Read Terra Nostra Online

Authors: Carlos Fuentes

Tags: #Relato

Terra Nostra (88 page)

BOOK: Terra Nostra
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«Aún No»

Barbarica, Barbarica, deja de lloriquear, ¿no me oyes, enanica?, ¿no me ves?, ¿sólo tienes ojos para esa tumba donde se encerró nuestro heredero?, ven a mí, tontuela., tu Ama te convoca, necesito tu ayuda, carezco de piernas y brazos, ven a mí, ahora que he vuelto a la vida, te necesito más que nunca, ¿por qué no me oyes?, ¿no te das cuenta?, yo ya estaba muerta, chiquitica, yo he acompañado, muerta, el cadáver de mi rey y señor por todos los caminos y monasterios de España, muerta llegué aquí, al mausoleo de mi hijo el rey, idiotas, las turbas, me hicieron caer del nicho, me pisotearon, tropel de muías, creyeron que matándome me mataban, oh qué error, pequeñina, qué grande error, qué grave error, pues, ¿cómo ha de morir quien ya está muerta?, y estando muerta, ¿cómo no habría de revivir al ser asesinada?; ven, mi infantesca, vámonos las dos juntas, tenemos mucho que hacer, ¿no te lo dije siempre?, quizás al morir perdamos los cinco sentidos de la vida natural, pero ganemos el sexto sentido de la vida sobrenatural; ven a mí, recógeme, vamos a vivir de nuevo, vamos a empezar de nuevo, huelo la novedad, la huelo por todos lados, el mundo se ensancha, los imbéciles miran más allá, con ilusiones vanas, con grandes esperanzas, creen que podrán escaparse de nosotros, de nuestra ley: poder y pérdida, honor y sacrificio, nada, les venceremos, impondremos el reino de la nada donde ellos ponen los ojos de la esperanza, por cada paso que ellos den hacia adelante nosotros daremos dos hacia atrás, capturaremos el vuelo del porvenir en los hielos del pasado, deja ya a ese bobalicón en su tumba, abandónalo, te prometo cosas mejores. Barbarica, me las prometo a mí misma, ay: Nunca más me he de casar con marido que se me muera…

«Nondum»

—La piedra roja, el anillo de huesos, Guzmán, no puedo respirar, qué bueno que regresaste, me estaba asfixiando solo; —Beba, Señor, beba; —Hasta el agua se me hace pus en la garganta; —Se lo suplico: beba, y escúcheme; —Fiel Guzmán, ¿qué haría sin ti?, me has atendido, me has advertido, ¿sabrás ahora consolarme de algo peor que la locura o el desaliento: la pérdida de las razones que animan mi escaso existir y que, así, reúne locura y desaliento?; —Comprendo al Señor, pero no comparto su juicio, con perdón del Señor: —Guzmán, el mundo nuevo, un mundo nuevo para mí. para mi corona, yo que sólo pedí la reducción de cuanto existe al espacio de estas murallas y, dentro de ellas, la pronta extinción de mi persona y de mi casa; construí una necrópolis; me ofrecen un universo; el mundo nuevo no cabe en mis tumbas; —Señor: con grande respeto os digo que habéis triunfado; mirad las cosas de este modo: en ese mundo nuevo podéis duplicar y congelar el vuestro; —¿Qué dices?; —Algo muy sencillo, Sire: una vez me dijo usted que para que el cielo fuese verdaderamente cielo, el cielo no tendría cabida en la tierra; —Sí, te dije, me dije, construyamos el infierno en la tierra, para asegurar la necesidad de un cielo que nos compense del horror de nuestras vidas, merezcamos primero el infierno en la tierra, la tortura, la hoguera, liberemos primero las potencias del mal en la tierra a fin de merecer, algún día, la beatitud del cielo en el cielo; el cielo, Guzmán: olvidar para siempre que un día vivimos; —Y a Cristo Nuestro Señor dirigióse Vuesa Merced, y díjole…; —Los que intenten cambiar tu rostro, Dios mío, verán sus obras quemadas, derrumbadas, destruidas por la cólera y la piedad reunida de mis ejércitos; nunca más se levantarán nuevas Babilonias para deformar tu dulce efigie, mi Dios; —Señor: construya el infierno en el nuevo mundo; levante su necrópolis sobre los templos paganos; congele a España fuera de España; su triunfo será doble; no habrán visto los tiempos nada igual; nadie podrá superar vuestro don: el universo entero consagrado a la mortificación y a la muerte; nadie, Señor… ; levántese vuestra razón de piedra y dolor sobre ambos mundos, el viejo y el nuevo; —El nuevo mundo. Guzmán; oíste a ese muchacho; un mundo que debe rehacerse cada día, al aparecer el sol; —Destruidlo, Sire, convertidlo en espejo de España: que cuantos en él se miren, miren la inmóvil piedra de la muerte, la estatua inmóvil, para siempre fija, de vuestra eterna gloria; —Amén, Guzmán, amén; —El nuevo mundo cabrá en vuestras tumbas…

