Authors: Megan Maxwell
—Bueno, Impaciente —se mofó Shelma viendo la cara de felicidad de su hermana—, veo que no has perdido tu mano para domesticar caballos.
—¡Mandona! —gritó sonriendo al escucharla—. Sujeta a lord Draco. Voy a dar un paseo con Stoirm, y no creo que pueda seguirnos.
—Esto suena a carrera —sonrió Shelma.
—¡Por san Fergus! —susurró Rene, incrédulo por lo que estaba viendo—. Agarraos bien,
milady
. Esa bestia os la jugará cuando menos lo esperéis.
—Stoirm es un buen caballo —indicó bien cerca de sus orejas para que el animal escuchara su voz—. No me tirará porque sabe que puede confiar en mí. —Luego, mirando a Shelma y Rene, dijo—: Abridme la arcada del patio.
—No, no, imposible —negó con la cabeza el mozo, pero Shelma fue más rápida y, tras sujetar a lord Draco, con un movimiento abrió la arcada del patio. A paso lento, Megan la cruzó montando a Stoirm ante las quejas de Rene y las sonrisas de su hermana.
—Volveré enseguida. Y, por favor, Rene, no te preocupes —insistió Megan. Clavando con suavidad sus pies descalzos en el caballo, este comenzó a trotar a paso lento—. Muy bien, Stoirm, buen caballo —susurró dándole unas palmaditas afectuosas con la mano. Luego, dirigiéndose hacia unos árboles, le comentó—: Ahora que nadie nos mira, enséñame de qué clase es la sangre que corre por tus venas.
Y con esas palabras, le clavó los talones al caballo y éste comenzó a galopar de tal manera que Megan creyó que volaba mientras sorteaba los árboles y saltaba pequeños obstáculos. Por primera vez en muchos días, se sintió libre y disfrutó al notar el aire fresco contra sus mejillas. El caballo le respondía a todos los movimientos que ella le exigía y eso le daba la confianza para volar sobre el manto verde que se presentaba ante ellos. Tras cruzar como un rayo la pradera, subió una colina desde la que pudo admirar la fortaleza y la aldea. Qué pequeño parecía todo visto desde allí. Tomando aire junto al caballo, que también resoplaba por la veloz carrera, señaló:
—Gracias, Stoirm. Me has hecho disfrutar muchísimo. Eres un buen caballo y no mereces estar metido día tras día en la cuadra. Por lo tanto, te aconsejaría que no mordieras a Rene, que es una buena persona, y sobre todo que suavices tu carácter. —El caballo resopló moviéndose intranquilo, haciéndola sonreír—. ¡Eh…, es un consejo! Luego, tú haces lo que quieras.
—Creo que haría bien si siguiera vuestras instrucciones —dijo una voz tras ella, que le hizo volverse rápidamente para encontrarse con un hombre de pelo cobrizo que la observaba con sus clarísimos ojos azules. Tras él, varios guerreros la estudiaban con curiosidad.
—¡Disculpad! Pero no hablaba con vos —respondió mirándole. ¿Quién era ese tipo para mirarla de aquella manera? Y, sobre todo, ¿dónde había visto antes esos ojos?
El hombre puso su caballo junto al de ella y la examinó como un lobo que está a punto de atacar a su presa.
—Hablabais con Stoirm —indicó el desconocido—. Sólo quería deciros que yo también he disfrutado con vuestra carrera. Ha sido impresionante veros a vos y a él volar como el viento. Ambos formáis una pareja hermosa e inquietante. —Y, tras decir esto, tocó a Stoirm que cabeceó como si conociera a aquel hombre—. Sois una amazona espectacular y tengo que reconocer que vuestra habilidad y vuestro valor para manejar a este semental me han dejado impresionado, aunque ahora que os tengo frente a mí, dudo si me impresiona más vuestra destreza o vuestra belleza —susurró alargando una mano para tocar la mejilla de ella, que rápidamente la esquivó, haciéndole sonreír.
