Robots e imperio (57 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Robots e imperio
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–Al final –se lamentó Daneel tristemente, al mirar a los dos cuerpos inanimados– fracasé. Cuando fue necesario que me apoderara del doctor Mandamus para evitar que dañara a la gente que no estaba ante mis ojos, me encontré obligado a obedecer su orden y congelarme. La ley Cero no funcionó.

–No, no fracasaste, amigo Daneel. Yo lo evité. El doctor Mandamus estaba empeñado en tratar de hacer lo que hizo, pero le retenía el temor a lo que tú harías si lo intentaba. Neutralicé su temor y luego te neutralicé a tí. Así que el doctor Mandamus prendió fuego, por decirlo así, a la corteza terrestre. Era un fuego lento.

–Pero, ¿por qué, amigo Giskard? ¿Por qué?

–Porque estaba diciendo la verdad. Te lo dije. Él creía que mentía. Por la naturaleza triunfal de su mente, tengo la firme impresión de que estaba convencido de que la consecuencia de la creciente radiactividad sería anarquía y confusión entre la Tierra y los colonizadores, y que los espaciales los destruirían y se apoderarían de la Galaxia. Pero vi que la escena que nos pintaba para ganarnos era la correcta. La desaparición de la Tierra como un gran mundo abarrotado sería la pérdida de una mística que yo presentía peligrosa, y ayudaría a los colonizadores. Ellos se extenderán por la Galaxia a un ritmo que irá en aumento, sin la Tierra para mirar con nostalgia, sin la Tierra en forma de un dios y establecerán un Imperio Galáctico. Era preciso que lo hiciéramos posible. Hizo una pausa, y su voz sé debilitó al decir: "Robots e Imperio".

–¿Estás bien, amigo Giskard?

–No puedo mantenerme de pie, pero puedo seguir hablando. Escúchame: Ya es hora de que cargues tú con mi peso. Te he ajustado para detectar las mentes y ejercer el control. No tienes sino que escuchar los últimos circuitos tal como están ahora impresos. Escucha...

Hablaba con voz firme, pero cada vez más débil en la lengua y símbolos que Daneel percibía interiormente. Mientras Daneel escuchaba, podía sentir los circuitos que iban encajándose. Y cuando Giskard terminó, percibió el frío zumbido de la mente de Mandamus, el latido desigual de Amadiro y el fino sonido metálico de la de Giskard.

–Debes volver con Quintana –le sugirió éste– y hacer que estos dos humanos sean devueltos a Aurora. Ya no podrán volver a causar daños a la Tierra. Luego procura que las fuerzas de seguridad de la Tierra busquen y desactiven a los humanoides enviados a la Tierra por Mandamus.

Ten cuidado en cómo utilizas tus nuevos poderes, porque son nuevos para ti y no podrás controlarlos perfectamente. Con el tiempo te perfeccionarás lentamente si procuras siempre autoexaminarte antes de servirte de ellos. Utiliza la ley Cero, pero no para justificar daños inútiles a los individuos. La primera ley es siempre la más importante.

Protege a Gladia y al capitán Baley sin que lo noten. Haz que sean felices juntos y deja que Gladia continúe con sus esfuerzos para lograr la paz. Ayuda a supervisar, a lo largo de las décadas previstas, el traslado de la gente de la Tierra a otros mundos. Y una cosa más, si puedo recordar. Sí, busca a dónde han ido los solarios. Puede ser... importante.– La voz de Giskard se hizo más lenta. Daneel se arrodilló a su lado y asió su inerte mano metálica. En un murmullo desesperado le suplicó:

–Recóbrate, amigo Giskard, recóbrate. Lo que hiciste estuvo bien, según la ley Cero. Has salvado tantas vidas como te ha sido posible. Has ayudado a la humanidad. ¿Por qué sufres tanto si lo que has hecho nos salva a todos?

Y Giskard respondió con una voz tan cambiada que apenas se entendían las palabras:

–Porque no estoy seguro. Y si el doctor Mandamus tiene razón, después de todo, y los espaciales triunfan... ¡Adiós, amigo... Dan...!

Y Giskard enmudeció, para no volver a hablar, ni moverse, nunca más.

Daneel se levantó. Estaba solo, pero con una Galaxia que proteger.

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