Durante dos días, Robert rehusó salir de su habitación. Ni siquiera contestaba cuando su hija Nikki le deseaba «Felices sueños, papito», antes de irse a dormir la siesta o a la noche. Su familia y sus amigos estaban profundamente angustiados por su tormento, pero no se les ocurría cómo aliviar su dolor. La cuestión de la estabilidad mental de Robert surgió en varias conversaciones. Todos coincidían en que parecía estar “fuera de lugar” acá, desde el momento mismo de la fuga de Nuevo Edén, y que su conducta se había vuelto aún más errática e impredecible después del secuestro de Ellie.
Ésta le confió a su madre que Robert se mostraba “peculiar” con ella, desde su reciente reencuentro.
—No se acercó a mí, como mujer, ni siquiera una vez —confesó con tristeza—. Fue como si sintiera que yo estaba contaminada por mi experiencia… Sigue diciendo cosas extravagantes, como «Ellie, ¿
querías
que te secuestraran?».
—Siento pena por él —contestó Nicole—. Está soportando una carga emocional tan grande, que se remonta hasta la época de Texas. Todo esto simplemente fue demasiado. Deberíamos hacer…
—Pero, ¿qué podemos hacer por él ahora? —interrumpió Ellie.
—No lo sé, querida —confesó Nicole—. Sencillamente no lo sé.
Ellie trató de pasar el difícil momento ayudando a Benjy con sus lecciones de idioma octoarácnido. Su medio hermano estaba completamente fascinado por todo lo concerniente a los alienígenas, incluso la pintura hexagonal de las octoarañas, que habían traído de la Ciudad Esmeralda. Varias veces por día se quedaba con la mirada fija en la pintura, y nunca perdía la oportunidad de hacer preguntas sobre los asombrosos seres representados en ella. A través de Ellie, Archie siempre respondía pacientemente todo lo que Benjy preguntaba.
Benjy había decidido, poco después de empezar a jugar de modo regular con Archie, que deseaba aprender a reconocer algunas frases, por lo menos, del vocabulario octoarácnido. Benjy sabía que Archie podía leer los labios, y quería mostrarle a la octoaraña que aun un “ser humano lerdo” podía, si se le enseñaba debidamente, adquirir una comprensión suficiente del lenguaje octoarácnido como para sostener una conversación sencilla.
Ellie y Archie iniciaron a Benjy en los conceptos fundamentales. Aprendió los colores de las octoarañas para decir “sí”, “no”, “por favor” y “gracias” sin dificultad. Los números fueron bastante fáciles de aprender también, porque tanto los numerales cardinales, como los ordinales, eran, esencialmente, secuencias combinatorias de dos colores básicos, rojo sangre y verde malaquita, que se usaban en forma de código binario y que, en el transcurso de la oración, se señalaban con un clarificador color salmón. Lo que a Benjy le presentó mayor problema fue comprender que los colores individuales, por sí mismos, carecían de significado. Una banda color siena tostado, por ejemplo, representaba el verbo “entender” si venía seguido por un malva y, después, un clarificador; no obstante, si a la combinación siena tostado/malva la seguía un bermejo, el símbolo de tres bandas quería decir “planta que florece”.
Ni los colores individuales eran miembros de un alfabeto, en sentido estricto. En ocasiones, el ancho de los colores, cuando se los comparaba con otros en la secuencia más larga que definía una sola palabra, cambiaba el significado por completo. La combinación siena tostado/malva únicamente significaba “entender” si las dos bandas eran del mismo ancho aproximado. La palabra definida por un siena tostado estrecho, seguida por un malva con un ancho aproximadamente doble, era “capacidad”.
Benjy luchaba con el idioma, haciendo todas las repeticiones que se le exigían, con un ahínco poco frecuente. Su pasión por aprender reconfortaba el corazón de Ellie, en un momento en el que ella se sentía profundamente afligida. No sabía cómo se iba a resolver la crisis con Robert.
En el comienzo del tercer día del autoimpuesto exilio de Robert en su habitación, el subterráneo arribó a su ranura, tal como se esperaba, con su provisión de mitad de semana de comida y agua… sólo que esta vez había dos nuevas octoarañas en el tren. Se apearon y mantuvieron una detallada conversación con Archie. La familia se reunió, esperando alguna noticia fuera de lo común.
—Hay tropas humanas otra vez en Nueva York —informó Archie—, y están en el proceso de romper el sello que impide el paso hacia nuestra madriguera. No es más que cuestión de tiempo el que descubran los túneles del subterráneo.
—Entonces, ¿qué debemos hacer ahora? —preguntó Nicole.
—Nos gustaría que vengan y vivan con nosotros en la Ciudad Esmeralda —contestó Archie—. Mis colegas previeron esta posibilidad y ya terminaron el diseño de una sección especial en la ciudad nada más que para ustedes. Podría estar lista en unos pocos días más.
—¿Y qué pasaría si no quisiéramos ir? —intervino Max.
Archie conferenció brevemente con las otras dos octoarañas.