—Gracias por vuestros cumplidos —dijo Megan observando con curiosidad al hombre de ojos azules—. Disculpad, pero he de volver. Me esperan.
—¿Vivís en la fortaleza? Os acompañaré —respondió haciéndola sonreír. Aquello le recordó cuando Duncan se empeñó en acompañarla—. ¿Qué os he dicho tan gracioso? —preguntó mirándola con un brillo en sus ojos que la inquietó.
—Oh, nada. Disculpad —respondió sin darse cuenta de la atractiva imagen que ella ofrecía subida en aquel impresionante caballo.
—¿Dónde están vuestros zapatos? —preguntó señalando los pies desnudos de ella—. Y ¿dónde os habéis caído para que vuestro pelo esté lleno de paja? —rio quitando algunas briznas de aquel espectacular cabello oscuro.
—Y, digo yo, ¿a vos qué os importa? —respondió echando la cabeza hacia atrás y tirando hacia abajo de su falda al percatarse de cómo él le miraba las piernas.
—¿Qué hacéis montando el caballo de mi desaparecido amigo Gabin? Por lo que sé, desde su muerte nadie lo monta.
Megan maldijo al saber que él conocía el caballo.
—Sólo estaba dando un tranquilo paseo con él —respondió sabiendo que aquel absurdo secreto finalmente sería descubierto.
—¿Llamáis tranquilo paseo a lo que acabáis de hacer? Pero si corríais como si os persiguiera el mismísimo diablo —se mofó al responderle mientras la miraba con deseo. ¿De dónde había salido esa mujer?
—Está bien —sonrió finalmente poniendo los ojos en blanco—. Tenéis razón en todo lo que decís, pero me daba pena ver privado a este precioso caballo de correr un poco. Después de ganarme su confianza y de sacarle sin que nadie se percatara —mintió encubriendo a Rene—, decidí galopar un poco con él. Pero, por favor, tengo que volver. Si mi hermana ve que no vuelvo, se asustará.
El guerrero, cada vez más hechizado por ella, no estaba dispuesto a dejarla marchar.
—Podemos ir juntos —volvió a repetir al acecho de cada movimiento de ella, cosa que a Megan no le gustó nada—. Llevamos el mismo camino. Mis hombres y yo vamos hacia la fortaleza.
En ese momento, se acercó a ellos con gesto serio un jinete que resultó ser Kieran. Después de mirar a Megan, observó con detenimiento a su acompañante. En ese momento, ella se percató de que el que tenía enfrente era James O'Hara
el Malo
.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Kieran con gesto adusto, indicándole a Megan que se callara—. Sabes que a McPherson no le agrada mucho tu compañía.
—Estaba cerca y necesitaba unos víveres —respondió sin emoción en la voz—. ¿Y tú qué haces aquí, hermano?
—¡Qué casualidad, James! Apareces cuando McPherson no está —siseó incrédulo interponiéndose entre Megan y él.
—¿Acaso eres tú ahora el
laird
de estas tierras? —rio despectivamente, y mirando con avidez a Megan, cosa que hizo presentir problemas a Kieran, prosiguió—: ¿Eres el guardián de esta mujer?
Las duras palabras de Kieran y la mirada de James no gustaron nada a Megan.
—Lo que yo haga aquí no te interesa —respondió Kieran, sorprendiéndola por aquel tono de voz—. Y, referente a la mujer, digamos que sí. Soy su guardián.
—Demasiada mujer para ti, ¿no crees? —se mofó de su hermano, que no se movió al escucharle.
Kieran, enrojecido por la rabia, se acercó más a él y le siseó en la cara:
—Escucha, si necesitas víveres no seré yo quien te impida adquirirlos. Pero, en cuanto acabes, quiero que desaparezcas. —Y mirando a Megan, que había permanecido muda todo aquel tiempo, indicó—: ¡Volvamos a la fortaleza!
—Creo que tardaré un poco más en marcharme —respondió secamente James—. Algunos de mis caballos necesitan ser visitados por el herrero.