«Plus Ultra»

esto temo, por encima de todo, hermano Toribio, que el mundo nuevo en verdad no sea tal, sino una terrible extensión del viejo mundo que aquí vivimos; ¿viste al Señor, viste cómo tembló cada vez que ese peregrino hizo notar las semejanzas entre los crímenes de allá y los de acá, las opresiones de allá y las de acá?; pues yo tiemblo también, fraile, aunque por razones distintas a las que azogan a nuestro soberano; el Señor quiere que su vida, su mundo, su experiencia toda sea única y final, una página definitiva, para siempre escrita, irrepetible; teme cuanto se desdobla y le arrebata ese sentido de culminación inapelable que es el suyo: cuanto él vivió, vivido fue para siempre, no sólo para él, no, sino para la especie misma: tal es el tamaño de su orgullosa voluntad de extinción: yo, en cambio, tiemblo porque temo que para vencer las tiranías del mundo nuevo las del viejo mundo se engrandezcan en fuerza y dimensión, alíense la codicia y la crueldad, y todo ello hágase en nombre de nuestra sacra Fe; crecen los poderes de Marte y de Mercurio; enmascárame con el rostro de Cristo; guerra, oro, evangelización: perderemos la oportunidad de extender al nuevo mundo el mundo nuevo que tú y yo, hermano, tan sigilosamente, hemos comenzado a fabricar con nuestros catalejos y pinceles, protegidos por las indiferentes penumbras de este palacio; teme, hermano; seremos vigilados, seremos perseguidos, cuanto te he advertido es cierto, seremos acusados, en la más inocua de nuestras preocupaciones será descubierto el error, la herejía, la tara judaica; así como en el mundo nuevo será destruido todo y en todo se verá la diabólica muestra de la idolatría, así como allá serán asesinados todos esos artesanos que dijo el peregrino, destruidas las obras de piedra y pluma y metal, fundido el oro, decapitadas las estatuas, todo signo del mal porque el mal es cuanto desconocemos y nos desconoce, así, aquí, seremos quemados tú y yo, hermano, y nada podremos hacer para defendernos, carecemos de la fuerza para rebelarnos, tu ciencia y mi arte detestan por igual el desorden y la opresión, anhelan un perfecto equilibrio de cuanto es necesario con cuanto es posible, del orden y la libertad; ay fratre, precaria es la armonía que precisamos, y al perderla, seremos a la vez víctimas y verdugos de la opresión, que sigue siendo orden, antes que serlo de la rebelión, que siempre significa desorden…

«Más allá»

