la gente que viene a mi casa es un poco rara, pero en fin, casi todo el mundo es un poco raro. el mundo se estremece y tiembla más que nunca, y las consecuencias son evidentes. hay uno que es un poco gordo, y que se ha dejado ahora una barbita, y tiene un aspecto bastante aceptable. quiere leer uno de mis poemas en una lectura de poesía. le digo que vale y luego le digo COMO se lee y se pone un poco nervioso. —¿dónde está la cerveza? ¿es que no tienes nada de beber? coge catorce pipas de girasol, se las mete en la boca, masca como una máquina, yo voy a por la cerveza. este chico, Maxie, nunca ha trabajado. sigue yendo a la universidad para que no le manden a Vietnam. ahora estudia para rabino. será un magnífico rabino, es lo suficientemente lujurioso y está lo bastante lleno de mierda. será un buen rabino. pero en realidad no está contra la guerra. como la mayoría de la gente, él divide las guerras en buenas y malas. quiso participar en la guerra árabe—' israelí, pero antes de que pudiese hacer el equipaje terminó el embrollo. en fin, es evidente que los hombres seguirán matándose. basta con darles esa cosilla que trastorne su proceso de razonamiento. no es bueno matar a un norvietnamita: está bien matar a un árabe. será un magnífico rabino. me quita la cerveza de la mano, echa un poco de liquido sobre las pepitas de girasol y dice: —Jesús.
—vosotros matásteis a jesús —digo yo.
—¡no empieces otra vez con eso!
—no lo haré. yo no soy así.
—quiero decir, Dios mío, me enteré de que te había dado mucho dinero en derechos TERROR STREET.
—sí, soy su «éxito de ventas». conseguí superar sus series de Duncan, Creeley y Levertov todas sumadas. pero quizás eso no signifique nada... también venden muchos ejemplares de Los Angeles Times todas las noches y en Los Angeles Times no hay nada.
—sí.
seguimos con la cerveza.
—¿cómo está Harry? —preguntó. Harry es un chaval, Harry ERA un chaval que había salido del manicomio. escribí la introducción al primer libro de poemas de Harry. eran muy buenos. casi aullaban. luego, Harry consiguió un trabajo al que yo me negué: escribir para las revistas de chicas. le dije «no» al director y envié a Harry. Harry era un lío. trabajaba cuidando niños, ya no escribe poemas.
—oh, Harry. tiene CUATRO motocicletas. el 4 de julio, reunió a la gente en su patio trasero y quemó quinientos dólares de fuegos artificiales. en quince minutos, los quinientos dólares se esfumaron en el cielo.
—Harry está en el buen camino.
—seguro. gordo como un cerdo. bebe buen whisky. come sin parar. se casó con esa mujer que cobró 40.000 dólares cuando murió el marido. tuvo un accidente cuando buceaba quiero decir que se ahogó. ahora Harry se ha hecho con un equipo de buceo con escafandra.
—precioso.
—tiene celos de ti, a pesar de todo.
—¿por qué?
—no lo sé. en cuanto se menciona tu nombre se pone furioso.
—estoy colgando de un hilo. lo sé de sobra.
—tienen cada uno un suéter con el nombre del otro. ella cree que Harry es un gran escritor, tiene poca experiencia. están
tirando una pared para hacerle un estudio. insonorizado, como Proust. ¿era Proust?
—¿el que tenía un estudio forrado de corcho?
—sí, eso creo. de cualquier forma, va a costarles dos de los grandes. ya veo al gran autor escribiendo en su estudio forrado de corcho, «Lilly saltó ágilmente la cerca del granjero John... ».
—dejemos en paz a ese tío... es tan curioso que él esté ahogándose en dinero.
—ya. bueno, ¿qué tal la pequeña? ¿cómo se llama? ¿Marina? —Marina Louise Bukowski. sí. me vio salir de la bañera el otro día. tiene tres años y medio ahora. ¿sabes lo que dijo?