—Entonces se pueden quedar aquí y esperar a las tropas —dijo—. Les brindaremos tanta comida como podamos, pero empezaremos a desmantelar el subterráneo no bien hayamos evacuado a todas nuestras compañeras del lado norte del Mar Cilíndrico.
Archie continuó hablando, pero Ellie dejó de traducir. Varias veces le pidió a la octoaraña que repitiera sus frases siguientes antes de darse vuelta, un poco pálida, hacia sus amigos y familia.
—Por desgracia —tradujo—, nosotras, las octoarañas, debemos preocuparnos por nuestro propio bienestar. Por consiguiente, cualquiera de ustedes que decida no venir padecerá el bloqueo de la memoria de corto plazo, y no podrá recordar en detalle suceso alguno de todas estas últimas semanas.
Max lanzó un silbido.
—Adiós a la amistad y la comunicación —comentó—. Cuando las papas queman, todas las especies usan la fuerza.
Se acercó a Eponine y le tomó la mano. Ella lo miró con curiosidad cuando la llevó hasta pararse frente a Nicole.
—¿Nos casarías, por favor? —pidió Max.
Nicole estaba turbada.
—¿Ahora mismo? —preguntó.
—Justo ahora, en este mismísimo instante. Amo a esta mujer que está a mi lado, y quiero pasar con ella una luna de miel orgiástica allá arriba, en ese iglú, antes que se arme el pandemónium.
—Pero no estoy calificada… —protestó Nicole.
—Eres lo mejor que hay a mano —la interrumpió Max—. Vamos, por lo menos haz una buena aproximación. —La estupefacta novia estaba radiante.
—¿Quieres tú, Max Puckett, tomar a esta mujer, Eponine, por esposa? —recitó Nicole, vacilante.
—
Sí quiero
, y debí haberlo hecho hace meses —contestó Max.
—¿Y quieres tú, Eponine, tomar a este hombre, Max Puckett, por esposo?
—¡Oh, sí, Nicole, con gusto!
Max atrajo a Eponine hacia él y la besó apasionadamente.
—Y ahora,
Archibald
—dijo mientras él y Eponine enfilaban hacia la escalera—, en el caso de que te lo estés preguntando, la francesita y yo pretendemos ir con ustedes a esa Ciudad Esmeralda de la que ella habla tanto, pero, durante las veinticuatro horas siguientes, y quizá durante más tiempo, si ella tiene suficiente energía, vamos a estar ausentes, y no queremos que se nos perturbe.
Max y Eponine caminaron rápidamente hacia la escalera cilíndrica y desaparecieron. Ellie casi había terminado de explicarle a Archie lo que ocurría, cuando los recién casados aparecieron en el rellano y saludaron agitando la mano. Todos rieron, cuando Max tironeó de Eponine para hacerla volver al corredor.
Bajo la tenue luz, Ellie se sentó sola contra la pared.
Es ahora o nunca
, pensó.
Debo intentarlo una vez más
.
Recordó la escena de furia de varias horas atrás.
—¡Pero claro que deseas irte con tu amigo Archie, la octoaraña! —había dicho Robert con amargura—, y esperas llevar a Nikki contigo.
Todos los demás van a aceptar la invitación —fue la respuesta de Ellie, que ni siquiera intentaba ocultar las lágrimas—. Por favor, ven con nosotros, Robert. Son una especie muy dulce, con un elevado sentido de la moral.
—Les lavaron el cerebro a todos ustedes —replicó Robert—. De algún modo los sedujeron, para que crean que ellos son aun mejores que los de la propia especie de ustedes. —Después, la miró con repugnancia.
—Tu propia especie —repitió—. ¡Qué chiste! Pero vamos, si creo que eres tanto octoaraña como ser humano.
—Eso no es cierto, querido. Ya te dije varias veces que sólo se hicieron modificaciones muy pequeñas… Soy tan ser humano como tú…
—¿Por qué, por qué,
por qué
? —gritó Robert repentinamente—. ¿Por qué te permití que me convencieras de venir a Nueva York en primer lugar? Debí haberme quedado allá, donde estaba rodeado por cosas que entendía…
A pesar de las súplicas de Ellie, Robert se mantenía inflexible. No iba a ir a la Ciudad Esmeralda. Hasta parecía estar extrañamente complacido de que las octoarañas le bloquearan la memoria de corto plazo.
—Quizá —declaró, con una risa desagradable— no voy a tener recuerdo alguno de tu regreso. No recordaré que mi esposa y mi hija son híbridos, y que mis amigos íntimos no tienen respeto por mi capacidad profesional… Sí, podré olvidar la pesadilla de estas últimas semanas y recordar solamente que me fuiste arrebatada, como lo fue mi primera esposa, mientras todavía te amaba con desesperación.
Robert recorría la habitación soltando maldiciones. Ellie trató de apaciguarlo y confortarlo.
—No,
no
—gritaba él, echándose atrás como picado por una víbora para evitar el contacto con Ellie—. Es demasiado tarde. Hay demasiado dolor. No lo puedo soportar más.
