La curiosa pareja —nunca fueron amantes sexuales— reapareció a mediados de los setenta, al frente de unos cincuenta seguidores que vagaban con ellos de un lado a otro. Acampaban al aire libre o vivían en moteles, manteniéndose con los donativos de adeptos ricos o con trabajos ocasionales y mendigando de vez en cuando. Durante varios años, estuvieron establecidos en un campamento cerca de Laramie (Wyoming). HIM era ya una auténtica secta, cuyos miembros se guiaban estrictamente por lo que llamaban El Proceso. Los novicios adoptaban nuevos nombres. El sexo, el alcohol, el tabaco y la marihuana estaban prohibidos. Si, a quien Do consideró siempre su superior, murió de cáncer en 1985, tras haber perdido un ojo a causa de la enfermedad. Hasta su suicidio, Do aseguró estar en constante contacto con ella, que había ascendido al Nivel Siguiente.
No se conocen detalles exactos de la historia nómada de la secta. Do convenció a sus ovejas de que también ellas eran seres del Nivel Siguiente, encarnados en un cuerpo que ellos llamaban el recipiente, vehículo o instrumento del alma. Cuando llegara el momento, todos serían teleportados a una de las naves espaciales tripuladas por ángeles.
La revista
Time
(27 de agosto de 1979) informó de que por entonces los miembros de la secta llevaban capuchas y guantes, obedecían «miles» de reglas, estudiaban intensamente la Biblia y pasaban períodos en los que sólo se comunicaban entre ellos por escrito. Resulta difícil de creer, pero la secta recibió tanta atención de los medios a finales de los setenta que hasta se hicieron planes para una serie de televisión titulada Los misteriosos Dos. En 1982 se emitió un episodio piloto protagonizado por John Porsythe y Priscilla Pointer, en los papeles de Los Dos.
Cuando Internet se hizo accesible al público, la secta intensificó su proselitismo mediante un sitio web llamado Heaven's Gate.
Unos cuantos seguidores habían desarrollado la habilidad suficiente no sólo para conectarse a la Red sino también para ofrecer un servicio llamado Higher Source, que diseñaba páginas web para sus clientes.
En 1996, la secta alquiló una amplia villa de estilo español, con piscina y pista de tenis, en Rancho Santa Fe, a pocos kilómetros al norte de San Diego. El alquiler costaba 7.000 dólares al mes. Los miembros iniciaban la jornada con oraciones a las 3.00 de la madrugada, comían sólo dos comidas al día, llevaban el pelo muy corto y vestían pantalones holgados para parecer asexuados y nada sensuales. Sus vidas estaban más reglamentadas que la de un soldado. Disponían de armas de fuego, por si acaso las fuerzas del gobierno los atacaban, como habían hecho con los davidianos de Waco. Se hicieron meticulosos planes para un suicidio colectivo en cuanto los seres superiores les hicieran una «señal» en el cielo. Do decidió que dicha señal era la gigantesca nave espacial que, según los psíquicos (y tal vez ratificado por la voz de Si), seguía al cometa Hale-Bopp. Es posible que un eclipse lunar que tuvo lugar el 23 de marzo de 1997 reforzara la señal.
Se grabaron sobrecogedoras cintas de vídeo en las que las sonrientes y felices ovejas declaraban lo alegres e impacientes que estaban por escapar de sus vehículos y de un planeta condenado.
«Estamos felizmente preparados para abandonar este mundo y unirnos a la tripulación de Si», comunicaron en su página web. Evidentemente, creían que su amada sí estaba a bordo de la nave que seguía al Hale-Bopp.
Como todo el mundo sabe ahora, 18 hombres y 21 mujeres se echaron a dormir con fenobarbital mezclado con pudín o salsa de manzana y regado con vodka. Se cubrieron las cabezas con bolsas de plástico atadas, para asfixiarse durante el sueño. Los rostros y torsos de los «monjes», como ellos se autodenominaban, fueron pulcramente cubierto con telas moradas de forma cuadrada. Los 39 iban vestidos igual: camisa negra, pantalones negros y zapatillas deportivas Nike negras. Las últimas en morir fueron dos mujeres con bolsas en las cabezas pero sin mortajas moradas.
El aspecto más desconcertante de estas muertes ritualizadas fueron las bolsas de viaje, cuidadosamente preparadas junto a sus literas, y el billete de cinco dólares, más algo de calderilla, que cada uno llevaba en el bolsillo. ¿Esperaban que los superseres recogieran las bolsas, además de sus almas? ¿Y para qué pensaban que les iba a servir el dinero cuando llegaran a la nave espacial?
El olor a «vehículos» en descomposición era tan fuerte que el primer policía que llegó al lugar el 26 de marzo sospechó que había gas venenoso.
Para mí, el aspecto más triste de este loco suceso fue la firme creencia, expresada en las increíbles cintas de vídeo, de que los miembros de la secta se estaban matando por su propia voluntad.
