Read Rebelarse vende. El negocio de la contracultura Online
Authors: Joseph Heath y Andrew Potter
Si
Small is Beautiful fue
la biblia del movimiento TA, su boletín informativo fue el
Whole Earth Catalog (WEC
) [Catálogo del mundo entero], que después se convertiría en el
CoEvolution Quarterly
. Fundado por Stewart Brand en 1968, el
WEC
era una mezcla de revista, manual de supervivencia y catálogo de ventas, es decir, una especie de cámara de compensación para el rebelde práctico. Lo que pretendía Brand era alejar a la contracultura del mundo del sexo, drogas y rock and roll, sustituyéndolo por bicicletas, paneles solares y retretes recicladores de excrementos. Si el gran empeño de los rebeldes era dilucidar hasta qué punto la transformación de la conciencia individual podía transformar la sociedad, el
WEC
ofrecía una variación sobre el mismo tema. Planteaba la posibilidad de cambiar la sociedad adoptando un nuevo estilo de vida. Cada uno de nosotros es una sociedad individual, y si todos adoptáramos un estilo de vida radicalmente independiente y autosuficiente, a ser posible en una zona rural o natural, el individuo, la sociedad y el planeta mejorarían.
La relación del movimiento TA con la economía de la posescasez y la energía alternativa prácticamente desaparecieron tras la crisis del petróleo y el estancamiento sumado a la inflación que caracterizaron a la década de 1970. Sobrevive como subcultura seria pero políticamente marginal formada por románticos de la energía eólica, fabricantes de combustibles alternativos, futuristas partidarios de la economía del hidrógeno. Sin embargo, los principios de la tecnología apropiada aún ejercen una enorme influencia sobre nuestra cultura, básicamente a través de dos vías. En primer lugar, la fascinación tecnológica se trasladó a Internet, donde adoptó varias formas que incluían el ciberpunk, el cibercomunismo y el ciberlibertarismo. Al mismo tiempo, la política autosuficiente del hippie espacial, que combinaba la conciencia global con la acción individual, ha entrado en nuestra cultura como un ecologismo consumista que sigue el eslogan de «Piensa globalmente, actúa localmente».
*
Una gran parte de la filosofía del movimiento de tecnología apropiada tenía un paralelismo en el mundo embrionario de la informática. Lo que hoy se conoce como la «ética
hacker»
o «ética del pirata informático» se inició en la década de 1950 con un grupo de estudiantes de la MIT cuyo principio básico era el derecho de todo usuario al pleno acceso a la informática y a la información. De orientación anarquista y libertaria, esta filosofía pretendía descentralizar la informática y el acceso a la información para oponerse al elitismo tecnicista y acaparador de información que caracterizaba a la tecnocracia. Como dice el filósofo de la cultura Andrew Ross, «las tecnologías informáticas del pirateo y la guerrilla vírica ocupan en el imaginario contracultural un lugar parecido al que tuvo en su momento el cóctel Molotov».
En cuanto a equipos informáticos se refiere, la empresa Apple ha contado como tecnología apropiada desde el principio, porque sus fundadores (Steve Jobs y Steve Wozniak) se opusieron deliberadamente a los sistemas corporativos, institucionales y centralizados que habían creado IBM y Digital Electronics Corporation (DEC). En contraste con estos gigantescos y «crueles cerebros mecanizados y opresores», el futuro del ordenador personal —desde la autoedición hasta las redes informatizadas— parecía subversivo y liberador.
Desde su puesto en el
Whole Earth Catalog
, Brand estaba completamente de acuerdo con esta filosofía. En su opinión, los ordenadores Apple eran herramientas hechas por y para revolucionarios, y la revista del
WEC
publicaba artículos sobre la compañía además de textos sobre las cocinas de leña. En 1985, Brand cofundó The WELL («Whole Earth 'Lectronic Link» o Vínculo 'Lectrónico Terrestre) como sitio web alternativo para los escritores y lectores de su revista, la
Whole Earth Software Review
. La publicación duró sólo un par de años, pero The WELL, uno de los primeros intentos de crear un foro cibernético pertenece hoy a la gran empresa
Salon
y cuenta con más de diez mil miembros repartidos por el mundo entero.
Con una expresión acertada, Andrew Ross comenta que si una gran parte de la contracultura de la década de 1960 y del movimiento TA se formó en torno a una
tecnología del folclore
, la versión que surgió a finales de los 80 y principios de los 90 puede considerarse un
folclore de la tecnología
, con proezas míticas de supervivencia y resistencia en un mundo sobre informado de entornos virtuales y cuerpos «poshumanos». Es el ciberespacio donde muchas personas siguen soñando con un orden social verdaderamente anárquico, en el que todas las relaciones sociales sean voluntarias y libres, saltándose todo tipo de normas yjerarquías.
