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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

Robots e imperio (53 page)

BOOK: Robots e imperio
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–Entonces,, amigo Daneel, no hay nada que justifique la utilización de un intensificador nuclear. Todo tu razonamiento, aunque sea impecable, termina en nada.

–No del todo, amigo Giskard –insistió Daniel– Queda un tercer tipo de reacción nuclear a tener en cuenta.

–¿De qué se trata? No se me ocurre ninguna.

–No es una idea cómoda, amigo Giskard, porque en los mundos espaciales o colonizados, hay muy poco uranio y torio en las cortezas planetarias y, por consiguiente, muy insignificante en cuanto a la radiactividad. El tema es poco interesante y en consecuencia ignorado por todos excepto por unos pocos físicos teóricos. Sin embargo, en la Tierra, como me hizo notar Quintana, el uranio y el torio son relativamente corrientes y la radiactividad natural con su ultralenta producción de calor y de radiación energética, debe ser parte relativamente notable del entorno. Éste es el tercer tipo de reacción nuclear a tener en cuenta.

–¿De qué forma, amigo Daneel?

–La radiactividad natural es también una expresión de la interacción débil. Un intensificador nuclear que haga estallar un reactor de fusión o un reactor de fisión, supongo que puede también acelerar la radiactividad natural hasta el punto de hacer saltar parte de la corteza... si se encuentra en ella suficiente uranio o torio.

Giskard se quedó mirando un buen rato a Daneel, sin moverse, sin hablar. Luego dijo despacio:

–Sugieres que el plan del doctor Amadiro es hacer que estalle la corteza de la Tierra, destruir el planeta como centro de vida y, a su modo, asegurar el dominio de la Galaxia por los espaciales.

–O, si no hay bastante uranio o torio para la explosión en masa –asintió Daniel–, el aumento de radiactividad produce un exceso de calor que altera el clima, y un exceso de radiaciones que produzcan cáncer y taras en los recién nacidos, y todo ello servirá al mismo propósito, aunque más despacio.

–Esta posibilidad es espantosa –dijo Giskard–. ¿Crees realmente que puede provocarse?

–Posiblemente. Me parece que hace ahora muchos años, no sabría decir cuántos, los robots humanoides de Aurora, como el presunto asesino, están instalados en la Tierra; son lo bastante avanzados para una programación compleja y pueden, en caso– necesario, entrar en las ciudades para equiparse. Como es de imaginar, han estado montando intensificadores nucleares en los puntos donde la tierra es rica en uranio y torio. Quizás en todos estos años se han montado muchos intensificadores nucleares. El doctor Amadiro y el doctor Mandamus han venido para supervisar los últimos detalles y para activar los intensificadores. Presumiblemente, están organizando las cosas para disponer del tiempo necesario para huir, antes de que el planeta sea destruido.

–En este caso es imperativo que se informe al Secretario General de que las fuerzas de seguridad del planeta deben ser movilizadas al instante, de la necesidad de localizar a los doctores Amadiro y Mandamus e impedir que completen su proyecto.

–No creo que pueda hacerse, amigo Giskard. Es posible que el Secretario General se niegue a creernos, gracias a la extendida creencia mística sobre la inviolabilidad del planeta. Te referiste a ella como a algo que obraría en contra de la humanidad y sospecho que, en este caso, será así. Creo que si la posición única de la Tierra se pone en entredicho, él se negará a dejar que su convicción por irracional que sea se modifique y se refugiará en la negativa a creer en nosotros. Pero, incluso si nos creyera, cualquier preparación para tomar medidas tendría que pasar por la burocracia gubernamental y, por más que se acelerara el proceso, llevaría demasiado tiempo para servir el propósito. No solamente eso, sino que incluso pudiendo imaginar que todos los recursos de la Tierra se movilizaran en el acto, no creo a la gente de la Tierra preparada para localizar la presencia de dos seres humanos en un enorme desierto. La gente ha vivido en las ciudades por muchas décadas y casi nunca se aventura lejos de los confines ciudadanos. Lo recuerdo bien de cuando vine por primera vez a la Tierra con Elijah Baley. Incluso si estuvieran dispuestos a recorrer los espacios abiertos, no es fácil que se encuentren con dos seres humanos lo suficientemente pronto para que pueda salvarse la situación excepto si ocurriera la más increíble coincidencia, y esto es algo con lo que no podemos contar.

–Los colonizadores podrían formar fácilmente una partida de búsqueda. No temen a los espacios abiertos, ni a lo desconocido.

–Pero estarían tan firmemente convencidos de la inviolabilidad del planeta como la gente de la Tierra, igualmente reacios a creer en nosotros, y tan incapaces de encontrar a dos humanos lo bastante de prisa como para salvar la situación, en el supuesto de que nos creyeran.

–Y los robots de la Tierra, ¿qué? –preguntó Giskard– Abundan en el campo, entre las ciudades. Algunos deben de haberse dado cuenta de la presencia de humanos entre ellos. Deberían ser interrogados.