Don Juan, Don Juan, ¿eres tú?, han descendido tal oscuridad y tales soledades sobre esta capilla, y sólo brillan las figuras de ese cuadro al fondo del altar, diríase que se mueven, que quisieran hablarnos, engaño es, como engañosa es la piedra con que tú te has revestido, te miré desde el coro, desde las celosías te divisé, recostado sobre la corona de una de las sepulturas, y te deseé de nuevo, mi amante, pero ahora, disfrazado de piedra, ¿cómo he de distinguirte, en la oscuridad, de las otras estatuas de los príncipes, señoras e infantes aquí representados?, iré de tumba en tumba, tocando las manos de todos los difuntos, besando los labios de todas las estatuas, hasta reconocerte, Juan, si te rescato de la piedra, si gracias a mis labios y mis manos te salvo de ser una estatua más en este panteón, eso me lo agradecerás, ¿verdad que sí?, eso merece una recompensa, ¿no?, yo te libraré del encantamiento de la piedra, tú me librarás del encantamiento de mi virgo nuevamente cerrado, Juan e Inés, Inés y Juan, nos desencantaremos el uno al otro, una noche más contigo, Juan, sólo eso pido, luego me recluiré para siempre, aquí, en el servicio monjil de este palacio a donde me trajo mi padre, ¿sabes?, para probar su fe, para que no quepa duda de la sinceridad de nuestra conversión, Juan, tú no sabes, yo sí, desde niña, no supe de otra cosa, cómo nos ordenaron llevar sobre los corazones un parche redondo de color amarillo, cómo nos nombraron cerdos, marranos, fuimos encerrados en las juderías, nos obligaron a ponernos ropas extrañas, nos forzaron a usar andrajos que atraían el desprecio sobre nosotros, y a los hombres les hicieron crecerse la barba y llevar el pelo largo, parecíamos seres dolientes, a todo el mundo se le notaba en la cara que pasaba hambre, nos obligaron a comer cerdo, hubo grandes matanzas, fueron totalmente arrasadas las juderías de Sevilla, Barcelona, Valencia y Toledo, y bajo nombre de devoción robaron con codicia nuestra hacienda, volvimos a ganarla, una y otra vez, esto me lo contó mi padre, prescindimos de nuestras ropas, ni siquiera nos atrevimos a conservar libros de oraciones en hebreo, no fuera a ser que un sirviente los encontrara por casualidad, ¿cómo no íbamos a renegar, a convertirnos todos, para sobrevivir? y convertidos, a recobrar desde la nada nuestra hacienda, en los oficios que los castellanos desprecian, pues de no cumplirlos nosotros nadie los haría, acusáronnos de buscar oficios holgados, de negarnos a cavar ni arar, mas lo que mi padre y los suyos hicieron, Juan, alguien debía hacerlo, aunque hacerlo nos delatase como judíos y gente vil; llegué tarde a mi hogar, viejo mi padre, muerta en el parto mi madre, tarde conocí estas historias, y apenas me hice mujer mi padre destinóme, como prueba de sincera confesión y fidelidad de cristiano nuevo, y esperanza de que se llegase a considerarnos, pasado el tiempo, cambiados los nombres, olvidadas las costumbres, como vieja cristiandad, a profesar votos y así, dijome, el día que vuelvan las persecuciones, que fatalmente habrán de volver, quizás yo va estaré muerto, o perseguido, sufriré, mas tú estarás a salvo, amparada por tu orden, oficio de fuego, oficio de tinieblas, entre las dos cosas debía elegir, oh Don Juan, beso tus labios de piedra, devuelvo la vida a tu estatua, Don Juan, entre los dos oficios, entre la persecución y el enclaustramiento, dame una sola noche más, sólo eso te pido, antes de resignarme a mi suerte, una noche más de amor, te toco, te beso, vuelves a ser carne, vuelves a ser mío, Don Juan, primero me desvirgó el Señor, ahora desvírgame tú, la segunda vez, Don Juan, y para siempre aceptaré mi destino: me casé con Cristo para poder amar a los hombres…

«Mudnon»