En las primeras horas del atardecer, Ellie fue a pedir consejo a su madre, que no pudo brindarle alivio alguno. Sí coincidió con su hija en que Ellie no debía rendirse, pero también le advirtió que nada, en la conducta de Robert, sugería que él podría cambiar de parecer.
Por sugerencia de Nicole, Ellie se acercó a Archie, y solicitó un favor de la octoaraña. Si Robert insistía en no ir con ellos, le imploró Ellie, ¿sería posible que Archie, o una de las otras octoarañas, llevara a Robert de vuelta a la madriguera, donde sería hallado con facilidad por los demás seres humanos? Con renuencia, Archie aceptó.
Te amo, Robert
, se dijo Ellie, cuando finalmente se puso de pie.
Y Nikki te ama también. Queremos que vengas con nosotras, pues tú eres mi marido y su padre
. Hizo una profunda inspiración y entró en su dormitorio.
Hasta Richard tenía lágrimas en los ojos cuando un mascullante Robert Turner, después de intercambiar un fuerte abrazo final con su esposa y su hija, salió detrás de Archie caminando con vacilación, en dirección al subterráneo, que estaba a nada más que veinte metros de distancia. Nikki lloraba suavemente, pero no pudo haber tenido cabal comprensión de lo que estaba sucediendo, todavía era muy pequeña.
Robert se dio vuelta, saludó levemente con la mano y entró en el tren. Al cabo de pocos segundos, el vehículo aceleró y penetró en el túnel. Menos de un minuto después, el sombrío estado de ánimo general se vio quebrado por gritos de alegría que venían del rellano que estaba por encima del grupo.
—Muy bien, escuchen todos ahí abajo —aulló Max—; es mejor que se preparen para una gran fiesta.
Nicole alzó la vista hacia lo alto de la cúpula y, aun a esa distancia, en la tenue luz, pudo ver la sonrisa radiante de los recién casados.
Y así son las cosas
, pensó, con el corazón todavía transido por la pérdida sufrida por su hija.
Dolor y alegría. Alegría y dolor. Dondequiera que haya seres humanos. En la Tierra. En nuevos mundos más allá de las estrellas. Ahora y para siempre
.
El pequeño transporte sin conductor se detuvo en una plaza circular, desde la cual se extendían calles en cinco direcciones. Una mujer negra con cabello canoso, y su compañera octoaraña, descendieron del coche, dejándolo vacío. Cuando la octoaraña y la mujer caminaron alejándose lentamente de la plaza, el transporte partió con sus luces interiores ahora apagadas.
Una solitaria luciérnaga gigante precedía a Nicole y Doctor Azul, mientras ellos dos continuaban su conversación en la semioscuridad. Nicole tenía la precaución de exagerar cada palabra, de modo que su amigo alienígena no tuviera dificultades para leerle los labios. Doctor Azul contestaba con amplias bandas de colores, utilizando oraciones sencillas que sabía que Nicole entendía.
Cuando llegaron a la primera de cuatro moradas blanco crema de un solo piso, situadas al final del callejón, la octoaraña levantó del suelo uno de sus tentáculos y estrechó la mano de Nicole.
—Buenas noches —contestó Nicole con una débil sonrisa—. Fue un día ajetreado… Gracias por todo.
Después que Doctor Azul entró en su casa, Nicole fue hacia la fuente decorativa que formaba una isla en el centro de la calle y bebió de uno de los cuatro grifos que arrojaban un chorro continuo de agua a la altura de la cintura. Parte del agua que la tocó cayó de vuelta en la pila, produciendo una súbita actividad en el poco profundo estanque. Aun bajo la mortecina luz, Nicole podía ver los seres nadadores que se desplazaban velozmente de un lado a otro.
Los limpiadores están en todas partes
, pensó,
especialmente cuando nosotros estamos cerca. El agua que tocó mi cara va a estar purificada en cuestión de segundos
.
Se dio la vuelta y se acercó a la más grande de las tres moradas que quedaban en el callejón. Cuando cruzó el umbral de su casa, la luciérnaga exterior voló con rapidez desde el otro extremo de la calle hasta la plaza. En el patio interior, Nicole tocó levemente la pared, una sola vez, y, al cabo de pocos segundos, delante de ella, en el vestíbulo, apareció una luciérnaga más pequeña, que apenas refulgía. Nicole se detuvo en uno de los dos baños de la familia y, después, se paró un instante en el vano de la puerta que daba a la habitación de Benjy. Éste roncaba ruidosamente. Durante casi un minuto, Nicole observó cómo dormía su hijo y, después, continuó por el vestíbulo hasta la alcoba principal, que compartía con su marido.
Richard también estaba dormido. No respondió al suave saludo de Nicole, que se quitó las botas y salió de la habitación. Cuando llegó al estudio, dio dos suaves toques más a la pared, y la iluminación aumentó. El estudio estaba repleto con los componentes electrónicos de Richard, que él había hecho que las octoarañas le juntaran durante un período de varios meses. Nicole rió para sus adentros, mientras pisaba cuidadosamente por entre toda esa cantidad de cosas, para llegar a su propio escritorio.
Richard siempre tiene un proyecto
, pensó.
Por lo menos, el traductor va a ser muy útil
.