–Los humanos que viven junto a ellos son robotistas expertos. Se hubieran dado cuenta de que otros robots en las inmediaciones ignoraban su presencia. Por la misma razón, no podían sentir temor de un robot formando parte del grupo de búsqueda. Al grupo se le puede ordenar retroceder y olvidar. Peor aún, los robots de la Tierra son modelos relativamente simples, diseñados únicamente para tareas determinadas como las agrícolas, cuidado de animales y minas. No se les puede adaptar a trabajos generalizados como dirigir un contingente dedicado a la búsqueda específica de algo.

–¿Has eliminado toda acción posible, amigo Daneel?. ¿Queda alguna otra posibilidad?

–Nosotros debemos buscar a dos seres humanos y detenerles... y hay que hacerlo ahora.

–¿Sabes dónde se encuentran, amigo Daneel?

–No, amigo Giskard.

–Entonces, parece improbable que un complicado grupo de búsqueda compuesto por muchos, muchos seres de la Tierra, o colonizadores, o robots, o los tres a la vez, consigan encontrar su situación a tiempo, excepto por la más extraordinaria coincidencia. Entonces, ¿cómo podemos hacerlo los dos solos?

–Lo ignoro, amigo Giskard, pero debemos hacerlo.

Y Giskard, en un tono de voz cortante y duro en la elección de las palabras, dijo:

–La necesidad no basta, amigo Daneel. Has recorrido un largo camino,has descubierto la existencia de una crisis y, poco a poco, has deducido su naturaleza. Y no sirve de nada. Aquí estamos, desvalidos, sin poder hacer nada.

–Queda una posibilidad.... una remota posibilidad, tal vez inútil, pero debemos probar. Amadiro por miedo a tu capacidad, ha enviado un asesino-robot para destruirte, y esto puede quizá volverse contra él, ser su gran error.

–¿Y si esa remota e inútil posibilidad falla, amigo Daneel?

Daneel miró tranquilamente a Giskard y dijo:

–Entonces no hay nada que hacer, y la Tierra será destruida, y la historia de la humanidad se irá apagando hasta desaparecer.

Quinta parte LA TIERRA

XVIII. LA LEY CERO
84

Kelden Amadiro no se sentía feliz. La gravedad de la superficie de la Tierra le parecía demasiado alta; la atmósfera, demasiado densa; el rumor y el olor exteriores, sutil y desagradablemente diferentes de los de Aurora. No había ninguna vivienda que pudiera presumir de civilizada. Los robots habían construido algo parecido a refugios. Había abundantes provisiones de boca y retretes de urgencia que funcionaban adecuadamente pero eran ofensivamente inadecuados en los demás aspectos.

Lo peor de todo, aunque la mañana era agradable y el día claro, es que nacía demasiado brillante el sol de la Tierra. Pronto la temperatura sería muy elevada, el aire demasiado húmedo, los insectos no tardarían en aparecer. Al principio, Amadiro no comprendía por qué tenía los brazos llenos de ampollas que le escocían, hasta que Mandamus se lo explicó. Ahora, mientras se rascaba, iba protestando:

–¡Espantoso! ¡Pueden ser portadores de infecciones!

–Creo –dijo Mandamus con aparente indiferencia– que a veces lo hacen. Pero no es probable. Tengo lociones para aliviar el escozor y podemos quemar ciertas sustancias que los insectos encuentran ofensivas, aunque yo también encuentro ofensivo su olor.

–Quémelas –ordenó Amadiro.

Mandamus, sin variar el tono, continuó:

–Y yo no quiero hacer nada, por insignificante que sea, olor , un poco de humo..., que aumente la posibilidad de ser detectados.

Amadiro le miró con suspicacia:

–Me ha dicho una y mil veces, que esta región jamás es visitada por la gente de la Tierra o por sus robots agrícolas.

–Muy bien, pero no es una observación matemática. Es una observación sociológica; siempre cabe la posibilidad de que nos descubran.

Amadiro cortó, sombrío:

–La máxima seguridad reside en terminar el proyecto de una vez. Me dijo que hoy quedaría listo.

–Ésta es también una observación sociológica, doctor Amadiro. Tendría que estar listo hoy. Eso querría yo, pero no puedo garantizarlo matemáticamente.

–¿Cuánto tardará en garantizarlo?

Mandamus abrió las manos en un gesto equivalente a "¡quién sabe!"

–Doctor Amadiro, tengo la impresión de que ya le he explicado esto, pero estoy dispuesto a repetírselo. Me ha llevado siete años llegar hasta aquí. Contaba con algunos meses más de observación personal, en las catorce estaciones diferentes, repartidas en la superficie de la Tierra. Ya no puedo hacerlo porque debemos terminar antes de que seamos localizados y posiblemente interrumpidos por el robot Giskard. Esto quiere decir que tengo que hacer mis comprobaciones comunicándome con nuestros robots humanoides situados en las estaciones de enlace. No puedo confiar en ellos como en mí mismo. Debo examinar y comprobar sus informes y, si fuera posible, ir a uno o dos puntos, antes de sentirme satisfecho... Esto llevará días..., tal vez una o dos semanas.

–¡Una o dos semanas! ¡Imposible! ¿Cuánto tiempo cree que puedo soportar este planeta, Mandamus?

–Señor, en una de mis anteriores visitas me quedé casi un año en el planeta, y en otra ocasión, más de cuatro meses.

–¿Y le gustó?

–No, señor, pero tenía un trabajo que realizar y lo hice... sin tener en cuenta mis gustos.

Y Mandamus miró fríamente a Amadiro. Éste se ruborizó y dijo más apaciguado:

–Está bien, ¿por dónde vamos?

–Estoy comprobando aún los informes que me van llegando. No trabajamos según un sistema diseñado para laboratorio, ¿sabe? Tenemos una corteza planetaria extraordinariamente heterogénea con que enfrentarnos. Afortunadamente, el material radiactivo está ampliamente repartido, pero en lugares que son peligrosamente frágiles y debemos situar relevos en tales puntos y dejarlos al cuidado de robots. Si estos relevos no están, en algunos casos, debidamente situados y ordenados, la intensificación nuclear se apagará y habremos malgastado todos esos años y esfuerzos para nada. O puede ocurrir una intensificación localizada que tenga la fuerza de una explosión que se apagaría y dejaría el resto de la corteza sin alterar. En uno y otro caso, el daño total sería insignificante. Lo que precisamos, doctor Amadiro, es que los materiales radiactivos y, por tanto, gran parte de la corteza terrestre se vayan volviendo ..., despacio..., firmemente..., irreversiblemente... –iba mordiendo las palabras al ir pronunciándolas a intervalos–, más y más intensamente radiactivos, de forma que la Tierra vaya progresivamente volviéndose inhabitable. La estructura social del planeta se desmoronará y habrá terminado para siempre como refugio efectivo de la humanidad. Supongo, doctor Amadiro, que esto es lo que quiere. Es lo que le describí hace años y lo que entonces dijo que quería.

–Y sigo queriéndolo, Mandamus, no sea tonto.

–Entonces aguante las incomodidades, señor, o vayase y yo seguiré durante el tiempo que sea necesario.

–No, no –masculló Amadiro–. Debo estar aquí cuando lo haga, pero no puedo evitar la impaciencia. ¿Cuánto tiempo ha previsto hasta las terminación del proceso? Quiero decir, ¿desde que inicie la primera ola de intensificación hasta que la Tierra sea inhabitable?

–Depende del grado de intensificación que aplique inicialmente. No sé, en este momento, qué grado va a ser necesario, pero todo depende de la eficiencia conjunta de los relevos, así que he preparado un control variable. Deseo dejar arreglado un período de diez a veinte décadas.

–¿Y si arregla un período más corto?

–Cuanto menos tiempo programemos, más rápidamente se volverán radiactivas las porciones de la corteza terrestre y más rápidamente se calentará y se volverá peligroso el planeta. Esto significa que gran parte de su población no podrá ser trasladada a tiempo.

–¿Importa? –preguntó Amadiro.

–Cuanto más rápidamente se deteriore la Tierra, más probable es que los habitantes y los colonizadores sospechen una causa tecnológica..., y que seamos nosotros los posibles sospechosos. Los colonizadores nos atacarán con furia y, defendiendo la causa de su mundo sagrado, lucharán hasta la extinción, siempre y cuando puedan infligirnos grandes pérdidas. Esto es algo que ya discutimos antes y parecíamos estar de acuerdo. Es preferible dar mucho tiempo, durante el cual nos prepararíamos para lo peor y durante el cual una Tierra desconcertada puede achacar la creciente y lenta radiactividad a algún fenómeno natural que no pueda comprender. Esto, en mi opinión, es algo que se ha vuelto más urgente que ayer.

–¿Y por qué? –inquirió Amadiro, ceñudo– Tiene usted la expresión agria y puritana que me hace creer que ha encontrado el medio de echar toda responsabilidad sobre mis hombros.

–Con todo respeto, señor, en este caso no es nada difícil. Fue una imprudencia mandar a uno de nuestros robots a destruir a Giskard.

–Por el contrario, debía hacerse. Giskard es el único que puede destruirnos.

–Pero primero debe encontrarnos... y no lo hará. Y si lo hiciera, somos expertos robotistas. ¿No cree que podríamos manejarle?

–¿Lo cree usted? También lo creía Vasilia y conocía a Giskard mejor que nosotros... Sin embargo, no pudo manejarlo. En cierto modo la nave que tenía que hacerse cargo de él y destruirlo a distancia, tampoco pudo. Así que ha llegado a la Tierra. De un modo u otro hay que destruirlo.

–Pero no se hizo. No ha habido ningún informe al respecto.

–Las malas noticias son a veces retenidas por un gobierno prudente... y los gobernantes de la Tierra, aunque bárbaros, pueden ser prudentes. Si nuestro robot fracasó y fue interrogado, habrá caído en un bloqueo irreversible. Esto significa que hemos perdido un robot, un lujo que podemos permitimos, pero nada más. Y si Giskard anda suelto todavía, más razones tenemos para apresuramos.

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