El libro secreto de Dante (17 page)

Read El libro secreto de Dante Online

Authors: Francesco Fioretti

Tags: #Historico, Intriga

BOOK: El libro secreto de Dante
11.28Mb size Format: txt, pdf, ePub

Bruno y Giovanni estaban desconcertados, porque Bernard hablaba de estos temas con tal seguridad que les resultaba difícil distinguir entre realidad e imaginación. Bernard empezó a explicar el significado que se le podía dar al cuadrado de Dante:

—El uno es la clave para descifrar el mensaje secreto en eneasílabos. Son los versos de una especie de adivinanza, probablemente en el francés de Outremer, una lengua híbrida: francés, provenzal y normando de Sicilia. Lo oí en San Juan de Acre el día de la derrota, me acuerdo claramente: antes de dirigirnos a la torre Maldita, Guillaume de Beaujeu, el gran maestre, le ordenó a Gérard de Monreal salvar algo: los
nove…,
no lo entendí bien; acababa en
-rios.
Pensé que se refería a
novenarios
(«eneasílabos»), que se trataba de versos ultrasecretos que ocultarían el mapa del nuevo Templo, el lugar al que los templarios trasladaron el arca con las tablas de la Ley. Ahora mirad aquí… —Señaló el cuadrado dibujado por Giovanni.

—El cuadrado —prosiguió— nos proporciona el mapa, el texto está oculto en el poema, el uno del esquema de Giovanni es la clave: cada cantiga del libro de Dante está formada por treinta y tres cantos, cada canto con un número variable de tercetos, cada terceto de treinta y tres sílabas; pues bien, el uno indica, en la secuencia del cuadrado, el primero, el central y el último de treinta y tres. Por tanto, se debe tomar el primer canto de los primeros once, el sexto de la segunda serie de once, el undécimo de la última, o sea el primero, el decimoséptimo y el trigésimo tercer canto de cada cantiga. En cada uno de ellos hay que buscar el primero, el central y el último terceto, y en cada terceto la primera, la decimoséptima y la trigésimo tercera sílaba. Obtendremos tres sílabas de cada terceto, nueve sílabas por canto, o sea un eneasílabo; los tres eneasílabos por cantiga suman en total nueve eneasílabos, de ahí…
salva los eneasílabos…
—Bernard se levantó y fue a buscar su copia de
La Comedia, mientras
Giovanni y Bruno se miraban escépticos.

—¿Y Dante de dónde los habría sacado? —preguntó Giovanni.

Bernard no contestó, sino que volvió a sentarse y empezó a transcribir versos del primer canto del poema. Giovanni planteó la objeción de que quizá para la primera cantiga, de treinta y cuatro cantos, había que saltar el primero, que hace de proemio a toda la obra. Bernard respondió que en su opinión el canto que había que excluir era el último, el de Lucifer:
Vexilla regis prodeunt inferni.
El estandarte de Satanás en el primer verso situaba ese canto fuera del territorio de la ley divina y humana, así pues, fuera del recuento. Empezó por tanto con el
Infierno:
el primer canto, el primer terceto, el central y el último. Transcribió las sílabas que resultaban, borró algunas consonantes, introdujo algunas otras, el cómputo de las sílabas en lengua vulgar no estaba, por otro lado, regulado por las gramáticas. Al final, escribió el resultado completo:

Nel
mezzo del cammin di nostra vita

mi ritrovai per
un
a selva oscura

che la diritta via era smarri
ta
.
[24]

Ris
puosemi: «Non omo, orno già fui,

e li parenti
miei
furon lombardi,

manto ani per patria ambe
dui
».
[25]

Che
tu mi meni là dov'or dicesti,

si ch 'io veggia la
por
ta di san Pietro

e color cui tu jai cotanto mes
ti
.
[26]

—He aquí el primer eneasílabo:
Ne l’un t'arimi e i dui che porti…

—No significa nada —objetó Giovanni.

