El resto de la reunión con los avianos duró nada más que diez o quince minutos. Archie insistió, después de que hubo explicado que el vasto sistema lacustre proveía casi la mitad del agua dulce de los dominios octoarácnidos, en que la comitiva necesitaba continuar su viaje. Richard y Nicole ya estaban en la concavidad del lomo de su avestrusaurio, cuando los tres avianos partieron. Tammy revoloteó sobre ellos para darles un parloteo de despedida, evidentemente perturbando al ser sobre el que viajaban los seres humanos. Al fin, siguió a su hermano y la pareja en su vuelo hacia el bosque.
Richard estaba extrañamente callado, mientras sus cabalgaduras también se dirigían hacia el norte, en dirección al bosque.
—Realmente significan mucho para ti, ¿no? —dijo Nicole.
—Sin lugar a dudas. Yo estuve completamente solo, salvo por los pichones, durante un largo tiempo. Timmy y Tammy dependían de mí para su supervivencia… Comprometerme a rescatarlos probablemente fue el primer acto abnegado de toda mi vida; me expuso a nuevas dimensiones, tanto de angustia como de felicidad.
Nicole extendió el brazo y le tomó la mano.
—Tu vida emocional ha pasado una odisea propia, tan diversa en todo aspecto como el viaje físico que efectuaste. —Richard la besó.
—Todavía tengo algunos demonios que no se han exorcizado —admitió—. A lo mejor, con tu ayuda, dentro de otros diez años seré un decoroso ser humano.
—No reconoces tus propios méritos lo suficiente, querido.
—A mi
cerebro
le reconozco muchos méritos —dijo Richard con una sonrisa, cambiando el tono de la conversación—. ¿Y sabes en qué está pensando en este preciso instante? ¿De dónde vino ese aviano con la parte inferior anaranjada?
Nicole parecía perpleja.
—Del segundo hábitat —contestó—. Tú mismo nos dijiste que debía de existir una población de casi mil, antes que las tropas de Nakamura invadieran… Las octoarañas también deben de haber rescatado algunos.
—Pero viví ahí durante meses —se indignó Richard—, y jamás vi siquiera un aviano con la parte inferior anaranjada. Ni uno. Lo habría recordado.
—¿Qué estás sugiriendo?
—Nada. Tu explicación es positivamente compatible con la navaja de Ockham, pero estoy empezando a preguntarme si, quizá, nuestras amiguitas octoarañas tienen algunos secretos que todavía no discutieron con nosotros.
Llegaron al cobertizo iglú grande, no lejos del Mar Cilíndrico, después de varias horas más. El diminuto iglú refulgente que estaba al lado del grande había desaparecido. Archie y los cuatro seres humanos desmontaron. La octoaraña y Richard desataron la pintura hexagonal y la guardaron apoyándola en el costado del iglú. Después, Archie llevó los avestrusaurios a un costado y les dio instrucciones para su viaje de regreso.
—¿No se pueden quedar un poco? —pidió Nicole—, los niños estarían completamente encantados con ellos.
—Desafortunadamente, no —contestó Archie—. Sólo tenemos unos pocos y están muy solicitados.
Aunque Eponine, Ellie, Richard y Nicole estaban cansados por el viaje, todavía se sentían extremadamente excitados por la reunión que estaba por producirse. Antes de salir del iglú, primero Eponine y después Ellie usaron el espejo y se refrescaron la cara.
—Por favor, a todos ustedes —dijo Eponine—, les pido un favor. No digan nada a nadie sobre mi curación hasta que yo haya tenido la oportunidad de decírselo a Max en privado. Quiero que sea mi sorpresa.
—Espero que Nikki todavía me reconozca —expresó Ellie con nerviosidad, mientras descendían por la primera escalera e ingresaban en el corredor que conducía al rellano. Todo el grupo sufrió un pánico momentáneo al temer que los demás pudieran estar durmiendo, hasta que Richard hizo un cálculo con su algoritmo maestro para horarios, y les aseguró a todos que, debajo de la cúpula arco iris, se estaba en medio de la mañana.
Los cinco salieron al rellano y contemplaron el piso circular debajo de ellos. Los mellizos Kepler y Galileo estaban jugando a la mancha, la pequeña Nikki observándolos y riendo. Nai y Max descargaban alimentos de un subterráneo que, en apariencia, había llegado hacía poco. Eponine no pudo contenerse.
—¡Max! —gritó—. ¡Max!
Max reaccionó como si le hubieran acertado un disparó. Dejó caer la comida que estaba transportando y se volvió hacia el rellano. Vio a Eponine saludándolo con la mano y echó a correr como un pura sangre por la escalera cilíndrica. No tardó más de dos minutos en llegar al rellano y extender los brazos para rodear a Eponine.
—¡Oh, francesita —exclamó, levantándola medio metro del suelo y abrazándola con ferocidad—, cómo te extrañé!