Nada podría ser más falso. Aunque Do siempre les decía a sus robots que eran libres de marcharse cuando quisieran —y cientos de ellos lo habían hecho—, su control sobre las mentes de los que se quedaron era tan poderoso que éstos se creían cualquier cosa que dijera, obedecían todas sus órdenes. Las autopsias demostraron que Do y siete de sus seguidores habían sido castrados quirúrgicamente. [Otras sectas anteriores han recomendado la castración para contener las pasiones sexuales del hombre. La castración voluntaria más famosa de la historia del cristianismo es la autocastración de Orígenes, el más importante de los Padres de la Iglesia después de san Agustín. Incapaz de controlar el deseo que le provocaban sus jóvenes discípulas. Orígenes se cortó los testículos. Más adelante lamentó haberlo hecho. Es posible que Do sintiera alguna afinidad con Orígenes, que creía en una multitud de mundos habitados, en la preexistencia de las almas humanas y en la salvación definitiva de todos los pecadores, incluido el diablo].
Do decía que se estaba muriendo de cáncer. Sin embargo, su autopsia no reveló ninguna señal de cáncer ni de ninguna otra enfermedad fatal. La enloquecida expresión de sus ojos, reproducida en las portadas de
Time
y
Newsweek
, no era una mirada de enfermedad, sino de locura.
Los informes de la prensa se han burlado de la creencia en que nuestros cuerpos son meros recipientes y que en la próxima vida tendremos cuerpos nuevos y gloriosos. Esto, desde luego, es exactamente lo que predicaba san Pablo y lo que creen los cristianos, judíos y musulmanes ortodoxos, así como la mayoría de las religiones orientales. Similares mezclas de la doctrina del Nuevo Testamento con paparruchas de la Nueva Era son la causa de que muchas sectas recientes atraigan a conversos con formación cristiana. Los miembros de la Puerta del Cielo creían firmemente que Jesús era un extraterrestre enviado a la Tierra como Do y Si para reunir el mayor número posible de almas y guiarlas en su ascenso para adquirir nuevos recipientes. Cuando Jesús dio por terminado su trabajo, regresó al cielo en un ovni.
Los grandes movimientos adventistas de América —los adventistas del Séptimo Día, los testigos de Jehová y los mormones— están floreciendo en estos tiempos como no lo habían hecho nunca, a pesar de lo mucho que se va retrasando la Segunda Venida de Jesús. Ninguna de las grandes doctrinas adventistas recomienda el suicidio, pero pueden darse más suicidios en otras sectas pequeñas y estrafalarias que sin duda están apoderándose de las mentes de personas solitarias y crédulas.
Tan generalizada está la creencia en los ovnis en todo el mundo que una compañía londinense ofrecía hace poco seguros contra la abducción, la impregnación o el ataque de extraterrestres.
Unas 4.000 personas, casi todas inglesas y estadounidenses, firmaron pólizas. En octubre de 1996, la Puerta del Cielo pagó 1.000 dólares por una póliza de seguro que cubría a cincuenta de sus miembros, que cobrarían un millón cada uno. Después de su suicidio en masa, la empresa londinense decidió suprimir su seguro contra extraterrestres.
Una triste historia difundida por la
Associated Press
en abril de 1997 nos dice algo sobre la clase de gente que seguía a Bo y Peep. Lorraine Webster, de 78 años, que reside actualmente en Rollo (Missouri), abandonó a su marido en 1978 para ayudar a fundar la Puerta del Cielo. Dejó la secta por un problema de salud. Su hija figuraba entre los que murieron en Rancho Santa Fe.
¿Se sintió trastornada Lorraine Webster por los suicidios? Ni lo más mínimo. Como a todos los miembros de sectas, no le gusta llamar secta a su secta. Era un «movimiento». Le dijo a un periodista que Do era un hombre «amable y maravilloso». Echa de menos a su hija, pero la admira por haber actuado «como un ángel». La señora Webster habla frecuentemente con Si. Hace poco, se apareció en su ventana bajo la forma de un «pájaro que gorjeaba».
En el quinto congreso anual sobre ovnis de Gulf Breeze (Florida), del 21 al 23 de marzo de 1997, Courtney Brown anunció que la última vez que sus psíquicos habían visto el cometa Hale-Bopp por visión remota, la nave espacial ya no estaba allí. Según él, se había desplazado a un lugar al otro lado del Sol. Evidentemente, esta noticia no llegó a oídos de Do y sus ovejas. Sin embargo, si Do estaba en contacto con Si, que iba a bordo de la nave, lo más probable es que hubiera dado más crédito a su palabra que a la de Brown.
El Village Voice, que informó sobre la secta en su número del 1 de diciembre de 1975, incluyó un párrafo profético: «Toda la operación ha perdido su loco resplandor plateado. Ahora parece negra, turbia y un poco siniestra. Tiene un vulgar olor a muerte».
Referencias
«UFO Cult Mystery Turns Evil», por Victoria Hodgetts, en
Village Voice
, 1 de diciembre de 1975, pp. 12-13.
«Looking for the Next World», por James S. Phelan, en
New York Times Magazine
, 29 de febrero de 1976, pp. 12-13, 58-64.
UFO Missionaries Extraordinary
, editado por Hayden Hewes y Brad Steiger. Pocket Books, 1976.
