Objetivo 4 (24 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Cuando habíamos completado tres días, recibimos una llamada de mi general Naranjo. Preguntó cómo iba la operación, en dónde estábamos y me dijo:

—Vuele a Santa Marta, lo espero en el aeropuerto. Necesito hablar con usted porque va el señor Presidente.

Allí llegó prácticamente toda la cúpula militar de ese sector, le conté al señor Presidente en qué tarea estábamos, cuánta gente llevábamos y él preguntó:

—¿Necesitan más efectivos?

—Sí, señor.

Le dio la orden al comandante del Ejército y nos dieron quinientos hombres.

Entraron a la Sierra y dos días más tarde había resultados: el anillo de seguridad y el hombre de confianza de Los Mellizos se habían enfrentado con una patrulla mixta de Ejército y Policía, habían sido dados de baja y capturados cinco hombres importantes.

En ese momento el objetivo vio que la cosa era en serio. Tres días después un informante dijo que, ante el acoso, Pablo Arauca estaba planeando salir de la región.

Estando cerca de la cumbre, mediante los controles técnicos supimos que alguien pensaba sacar al objetivo de la Sierra y montamos un operativo sin mover a la gente de sus posiciones.

Es decir, sacamos de allí al grupo especial Bandas Criminales y montamos en la planicie que circunda la Sierra puntos estratégicos para controlar el recorrido previsto durante la escapada. El escenario fue la carretera principal que viene de Santa Marta y va hacia la frontera con Venezuela. Todo ese sector era de ellos.

Pablo Arauca quería salir de las montañas y llegar hasta alguna finca en las fierras planas; su situación era muy difícil puesto que no habíamos retirado a nuestro personal de sus posiciones.

Total, nosotros pasamos Navidad arriba, en la región no se celebró ninguna de las fiestas que habían anunciado con anterioridad, todo se apagó y nosotros pasamos esos días alimentándonos con raciones de campaña.

Luego de aquella operación vimos que estábamos en desventaja operacional en esa zona, por topografía, por clima, por control. Porque es quebrado, porque es muy selvático, porque es muy difícil andar por ese territorio: un nudo de montañas, ¿seos muy empinados, rocas, precipicios, estrechos; un terreno por el cual es necesario llevar cuerdas, ganchos y picas para poder escalar. La zona selvática lo dificulta todo.

Pero, además, el ingreso por aire es irregular. Muchas veces resulta casi imposible porque las montañas se cubren de nubes: esa es su naturaleza. Los bosques tropicales a partir de cierta altitud están asociados con la niebla y nosotros volamos en aeronaves que trabajan visual, de manera que generalmente se manejan riesgos de accidente muy altos.

En esas condiciones, desde luego la altura tampoco nos favorecía, porque cuando la Sierra se cubría no podíamos hacer reconocimientos aéreos ni obtener imágenes de lo que se hallaba abajo.

Todo eso nos llevó a tratar de sacar al objetivo de esa zona. Ahora sabíamos que el Mellizo ubicado en su búnker de Machete Pelao era Miguel Angel, o sea, Pablo Arauca, y a él no lo podíamos dejar allí. Si el tipo se nos quedaba en esa zona iba a ganar la guerra. Podríamos volver cincuenta veces, pero cada una iba a tener una alternativa de escape Hasta ese momento estábamos perdiendo nuestra opción de operar allí, por lo tanto nuestro camino era copar la Sierra y buscar que el objetivo se fuera para donde quisiera, pero que se fuera.

Trazamos entonces una zona de operación con un punto de referencia, similar en área a Israel. Allí metimos seiscientos hombres que eran muy pocos para una guerra tan grande. Sin embargo, esos seiscientos comandos empezaron a insertarse en diferentes puntos siguiendo unos caminos trazados con anticipación, en los cuales cada patrulla debía recorrer diez kilómetros lineales haciendo una especie de operación rastrillo durante diez días continuos. Días de Navidad. Noche de Año Nuevo.

Esta fase de la acción generó apremio sobre el objetivo. Teníamos claro que esa no era la jugada de su captura, pero íbamos a desestabilizarlo y así lograríamos sacarlo de la Sierra.

Como resultado, él se fue de aquel lugar.

Nosotros operábamos en las montañas, pero algunas veces nos sacaban hasta la costa en los helicópteros, allí nos poníamos trajes de civil, tomábamos nuestros automóviles particulares y nos dedicábamos a hacer seguimientos y vigilancias de lo que iba apareciendo importante por las líneas, porque era lógico que aquellas personas tenían que recurrir a otros sujetos, por ejemplo a Pedro que ahora se encontraba en Santa Marta.

Bueno, transcurrieron varios días en aparente quietud, si se puede hablar así, al cabo de los cuales no logramos saber cómo salió de aquella zona Pablo Arauca. Calculamos que en alguna embarcación porque las bases de la Sierra penetran dentro del mar.

En aquellos días, surgió una información importante en Valledupar, nos fuimos para allá y luego de una noche logramos la captura del secretario de finanzas de un bandido llamado Jorge Cuarenta. Eso fue grandioso porque él tenía en su poder un lamento muy importante que describía con pelos y señales a las banda Los Nevados y gentes del Estado a su servicio.

Dentro de la comisión especial de Bandas Criminales estaban el grupo de Estupefacientes, el de Lavado de Activos, el de Extinción de Dominio y Delitos contra la Administración pública, pero a la hora de la verdad éramos un solo equipo de trabajo y nos ayudábamos unos a otros.

Por ejemplo, con Sebastián nos conocíamos desde hacía trece años, con nuestro jefe el mismo tiempo, de manera que todos hemos trascendido del ámbito laboral al ámbito personal, y superiores y subalternos somos más amigos que en muchas oportunidades.

Por ese motivo tenemos la tranquilidad de poder expresar nuestras inquietudes, nuestras dudas, nuestras sugerencias. Yo creo que eso es lo que nos lleva al éxito Somos un grupo en el cual todo el mundo aporta, por pequeña que sea, alguna idea, algún plan, alguna estrategia en un momento determinada Eso puede ser lo que ha salvado las operaciones.

CAMILO (Oficial)

En las montañas habíamos logrado información importante, porque, entre otras cosas, hallamos una gran cantidad de documentos, grabaciones, memorias USB que pertenecían a Pablo Arauca y en ellos una serie de elementos que nos llevaron a montar la base de operaciones en Medellín, pues calculábamos que posiblemente el bandido terminaría por buscar ese destino.

Desde luego, un paso importante era aumentar la presión para forzarlo a cometer un error.

Sin embargo, desde el comienzo en la Sierra Nevada habíamos encontrado un problema. Y un problema grande: gentes de alguna institución del Estado se hallaban al servicio del bandido y escuchábamos la desesperación de este hombre cuando se comunicaba con ellos:

—¿Qué pasó con los contactos? ¿Dónde vienen? Sáquenme pronto de aquí. Sáquenme, por favor.

Simultáneamente, nosotros cerrábamos más y más el círculo para impedirle que bajara.

Estando en esa situación nos llegó el día de Navidad, regresamos a la base a eso de las diez y media de la noche, y dijimos: —Por lo menos, hagamos una cena de Navidad.

Sin embargo, nos sentamos a recopilar la información que habíamos obtenido generalmente enterrada: sobres llenos de papeles, listas, órdenes de trabajo, una carpeta con la nómina completa de la banda de Los Nevados. En ella estaba el nombre de quien manejaba la contabilidad de la organización, y ante semejante volumen de cosas, dijimos:

—No podemos irnos con las manos vacías, esta información es muy crítica en cuanto a la conexión del objetivo con gente de instituciones del Estado. Eso en el acervo probatorio era básico, pero todo tenía que materializarse por intermedio de una captura, mínimo, y necesitábamos a alguien de la estructura de Los Nevados.

En medio de este trabajo transcurrió la Navidad en nuestra base.

Al día siguiente nos reunimos con el Profe en Valledupar, mientras la operación continuaba en las montañas.

Yo iba con dos oficiales, y le preguntamos al Profe dónde podíamos localizar al contador encargado de aquella nómina. — ¿A tal? —respondió inmediatamente—. Yo lo vi ayer aquí en Valledupar. ¿Lo quieren?

—Claro.

El contador se movía al nivel de los mandos jerárquicos de la banda y eso era ideal para nosotros, porque, si además de la nómina física nos llevamos al encargado de manejada, los bandidos quedarían desestabilizados económicamente por un buen tiempo.

Total, el Profe nos dio pistas muy cercanas a la ubicación de aquel hombre y un día después establecimos cuál era su vivienda y permanecimos toda una noche haciéndole vigilancia a pesar de que la casa estaba en las afueras de la ciudad y no teníamos dónde camuflar puntos de observación. Entonces, durante aquel día lo hicimos a la distancia y por la noche escondimos gente en unos matorrales cercanos.

Bueno, el tipo madrugó al día siguiente. Tal vez iba a comprar algo para el desayuno, y como cosa particular, llevaba consigo una memoria USB, con el archivo magnético de la nómina.

—Les doy cien millones de pesos si desaparecen esa memoria —nos dijo tan pronto la encontramos.

(El había estado presente en la compra de la banda por parte de Los Mellizos).

Luego nos dijo:

—Yo sé que tengo orden de captura desde hace rato. Captúrenme, pero desaparezcan esa memoria.

En aquella USB estaban registrados los últimos pagos hechos a gente del Estado. Esa era su preocupación: gente de la Fuerza Pública, de la alcaldía y de la gobernación. Se veía muy angustiado. Decía:

—A mí ya me tienen preso, qué carajo, pero desaparezcan eso. No les estoy diciendo que lo destruyan: bótenlo, hagan lo que sea, cambiemos el contenido o simplemente déjenme y yo la edito. Déjenme hacer una llamada y en diez minutos nos van a llegar los cien millones de pesos.