—Ya os he dicho —replicó Bernard— que los nueve eneasílabos estaban escritos en la lengua de los francos de Outremer. Y esto parece una vulgarización solo un poco adaptada:
arimer
es un verbo francés usado por los marineros de Tiro; significa «estibar», «depositar en el fondo de la nave», de modo que en reflexivo puede significar también «esconderse». Por eso el verso significa, más o menos: «En el uno te escondes tú y los dos que llevas». El misterio se esconde en el uno. ¿Qué os decía?

Giovanni seguía escéptico. A Bruno el asunto le parecía de todos modos divertido, y le pidió a Bernard que continuara. El extemplario repitió la operación con el decimoséptimo canto:

«
Ec
co la fiera con la coda aguzza,

che passa i monti e r
om
pe i muri e l'armi!

Ecco colei che tutto
’l
mondo appuz
za
».
[27]

Or
te ne va; eperché se' vivo anco,

sappi che
‘l
mio vi
cin
Vitalïano

sederà qui dal mio sinistro flan
co
.
[28]

Co
sì ne puose al fondo Gerione

al piè al piè de
la
stagliata rocca,

e, discaricate le nostre perso
ne
….
[29]

Y finalmente con el trigésimo tercero:

La
bocca sollevò dal fiero pasto

Quel peccator for
ben
dola a' capelli

del capo ch'elli avea di retro guas
to
.
[30]

Ai
Pisa, vituperio de le genti

del belpaese
l
à
dove
‘l
si suona,

poi che i vicini a te punir son len
ti
.
[31]

Tro
vai di voi un tal che per sua opra

in anima in Co
ci
to gia si bagna,

e in corpo pare vivo ancor di so
pra
.
[32]

Después, garabateando, borrando y reescribiendo, separando con barras verticales las palabras, llegó a este primer terceto:

Ne l'un t'arimi e i dui che porti

e com zà or c'incoco(l)la(n). Né

l’abento ài là: (a) Tiro (o) Cipra.

Bruno le preguntó por qué, arbitrariamente en su opinión, había quitado algunas consonantes:
ecRomza, tiTrocipra…
Bernard respondió que en ambos casos se trataba del nexo
muta cum liquida,
que no cierra por lo general las sílabas, pues se podía quitar tranquilamente una consonante. Una especie de regla interna, pero válida solamente en el caso de una pareja de consonantes de esa clase:
muta cum liquida.

Después explicó los versos:

—E
com zà
or c'incoco(l)la(n): comme ça
es aún francés, significa «así». «Los dos que traes, así, nos "incucullan"», es decir, se visten con su cuculla, no sé si tenéis presente ese verso del noveno canto del
Paraíso
en el que se habla de los serafines, los ángeles
che di sei ali fanno la cocolla…
(«que con las seis se han hecho la cogulla»). La cogulla es el hábito de los frailes, pero aquí, referido a los ángeles, significa que se cubren con las seis alas de los serafines, esto me parece bastante claro…

—¡El arca de la alianza! —exclamó Bruno—. ¡Los dos querubines! El arca está descrita en el Éxodo, Giovanni: es una caja de madera de acacia revestida de oro puro. En la tapa están las estatuas de dos querubines de oro en las dos extremidades, como dijo antes Bernard, esculpidas en un único bloque con las alas encima de ellos, que se unen para cubrir la caja entera. Las caras hacia el interior, las miradas inclinadas hacia el propiciatorio… «Cogullan» el arca, la tapan por entero con sus alas…


Ti nascondi nell'uno con i due che porti e che ci ammantano così, con le loro ali
(«En el uno te escondes tú y los dos que llevas, y nos cogullan así, con sus alas») —resumió Bernard—:
Né ‘l abento ài là: a Tiro o Cipra.
El
abento
es el punto de llegada, el descanso, un término de los normandos sicilianos…

—Sí —confirmó Bruno—, es una palabra que aún se usa en Sicilia, pero también por aquí. Giovanni, ¿conoces el
Contraste
de Cielo de Alcamo?
Per te non ajo abento notte e dia
(«Por tu culpa no hallo paz ni de noche ni de día»). Deriva del latín
adventus,
«llegada, arribo»…