«Flying Saucery in the Wilderness».
Time
, 27 de agosto de 1979, p. 58.
«The Faithful Among us», por Howard Chua-Eoan, en
Time
, 14 de abril de 1997.
«De-Programming Heaven's Gate»,
The New Yorker
, 14 de abril de 1997.
«Eyes on Glory: Pied Pipers of Heaven's Gate», por Barry Bearak, en
New York Times
, edición nacional, 28 de abril de 1997.
«Heaven Couldn't Wait», por John Taylor, en
Esquire
, junio de 1997.
«UFO mithology: Escape to Oblivion», por Paul Kurtz, en
Skeptical Inquirer
, julio/agosto de 1997.
Heaven's Gate Cult Suicide in San Diego
, por periodistas del New York Post. Harper Paperbacks, 1997.
Addendum
El suicidio colectivo de Rancho Santa Fe tuvo imitadores: le siguieron varios suicidios más, unos consumados y otros frustrados. El 31 de marzo de 1997, Robert Nichols, de 58 años, que vivía solo en una caravana en Yuba County (California), fue encontrado muerto con una bolsa de plástico cubriéndole la cabeza y una mortaja morada envolviendo su cuerpo. Su carta de suicidio decía: «Voy a la nave espacial del Hale-Bopp para unirme a los que han ido antes que yo». Al parecer, no tenía ninguna conexión con la Puerta del Cielo, aunque estaba muy metido en cuestiones de astrología y ufología.
El 1 de abril, en Waynesville (Carolina del Norte), Ronald Wayne Parker y su amigo Chan Patrick Alfred Naillon, ambos veinteañeros, intentaron suicidarse con la esperanza de conseguir pasaje en la nave espacial que seguía al Hale-Bopp. Al no poder conseguir fenobarbital, optaron por raticida, que mezclaron con salsa de manzana y regaron con vodka. Tuvieron que ser hospitalizados.
El 6 de mayo, dos ex miembros de la secta, Wayne Cooke y Chuck Humphrey, fueron encontrados en una habitación de motel a seis kilómetros de Rancho Santa Fe. Los dos habían intentado suicidarse. Uno de ellos estaba muerto. El otro, inconsciente, fue trasladado a un hospital e internado en cuidados intensivos.
Los dos vestían de negro, calzaban zapatillas negras y tenían hecho el equipaje. Cada uno llevaba en un bolsillo un billete de cinco dólares y tres cuartos de dólar en monedas. Al parecer, el número 5 tenía un significado especial para la secta (los cuartos son 5x5 centavos).
Cooke y Humphrey grabaron dos cintas de vídeo que enviaron a diversas partes y se emitieron por televisión. Invocaban la metáfora favorita de Do, la de la oruga que se transforma en mariposa. De manera similar, decían, ellos no iban a morir, sino simplemente a abandonar sus vehículos para vivir en un plano superior. En una carta a la CNN, Cooke escribió: «Simplemente, no puedo quedarme aquí más tiempo, y me marcho porque es hora de que me vaya. Prefiero arriesgarme a perder el autobús esta vez, antes que quedarme en este planeta y arriesgarme a perder mi alma».
La esposa de Cooke, Suzanne Sylvia, fue una de las 39 personas que se suicidaron el 26 de marzo en Rancho Santa Fe.
A pesar de los suicidios colectivos, todavía quedan tristes restos de la secta en actividad. En julio de 1994, cinco creyentes hablaron en un aula de la Universidad de Illinois en Chicago.
Durante dos horas aburrieron a un público formado por unos cuarenta estudiantes recitando las doctrinas que les habían enseñado Bo y Peep.
En el último libro de Courtney Brown,
Cosmic Explorers
(1999), que se comenta en el Addendum del capítulo anterior, el capítulo 22 se titula «A Companion No Longer» («El acompañante desaparecido») y trata de las visiones remotas del cometa Hale-Bopp realizadas por estudiantes avanzados del Farsight Instituto de Brown en Atlanta.
Los alumnos de Brown, y él mismo, detectaron efectivamente un misterioso «acompañante» cerca del cometa. Dentro del Acompañante, Brown vio humanoides machos y hembras, vestidos de uniforme y trabajando en mesas ordenadas en hileras curvas concéntricas. Penetró en la mente de uno de los hombres de más alto rango con una «sonda mental profunda». El hombre se encontraba «presa del pánico», terriblemente agobiado por la preocupación y el miedo.
Al parecer, el Acompañante podía desaparecer a voluntad, encendiéndose y apagándose como los faros de un coche. Brown reconoce que no sabe nada sobre la naturaleza y propósito del Acompañante. Lo describe como una «ventana o portal sin dimensión, de origen extraterrestre y aun más, del que no podríamos entender muchas cosas. […] Tal vez pueda encogerse hasta un tamaño molecular, o expandirse potencialmente hasta un tamaño mayor que el de nuestro sistema solar. Simplemente, es físicamente imposible conocer las extensiones fijas de una tecnología tan avanzada». Brown termina su capítulo de la manera siguiente: