCTGCCTCCCC
1021
GCGGTGCATGGAGCCGGGCCACCTCGACCTGAATGGAAGCCGGCGGCACCTCGCTAACGG
1081
CCAAGAATTGGAGCCAATCAATTCTTGCGGAGAACTGTGAATGCGCAAACCAACCCTTGG
1141
CCATCGCGTCCGCCATCTCCAGCAGCCGCACGCGGCGCATCTCGGGCAGCGTTGGGTCCT
1201
GCGCATGATCGTGCTAGCCTGTCGTTGAGGACCCGGCTAGGCTGGCGGGGTTGCCTT
1281
AGAATGAATCACCGATACGCGAGCGAACGTGAAGCGACTGCTGCTGCAAAACGTCTGCGA
1341
AACATGAATGGTCTTCGGTTTCCGTGTTTCGTAAAGTCTGGAAACGCGGAAGTCAGCGCC
»Y aquí está la cadena corregida de ADN, reparada por el ordenador. La operación que presenciaron habría supuesto meses de trabajo en un laboratorio convencional, pero nosotros la podemos hacer en cuestión de segundos.
—Entonces, ¿están trabajando con toda la cadena de ADN? —preguntó Grant.
—¡Oh, no! —contestó Wu—. Eso es imposible. Recorrimos un largo camino desde la década de 1960, cuando a todo un laboratorio le llevaba cuatro años descifrar una pantalla como ésta. Ahora, los ordenadores pueden hacerlo en un par de horas. Pero, aun así, la molécula de ADN es demasiado grande. Únicamente miramos las secciones de cadena que difieren de un animal a otro, o del ADN contemporáneo. Solamente un bajo porcentaje de los nucleótidos difiere de una especie a la siguiente. Eso es lo que analizamos, y sigue siendo un enorme trabajo.