—no.
—me dijo: Hank, mira tu ridículo ser. todo eso colgando por delante y sin nada que cuelgue por detrás.
—demasiado.
—sí. ella esperaba que hubiera pene por los dos lados.
—quizás no sea tan mala idea.
—sí para mí. no consigo trabajo bastante para uno.
—¿tendrías un poco más de cerveza?
claro, perdona.
saqué las cervezas.
—estuvo aquí Larry —le dije.
—¿sí?
—sí. cree que la revolución será mañana por la mañana. puede que sí y que no. quién sabe. le dije que el problema con las revoluciones es que han de empezar de DENTRO-afuera no de fuera-ADENTRO. lo primero que la gente hace en una revuelta es correr y agarrar una tele en color. quieren el mismo veneno que hace al enemigo un imbécil. pero él no hizo caso. se echó el fusil al hombro. fue a Méjico a unirse a los revolucionarios. los revolucionarios bebían tequila y bostezaban. y además, la barrera del idioma. ahora es Canadá. tienen un nido de comida y armas en uno de los estados del norte. pero no tienen la bomba atómica. están jodidos. y sin fuerza aérea.
—tampoco la tienen los vietnamitas. y están haciéndolo muy bien.
—eso es porque no podemos utilizar la bomba atómica a causa de Rusia y China. pero supongamos que decidimos bombardear un reducto de «castros» en Oregón, eso sería asunto nuestro, ¿no?
—hablas como un buen norteamericano.
—yo no hago política. soy un observador.
—menos mal que no todos se limitan a observar, porque si no nunca llegaríamos a ninguna parte.
—¿hemos llegado a alguna parte?
—no lo sé.
—tampoco yo. pero sé que muchos revolucionarios son simples gilipollas, simples ESTUPIDOS, demasiado para acabar con el tinglado. mira, no digo que los pobres no tengan que recibir ayuda, que los ignorantes no deban recibir instrucción, que no haya que hospitalizar a los enfermos, etc. lo que quiero decir es que estamos poniendo sotanas a muchos de estos revolucionarios y algunos son enfermos preocupados por el acné, abandonados por sus esposas que se han colgado al cuello esos condenados Símbolos de la Paz. muchos no son más que los oportunistas del momento y lo harían igual de bien si trabajaran para la Ford, si pudieran póner el pie en la puerta. no quiero pasar de una mala dirección a otra igual de mala... y hemos estado haciendo precisamente eso en cada elección.
—yo aún sigo creyendo que una revolución acabaría con mucha mierda.
—lo hará, triunfe o no. acabará con cosas buenas y malas. la historia humana avanza muy lenta. en cuanto a mí, me conformaré con mirar desde la ventana.
—el mejor sitio para observar.
—el mejor sitio para observar. bebamos otra cerveza.
—sigues hablando como un reaccionario.
—escucha, rabino. estoy intentando enfocar las cosas desde todos los ángulos. no sólo desde el mío. el sistema sabe conservar la calma. eso hay que admitirlo. hablaré con él alguna vez, sé que estoy tratando con un chico testarudo. mira lo que le hicieron a Spock. a los dos Kennedys. a King. a Malcolm X. haz la lista. es bien larga. si abandonas con demasiada prisa a los poderosos, puedes verte en Forest Lawn silbando Dixie por el canuto de cartón de un rollo de papel higiénico. pero la cosa está cambiando. los jóvenes razonan mejor que razonaban los viejos y los viejos se están muriendo. aún hay modo de conseguirlo sin que caigan miles de cabezas.
—han conseguido que te retires. pero para mí: «Victoria o Muerte».
—eso decía Hitler. y consiguió muerte.
—¿qué tiene de malo la muerte?
—nuestra pregunta hoy era « ¿qué tiene de malo la vida?».
—escribes un libro como TERROR STREET y luego quieres dar la mano a los asesinos y sentarte con ellos.
