Objetivo 4 (35 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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ISMAEL (Coronel)

El resultado fue inmediato pues tan pronto terminó la conferencia de prensa un hombre de Pablo Arauca llamó al chofer de la tractomula y nuestro informante nos dio la onda.

En aquel momento el conductor no tenía con qué pagar el combustible para trasladarse desde Cali —al occidente del país— hasta aquel punto, el informante estrella le dio el dinero que necesitaba, y nos dijo:

—Sigan a la tractomula que detrás de ella van a encontrar el punto donde debe recoger a Pablo Arauca.

ANTONIO (General)

Efectivamente, comentó:

Pablo Arauca acaba de pedir la tractomula que está en Cali. En cosa de minutos debe partir para recogerlo por los lados de Medellín.

Bueno, lo cierto es que empezaron a correr las horas y finalmente contactamos a la tractomula antes de entrar a esa ciudad, cuando el oficial me llamó:

—Tengo a la Cinco Sesenta. Aquí la voy llevando. Voy detrás de ella.

—¿Seguro?

—Seguro.

Transcurrieron un par de días y no hubo ningún movimiento. Al tercero nos comunicamos con el informante. Dijo que pronto iba a suceder algo. Yo estaba en una reunión en Bogotá y salí hacia Medellín por tierra y a lo largo del trayecto me comunicaba con Ismael.

Efectivamente, la tractomula acababa de partir, venía por la misma vía y a unas tres horas de Bogotá montamos guardia en una estación de servicio de gasolina, el mismo punto donde varios años atrás había cazado al asesino material de Luis Carlos Galán, un importante líder político.

Esa es una estación muy grande, un paradero de tractomulas, y sobre la vía hay varios reductores de velocidad. Al lado de la estación le pedí al comandante de la Policía local que montara un retén sobre una curva de la carretera, de manera que no impidiéramos el tránsito de vehículos.

Estuve allí unos minutos, resolví tomar nuevamente la vía en sentido contrario, y unos kilómetros adelante vi la tractomula, la miré bien: blanca, nueva, bonita, una virgen pintada sobre cada uno de los costados, y pensé: "Esto se acabó".

Llovía muy fuerte, pero la tractomula venía volando En el retén ordené que detuvieran a la primera que apareciera, y luego a la del objetivo. Esperamos unos segundos y por fin la vimos. Fue entrando, fue entrando. Cuando llegó ordené que dejaran continuar a la anterior y requisaran a la de la virgen.

—Busquen un cargamento de cocaína —les dije

El conductor empezó a dar explicaciones, pero dejó el motor prendido.

Me comuniqué con el informante y me explicó palabra por palabra:

—Si dejan prendido el motor de la tractomula, le están suministrando aire al compartimento donde se esconde Pablo Arauca.

Di la orden de que un oficial subiera a la cabina y apagara el motor, pero el conductor protestó:

—No, ¿cómo se le ocurre? Este vehículo me está fallando Si usted lo apaga, ¿quién lo empuja luego para volver a prenderlo?

—¡Apáguelo!

Yo los miraba desde el lado opuesto de la carretera. La luminosidad de la estación de servido era buena, lográbamos verlo todo muy bien, y cuando lo apagaron, tanto el chofer como su ayudante se pusieron nerviosos

—Suéltenos que nosotros no llevamos nada. Nosotros no sabemos de cocaína. Déjenos ir...

Teníamos que dejar al tipo un buen tiempo sin aire, pues pensaba que si lo sorprendíamos pronto, le quedaría la suficiente agresividad para salir disparando.

Pasó una hora, la Policía del lugar no sabía qué estaba sucediendo y en ese momento puse al frente al Grupo de Operaciones al mando Raúl y alrededor gente vestida de civil, les pedí que revisaran el vehículo pero que no fueran a entrar a la cabina.

El chofer habló con Raúl:

—Déjeme prender el motor. Si no lo prendo no me recarga la batería.

Luego le dije al oficial que tomara las llaves del vehículo. Continuó lloviendo muy fuerte, ya debían haber transcurrido y dos horas desde cuando la detuvimos. Esperé unos minutos más, me bajé de mi carro, me paré allí para resguardarme de la lluvia, el conductor me miró extrañado y le manifesté a Raúl:

—Entren y empiecen a buscar un escondite.

El seguro para abrir la pequeña puerta de la caleta estaba en el llavero del chofer, pero no se trataba de llegar al objetivo de forma inmediata, primero, para proteger al informante y segundo, para minar el estado físico de Pablo Arauca. Por eso, el pretexto seguía siendo un cargamento de cocaína.

Según el informante, aquella caleta también la utilizaban para esconder droga, pero la verdad es que no era nada fácil encontrarla. Tenía que ser un escondite muy pequeño, muy reducido... Muy bien hecho.