El ciberanarquismo es una filosofía que combina un entusiasmo desaforado por el «estilo de vida electrónico» con las clásicas ideas libertarias en cuanto al concepto adecuado de libertad, economía y comunidad. La exposición más clara de la ideología ciberlibertaria aparece en una publicación llamada
El ciberespacio y el sueño americano: una carta magna para la era del conocimiento
, de Esther Dyson, George Gilder, George Keyworth y Alvin Toffler. Tras su publicación en el año 1994, en Internet han aparecido varias versiones de este texto.
La teoría de las ondas de Toffler ha influido poderosamente en la filosofía ciberlibertaria. La economía de la primera ola era agrícola y dependía de la mano de obra humana, mientras que economía de la segunda ola se basó en la mecanización industrial. La emergente tercera ola se basará en el conocimiento, ya que se difunde mediante redes informáticas. La sociedad de masas fue hija de la tecnología de la segunda ola, que requería una producción industrial, un sistema gubernamental poderoso y una burocracia corporativa centralizada. En la Era de la Información, las instituciones se van a «desmasificar», con la consiguíente eliminación de la burocracia y la aparición de oportunidades nunca vistas para ejercitar la libertad humana sin las enormes trabas de la sociedad industrial.
En el mundo de la tercera ola, la vida se desarrollará en comunidades totalmente emancipadas. Como admiten los autores de la
Carta magna del ciberespacio
, «nadie sabe cómo serán las futuras comunidades de la tercera ola, ni cuál será el destino último de la «desmasificación». Es obvio, sin embargo, que el ciberespacio va a ser un importante nexo de unión para las comunidades del mañana, al permitir la creación de «barrios electrónicos» que compartan unos intereses comunes en vez de un emplazamiento geográfico.
Otro texto que influyó en el asentamiento de los principios ciberlibertarios fue la
Declaración de independencia del ciberespacio
, de John Perry Barlow, cuyo comienzo es el siguiente: «Gobiernos del Mundo Industrial, gigantes exhaustos de carne y metal: yo vengo del Ciberespacio, la nueva morada de la Mente. En nombre del futuro, os ruego que nos dejéis en paz. No os tenemos ningún aprecio. No tenéis soberanía alguna sobre nosotros». A continuación afirma que «nuestras identidades no son corpóreas y, al contrario que vosotros, no empleamos la coacción física para obtener el orden. Creemos que la ética, la tolerancia individual y la mancomunidad serán los pilares de nuestro gobierno. Nuestras identidades podrán distribuirse en muchas de vuestras jurisdicciones. La única ley que reconoce nuestra cultura constituyente es la "regla de oro", que esperamos aporte soluciones concretas a nuestros problemas. Pero no podemos aceptar las medidas que pretendéis imponernos».
Si el texto recuerda a esos discursos que se hacen fumando la pipa de la paz, es porque Barlow fue compositor del grupo musical Grateful Dead. Aun así, no es ni mucho menos el primer hippie retirado que se deja fascinar por las posibilidades contraculturales que ofrece Internet. En la década de 1980, Timothy Leary declaró que la informática había sustituido al LSD como instrumento esencial para expandir nuestra conciencia individual. «Usar un ordenador es lo más subversivo que he hecho en mi vida», declaró.
A quien haya entrado por primera vez en Internet después de 1996, por poner una fecha, todo esto le sonará ridículo. Incluso a los que teníamos un sistema de correo electrónico antes del nacimiento de la Red de Redes nos cuesta recordar las enormes ventajas que tenía Internet en sus primeros tiempos. Los foros, los puntos de información y las listas de correo —las bases de la comunidad cibernética— eran entonces independientes. Las personas que se daban de alta en algún grupo aceptaban la
«netiquette»
o protocolo de la red, y quienes no cumplían las normas eran ignorados o expulsados a cajas destempladas. Es decir, pese a no ser exactamente un mundo sin normas, el primer Internet fue un lugar tremendamente libre y descentralizado, sin jerarquías ni restricciones. El sueño ciberlibertario era que este sistema de interacción social sirviera como modelo para un orden socioeconómico nuevo.