Archie podía hacer toda clase de pruebas con las pelotas de colores, era capaz de atrapar dos pelotas al mismo tiempo y, después, arrojarlas en direcciones completamente diferentes. Hasta podía hacer malabares con las seis pelotas en forma simultánea, usando cuatro tentáculos, pues necesitaba nada más que los otros cuatro sobre el suelo para mantener el equilibrio. A los niños les encantaba cuando columpiaba a los tres al mismo tiempo. Archie nunca parecía cansarse de jugar con los seres humanos más pequeños.
Al principio, claro está, los niños se asustaron de su visitante alienígena. La pequeña Nikki, a pesar de las repetidas aseveraciones que hizo Ellie, en el sentido de que Archie era amigo, era particularmente cautelosa, debido al recuerdo del terror que le produjo el secuestro de su madre. Benjy fue el primero en aceptarlo como compañero de juegos. Los mellizos Watanabe no estaban lo suficientemente coordinados como para efectuar juegos complicados, así que Benjy estaba encantado de descubrir que Archie alegremente se le uniría en un activo juego de agarrar la pelota o en la versión de Benjy de esquivarla.
Tanto Max como Robert se sentían perturbados por la presencia de Archie, de hecho, alrededor de una hora después de la llegada de los cuatro seres humanos y la octoaraña, Max enfrentó a Richard y Nicole en el dormitorio de éstos.
—Eponine me cuenta —comenzó con ira— que la maldita octoaraña va a
vivir
aquí, con nosotros. ¿Todos ustedes se volvieron locos?
—Piensa en Archie como en un embajador, Max —le contestó Richard—. Las
octos
quieren establecer una comunicación regular con nosotros.
—Pero estas mismas octoarañas secuestraron a tu hija y mi novia, y las retuvieron contra su voluntad durante un mes… ¿Me van a decir que hemos de
pasar por alto
todos sus actos?
—Hubo razones atenuantes para los secuestros —intervino Nicole, intercambiando una breve mirada con Richard—, y a las mujeres se las trató muy bien… ¿Por qué no hablas con Eponine al respecto?
—Eponine no tiene más que elogios para las octoarañas. Es casi como si le hubieran lavado el cerebro… Creía que ustedes dos serían más razonables al respecto.
Aun después que Eponine le informó a Max que las octoarañas la habían curado del RV-41, él seguía siendo escéptico.
—Si eso es verdad —manifestó—, entonces ésa es la noticia más maravillosa que recibí desde que los robotitos aparecieron en la granja y confirmaron que Nicole había llegado sana y salva a Nueva York… pero me está resultando muy cuesta arriba ver a esos monstruos de ocho patas como nuestros benefactores. Quiero que el
doc
Turner te examine con mucho cuidado. Si él me dice que estás curada, entonces lo creeré.
Robert Turner fue indisimuladamente hostil hacia Archie desde el principio. Nada de lo que Nicole o, inclusive, Ellie, le pudiera decir podía neutralizar el enojo que todavía sentía por el secuestro de Ellie. Su orgullo profesional también estaba gravemente lesionado por la aparente facilidad con que Eponine había sido supuestamente curada.
—Estás esperando demasiado, Ellie, como siempre —señaló la segunda noche que estuvieron juntos—. Entras aquí, llena de informes brillantes sobre estos alienígenas que te arrebataron de Nikki y de mí, y pretendes que los abracemos de inmediato. Eso no es justo. Necesito tiempo para entender y sintetizar todo lo que me estás diciendo… ¿No te das cuenta de que tanto Nikki como yo estamos traumatizados por tu secuestro? Tenemos profundas cicatrices emocionales, causadas por estos mismos seres a los que ahora quieres que consideremos amigos… No puedo cambiar mi opinión de la noche a la mañana.
A Robert también lo afligía la información que le dio Ellie respecto de las alteraciones genéticas introducidas en el esperma de Richard, aun cuando eso explicaba por qué el genoma de su esposa había desafiado la clasificación en las pruebas que el colega Ed Stafford había llevado a cabo allá, en Nuevo Edén.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila al descubrir que eres un híbrido? —inquirió—. ¿No entiendes lo que eso significa? Cuando las octoarañas te modificaron el ADN para mejorar tu resolución visual y hacer que te fuera más fácil el aprendizaje de su idioma, estuvieron manoseando un robusto código genético que evolucionó de manera natural en el transcurso de millones de años. ¿Quién sabe qué susceptibilidades a enfermedades, achaques, o hasta cambios negativos en la fertilidad, pueden aparecer en ti o en generaciones siguientes? Inconscientemente, las
octos
pueden haber condenado a todos nuestros nietos.
Ellie no logró ablandar a su marido. Cuando Nicole empezó a trabajar con Robert para cerciorarse de si Eponine en verdad se había curado del RV-41, Ellie advirtió que Robert se erizaba cada vez que Nicole hacía una afirmación favorable sobre Archie o las octoarañas.
—A Robert le debemos dar más tiempo —aconsejó Nicole a su hija, una semana después del regreso de la Ciudad Esmeralda—. Todavía siente que las octoarañas lo profanaron, no sólo al secuestrarte a ti sino, también, al contaminar los genes de su hija.
