Yo maté a Kennedy (20 page)

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Authors: Manuel Vázquez Montalbán

Tags: #Relato

BOOK: Yo maté a Kennedy
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Reparemos, a guisa de pertinente ejemplificación, en un texto situado en las postrimerías mismas de la novela por someramente comentar, en el cual invócase explícitamente, mas también se ironiza, la tesis teórico-literaria de la coparticipación literaria, i. e., el vínculo simbiótico establecido entre enunciante y enunciatario en orden a la articulación del texto literario en cuanto vehículo de sentido o, por mejor decir,
quatenus
totalidad semántica. La producción del sentido concomitante con la realidad textual literaria concíbese ora como un quehacer sinérgico y, por ende, cooperativo de enunciante y enunciatario, ora como una concreción exclusiva del lector (correlativa de la cual tesis es aquélla según la cual el autor o, por mejor decir, el titular de la función autoral, deviene causa meramente procatártica en cuanto a la producción del sentido). La paródica interpolación del narrador protagonista principia, precisamente, con la interpelación de que el lector —tan benevolente y desocupado cuanto el cervantino— es objeto:

Amigo lector, usted, con su inteligencia innata y con la costumbre de la coparticipación literaria que ha adquirido bajo la influencia de los profetas de la hora del lector, ya habrá adivinado que yo no tenía ningunas ganas de consumar mi propósito (Vázquez Montalbán, 1993: 179).

La novela de Vázquez Montalbán propone y describe un universo físico cuyas lindes o fronteras con la imaginación, con la realidad cogitativa o noética, frecuentemente se difuminan. Realidad y conciencia de ésta suelen imbricarse, sobreponerse o intersecarse. Obviamente, un hecho semejante dificulta la tarea exegética del lector.

Un significativo número de acaecimientos sobreviene en el Palacio de las siete Galaxias, el cual debería, antes bien, denominarse Palacio de los siete Planetas, el cual planea sobre Washington, D. C. La fortaleza aérea, mansión presidencial, ha sido diseñada por un arquitecto visionario: Walter P. Reagan. Reagan es objeto, por parte del narrador protagonista, de una descripción encomiástica:

conduce al talento superior del arquitecto programador: el inconmensurable Walter P. Reagan. A los dieciocho años ya sorprendía a la opinión especializada con su proyecto del palacio para los Kennedy (V. Montalbán, 1993: 13).

En este universo, el cual es un tanto inverosímil, maravilloso —o por mejor decir: portentoso (en el cual las lindes entre realidad y portento se esfuminan)— y ciertamente no sometido a cabalidad a los principios nómicos rectores del decurso de los procesos y los hechos propios de la cotidianidad; un universo en el cual el vorazmente lector John F. Kennedy es capaz de abarcar (mediante lectura), en el transcurso de una vida no precisamente larga, treinta y tres mil volúmenes; un universo en el cual se cuenta, no se sabe cómo y por qué, con el afamado músico catalán Pau Casals; un mundo en el cual acaecen condensaciones cuasipsicoanalíticas, en el cual los personajes invístense de una u otra personalidad, etc., Pepe Carvalho suscita inquietud y tribulación, en la medida en que no se sabe, a ciencia cierta, quién es y cómo es. En múltiples sitios hase revestido de apariencias plenamente disímiles, scil.: ora la de un hombrecillo bajo y calvo, ora la de un hombre alto y fornido, etc. Sea de esto lo que fuere, el propio Carvalho, quien se desempeña actualmente como un guardaespaldas del presidente (guardaespaldas que goza del afecto y de la confianza de éste último, mas de la antipatía de Robert Kennedy, quien abriga sospechas respeto de él), estima que Carvalho no es un ente de ficción, ni un mito de orden literario, sino un
ens reale
mitificado, el cual funge cual punto de referencia respecto de la aplastante mayoría de los colegas, guardaespaldas y espías, de Carvalho mismo. En efecto,

Yo sé que Pepe Carvalho amanece todos los días con la misma problematicidad de casi todos nosotros. Que su prestigio es tan hijo de sus circunstancias como de una desesperada voluntad de sobresalir en el oficio. Reniega de su trabajo como cualquiera y tiene la común tendencia a justificar la última moralidad de lo que hace por la evidencia de lo que ya está hecho (Vázquez Montalbán, 1993: 55).
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En conformidad con John Edgar Hoover, ominoso y despótico director del
Federal Bureau of Investigations
(FBI), Carvalho no existe, tanto como no existe Bacterioon. Antes bien, semejantes abortos de una imaginación atribulada y atormentada, son efectos de las fuerzas inveteradamente malignas, scil.: las internacionales de la masonería, el marxismo-leninismo y la sodomía (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 54).