—No quiero problemas, James —contestó Kieran clavándole la mirada.
Cuando se disponían a marchar, James los paró.
—Un momento —susurró James con rabia. Se acercó de nuevo a ella y, alargando una mano, cogió uno de sus rizos negros hasta que ella, con un movimiento de cabeza, se lo arrebató. El hombre clavó en ella sus fríos ojos azules y torció su boca para sonreír—. ¿Me permitiréis saber vuestro nombre?
—Díselo para que podamos regresar —apremió Kieran, inquieto por los problemas que podría ocasionar su hermano.
—Megan —respondió maldiciendo al instante. Tras inclinar la cabeza a modo de despedida, se agarró de nuevo a las crines de Stoirm y comenzó a bajar la colina junto a un callado Kieran.
—¿Se puede saber qué hacías sola cabalgando con Stoirm? —preguntó sin mirar atrás. Sabía que James y sus hombres les estaban mirando—. ¿Estás loca?
—No pensé que hubiera ningún tipo de peligro —respondió inquieta al ver la premura que Kieran llevaba.
Kieran miró de reojo hacia la colma y con gesto fiero gritó:
—Da gracias al cielo que te he visto.
—Pero ¿qué pasa? —preguntó sin entender cuál era el problema y el motivo de tanta urgencia.
—Ese que dice llamarse mi hermano —explicó Kieran sin dejar de azuzar a su caballo— es la persona más problemática que he conocido en mi vida. Por lo tanto, regresemos cuanto antes a la fortaleza.
Tras escuchar aquello, Megan hundió los talones en los flancos del animal y éste comenzó nuevamente a volar, ahora si cabe como si el demonio les fuera a coger.
James O'Hara, que los observaba desde lo alto de la colina, soltó una sonora carcajada cuando vio que la muchacha retomaba su alocada carrera sobre el impresionante animal. Tras perderlos de vista entre los árboles, levantó su mano y, junto a sus hombres, continuó su camino hacia la fortaleza sin poder dejar de preguntarse por aquella morena de ojos negros llamada Megan.
Cuando Megan y Kieran llegaron a las cuadras, un preocupado Rene suspiró aliviado. Shelma, por su parte, la saludó con la mano y torció el gesto al ver que el secreto ya no lo era tanto. Megan guio a Stoirm. De un salto desmontó del caballo, le susurró unas palabras cariñosas al oído y le dio un par de palmadas en el lomo para luego agacharse a recoger sus zapatos.
—Entrad rápidamente en la fortaleza —les indicó Kieran antes de irse a hablar con sus hombres. Tenía que reforzar la guardia. Su hermano James estaba allí y no se fiaba un pelo de él.
—¿Qué tal se ha portado esta belleza? —preguntó Shelma acercándose a su hermana.
—¡Impresionante! —respondió ella mientras se ponía los zapatos y miraba de reojo hacia los árboles.
—
Milady
, si os hubiese pasado algo, vuestro marido me habría matado —señaló Rene al cerrar el portón de la cuadra.
—Pero no me ha pasado nada, ¿lo ves? —Sonrió dichosa por la carrera que había disfrutado con Stoirm—. Ahora tenemos que irnos, Rene. Si alguien pregunta por mí, ¡no me conocéis! Y no sabéis nada de quién paseó esta tarde con Stoirm. —Mirando a su hermana dijo—: ¡Vámonos, Shelma!
Y comenzó a andar con premura hacia la fortaleza, como le había indicado Kieran O'Hara.
—¿Por qué tienes tanta prisa? Y ¿cómo es que has regresado con Kieran? —preguntó su hermana tomándola del brazo.
—¡Démonos prisa! Tengo un mal presentimiento —apremió cogiéndola de la mano. Shelma, al escucharla, la miró extrañada y Megan, recogiéndose el pelo con un trozo de cuero, dijo—: Ahora te cuento lo que me ha pasado, ¿vale?