—Mamá, hay otro problema también… Casi siento que Robert está
celoso
en cierta forma peculiar. Cree que paso demasiado tiempo con Archie… No parece admitir el hecho de que Archie no se puede comunicar con los demás a menos que yo esté para actuar como intérprete.
—Como ya dije, debemos ser pacientes. Con el tiempo, Robert aceptará la situación.
Pero, en privado, Nicole tenía sus dudas. Robert estaba decidido a encontrar algún resto del virus RV-41 en Eponine y, cuando prueba tras prueba hechas con su relativamente simple equipo no mostraban evidencia de que el patógeno estuviera en el sistema de la muchacha, él seguía solicitando procedimientos adicionales. En la opinión profesional de Nicole, nada se iba a ganar haciendo más pruebas. Aunque existía una probabilidad muy reducida de que el virus los hubiera eludido y estuviera alojado en alguna parte de Eponine, Nicole pensaba que era virtualmente seguro que se la había curado.
Los dos médicos chocaron el día después que Ellie le hubiera confiado a su madre que Robert estaba celoso de Archie. Cuando Nicole sugirió que acabaran las pruebas sobre Ellie y la declararan sana, quedó conmocionada al oír que su yerno proponía abrir la cavidad torácica de Eponine y extraer una muestra directa de los tejidos que rodeaban el corazón.
—Pero, Robert —objetó—, ¿alguna vez tuviste un caso en el que tantas pruebas más hubieran sido virusnegativas, pero el patógeno todavía estuviera localmente activo en la región cardíaca?
—Sólo cuando la muerte era inminente y el corazón ya se había deteriorado —admitió Robert—, pero eso no impide que la misma situación pueda ocurrir más temprano en el ciclo de la enfermedad.
Nicole estaba azorada. No discutió con Robert, pues pudo darse cuenta, por la rígida configuración de los músculos de su yerno, que él ya había decidido cuál seria su próximo curso de acción.
Pero la cirugía a cielo abierto, de cualquier clase, es riesgosa, aun en las diestras manos de Robert
, pensó.
En este ambiente, cualquier clase de accidente podría dar por resultado la muerte. Por favor, Robert, recupera tus cabales. Si no lo haces, me veré forzada a oponerme a ti, en nombre de Eponine
.
Max pidió hablar con Nicole en privado, muy poco después de que Robert recomendara que se efectuara una cirugía de corazón.
—Eponine está asustada —le confió—, y yo también… Eponine volvió de la Ciudad Esmeralda más llena de vida que lo que jamás la vi. Al principio, Robert me dijo que las pruebas estarían terminadas en unos días… Se arrastraron durante casi dos semanas y ahora dice que quiere tomar una muestra tisular del corazón de Eponine…
—Lo sé —contestó Nicole con tono sombrío—. Anoche me dijo que iba a recomendar el procedimiento de cielo abierto.
—Ayúdame, por favor —dijo Max—. Quiero estar seguro de entender adecuadamente los hechos. Tú y Robert le examinaron la sangre muchas veces, así como otros varios tejidos corporales que, a veces, muestran diminutas cantidades del virus, ¿y todas las muestras fueron inequívocamente negativas?
—Así es.
—¿No es cierto que todas las otras veces que a Eponine se la examinó, desde el momento mismo en que se la diagnosticó por primera vez como portadora positiva del RV-41, hace años ya, sus muestras de sangre indicaron la presencia del virus?
—Sí —contestó Nicole.
—Entonces, ¿por qué Robert quiere operar? ¿Es que, sencillamente, no quiere creer que está curada, o es que tan sólo es excesivamente cuidadoso?
—No me es posible responder por él —dijo Nicole. Miró de modo escrutador a su amigo y supo, de una sola vez, cuál sería la pregunta siguiente que él le haría y cómo ella iba a responderle.
Hay decisiones difíciles que todos nosotros debemos tomar en la vida
, pensaba.
Cuando yo era más joven, de modo consciente traté de evitar ponerme en una posición en la que me viera forzada a tomar tales decisiones. Ahora entiendo que, al evitarlas, permito que otros decidan por mí… y, a veces, se equivocan
.
—¿Si tú fueses el médico de cabecera, Nicole —preguntó Max—, operarías a Eponine?
—No, no lo haría. Estoy convencida de que es casi seguro que Eponine está curada por las octoarañas y que el riesgo de la operación no puede justificarse.
Max sonrió y la besó en la frente.
—Gracias —dijo.
Robert se sentía ultrajado. Les recordó a todos que él había dedicado más de cuatro años de su vida a estudiar esa enfermedad en particular, así como a tratar de descubrir una curación y que, con toda certeza, él sabía más sobre el RV-41 que todos ellos juntos. ¿Cómo era posible que confiaran más en una curación alienígena que en su talento quirúrgico? ¿Cómo podía haberse atrevido su propia suegra, cuyo conocimiento del RV-41 se limitaba a lo que él mismo le había enseñado, a expresar una opinión diferente de la suya? No podía aplacarlo ningún miembro del grupo, ni siquiera Ellie, a la que, finalmente, desterró de su presencia, después de varios cambios desagradables de palabras.