La obra de Vázquez Montalbán no es, meramente, una crítica hiriente, ludibriosa y mordaz de la burguesía norteamericana contemporánea, sino, asimismo, la autocrítica de un intelectual marxista en absoluto adocenado, el cual se percata de la pluralidad de los vicios intelectuales, entre ellos preponderante el del dogmatismo, de sus correligionarios. He aquí el motivo del cruento y contumelioso ludibrio que figura en las páginas 132 y 133, a propósito de la versión determinista de la teoría de la conciencia, según la cual la determinación de la conciencia por parte del ser social es exhaustiva y unidireccional. He aquí una versión extremosa de la tesis estatuida por Karl Heinrich Marx (1818-1883) en el prólogo de su
Introducción a la crítica de la economía política
(1859):

[…] en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia (K. Marx y F. Engels [Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú]: 182). [La cursiva es nuestra.]

He aquí la tesis nuclear del materialismo histórico, especificación del materialismo dialéctico, núcleo ontológico del marxismo. El materialismo histórico es la aplicación concreción especificante de los principios del materialismo dialéctico, en orden a la intelección de los vínculos entre modo de producción de la vida material, y tanto las superestructuras estatal y jurídica cuanto las formas superiores de la conciencia.
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En acuerdo con la reflexión de Pepe Carvalho, quien profesa el marxismo, sus vínculos con Muriel se han inficionado por el hecho de que él mismo adolecía de deletéreas propensiones individualistas:

Yo estaba esclavizado por mis relaciones de producción de intelectual, productor individual, con remuneración a destajo, lo que me impedía una mínima comprensión de la realidad a partir de una conciencia de clase y por lo tanto la aplicación de una moral de clase a las normas correctas de la convivencia. Por otra parte, mi condición de productor individual me había condicionado una estructura mental de pequeño propietario agrario, individualista, francotirador, insolidario, que podía llevarme al exceso de una supervaloración subjetiva de los valores de la cultura burguesa, subjetivismo claramente manifestado en la sospechosa elección de Voltaire frente a Rousseau (Yo maté a Kennedy [1993. Barcelona: Planeta], pp. 132, 133).
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Vázquez Montalbán ironiza y parodia, despiadadamente, las interferencias de las cuales es objeto, por parte de la cosmovisión marxista leninista, el espacio doméstico. En acuerdo con la dogmática y paranoica Muriel, la cual no puede pensar alternativamente y percibe conspiraciones por doquier, el pequeño burgués, el ineluctablemente subjetivista Pepe Carvalho ha sido inficionado y se ha enajenado por razón de su mecánica laboral (cf. V. Montalbán, 1993: p. 133). Así, pues, es imposible que aquél ejerza, en su hija, una instrucción y formación auténticamente emancipatorias. Como Pepe no supere su enajenación mediante un apropiado programa de lecturas, la educación de su hija no podrá serle confiada por un miembro diligente y consciente del Partido Comunista.

En conformidad con la fanatizada Muriel, la brutalidad parafascista de la disputa del día anterior había, allende de cualesquiera dudas razonables, manifestado la dificultad de la superación, por parte de Carvalho, de sus condicionamientos, y la imposibilidad del refrenamiento de una propensión incoercible hacia las simas de los fascismos teórico y práctico (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 133). Según Muriel, Pepe habría de contar, cuando menos, con el decoro de no apelar a los privilegios anejos a la patria potestad, jurídicamente sancionada, toda vez que el derecho de la sociedad burguesa no es más que una superestructura, funcionalmente subordinada a los intereses de la referida clase social hegemónica (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 133). Las prerrogativas concomitantes con la patria potestad son consecuencias de la conspiración que aspira a que la jerarquía de la célula familiar (monogámica) se supedite a la jerarquía parafeudal de un sistema parafascista (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 134). La brutal irrupción de la política en el orden doméstico; la politización de éste último, son ludibriosamente zaheridos por Vázquez Montalbán, quien pulveriza, mediante la humorada, los despóticos tópicos comunes del marxismo leninismo. El paroxístico dogmatismo de Muriel, su incapacidad para negociar inteligente y versátilmente con las realidades fácticas, manifiestan el carácter últimamente sacrificial de las dogmáticas acrítica e idolátricamente asumidas.