—¿nos hemos dado la mano, Rabino?
—¿cómo hablas con tanta tranquilidad sabiendo que en este instante se están cometiendo crueldades?
—¿te refieres a la araña y la mosca o al gato y el ratón? —me refiero al Hombre contra el Hombre, cuando el Hombre tiene posibilidad de evitarlo.
—hay algo positivo en lo que dices.
—sí claro. no eres el único con pico.
—¿qué propones entonces? ¿quemar la ciudad?
—no, quemar la nación.
—lo que dije, serás un magnífico rabino.
—gracias.
—y después de que arda la nación, ¿con qué la sustituiremos?
—¿dirías tú que la revolución norteamericana fracasó, que la revolución francesa fracasó, que la revolución rusa fracasó?
—no del todo. pero, desde luego, se quedaron cortos.
—fue un intento.
—¿cuántos hombres debemos matar para avanzar un centímetro?
—¿a cuántos hombres se mata por no avanzar en absoluto? —a veces, tengo la sensación de estar hablando con Platón. —lo estás: Platón con barba judía.
se calma la cosa entonces, y el problema cuelga entre nosotros. mientras tanto, los barrios pobres se llenan con los desilusionados y los desechados; se mueren los pobres en hospitales sin médicos casi; se llenan las cárceles con los trastornados y los perdidos hasta que no hay bastantes catres y los presos han de dormir en el suelo. entrar en la seguridad social es un acto de caridad que quizás no perdure. y los manicomios se llenan hasta los topes porque la sociedad utiliza a las personas como peones de ajedrez...
es la mar de agradable ser un intelectual o un escritor y observar estas maravillas siempre que tu PROPIO culo no esté en el rodillo de escurrir. ésta es una de las pegas de los intelectuales y los escritores. apenas si sienten más que su propia comodidad o su propio dolor. y es normal, pero es una mierda.
—y el Congreso —dice mi amigo— cree que puede resolver algo con una ley de control de armas.
—sí. en realidad sabemos quién ha disparado la mayor parte de las armas. pero no estamos tan seguros de quién ha disparado algunas de las otras. ¿el ejército, la policía, el estado, otros locos? me da miedo imaginar que yo pueda ser el siguiente, aún tengo, además, unos cuantos sonetos que me gustaría terminar.
—no creo que tú seas lo bastante importante.
—demos gracias a dios por eso, Rabino.
—creo, sin embargo, que eres algo cobarde.
—sí, lo soy. un cobarde es un hombre capaz de prever el futuro. un valiente es casi siempre un hombre sin imaginación.
—a veces, creo que TU serías un buen rabino.
—no tanto. Platón no tenía barba judía.
—déjate una.
—ten otra cerveza.
—gracias.
y así, nos tranquilizamos. es otro anochecer extraño, la gente viene a mí, hablan, me llenan: los futuros rabinos, los revolucionarios con sus fusiles, el FBI, las putas, las poetisas, los jóvenes poetas del estado de California, un profesor de Loyola camino de Michigan, un profesor de la universidad de California, Berkeley, otro que vive en Riverside, tres o cuatro chavales en el camino, simples vagabundos con libros de Bukowski embutidos en el cerebro... y durante un tiempo pensé que esta banda invadiría y asesinaría mis maravillosos y preciosos instantes, pero ha sido una fortuna, una suerte cada uno de ellos, todos, hombres y mujeres, me han traído algo y me dejan algo, y ya no he de sentirme como Jeffers detrás de un muro de piedra, y he tenido suerte por otra parte en que la fama que tengo sea en gran medida oculta y tranquila, y difícilmente seré nunca un Henry Miller con gente acampada alrededor de casa, los dioses han sido muy buenos conmigo, me han conservado vivo, e incluso coleando aún, tomando notas, observando, sintiendo la bondad de los buenos, sintiendo el milagro correr por mi brazo arriba como un ratón loco. una vida así, y se me otorga a los cuarenta y ocho años, aunque mañana no sepa si fue el más dulce de los dulces sueños.
el chaval se ha pasado un poco con la cerveza, el futuro rabino que perorará cada domingo por la mañana.