—Mirad las cosas como son, Señor; no os engañéis; y ved en mi atrevimiento prueba de la fidelidad que exigís a un perro, si pudiese hablar; —Tú tienes voz, Guzmán; —Y mi voz verdad os dice: mis monteros se mezclan entre la desasosegada ralea, la trápala murmuradora de los talleres y forjas, el descontento crece, algo se prepara, no sé con exactitud, pero aquello huele a gresca, debéis estar preparado, se suman los motivos del motín, el vergel destruido, el salario insuficiente, el contraste entre vuestro lujo y su miseria, las muertes accidentales, vos enterráis con pompa a vuestros muertos, ellos en la arena que les sofocó los abandonan, las viudas gimen, los crespones engalanan con burla la llanura, habéis previsto donaciones para los pobres de paso, mas nada para ellos, se preguntan quién os sucederá, desconfían de vuestra Dama extranjera, creen que al morir vos, ocupará vuestro solio ese bobo traído aquí por la señora vuestra madre, algo se trama; —¿Qué debo hacer, Guzmán?; —Lo mismo que de joven, Señor: abrirles las puertas, dejarlos entrar, acorralarles aquí, dentro del palacio, exterminarles; —Esta vez estarán precavidos; —La esperanza les ciega: nada se olvida más rápido que el pasado; nada se repite tanto como el pasado; —¿Otra vez?; —Esto es fatal, Señor; —Eso dices; mas tú no crees en la fatalidad; — Doy variados nombres a la acción; los medios justifican los medios; —¿Y el fin?; —Es sólo medio entre dos acciones que a su vez medio para otras son; —Guzmán: a ti te lo digo; de cuanto expuso ese pobre marinero, nada me impresionó tanto como esto: la muerte de los inocentes, en el nuevo mundo, es justificada por el orden mismo del cosmos; yo no tuve esa razón; cuántos sufrimientos me hubiese ahorrado; ¿recuerdas lo que dijo?; los pobladores del mundo nuevo están por igual dispuestos a honrar a la luz, si triunfa, o a la tiniebla, si vence; —Haced vuestra esa razón ahora, asimilad vuestras empresas, ya no sólo a la divinidad, sino a la naturaleza; —Lo has decidido, por ti, por mí, ¿verdad, Guzmán?, irás al nuevo mundo; — Seré simple soldado de las armadas del Señor, que son las del Dios evangelizador; —Guzmán, tú lo sabes, tú me lo dijiste, tú trajiste a ese vejete hasta aquí, me obligaste a contraer esa deuda, me sugeriste nombrarle comendador de la muy noble Orden de Calatrava: ¿con qué pagaremos las expediciones?; —Fin divino, medios humanos; ¿no os ha dado la solución el inquisidor de Teruel?: expulsad a los hebreos, Señor, adueñaos de sus riquezas, invocad la pureza de la sangre y la pureza de la fe, ambas peligran, portaremos al mundo nuevo la bandera inmaculada de Cristo Nuestro Señor, no deben colarse en la evangelización falsos conversos, falsos castellanos que nunca quisieron tomar oficios de labrador, ni andar por los campos criando ganados, ni los enseñaron a sus hijos, sino que todos han buscado oficios holgados, y modos de estar asentados ganando mucho con poco trabajo; y si no bastase lo que así reunáis para vuestro real peculio, pensad en las ciudades, Señor. os lo repito, allí se acumulan las riquezas, allí están los mercaderes y vendedores y arrendadores de alcabalas y ventas de achaques, y los hacedores de señores, y los oficiales, sastres, zapateros, curtidores, zurradores, tejedores, especieros, buhoneros, sederos, plateros, joyeros, físicos, tinterillos, médicos y oíros semejantes oficios; imponedles tributos exorbitantes, y negadles el amparo de fueros, justicias, tribunales, asambleas; mientras vuestros antepasados combatían a la morisma y perseguían al hebreo, mientras vos batallabais contra lejanos herejes y luego os encerrabais a construir vuestra necrópolis, los hombres de las ciudades gobernáronse solos, ganaron derechos, fueros, justicias particulares, reuniéronse en asambleas, practican audaces costumbres, hablan de la voluntad de todos, toman decisiones por mayoría de votos, niegan la razón de vuestra ordenación única e inapelable: imponed tributos, excluid justicia, bien os lo dijo el agustino de Teruel, la misma ley para los de acá y para los de allá, basta de veleidades, sometido el moro, expulsado el judío, doble la cerviz el hombre libre de los burgos, basta de contemplaciones, la empresa es demasiado grande, provechosa y santa; las acusaciones sobran, escogedlas: traidores, maricones, blasfemos, infanticidas, asesinos disfrazados de médicos, envenenadores, usureros, herejes, brujas, profanadores del Santo Espíritu; los métodos son los mismos, imponedlos: actuad por celo de la fe y la salvación de las almas, aunque actuéis en contra de muchos y verdaderos cristianos, aprovechando el testimonio de enemigos, rivales, simples envidiosos, sin pruebas de ninguna clase, encerradlos en prisiones eclesiásticas, torturadles, arrancadles confesión, condenadles como herejes y relapsos, privadlos de sus bienes y propiedades y