Una vez en la habitación, le contó lo ocurrido observando desde la ventana la llegada de un grupo de guerreros comandado por el hombre de encantadora sonrisa, que enseguida fue recibido por Berta, Sabina y las demás furcias con clara familiaridad.
—¿Ese es James O'Hara? ¿El Malo? —preguntó Shelma viendo al apuesto hombre que en ese momento miraba a su alrededor.
—Eso dijo Kieran. Por lo poco que he hablado con él, no le hace ninguna gracia que su hermano esté aquí —susurró viendo que James se dirigía hacia las caballerizas.
Tras hablar brevemente con Rene, que negó con la cabeza, volvió a mirar a su alrededor con cara de enfado. Poco después, apareció Kieran y ambos comenzaron a discutir.
El resto de la tarde la dedicaron a observar con detenimiento los movimientos de James, que intentó entrar en la fortaleza, pero Kieran se lo impidió de malos modos.
Mary, con un grupo de mujeres, pasó junto a varios de los guerreros, y sus gritos y vítores hicieron huir a las muchachas, que asustadas entraron raudas en el interior de la fortaleza.
La noche caía, y con ella se comenzaron a encender las primeras antorchas. De pronto, la arcada de la habitación se abrió y apareció Mary.
—Hola, Mary —saludó Shelma—. ¿Qué te dijeron esos hombres para que corrieras así?
Con gesto turbado ella respondió:
—Oh…,
milady
. Los hombres a veces pueden llegar a decir cosas escandalosas.
—Tienes toda la razón del mundo —sonrió Megan al ver aquella traviesa mirada en la menuda joven, y acercándose a la ventana preguntó—: ¿Quiénes son esos hombres?
—Guerreros del clan O'Hara —reveló con una rabia que no pasó desapercibida para las hermanas—. Unos brutos que cada vez que pasan por la fortaleza sólo provocan problemas a las mujeres de la aldea.
—¿Problemas? —preguntó Shelma.
—Sí, muchos problemas —asintió sin mirarlas—. Esos hombres no aceptan un no como respuesta. Cada vez que vuelven, me dan ganas de envenenar el agua que toman por todo el daño que hacen.
—Uy —rio Shelma al escucharla—. Si se trata de envenenar el agua, mi hermana es experta en ese tipo de desastres.
—¡Shelma! —Megan soltó una carcajada mirando con los ojos muy abiertos a su hermana—. ¡Qué pensará Mary de eso que has dicho!
—Milady
. ¿en serio conocéis alguna pócima? —preguntó con curiosidad Mary, que vio una pequeña luz ante los problemas que se avecinaban.
—No hagas caso a mi hermana. Nunca he envenenado el agua de nadie. ¡Por Dios! ¡Qué mal suena la palabra envenenar! Pero sí conozco bastante bien el poder de las hierbas.
Tomándole las manos, la criada le suplicó:
—Milady
, nos sería muy útil que nos indicarais qué hacer para que esos brutos de ahí abajo no ocasionen muchos problemas hasta que lleguen nuestro
laird y
vuestros maridos.
—¿Crees que es necesario? —le preguntó Megan mirándola a los ojos.
La muchacha asintió.
—Kieran está intentando que James se marche, pero la noche ya llegó y ese salvaje sigue aquí —respondió sin pestañear.
—Pues no se hable más —resolvió Shelma cogiendo la talega de su hermana—. Dile a Mary qué hierba debe cocer y echar en la bebida. —Mirando con guasa a la joven sirvienta dijo—: ¿Qué prefieres? ¿Qué se les vacíen las tripas y les escueza el trasero, o que caigan dormidos como troncos y al día siguiente les remate el dolor de cabeza?
—No me tentéis…, no me tentéis… —se carcajeó Mary.
—Creo que será mejor que dejemos tranquilos sus traseros y que los durmamos —resolvió Megan riendo por las palabras de su hermana. Sacando unas hierbas color marrón oscuro dijo—: Toma, Mary, échalas en los barriles de cerveza. Ellas solas se mezclarán con la cebada y ocasionarán somnolencia. Cuanto más beban, mejor.