Nuestra gente continuaba buscándola, empezaron a utilizar destornilladores, palancas, otras herramientas, pero ya se escuchaba al tipo respirando con dificultad y en ese momento, casi a las tres horas, resolví abrir utilizando el control, pablo Arauca salió rígido, entumecido, le quitamos la pistola, cruzamos un par de diálogos y luego de escucharme, la agresividad se le volvió silencio. Bajó la cabeza y un minuto después dijo:

—Yo iba para el entierro de mi hermano. Si me hubiera tenido que matar con ustedes en el cementerio, yo me hubiera hecho matar. Iba para allá.

Objetivo 4

Acercarse a las historias de estas bandas es asomarse a un mundo en el cual los episodios parecen de novela negra tropical, como los nombres de los personajes y de los mismos lugares: Macancán, La Popis, Cucaracho, Pirarocú, Clavocaído, Guacamayo... Acandí, Chigorodó, Zapzurro, Capurganá, Cabo Tiburón...

En esta narración, como corresponde hoy a cualquier bandido en nuestro medio, a Daniel Rendón Herrera, el cabecilla de los rufianes, sus inferiores le dicen ‘Don’ Mario.

El escenario del relato es el Golfo de Urabá en el Caribe, en el noroccidente de Colombia, un punto estratégico en las puertas de América Central y La Florida, por donde penetra una parte del arsenal procedente de las mafias de México, desde Miami productos químicos para fabricar drogas, pero a la vez salen cargamentos de cocaína buscando a Estados Unidos y Europa, universo de viciosos.

ISMAEL (Coronel)

¿Por qué intensificamos la búsqueda de ‘Don’ Mario? Porque hacia un par de semanas había aparecido en la televisión diciendo que una banda de criminales conocida como La Oficina de Envigado se había comprometido con otros delincuentes a matarlo. Dijo que él los había "capturado", los hizo confesar y los devolvió. Pero no puso en libertad a dos policías que estaban con ellos. A esos los mató.

Mario daba su parte de victoria y finalmente desafiaba a las autoridades y lanzaba amenazas de muerte contra el general Óscar Naranjo, director de la Policía.

Como respuesta, con Antonio, nuestro jefe, decidimos enfilar baterías en esa dirección.

Ya habíamos tenido una investigación contra el tal Mario, contábamos con algunas informaciones, más o menos teníamos indicios sobre la zona donde se encontraba, sabíamos algo acerca de su banda. Se hablaba de ciento cincuenta, de doscientos hombres en torno al Golfo de Urabá.

Para recolectar más información desplazamos gente de nuestro grupo hacia aquella región, montando diferentes fachadas, venta de licores, técnicos en comunicaciones, expertos en maderas... El delincuente tenía el control del Golfo y se apoyaba mucho en dos personas muy allegadas, los hermanos Úsuga —Darío, alias Mauricio, y Juan de Dios, alias Giovanni—, que se movían como segundo y tercero dentro de la banda.

Mauricio manejaba la parte financiera y de narcotráfico, y Giovanni se encargaba de lo que llaman los bandidos la parte Militar. Él mandaba en la zona, tenía gente en puntos estratégicos del Golfo y recibía información permanente de cada uno.

Nosotros ahora empezábamos a conocer el sector, los cabecillas, los mandos medios, más o menos el perfil de cada uno y los analizábamos, tanto por observación como por control.

¿Qué encontramos de Mario? En aquel momento nuestra referencia eran la imagen, la voz y algunos detalles que habíamos detectado en aquel video, pero no sabíamos mucho más, porque, entre otras cosas, delegaba funciones en los Úsuga y el se ubicaba muy en segundo plano.

Mauricio, a quien Mario le tenía más confianza, era serio, trataba bien a sus delincuentes según lo fuimos sabiendo, no era bebedor, no era mujeriego. En cambio a Giovanni le gustaban la botella, las mujeres jóvenes, viejas, gordas o flacas, feas o lo que ellos llaman bonitas y, además, era aficionado a las riñas de gallos. A la vez que íbamos conociéndolos conseguíamos informantes.

La campaña duró en total un año y medio, porque cuando se desencadenó lo de Los Mellizos, ya llevábamos cinco meses detrás de Mario y su banda.

Nosotros habíamos conformado un grupo de once oficiales y a cada uno le dimos un blanco. Cuando apareció el video por televisión, llamé a Rodrigo, el oficial que se encargaba de Mario, pero haciendo un balance, realmente contaba con una información salida muy de la base. Hasta ese momento, él había tenido informantes que apenas conocían generalidades de la banda.

Por tanto, activamos todo cuanto teníamos en aquel momento; Incluso, mandamos a Urabá informantes de casos como el de Los Mellizos, aprovechando que algunos conocían la zona, otros tenían relación con el bajo mundo del lugar, otros eran gente normal y podían moverse por donde quisieran.

La estrategia buscaba que como entre bandidos se conocen o se van conociendo, detrás de sus confidencias aparecen de forma espontánea nuevas pistas y nuevas fuentes de información. La meta era llegar, paso por paso, a puntos cada vez más avanzados.