Por principio, la obra versa sobre un guardaespaldas del presidente de los EEUU: John Fitzgerald Kennedy, asesinado en Dallas en 1963. Pepe Carvalho (trasunto del político, literato y espía Jesús de Galíndez, asesinado en Santo Domingo, República Dominicana [por el Servicio de Inteligencia Militar del régimen de Rafael Leónidas Trujillo Molina], en 1956), personaje de ascendencia gallega, exmiembro del Partido Comunista español, actualmente miembro de la CIA (Central Intelligence Agency), labora como guardaespaldas del presidente. De ahí el subtítulo de la novela:
Impresiones, observaciones y memorias de un guardaespaldas
. Carvalho es, por su parte, objeto de las pesquisas y persecución del FBI. Se supone (en acuerdo con el FBI) que Carvalho tenía la intención de ingresar en el territorio estadounidense desde Canadá. Carvalho caracteriza a la CIA como un fascinante escenario para la experimentación, particularmente cuando se dispone de acceso a puestos directivos (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 39).

La obra consta de sesenta y un apartados, algunos de los cuales se reducen a un solo parágrafo. Otros, en cambio, como por ejemplo el sexagésimo, se extienden a lo largo de un cuantioso número de páginas.

La obra, como adecuado y representativo ejemplar de la corriente experimentalista, congloba una pluralidad de géneros literarios, entre ellos el dialógico, el narrativo, el epistolar (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 51-53 [epístola
urbi et orbe
]),
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el poético (cf., v. gr., las canciones que figuran en Vázquez Montalbán, 1993: 35, 36, y el poema de las pp. 141 y 142), el de las memorias, etc. Es, por ende, genuinamente multiestilística. Puede también aseverarse que, cuando Carvalho asume la palabra reflexiva, el texto de Vázquez Montalbán adquiere una índole precisamente ensayística. Es esto lo que acaece, ex. g., en el pasaje por transcribir:

Pero yo sé, mejor que nadie, que Bacterioon no es nada de esto. Yo sé que Bacterioon no es otra cosa que el miedo histórico al cambio, pertrechado en sus últimas fronteras, resistiendo el asalto definitivo de la razón, desesperadamente opuesto al nacimiento de la libertad, obligando a luchar por lo que es evidente (Vázquez Montalbán, 1993: 93).

En acuerdo con Carvalho el marxista, los condicionamientos culturales son decisivos -y mucho más preponderantes que los naturales-en orden a rendir cuenta de conductas sociales intersubjetivamente contrastables, constatables, cualificables. Por ejemplo, el escozor —confiesa el mismo Carvalho— suscitado por la anticipación (negativa) de que jamás se reencontraría con su hija (=la que había procreado con Muriel, su cónyuge), es, de acuerdo con su análisis estructural-dialéctico, un estado de conciencia (en esta medida, un estado epifenoménico y superestructural [=una forma de conciencia]) condicionado por todo un proceso formativo e instructivo de carácter formal (institucional) e informal, la finalidad del cual es la producción de ficticios cordones umbilicales entre los padres y los hijos "para garantizar la obscenidad de la biología" (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 139).

Vázquez Montalbán se permite exteriorizar una crítica pungente y mordaz a propósito de la superestructura ideológica del Estado tejano, cabalmente determinada por una infraestructura productiva destinada a la extracción del petróleo. El universo social tejano es aquél en el cual la superestructura ideológica, la cosmovisión de la clase dominante más haya permeado la sensibilidad y sabiduría convencionales de las gentes, esto es, los obreros (cf. Vázquez Montalbán, 1993: 142). En acuerdo con la mordaz apreciación de Vázquez Montalbán, los tejanos miran con menosprecio a los presidentes de Washington, D. C., esto es, la pertenencia a la unión. Anteponen con absolutez, antes bien, a los deberes anejos a su pertenencia a un estado federativo, los intereses concomitantes con la gestión de los asuntos específicamente tejanos. Por añadidura, miran con recelo y menosprecio —como si en efecto lo foráneo fuese, en cuanto tal, deleznable— la alteridad y las modalidades multivarias, cualitativamente variopintas, de lo extrínseco. En esta medida, pecan por xenofobia:

El equilibrio de la oferta y la demanda entre los hombres y los pueblos tiene su fiel en estas tierras, en estas oficinas rotuladas a plena fachada, en estos hombres empurados, sombrerados, altos, rectangulares, que al hablar expresan todo el desprecio que sienten por cualquier forma de otredad: hormiga, peón mejicano, muchacha cigarrera filipina, peón caminero de Jaén, esas barcas viejas que los pescadores de Veracruz embrean una y otra vez, o esa colilla que los presos se pasan con el manipulado cuidadoso del que juega con la última oportunidad (Vázquez Montalbán, 1993: 143).

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