—Así pues:
Né là hai riposo, né sei arrivato, riposi là: a Tiro o a Cipro…
(«No hallas reposo, no has llegado, descansa: en Tiro o en Chipre»).
Chypre,
en francés, y la
e
es por lo general italianizada en
a…
—concluyó Bernard—. El arca probablemente fue puesta a salvo cuando Saladino conquistó Jerusalén, y la única ciudad cruzada que logró resistir a las armadas islámicas fue el puerto de Tiro, en el Líbano, que fue asediado, pero sin éxito, por los musulmanes. No era sin embargo una sede muy segura, Saladino habría podido intentar retomarla. Pero se movilizó todo el mundo cristiano, incluso Felipe Augusto y Ricardo Corazón de León. Este último llegó más tarde que el rey de Francia, ¿y sabéis por qué? Se había entretenido conquistando Chipre, arrebatándosela a los bizantinos. Probablemente fue entonces cuando el arca pasó de Tiro a Chipre, de Tierra Santa a Occidente. Tiro, Chipre, pero tampoco se detuvo en la isla. Casi hemos llegado, ahora debería decirnos dónde está actualmente…

Bernard se arriesgó entonces con el primer canto del
Purgatorio:

Per
correr miglior acque alza le vele

omai la navi
cel
la del mio ingegno,

che lascia dietro a sé mar si crude
le
.
[33]

Com
'io l'ho tratto, saria lungo a dirti;

de l‘alto scende
vir
tù che m'aiuta

conducerlo a vederti e a udir
ti
.
[34]

Qui
vi mi cinse sì com'altrui piacque.
[35]

Y se detuvo en este verso:
per cell(e) e cov(i) irti qui,
escribió.

—Y desde Chipre «aquí, atravesó celdas, cavernas subterráneas y cuevas hirsutas, inaccesibles» —tradujo—. Aquí, ¿dónde? ¡Ahora nos dirá dónde está! —gritó eufórico.

Bruno lo miró receloso. Giovanni, que aún no estaba totalmente convencido, repitió en voz baja su objeción:

—¿Quién le entregó a Dante los nueve eneasílabos? ¿Acaso no se trataba de versos ultrasecretos?

—Quizá él fuera el gran maestre secreto —respondió Bernard. No cabía en sí, estaba desbordado, tenía prisa por descubrir lo que deseaba creer que era el motivo por el que había vivido —. Ahora estamos cerca, ¿es que no estás contento? Estamos cerca de resolver el misterio… —añadió en voz alta. Bruno y Giovanni lo miraron con los ojos abiertos de par en par.

—¡Chist! Gigliata y la pequeña Sofía duermen… —dijo Giovanni.

—No tengo ni la más remota idea —dijo entonces bajando la voz— de cómo llegaron al poeta estos versos…

—Aparte de eso, quien lo mató ¿qué querría de él? ¿Por qué harían desaparecer el autógrafo de la
Comedia?


Quizá alguien no quería que se divulgase el mensaje secreto, aunque fuera de una manera tan críptica, e intentó impedir que lo acabara —sugirió Bruno bostezando.

—¿Podemos continuar mañana con esta búsqueda, Bernard? —susurró Giovanni al darse cuenta de que Bruno estaba cansado, porque no quería resultar molesto.

—Sí, podemos continuar en otro momento. Yo ahora me voy a dormir, la verdad es que estoy muy cansado. Mañana podíamos dar una vuelta por la zona del
Studium,
allí se conoce a gente interesante. ¿Qué dices, Giovanni?

Bruno y Giovanni se levantaron.

—En cualquier caso, esta historia del arca es muy curiosa —comentó Bruno desperezándose un poco—. ¡Mucho, y muy misteriosa! De todos modos, quién sabe si es casualidad o…

Other books

Street Game by Christine Feehan
Extremis by Steve White, Charles E. Gannon
Honeymoon in Paris by Juliette Sobanet
The Gift by Alison Croggon
The Mind-Murders by Janwillem Van De Wetering
The Bet by J.D. Hawkins
A Matter of Mercy by Lynne Hugo