Total, mandamos a unas treinta personas, y en Medellín trabajamos por intermedio de una empresa que presumiblemente acababa de premiar a un par de jóvenes por su eficiencia y por tanto los enviaba a una excursión al Golfo con sus respectivas esposas.

Para montar esa operación tuvimos que esperar a que les creciera el cabello y mientras tanto fuimos montando las fachadas.

Ellos permanecieron allá quince días. Se trataba de conocer la zona, estudiar y recorrer las vías de acceso, los posibles puntos estratégicos del objetivo, algunos de los movimientos de su gente, rutinas, costumbres, lugares que pudieran frecuentar.

Los jóvenes premiados eran comandos del Grupo Antiterrorista que, desde luego, viajaban como cualquier visitante; salieron de Medellín, donde los recogió un carro local, los llevó al aeropuerto, volaron en línea comercial a Apartado, área del Golfo, allí los recibió un taxi expresamente contratado por la agencia de turismo que los guiaba, los transportó hasta la ribera del Golfo, allí tomaron una lancha y atravesaron hasta Acandí.

Ellos llevaban equipos electrónicos y cuando llegaron a su destino se encontraron con un grupo de ocho bandidos armados con fusiles que tomaban nota de quiénes arribaban.

Ellos hacían caminatas, fogatas, como cualquier grupo común y corriente, salían a bañarse y finalmente comprobaron hasta qué punto el sector estaba controlado por la banda de Mario. Igualmente que el objetivo se hallaba en algún rincón de esa zona.

En tanto, un informante de Acandí atravesó el Golfo y fue recogido en la banda oriental por otro de nuestros muchachos que se movía como mecánico, y nos dio una información muy completa respaldada por un plano marcando dónde estaba ubicado el objetivo.

Ese era el eje de la información pero no se había constatado si realmente estaba o no estaba allí, porque los turistas no podían acercarse al punto señalado para verificarlo. Por ejemplo, el segundo día habían salido a caminar, y les salió al paso un grupo de bandidos:

—Este sector no es para visitantes. Regresen a su playa —dijeron.

Como complemento enviamos parejas de Inteligencia a cada uno de los pueblos y lugares importantes para los bandidos, de manera que prácticamente saturamos aquella zona.

ANDRÉS (Analista)

Acababa de caer en manos de la Policía un delincuente apodado HH o Carepollo y comenzó a hablar de la banda criminal de Mario. Él contaba una serie de historias y aspectos que para nosotros eran desconocidos, pues aunque se trataba de una organización fuerte, no se le había trabajado mucho por ser relativamente nueva.

En efecto, él fue quien nos mostró a la banda como tal y empezó por describirlos uno a uno. Los "cabecillas militares" —decía— son los hermanos Úsuga, ex guerrilleros pero también ex paramilitares y ahora traficantes de cocaína, muy cercanos al capo.

En la escala, debajo de ellos se mueven familiares de los Úsuga que manejan el narcotráfico y el control de las rutas en la zona del Golfo de Urabá. Hablaba del Flaco, Tito, Vegueta y nuevamente de los tales cabecillas militares, como dicen ellos, Giovanni y Mauricio o sea los Úsuga.

También nos describió a Moñablanca, Gavilán, Mateo Además este hombre nos dio una serie de rastros e iniciamos el trabajo de Inteligencia de abajo hacia arriba en la escala de maldades, y después de un proceso largo y detenido llegamos de forma concreta hasta las cabezas de aquel "mando militar"' los Úsuga.

Lo importante es que con la información que nos aporto Carepollo tuvimos una idea un poco más aproximada a lo que era la banda de Mario.

Inicialmente teníamos pocas referencias de él: sabíamos que era hermano de un paramilitar llamado el Alemán, desmovilizado de lo que llamaban el Bloque Centauros en la inmensa llanura al oriente de los Andes, pero surgió una guerra entre bandidos y Mario huyó hacia las costas del Golfo de Urabá —zona de su hermano el Alemán— y se llevó con él a los Úsuga y a otro joven. Como los Úsuga eran naturales de Urabá, conocían la zona.

Mario se embarcó en Santa Fe de Ralito en el tema de la "desmovilización" de los paramilitares a propósito de una ley llamada de Justicia y Paz, pero en pleno proceso regresó con su gente a la zona del Golfo y allí se abrió al tráfico de cocaína utilizando la máscara de los paramilitares reinsertados en la sociedad.

Como primera medida, la banda empezó a controlarla salida de cocaína por el Golfo, cobrando gramaje, un impuesto criminal por cada gramo que sea exportado.

Mediante este sistema, Mario y su banda comenzaron a tomar cada vez mayor fuerza. Por otro lado, controlaban el negocio de la madera de un árbol llamado teca, dentro de cuyas exportaciones camuflaban cocaína, y cuando adquirió cierto poder económico se dedicó a manejar directamente el negocio del narcotráfico.

Al comienzo sabíamos una parte de la historia.

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