entregadlos al brazo secular para ser ejecutados: fortaleceréis por igual nuestra santa Fe, nuestra unidad política y vuestras disminuidas arcas; —Guzmán, Guzmán, carezco de fuerzas, me pides reconstruir un reino y construir un nuevo mundo a su semejanza, yo sólo quería perderlo todo, yo quería culminar, tú quieres empezar de nuevo; —Dejadme obrar, Señor; firmad estos papeles, y yo actuaré en nombre vuestro, no os importunaré sino cuando sea indispensable, os lo juro, vuestra firma basta, seguid entregado a vuestras devociones, que todos conocen, y a vuestras pasiones, que todos desconocen: Inés, os la traeré de vuelta, Señor; —¿Inés? Calla, lacayo, Inés, nunca más, Inés, vendida por su padre, he pagado por una mujer, la deseo, lo admito, pero nunca más, Guzmán, nunca más, nunca toqué a la mujer que desde joven amé porque tal fue mi ideal caballeresco, nunca más tocaré a la mujer que amo, porque jamás pagaré los placeres de la carne: no toqué a la Señora, tomé a las aldeanas, tomé a Celestina, no tocaré a una mujer que me fue vendida a cambio de un préstamo y un título, no; —Otros las tocan, Sire; —Guzmán; calla… : —Queréis exorcizar al mundo ajeno a las murallas de este palacio; mas ese mundo ya se ha colado hasta aquí; conocéis a dos de los jóvenes hasta aquí llegados: el imbécil heredero con vuestra señora madre, el temible náufrago con la muchacha vestida de paje; —Los gemelos… la profecía… Rómulo y Remo… debiste advertirme… los usurpadores… los que fundan todo de nuevo…; —No, no los gemelos, sino los triates; un tercero…; —Calla, calla, atiéndeme, obedéceme; —L^n tercero, Señor, debéis saber la verdad; un tercero, a los otros dos idéntico, y más temible que ellos, pues ha tocado lo tocable y lo intocable, acuéstase con Inés en las recámaras de la servidumbre, donde el Señor jamás ha entrado, acuéstase con la Señora en la alcoba de la Señora, donde el Señor tampoco ha entrado, este tercer mozo ha tocado el honor del Señor, su esposa y su amante, Señor, ambas amantes de este audaz burlador, Don Juan, que en sucesivas noches, además, ha saciado sus brutales apetitos con Sor Angustias, Sor Milagros, la enana Barbarica, las fregonas de palacio y, no lo dudéis, lo haría con vuestra propia madre, tal es su insaciable lujuria; —Oh, Guzmán, Guzmán, nononono, muy hondamente me has herido, Guzmán, ¿qué haré de ti?; —Os soy fiel; os digo la verdad, por desagradable que; —¿Debo recompensarte o castigarte?; —Estoy a los pies del Señor; —Creo que ya no tengo ánimos para ninguna de las dos cosas; construí este espacio para renunciar a la materia y consagrarme al espíritu; aquí exorcicé mi juventud, mi amor, mi crimen, mis batallas, mis dudas, para quedarme con mi sola alma, completa, libre, en vilo esperando su ascenso al paraíso; creo que ahora los hechos se precipitan, se cuelan por mil rendijas; tú abriste una de ellas, me trajiste a Inés, ¿debo castigarte o recompensarte?; los hechos se precipitan; creo que debo reservar mis escasas fuerzas para responder a uno solo de los mil desafíos que el mundo vuelve a proponerme, oré por un mundo inmóvil, agítase el mundo como Argos de mil ojos, todos esos ojos me miran, todos me convocan, todos me desafían; a uno sólo responderé; y seguramente ése, el hecho al cual debo contestar con toda la escasa fuerza que me sobra, no eres tú, ni lo que tú hagas, eterno lacayo, pobre Guzmán, pobre, te compadezco, tanto esfuerzo, tanta energía, tanta devoción, ¿para qué?, si nunca conocerás, como no lo conoció Boca negra, el instante de gloria, si ahora mismo, caprichosamente, como tú lo pides para judíos, herejes y hombres de los burgos, podría ordenar tu ejecución, la picota, el caballejo, el garrote, sin necesidad de explicar nada, quizás sólo diciendo, «Tenía rabia»; pobre Guzmán, has herido mi honor y yo te perdono; ¿no hiere eso el tuyo?; —¿El honor, Sire?; quisiera analizar ese concepto, que tanto invocamos en esta tierra y que tan poco se aviene con las empresas de la astucia y la ambición; —Ves, Guzmán, ves, quisieras descomponerlo, desmontarlo como si fuese reloj o grúa; no, Guzmán, quienes poseemos el honor sabemos que no es discutible o desmontable, el honor se tiene y se conoce sin explicaciones, y quienes quisieran explicarlo, jamás lo conocerán y jamás lo tendrán; y así, cuanto he dicho es cierto: no mereces que me ocupe de ti, Guzmán; —Ocupaos mejor, Sire, de estos papeles; firmadlos; —Lo haré, con gusto, fiel, pragmático Guzmán, porque en ellos veo actos que alejan al mundo de mí, me abandonan en esta recoleta soledad de mi alma; y si quieres que crea en cuanto me has dicho, traeme más papeles, Guzmán, en papel y con papel demostradme la realidad de cuanto has dicho sobre Inés y la Señora; —Así lo haré, Señor, en cuanto pueda; mientras tanto, ¿es tan poca vuestra curiosidad que…

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