—tengo que irme. tengo clase mañana. —claro, chaval, ¿estás bien? —sí. perfectamente. saludos de mi padre.
—dile a Sam que dije yo que aguantara. todos llegaremos. —¿tienes mi número de teléfono?
—sí. justo sobre mi tetilla izquierda. le vi marchar. escaleras abajo. un poco gordo. pero bien. energía. exceso de energía. entusiasta y retumbante. hará un magnífico rabino. me gusta mucho. luego desaparece, le pierdo de vista, y me siento a escribirte esto. cenizas de cigarrillo por toda la máquina. explicarte cómo sigue y qué viene después. junto a mi máquina hay dos zapatitos blancos de muñeca de poco más de un centímetro de largo. mi hija, Marina, los dejó ahí. está en Arizona, no sé exactamente dónde, en este momento, con una madre revolucionaria. es julio de 1968 y tecleteo mientras espero que la puerta se derrumbe y aparezcan los dos hombres de rostro verdoso y ojos de gelatina rancia, y metralletas en las manos. ojalá no aparezcan. ha sido una tarde magnífica. y sólo unas cuantas perdices lejanas recordarán el rodar del dado y cómo sonreían las paredes. buenas noches.
Bukowski lloró cuando Judy Garland cantó en la Filarmónica de Nueva York, Bukowski lloró cuando Shirley Temple cantó «I got animal crackers in my soup»; Bukowski lloró en pensionzuchas baratas, Bukowski no sabe vestir, Bukowski no sabe hablar, a Bukowski le asustan las mujeres, Bukowski no aguanta nada bebiendo, Bukowski está lleno de miedo, y odia diccionarios, monjas, monedas, autobuses, iglesias, los bancos del parque, las arañas, las moscas, las pulgas, los freaks; Bukowski no fue a la guerra. Bukowski es viejo, Bukowski lleva cuarenta y cinco años sin soltar una cometa; si Bukowski fuese un mono, le expulsarían de la tribu...
tan preocupado está mi amigo por desgajar de mis huesos la carne de mi alma que apenas parece pensar en su propia existencia.
—pero Bukowski vomita con mucha limpieza y nunca le he visto mear en el suelo.
así que después de todo, tengo mi encanto, comprendes. luego abre de golpe una puertecilla y allí en un cuarto de uno por dos lleno de periódicos y trapos hay un espacio.
—siempre podrás instalarte aquí, Bukowski, estará siempre a tu disposición.
sin ventana, sin cama, pero estoy cerca del baño. aún parece bueno para mí.
—aunque quizás tengas que ponerte tapones en los oídos por la música que siempre tengo puesta.
—me agenciaré un equipo, seguro.
volvimos otra vez a su cubil.
—¿quieres oír un poco a Lenny Bruce?
—no, gracias.
—¿Ginsberg?
—no, no.
en fin, tiene que mantener el magnetófono en marcha, o si no el tocadiscos. por fin, me atacan con Johnny Cash cantando para los chicos de Folson.
—yo maté a un hombre en Reno sólo por ver como moría.
a mí me parece que Johnny está dándoles su ración de mierda lo mismo que sospecho que hace Bob Hope con los chicos que están en Vietnam por Navidades. soy tan desconfiado. los chicos gritan, aplauden, están fuera de sus celdas, pero me da la sensación de que es algo así como tirar huesos sin carne en vez de bizcochos a los hambrientos y los atrapados. no veo en ello nada santo ni valiente. sólo se puede hacer una cosa por los que están en la cárcel: dejarles salir. sólo se puede hacer una cosa por los que están metidos en la guerra: parar la guerra.