Sin embargo, esta última década no ha sido muy benevolente con la supuesta comunidad electrónica, por motivos totalmente predecibles. Cuando Barlow proclamaba que «estamos creando un mundo donde cualquiera puede expresar sus creencias en cualquier parte, por extrañas que sean, sin que se le imponga el silencio o la conformidad», no parece habérsele ocurrido que determinadas personas pudieran valerse de esta libertad de expresión para
coaccionar, acosar o silenciara
, los demás. En muy poco tiempo, Internet se dejó infestar por los individuos siniestros del «mundo real», es decir, los racistas, intolerantes y sexistas, por no hablar de los "terroristas", «campers», «chetos» y otros malhechores dispuestos a no respetar la privacidad de nadie, a robar identidades ajenas, acosar a ex novias o compañeros de trabajo y a atormentar al mayor número de internautas posible. Peor aún, eran capaces de sacar partido precisamente de los elementos más utópicos del ciberespacio: la inexistencia de barreras ni fronteras, la ausencia de todo gobierno o sistema policial y el anonimato casi generalizado. Los resultados confirmaron la ley ciberespacial de Gresham: las malas palabras acaban con todo lo bueno.
Cuando los libertarios más acérrimos seguían negándose a imponer algún tipo de control en la Red, llegó el
spam
o correo basura. A mediados de 2003, el correo basura (publicidad no solicitada que incluye desde imágenes pornográficas hasta ofertas hipotecarias y sistemas de alargamiento de pene) había dejado de ser una pequeña molestia y se había convertido en un grave problema para los usuarios personales y las empresas de servicios. Son muchísimas las cuentas de correo que han quedado inutilizadas al recibir diariamente centenares de mensajes publicitarios. Cuando el Congreso estadounidense se decidió por fin a aprobar una ley contra el
spam
, entre el 60 y el 80 por ciento de los mensajes electrónicos eran correo basura.
Este fenómeno existe porque es una forma increíblemente barata y sencilla de publicitar un producto. A un precio de 500 dólares por cada millón de nombres se puede montar una lista de correo que con una respuesta positiva de sólo 1 por cada 100.000 puede ser rentable (frente a la proporción de 1 por cada 100 del correo basura de papel). Por otra parte, lejos de ser una perversión del concepto ciberlibertario, el correo basura nace directamente de sus principios más básicos. Toffler, Dyson, Barlow y demás especifican claramente que la gran característica definitoria de Internet es la libertad de expresión ilimitada y no sujeta a norma alguna; esto no sólo incluye, sino que afecta por encima de todo a la actividad económica. Por supuesto, cuanto más correo basura se envíe, menos eficaz será, pero su sobreabundancia anima a los expertos en marketing cibernético a redoblar sus esfuerzos y mandar cada vez más copias del mismo mensaje. De este modo se inicia una perfecta carrera hacia el abismo, y la Red completamente atascada por el exceso de correo basura se convierte en la trágica culminación de la utopía ciberlibertaria.
Por desgracia, este problema es difícil de solucionar, pero habrá que intentarlo si queremos que Internet siga siendo viable. Los fanáticos del ciberanarquismo se niegan a aplicar una normativa para controlar el correo basura, con el argumento de que acabaría con la ilimitada libertad de Internet. Por eso se empeñan en intentar aplicar remedios tecnológicos en el punto de recepción del usuario (como filtros contra el
spam
y programas de seguridad), pese a que éstos no solucionan el problema estructural básico, que es social y no tecnológico. Esto les permite posponer el reconocimiento de que la ciberlibertad no ha salido bien en Internet por el mismo motivo que el libertarismo ha fallado siempre en todas partes. La libertad sin restricciones no promueve la paz, el amor y el entendimiento. Ni siquiera promueve el capitalismo. Lo único que hace es recrear un estado natural «hobbesiano».
*
Cuando estaba en el instituto, trabajé de chico de los recados en un supermercado elegante en un barrio finolis de Ottawa. Por eso pude ver en primera fila una de las batallas sociales más enconadas de la década de 1980, que enfrentó a maridos contra mujeres y a vecinos contra vecinos. Me refiero a la pregunta aquella: «¿Cómo quiere la bolsa, de papel o de plástico?».
Para el comprador mentalizado con el medioambiente, aquello era un verdadero dilema. Elegir papel era matar árboles. Elegir plástico era llenar los vertederos de elementos no degradables que durarían (junto con las botas de esquiar y los pasteles tóxicos tipo Twinkie) hasta que el sol se convirtiera en una supernova. Hoy esta polémica papel/plástico ha terminado, en parte porque los compradores prefieren las bolsas de plástico, que pesan un 70 por ciento menos que el papel, tienen unas asas muy prácticas, son fáciles de guardar y tienen un sinfín de usos domésticos. Pero el quid de la cuestión es que han surgido temas mucho más candentes, como el atún pro-delfín o el café orgánico.
Sin embargo, aunque los temas cambien, este programa general —de consumo individual responsable con los problemas medioambientales globales— sigue igual. La esencia de este consumismo consecuente se resume en el eslogan «Piensa globalmente, actúa localmente», y ha sido una de las campañas de concienciación pública más eficaces que se han visto nunca. Por desgracia, como mecanismo para afrontar problemas medioambientales graves, es un absoluto desastre.