Sobra decir que en ese preciso momento estábamos consiguiendo una información que jugó más tarde un papel importante en la operación.

Pero por otro lado, en esa misma fecha se logró confirmar que Pablo Arauca definitivamente había salido de la Sierra Nevada.

Para el treinta de diciembre se levantó la operación y salimos de allá.

ISMAEL (Oficial superior)

Fue una labor exitosa: se trataba de sacar al bandido de una zona muy complicada y hasta ese momento todo se estaba cumpliendo. Sin embargo, aún necesitábamos más información.

Luego supimos que Pablo Arauca, ya en la planicie que rodea a la Sierra, iba a ser movido por alguien especial. Al enterarme de aquello me bajé con mi personal y empecé a distribuirlo y a tener el control de las informaciones para tratar de descifrar quién lo iba a transportar.

Buscamos fuentes conocidas, llegamos a otras que habían permanecido incógnitas, hicimos seguimientos y finalmente logramos confirmar que en una reunión de bandidos, el tal Chely, brazo militar de Pablo Arauca, tocó el nombre de un oficial superior de la Policía local que trabajaba con ellos, y luego lo llamó y le dijo:

—Necesito que nos reunamos.

Como aquel bandido se hallaba por fuera de la Sierra, le habían encomendado montar una estrategia y buscar el camino para sacar al objetivo de su refugio y él vio que la gran solución era lograr que lo moviera de allí la misma Policía.

Efectivamente, el oficial te reunió en Valledupar con gente de Los Mellizos. Nosotros asistimos a la cita en el contorno del sitio acordado y así controlamos la reunión.

El oficial llegó al punto. Nosotros veníamos haciéndole un seguimiento a partir de una estación de gasolina, y de allí fuimos hasta el punto de la reunión. ¿De qué hablaron? No lo supimos, pero dedujimos que el oficial era quien iba a hacer la jugada.

En tanto, le colocamos un dispositivo a su carro patrulla y él quedó a la espera de que le dijeran cuál era el momento.

Al segundo día recibió una llamada de parte de la Mona:

—La operación es ahora.

El oficial respondió:

—Estoy listo. Yo voy.

Pero no sabía cómo iba a hacer "la operación". El dispositivo continuaba dentro del carro patrulla, él lo llevó a un estacionamiento privado y de allí salieron varios vehículos, pero nunca imaginamos que el oficial había cambiado de transporte. El carro de la Policía quedó allí.

Seguimos la vigilancia y de un momento a otro hubo una comunicación:

—No. Sí, sí. Ahora no puedo. Más tarde hablo.

El analista en el Centro de Operaciones en Bogotá dijo entonces:

—El que habló es nuestro oficial. Va llegando a Santa Marta. —¿Cómo? Yo estoy en Valledupar —en el sur de la Sierra. Nos había tomado una gran ventaja, Santa Marta está al nororiente.

Eran las siete de la noche y se encontraba llegando a aquel puerto. Ya debía estar recogiendo al objetivo.

Nosotros entramos en alerta, pero aún no sabíamos en qué vehículo iba. De todas maneras, tratábamos de reconocer carros que cruzaban, los estudiábamos a todos... Nada. Fueron pasando las horas y registramos otra comunicación, pero ya no habló el oficial. Habló su esposa con la mamá. Aquella le preguntó: —Hija, ¿dónde estás? —y ella respondió:

—Comprando unas salchichas en una estación de servicio de gasolina, pero ya voy llegando a donde tú estás. No te preocupes.

En aquel momento el vehículo en que esta vez se transportaba el oficial ya figuraba en Santa Marta. Ahora él llevaba consigo a la esposa y a la hija, una pequeña de unos doce, trece años. No se sabía si ya había recogido o trasladado de lugar al objetivo. Eran las nueve y media de la noche. Esperamos.

Luego se registró otra llamada de la señora a su madre, pero la mamá no le contestó. Ya estaba durmiendo, pero el teléfono que usó la señora se encontraba en un pueblo al sur.

Ya había cruzado también por otro lado al oriente, y nosotros: "¿En dónde viene?, ¿en qué carro viene?".

Sebastián, uno de nuestros muchachos situado en un lugar clave sobre la carretera principal, reconoció un carro de los que había identificado durante los seis meses que estuvo en aquella zona empezando a conocer la banda, y me llamó:

—Vi pasar una camioneta plateada, yo la conozco. Detrás va una blanca. Creo que la acompaña.

Inmediatamente me subí hasta un peaje cerca de un sitio jamado El Copey, le dije al señor que estaba trabajando allí que se trataba de un operativo de la Policía, que debía tener cuidado, que se escondiera porque venía una persona importante para nosotros, y me coloqué en su lugar para cobrar los peajes.

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